Mediolvidado y decididamente perdido detrás de otros libros, Les Charités d'Alcippe de Yourcenar regresó con las vacaciones y las horas gastadas frente al librero. Éste es el cuarto de los siete poemas para una muerta. La traducción no respeta la constancia de los alejandrinos original (que aquí intercambio de repente con endecasílabos) pero es acaso un poquito menos infiel que aquella de Silvia Baron que empezaba así: Jamás de tu alma conocerás el viaje / comenzado en mi alma al despuntar el día... Va pues.
IVNunca sabrás que el alma tuya viaja
al fondo de ésta, manso corazón adoptivo;
que ni la edad ni el tiempo, que ni otro amor ni nada
impedirán jamás que tú hayas sido.
Que lo bello del mundo tu faz tiene,
de tu dulzura vive y con tu luz resplandece;
que el lago pensativo al fondo del paisaje
tu placidez repite únicamente.
Nunca sabrás que el alma tuya llevo
cual lámpara dorada que alumbra mi camino
y que algo de tu voz pasado ha por mi canto.
Dulce antorcha, tu rayo, dulce hoguera, tu llama,
me indican los senderos que has seguido.
Y tú vives un poco pues yo vivo.