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    Fantasmas Del Ático

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    martes, 20 de diciembre de 2011

    Los Imposibles también Existen


    Un pentagrama detrás de otro se paseaba frente a ella dibujando las notas de “Those Night” mientras unos recuerdos con sabor a pasado, en blanco y negro, transcurrían como viejas diapositivas caducadas. Había decidido no perder ni un solo segundo más de su eternidad pensando en cosas sin futuro.
    Como siempre, había una pega en contra de su implacable determinación. Temía perder el control. Llevaba demasiado tiempo sin salir, sin sentir su droga favorita bailar junto a su lengua.
    Un portazo puso fin a su burbuja de notas e inseguridades. Enfada, descubrió que algún inconsciente se había colado en su casa. Perfecto. Ya tendría cena aquella noche. Desde luego, los humanos debían de haberse vuelto más imbéciles de lo que recordaba, porque quien fuese el que estaba en su casa, no dejaba de hacer ruido. Estaba… ¿en su habitación? ¿Qué narices hacía en su habitación? Descubrió a un chico de unos veinte años, con varios vestidos en la mano.
    -          ¿Se puede saber qué haces? – gruñó.
    La miró sobresaltado y divertido. ¿De qué color tenía los ojos?  ¿Verdes? ¿Marrones? ¿Amarillos?
    -          Elegirte un vestido bonito.
    -          ¡¿Cómo?!
    -          ¿No ibas a salir? Pues eso. Como te noto indecisa te ayudo.
    -          ¿Es que acaso piensas rajarte la muñeca tú solo para ahorrarme el esfuerzo?
    El chico cambió su expresión de inmediato, pero no por el motivo que ella pensaba.
    -          Oye, no me insultes.
    -          Y no lo he hecho. Solo te estoy ofreciendo ser una cena fácil.
    -          De acuerdo, no tengo más de 200 años, pero de ahí a que me compares o me confundas con un estúpido humano… - frunció el ceño, decidió que lo que iba a decir no era importante y de nuevo, distraído, volvió a mirar los vestidos. Cogió uno negro y ajustado y se lo lanzó – Toma. Ponte este. Estás tan pálida que pareces una princesa zombie.
    -          No quiero tu ayuda – dijo con desprecio.
    Ambos sabían que no se refería solo a los vestidos, sino que el significado de aquella sencilla frase era mucho más complejo.
    -          No puedes salvarte tú sola siempre, y lo sabes. Has perdido tu sonrisa por malgastarla en aquello que no te proporcionaba nada interesante.
    -          ¿Y?
    -          Y yo te ayudaré a recuperarla.
    Ella miró al techo con desesperación. Tenía a un extraño en su habitación hurgando en su armario, que para colmo, no podía ser otra cosa que un vampiro con ganas de hacerse el héroe. Algo plateado llamó su atención. No le sorprendió que tuviese instintos suicidas, pero sí la antigua daga. ¿De dónde la había sacado?
    -          Pongamos un poco de color a tus mejillas.
    Sonriente, y como si fuese un paseo por un parque vacío de madrugada, dibujo una línea corta, pero profunda, a lo largo de su muñeca. La sangre en seguida comenzó a teñirlo todo de ese rojo escarlata que la volvía loca. Pese a todo, era sangre de que, ¿de vampiro? Ni siquiera se movió del sitio. Aquello no era lo que quería.
    -          Toda suya, milady.
    Abrí los ojos sorprendida y asustada. Aquello no estaba en los planes. Se salía de cualquier cosa predecible. No podía haber dicho eso, ¿verdad? Los colmillos se empezaron a alargar sin que pudiese evitarlo, sus ojos se volvieron verdes y antes de saltar encima de él y apresarlo entre el armario y su cuerpo le dijo:
    -          Eres un inconsciente.
    No quería hacer aquello, pero aquel niñato le había ofrecido su sangre, la cual, por lo tanto, se convertía en su único objetivo. En su opinión, era la mejor forma de derrotar a un vampiro. Era la mejor forma de conseguir que perdiese el control. Según ella se sentía más fuerte, notaba como él se sentía más débil. Los recuerdos de sus últimos días se escapaban como ideas desordenadas. Comprendió entonces que llevaba varios meses observándola, que sabía qué era aquello que temía, que era aquello que se proponía, y también fue consciente de que se había propuesto ayudarla quisiese o no. Y que aquella actitud suicida sería solo el principio.
    Cuando todo terminó, acabaron los dos tumbados en la cama sin poder moverse. Aún así, los dos sonrieron. Sabía que era el principio de algo. No sabía de qué, pero la daba igual.
    -          Gracias.
    Se miraron a los ojos. Saguía sin poder determinar el color de sus ojos, lo cual la fastidiaba y la encantaba a la vez. Él se levanto de un salto, la tendió la mano y dijo:
    -          ¿Sabes? Los imposibles también existen.

    Princess_of_Hell

    martes, 29 de marzo de 2011

    Trece Tulipanes para Ti

    Eran las seis de la mañana. Estaba en aquel pasillo oscuro de aquel familiar edificio. No me gustaba pedir favores, y menos si eran en repetidas ocasiones. En este caso, era la segunda. La batalla contra esos chucos malolientes había finalizado cerca de su casa y como estaba cansado, débil y cubierto de sangre, cuando los rayos del alba comenzaron a aparecer amenazantes en el horizonte, tuve que rendirme ante mi orgullo e ir  buscarla de nuevo.
    Cuando abrió la puerta medio dormida, llegué a la conclusión de que era un estúpido. ¿Cómo se me había ocurrido una idea tan…? Estaba seguro de que cerraría la puerta aterrada. Pero no.
    -         ¿Qué haces aquí?
    Tenía la mirada suspicaz, pero me sorprendió diciendo:
    -         Pasa, que parece que estas a punto de caerte al suelo.
    -         Gracias – musité.
    Cuando cerró la puerta, sin decir nada, se aseguró de cerrar bien todas las persianas, fue al baño, escuché el sonido del agua al caer y salió con una toalla en la mano.
    -         El baño es todo tuyo. Tómate tu tiempo – sonrió.
    Ni una pregunta, ni una explicación, ni un grito, ni una mirada de asco, ni de miedo. De pronto me sentí de verdad muy agradecido y también, desconcertado.
    -         ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no me echas? ¿Por qué me ayudas?
    Se encogió de hombros.
    -         No sé. ¿Por qué has venido?
    Buena pregunta. No tenía respuesta. La contemplé allí, con la toalla en la mano. La había echado de menos. Hacía un mes desde que la había encontrado y…  utilizado. Qué bonita realidad. Era guapísima, y aquella noche me alimenté de ella y pasé la noche en su cama sin pedir permiso. Sólo había quedado un detalle importante sin resolver. Inconscientemente había vuelto a buscarla. La había cogido cariño. Puag. Cariño a la comida… pero es que tenía algo especial. Pero eso no tenía intención de decírselo.
    -         He preguntado yo primero – contraataqué.
    -         Bueno… supongo que fue amor al primer mordisco. – me guiñó un ojo, me lanzó la toalla y desapareció en la cocina.
    Imposible. No debería recordar nada de eso. Cansado y sucio, decidí ocuparme de eso después del baño. Al poco tiempo, volvió a aparecer sonriente por la puerta con un chándal.
    -         Ponte esto. Creo que te valdrá.
    Cogió mi ropa ensangrentada y se la llevó. Seguía siendo todo un misterio su actitud. Cerré los ojos. Se me ocurrió una idea. Me concentré en ella, en su cuerpo, en el ruido de sus pies descalzos al andar. Estaba en la cocina. Hice aparecer un tulipán rojo delante de ella. Al poco tiempo, se desplazó al salón. Apareció un tulipán rojo en el sofá. Sentí como iba a la habitación. Dos tulipanes más aparecieron sobre la cama. Y el juego duró hasta el tulipán número trece. Entonces me regaló una imagen más de su perfecta figura. Se había cambiado de ropa y traía los tulipanes en la mano formando un ramo.
    -         ¿Se puede saber qué haces? No quiero convertir mi casa en una floristería.
    Me eché a reír. Con  naturalidad, sin esconder los colmillos.
    -         Vaya lo siento. Mientras que te regalo la flor del amor eterno, ¿tú piensas en negocios? ¡Qué materialistas sois en el siglo XXI!
    -         Gracias. Pero basta. Una flor está bien, pero trece... ya me ha quedado claro que los trucos de magia se te dan muy bien.
    Se fue. Me apresuré en vestirme para ir a buscarla. La encontré llenando un jarrón de agua. Más tarde, colocó cuidadosamente los tulipanes en él, y lo puso en medio de la mesa del salón.
    -         Eres una mentirosa. Si no te gustasen los tulipanes no te tomarías tantas molestias.
    -         Ya, pero eso no es de tu incumbencia. Además, todavía no me has contestado.
    -         ¿A qué?
    -         ¿Por qué has venido aquí?
    -         Necesitaba librarme del sol.
    -         ¿Y cuándo te vas a ir? – dijo con un pequeño tono de impotencia escondido.
    -         En cuanto se vaya el sol.
    -         Vale… pues… no sé… ¿qué quieres hacer el resto del día?
    Me quedé pensativo. Se me ocurrió un plan perfecto. Sonreí y la pregunté:
    -         ¿De verdad quieres saberlo?
    -         Sí, claro. Sino no te hubiese preguntado.
    -         Quiero hacerte el amor.



    Princess_of_Hell

    sábado, 12 de febrero de 2011

    Rosa Negra

    Salgo de la ducha. Gotitas de agua mojan el suelo de forma intermitente pero contínua. Cojo el secador para ponerle fin y tardo 15 minutos en volver a apagarlo. Es el tiempo suficiente para dejar que mi mente vague demasiado buscando entre los recuerdos. Aún llevando siglos viviendo, o más bien existiendo entre los humanos, y haber entendido sus despreciables sentimientos, me sorprendía a mí misma volviendo a caer en algo tan banal como eso. Suspiro y dejo vagar la mirada por el reflejo del espejo para encontrarme con la misma imagen de siempre. Ninguna. Cuando llego a mi cuarto, saco del armario un vestido de seda negra y lo deslizo con suavidad por mi cuerpo hasta que queda en el sitio correcto. Cuando me giro la veo y todos esos recuerdos que había conseguido retener a duras penas, salen a la superficie dándome la fuerza suficiente como para hacerme con la rosa y en un movimiento estúpido percibir el  aroma que desprendía. SU aroma. Entonces recuerdo con claridad.
    “Estábamos en el estudio mientras él terminaba de arreglarse para salir a cenar. Cuando le vi sacar ese frasco de colonia, le pedí si podía dejármelo un momento. Después de preguntarme por qué, y de haberle confesado lo que pretendía hacer, se dio media vuelta rumbo a mi cuarto. Aunque le pregunté qué es lo que pensaba hacer, no me contestó. Volvió con una sonrisa de triunfo dibujada en la cara y me dijo que desde ese momento siempre podría recordarle por su olor”.
    Si, todavía recuerdo esa sonrisa, y en cierto modo me arrepiento de haber hecho esa petición que ahora, me parecía una chiquillada. Sin que mi mente traicionera me diera un descanso, caí entre las imágenes de otro recuerdo.
    El mensajero había traído algo esa mañana. Una caja grade y verde ocupaba el centro de la mesa. Nada más acercarme a ella supe sin necesidad de abrirla que era suya. En su interior estaba ella. Una rosa de mentira pero eterna. Junto a ella y una carta, una cruz con una nota.
    Mi alma reside en el interior de este amuleto, y con esto te entrego mi amor eterno.
    Me sentí la mujer más dichosa del mundo aunque sabía que era una gran carga que tendría que soportar a lo largo de los años”.
    Qué ingenua fui entonces. Ahora era cuando de verdad era totalmente consciente de lo que significaban aquellas palabras. Aquellas palabras que en cierta forma me sonaban a mentira. Cargaba y cargaría con ese peso toda mi vida. Aunque tenía que reconocer que era de lo más llevadero, bonito y… emotivo, para qué negarlo, que me había pasado. Que un humano dejase en sus manos algo que era tan importante para ellos.  Hundo mi nariz en la rosa y aspiro para que solo sea él el que inunde mis sentidos. Siento cómo mis colmillos se alargan progresivamente según sigo recordando sin poder evitarlo.
    “Era nuestro momento. Todo mi cuerpo estaba atento a sus movimientos. Cerré los ojos y me deje llevar por la sensación de sentirse amada. De dejar que me quisieran y de concederme el honor de creerme que todo era verdad. Sus manos recorrían mi cuerpo explorándolo ansiosas. Sus labios atrapaban los míos con avidez para luego dejar un camino de besos a lo largo de mi cuello. Su lengua experta me conseguía llevar hasta la locura…”
    Me duelen las encías. Los colmillos han empezado a tomar su tamaño original. No puedo permitirme echar de menos algo que simplemente no puedo tener. Al menos tengo un consuelo. Aunque un consuelo egoísta. Tiro la rosa sobre la mesa, me acerco a una caja y saco de ella el amuleto. Esa cruz… Él le había entregado su amor eterno junto con aquella cruz fría que absorbía el poco calor que le proporcionaba mi mano. Por lo tanto era algo que le pertenecía. Algo que era suyo, y que ninguna otra mujer iba a poder obtener.
    Con esa determinación, abandono la habitación para ver si como algo del cuello de algún humano y consigo despejarme la mente.


    Princess_of_Hell

    viernes, 11 de febrero de 2011

    Noche Especial

    Una habitación…. Una habitación iluminada tan solo con velas…. En medio… elegante, una cama con un edredón negro… que esconde bajo sus hilos unas sabanas de seda tan rojas como la sangre… unas cortinas, tan negras como el carbón se dejan caer a los lados de tan humilde lecho esperando a que alguien lo ocupe….

    En la puerta de dicha habitación, dos sombras, unas de mas altura que la otra, pero confundiéndose en una sola. Un vestido, también negro, a juego con su acompañante, con un corpiño tan ajustado que cuesta respirar, tan largo y voluminoso que cuesta caminar… un pelo de unas dimensiones vertiginosas…. Recogido humildemente en un sencillo recogido…
    El acompañante, con los brazos rodeando la cintura de la dama… la mira con sus ojos oscuros ardiendo de pasión… devorándola con la mirada… ella correspondiendo a tanta insistencia silenciosa… desliza sus finas manos de porcelana por su cuello, se alza de puntillas, y le besa en el cuello, mientras siente como unos afilados colmillos le crecen sutilmente en la boca, para instantes después, morderle en un acto que les provoca estremecer. Con la tenue luz de las velas, mira a su amado tan perfecto y bello como nunca lo había estado ante, anhelante de algo que no se puede describir con palabras mientras resbalaban finos hilos de sangre por las comisuras de los labios sonrientes de esta. La corta distancia que le separa desaparece por momentos, para dar lugar a un furioso beso en el que se puede saborear la sangre, la pasión, en el que se pueden sentir hasta el corazón latir bajos sus delicados pechos…. Llevándose las manos al pelo, deshace fácilmente su recogido para dejar caer libremente unos finos cabellos color chocolate…. Dejándola así, un aspecto más salvaje y provocador…El tiempo se para, solo existen ellos… el caballero coge en volandas a la dama, la lleva hasta el lecho depositándola entre las suaves sabanas para un segundo después, deslizarse entre ellas para volver a acortar esa dolorosa distancia que les separa. Con un cariño infinito, la muerde el cuello, la besa la comisura de los labios, ambos disfrutan con cada momento, cada movimiento, sintiendo como suya la respiración del otro….la sangre se desliza por las sabanas manchándolas disimuladamente, las velas tímidamente descienden la intensidad de la llama, y el amado abraza a su dama, depositando esta última la cabeza en el pecho del otro. Tan caballero como le habían educado, le susurra al oído durante sabe Dios cuanto tiempo, millones de historias, millones de promesas imposibles y cuando terminando la noche y acercándose el alba se prometen que estarán juntos para siempre, que solo se amaran mutuamente… se besan en un beso mucho más delicado que los anteriores, y deslizándose por su mejilla, acercando sus labios al cuello… el amado susurra solo dos palabras:
    TE QUIERO



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