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9.10.16

CRÓNICAS DE #SITGES2016 (IV): COLOSSAL



Vaya por delante que soy amigo del director, que no se diga que no lo advertí antes, aunque bueno, Los cronocrímenes me encantó, y por entonces no había amor por en medio, y también Extraterrestre, pero ahí ya sí; algo menos Open Windows, película que siempre me evoca el fantástico Ghost Raider de los Suicide, que no es mérito menor. Ahora llega Colossal, con la oscarizada Anne Hathaway, que si hay que compararla con alguna de las anteriores es con Extraterrestre por hibridar comedia romántica con fantástico, pero sin pasarse porque son muy diferentes, que con Vigalondo por en medio todo se agita subido al cable del equilibrista sin red. Y si no he dicho aún que es estupenda lo digo ahora, y por las risas y aplausos de ayer en El Retiro parece que la opinión es mayoritaria pero no unánime, justo es decirlo. Me parece lo normal ante una propuesta ingeniosa pero no exenta de extravagancia donde la explicación de los monstruos gigantes que pisotean Seúl no es nuclear ni alienígena sino más bien cuestión de magia y género, pero no el género temático sino el de la lucha de sexos, que aquí se pone del lado femenino y al masculino le saca las vergüenzas. Además, la película es un continuado requiebro donde el kaiju se convierte en comedia, la borrachera en resaca, el amor en odio y los chicos guapos en tontos gilipollas. Al final incluso llega a ser emocionante y por en medio nos deja el chiste definitivo sobre el Borbón campechano, que ya hay que ser valiente para meter tamaña referencia en una película con dinero y actores norteamericanos.

18.10.15

CRÓNICAS DE #SITGES2015 (XXII): INTO THE FOREST


Un horror, amigos. Los apocalipsis tristes sacan lo peor del espectador y, en mi caso, tal sobredosis de amor fraternal y paternal me acaba provocando odio extremo. El abrupto apagón energético que nadie espera pilla a dos hermanas en su estupenda casa en medio del bosque, donde viven junto a su maravilloso padre. Aquí no hay apenas tensión y sí un sobrevivir bucólico recogiendo frutas silvestres por parte de dos chicas con tendencia a tomar la decisión más tonta. La película aparenta tener un mensaje feminista evidente, cosa que me parece bien, en la que los hombres son paternalistas, violadores o buscan quebrar la fraternidad femenina. Pero curiosamente se han producidos silbidos cuando plantea el tema del aborto ante un embarazo no deseado. Vayamos por partes. El tema de la nueva Eva, que aquí se subraya llamando así a una de las chicas, es casi un simbolismo intrínseco al subgénero postapocalíptico, y la pervivencia del niño indica si hay mensaje de esperanza —es decir, renacimiento propio de un relato de fantasía según John Clute— o todo lo contrario —lo que supone un poco habitual mensaje de horror y pesimismo—. El problema es que la duda de si abortar o no se desarrolla con un monólogo que enfrenta el derecho de la mujer con el derecho del niño, y lo segundo se expresa e impone tan en mayúsculas y negrita que es un puñetazo próvida, y eso desarma buena parte del feminismo de la historia, o eso me parece. ¿Feminismo provida? Pues añadan sopor, personajes tontos que toman decisiones absurdas (y no me refiero al aborto, sino a cosas como lo que hacen al final y que no responde a nada más que a un simbolismo impostado), humanismo azucarado y bucolismo campestre y tenemos la peor clausura posible para Sitges 2015.

11.10.15

CRÓNICAS DE SITGES 2015 (V): TAG



A Sion Sono le han entregado esta tarde el premio honorífico La Máquina del Temps. Merecidamente porque tiene en su filmografía algunas joyas de del cine japonés reciente (Love Exposure, Cold Fish, Why Don't You Play In Hell?) y porque el público de Sitges lo aplaude a rabiar, y eso que el habitual ritmo destajista nipón en ocasiones se deja notar. A cambio, una especie de inmediatez creativa que también tiene sus cosas buenas. Creo que en esta ocasión suceden ambas cosas. No es de la mejores pero tiene esos detalles marca de la casa. Empieza con una escena de impacto y pronto se convierte en una desmelenada matanza de bachilleres japonesas de uniforme. Cualquier duda sobre su posible alma de onirismo misógino pronto desaparece pues en realidad va de todo lo contrario. Por el camino todo vale, de la chorrada a la escena de impacto, en una película que está rodada casi a la carrera, o al menos las protagonistas no paran de correr. Una de ellas afirma en varias ocasiones que “la vida es surrealista”. El cine de Sion Sono también.

10.8.15

VIDAS EJEMPLARES


Ando leyendo mucho y escribiendo poco, y eso no puede ser. Por ejemplo, los últimos meses he disfrutado de algunos cómics protagonizados por mujeres. El otro día cantaba las excelencias de Maggie Chascarrillo, un ente de ficción que a estas alturas está llena de vida, es decir, no es real pero uno tiene la sensación de que es como si lo fuera, o casi. Este poderoso atributo difícilmente se puede otorgar a las protagonistas de las novelas gráficas que comentaré a continuación. No se alarmen, esta carencia no se debe a falta de vida insuflada sino todo lo contrario, se trata de mujeres cuya biografía ha merecido ser adaptada al cómic. Bueno, hay un matiz, porque en realidad no es así en uno de los casos, pero mejor comentarlo cuando toque.


Primates, de Jim Ottaviani y Maris Wicks (Norma, 2015)

Empiezo con un biopic triple, un cómic que aborda al mismo tiempo las vidas de Jane Goodall, Dian Fossey y Biruté Galdika, tres mujeres que han dedicado su vida al estudio de chimpancés, gorilas y orangutanes respectivamente. Este cómic, quizá algo desapercibido, despertó mi interés por Jim Ottaviani, guionista de quien me gustó mucho su anterior biografía, dedicada a la figura del físico Richard Feynman. Quizá me gustó porque mi expectativa era baja y desconocía el peculiar perfil del científico. En Primates no profundiza tanto porque tres son más que uno para un similar número de páginas, y porque el agradable dibujo de Maris Wicks es más fluido y da más aire a las viñetas.



Como biografía es amable y el resultado no es mal cómic, un peldaño por encima de lo meramente correcto, y supongo que los aficionado a las biografías y/o a la zoología de campo sabrán disfrutarla en mayor medida. Lo cierto es que es una lectura interesante y amena que perfila bien la fuerte personalidad de sus protagonistas —en especial el carácter arisco de Dian Fossey, cuya vida ya inspiró Gorilas en la niebla—, tres mujeres con mucho de aventureras, pioneras en un modo de acometer su trabajo que inicialmente fue recibido con escepticismo por una comunidad científica que miraba con recelo su procedencia ajena al mundo académico, su ruptura con las normas tradicionales del estudio zoológico y, sí, su condición de mujeres, una condición que acaba siendo clave en el resultado de su trabajo, algo que Primates explica muy bien.


La mujer rebelde, de Peter Bagge (La Cúpula, 2014)

En ocasiones hay autores que quedan sepultados por la genialidad de una de sus creaciones. Es el caso de Peter Bagge, cuyo Odio es título indispensable del cómic contemporáneo, un culebrón gamberro y cínico que va más allá de la crónica generacional del grunge con que suele etiquetarse. Esa condición de autor de una obra maestra parece condenar la obra posterior de Bagge a una comparación injusta. Sudando tinta era divertida... pero "no era lo mismo", Other lives decepcionante, sí, mientras Apocalipsis friki al menos resultaba grata para el aficionado al subgénero de la supervivencia post-apocalíptica. Pero Bagge, que es mucho Bagge, ha sabido escapar de posibles callejones creativos por una vía inesperada: la no ficción. Todo el mundo es idiota menos yo, antología de reportajes en forma de cómic publicados en prensa alternativa libertaria, despertó mi total entusiasmo dada mi condición de seguidor acérrimo del Nuevo periodismo de los Tom Wolfe o Hunter S. Thompson. A esa gran virtud de llevar con éxito el cómic por un terreno poco habitual hay que sumar que es terriblemente divertido y muy instructivo para entender, que no compartir, una ideología tan alejada de la socialdemocracia europea como la libertaria, capaz de defender el aborto o el libre consumo de drogas al mismo tiempo que aborrece la sanidad pública y la seguridad social. Además, Bagge lo retrata con humor y sin rehuir contradicciones.


Tras su labor reportera en la tradición del Nuevo periodismo, el siguiente paso aborda otra rama de la No Ficción, la biografía, con La mujer rebelde, un recorrido por la agitada vida de Margaret Sanger (1879-1966), pionera activista de la planificación familiar y el uso de anticonceptivos. Ya de entrada, la propuesta plantea la curiosidad de comprobar cómo se adapta al género biográfico un estilo de dibujo que por nervioso es más propio de la locura slapstick, y lo cierto es que funciona muy bien porque Bagge se sabe contener sin traicionarse a sí mismo y, por ello, dotar de furia a la protagonista; o dicho de otro modo: su personal grafismo inquieto aporta contenido a la descripción biográfica.


Reconozco que antes de abordar la lectura desconocía la figura de Margaret Sanger, todo un personaje que desde luego da mucho de sí. Provocadora, polémica, adelantada a su tiempo, audaz en su libertad sentimental y al mismo tiempo una inteligente escaladora social que murió multimillonaria pese a su modesto origen proletario. Como biografía es brillante porque, además de documentada, la incorrección y cinismo que distingue la obra de Peter Bagge permiten mostrar aspectos oscuros y contradictorios de la personalidad de Sanger, aristas incómodas que a menudo desaparecen en muchos biopics proclives al retrato acomodaticio. La mujer rebelde fue, en mi opinión, uno de los mejores cómics publicados en 2014 y me alegra ver que ya va por su segunda edición.


Sally Heathcote, Sufragista, de Mary M. Talbot, Kate Charlesworth y Bryan Talbot (La Cúpula, 2014)

Un detalle muy revelador respecto a la excelente factura de esta novela gráfica: una vez finalizado el relato, lo primero que se descubre al abordar las detalladas anotaciones de las páginas finales —en el caso de que no se hayan alternado durante la lectura— es que Sally Heathcote, la protagonista, es un personaje ficticio. El dato asombra porque la historia está tan bien urdida que hace difícil sospecharlo. También plantea una cuestión de enjundia: qué motiva a construir un relato de muy documentada base histórica con un personaje que no la tiene. La razón es sencilla y creo que acertada: no se trata de trazar la biografía de una líder sino de una activista de calle, de una mujer humilde y anónima que lucha por sus derechos desde abajo, y que por eso mismo no figura en los libros de historia. Así que no existió como tal porque en realidad fue una entre tantas, o mejor: Sally Heathcote fueron muchas.


Aunque es habitual relacionarlo con excelentes tebeos de ciencia-ficción o fantasía, ya sea para el mercado norteamericano (Sandman, Hellblazer, Batman) o el británico (como la serie steampunk Grandville que aquí está publicando Astiberri), no es la primera vez que Bryan Talbot toca temáticas sociales. Lo hizo en 1995 con Historia de una rata mala, centrada en una niña víctima de abusos sexuales. Tampoco es la primera vez que trabaja con su esposa, reconocida académica especializada en temas de género que ya firmó el guión de La niña de sus ojos, donde ponía en paralelo su propia biografía con la atormentada vida de la hija de James Joyce.



La novedad es que no está solo a los lápices sino acompañado de Kate Charlesworth, autora que desconocía pero con una amplia trayectoria tanto en grandes medios británicos como desde la independencia. Lo curioso de esta colaboración a cuatro manos es que la simbiosis gráfica es tal que se me hace difícil discernir donde empieza el trabajo de uno y acaba el del otro. También destaca la cuidada ambientación y sobre todo un uso del color inteligente como instrumento para distinguir los personajes más relevantes en un tiempo en que las mujeres vestían y se peinaban de manera similar. Así, en un contexto dominado por los grises, el cabello pelirrojo de la protagonista, el castaño de Lady Pethick-Lawrence o los tonos violetas que viste Emmeline Pankhurst van más allá de lo estético.



Respecto a lo que cuenta, consigue transmitir la intensidad de la lucha sufragista en la Gran Bretaña principios del siglo XX. Por un lado, el sufrimiento de unas mujeres enfrentadas a una injusticia democrática, despreciadas por la prensa y los políticos, sometidas a maltrato cuando en prisión se declaran en huelga de hambre; pero por otro lado también pone de relieve las encarnizadas luchas internas dentro del movimiento, las acciones de violencia callejera —genuina kale borroka—, la tentación del terrorismo o el definitivo impacto de la 1ª Guerra mundial tanto en la lucha de las sufragistas como en el pacifismo de alguna de ellas. Y más allá de la genial ironía, muy británica, del desenlace, tras la lectura resulta revelador pensar que hace apenas un siglo de esta crucial batalla por la democracia —en España hace menos— que los libros de historia han ido arrinconando hasta convertir a sus heroicas protagonistas en personajes tan anónimos como Sally Heathcote.


30.7.15

UNA MUJER LLAMADA MAGGIE CHASCARRILLO



A estas alturas, a poco que se sigan las novedades tebeíles por blogs y redes sociales, seguro que ya han recibido el mensaje: Chapuzas de Amor, la más reciente novela gráfica de Jaime Hernández editada por aquí (vía La Cúpula), es una lectura enorme, buenísima, de lo mejor en lo que llevamos de año. Puedo certificarlo. Jaime es un maestro indiscutible, su dibujo es primoroso y su forma de narrar única, ágil a la vez que compleja por su surtido de elipsis, saltos temporales o acciones paralelas que irrumpen en el tránsito de una viñeta a otra, y todo tan sutil, tan natural, que no admite comparación.



A ese don, tan innato como fruto de años de trabajo en libertad, se une el devenir de unos personajes que muchos lectores de cómics hemos hecho nuestros hasta sentir por ellos un aprecio que muy pocos entes de ficción alcanzan. Junto a su amiga Hopey, a Maggie Chascarrillo la hemos visto crecer durante tres décadas. ¡34 años desde que en 1981 los Hermanos Hernández publicaran el primer número de Love and Rockets! Aunque para el lector español el punto de partida se produce en 1986, en las páginas de El Víbora número 78 (ahí dejo el dato, que para algo me he tomado la molestia de escarbar en su búsqueda).



De aquella Maggie juvenil, de buen ver y aprendiz de mecánica, hemos pasado a la Maggie cuarentona y regordeta que protagoniza Chapuzas de amor, una novela gráfica que se erige no solo como una cumbre más de la saga Locas (y van…) sino también como gigantesca aproximación al género romántico desde un costumbrismo muy particular. En sus páginas discurre una emocionante historia de amor postergado y desencuentros surcada de flashbacks a un pasado familiar trágico; pero la sabiduría de Jaime Hernández extirpa toda esa blandura almibarada que hace odiosa la ficción amorosa. No, aquí hay vida, energía, intensidad, un maravilloso coro de personajes y, desde luego, emoción: al acabar es bastante probable que asome alguna lagrimilla. Así de poderosa es la cosa.



Avisado hace tiempo de que se trataba de un gran tebeo, decidí que la ocasión merecía alguna relectura previa. Un placer extra de los cómics es que es sencillo regresar a ellos. Lo descubrí hace mucho tiempo, como lector asiduo de franco-belga, cuya habitual cadencia anual de publicación casi obliga a releer al menos la entrega anterior. Pero en este caso, la decisión plantea una primera pregunta: ¿Es posible disfrutar de Chapuzas de amor sin haber leído todo lo anterior? Soy incapaz de responder a eso. Leo un comentario de alguien que había leído cosas sueltas que dice que sí, que se puede, e intuyo que es correcto; pero aún así, es mucho mejor si se conoce a los personajes.



Y ahí llega la segunda gran pregunta, que en realidad son varias: ¿Es necesario leer todo lo anterior? ¿Hay algún buen punto intermedio? ¿Y si quiero leerlo todo, cuál es el orden correcto? De entrada respondo que NO es necesario leer todo lo anterior y que con El fantasma de Hoppers, La educación de Hopey Glass y Chapuzas de amor, por este orden, el gozo está garantizado. Tanto que sin duda se querrá leer lo que falta y se planteará esa tercera pregunta:

¿Y si quiero leerlo todo, cuál es el orden correcto? Tampoco es tan complicado:


Locas 1, 2 y 3 (La Cúpula, 2006)


Penny Century (*)


El fantasma de Hoppers (La Cúpula, 2011)


La educación de Hopey Glass (La Cúpula, 2008)


El retorno de las T-Girls (La Cúpula, 2012) (*)


Chapuzas de amor (La Cúpula, 2015)

Fíjense en los asteriscos que he puesto a un par de títulos. Enseguida lo explico, pero antes hay una posible pregunta más: “Es que yo me compré algunas ediciones anteriores y esos materiales... ¿se repiten en los tres volúmenes de Locas?

Cierto. Si tienes...


Mechanics (La Cúpula, 1990)


Las mujeres perdidas (La Cúpula, 1992)


Locas: la muerte de Speedy (4 números, Brut comix, La Cúpula, 1997)


Locas: Maggie y Hoppey (6 números, Brut comix, La Cúpula, 1999)

...No es necesario que te hagas con Locas 1 y 2 (te faltará alguna historieta corta, pero nada grave) pero sí con Locas 3 porque en buena parte contiene material no publicado antes.



Respecto a los asteriscos que he puesto acompañando a Penny Century y El retorno de las T-Girls, bueno, están ahí porque uno se los puede saltar si solo interesa la parte digamos… costumbrista de Locas. Verán, cuando los Hermanos Hernandez irrumpieron en las páginas de El Víbora, enseguida me decanté por Beto. Palomar es mucho Palomar. Jaime me encantaba en la cuestión gráfica pero no acababa de encontrarle el punto a esa historia de regusto retro con chicas que ejercen de mecánicas en un planeta selvático y mujeres profesionales de la lucha libre.


Y es que Locas, en su primera etapa, la de Mechanix, es eso, un extraño híbrido de fantasía retro y culebrón ligero, alternando un contexto scifi-pop con otro muy centrado en la movida post-punk ochentera en Los Angeles cuyo punto de vista costumbrista será el que se acabe imponiendo mientras los personajes crecen, evolucionan, se hacen mayores.




Aún así, Jaime Hernández no rompe con lo explicado hasta entonces y de vez en cuando nos recuerda en segundo plano, que en el universo de Locas ese realismo urbano convive con un mundo de mujeres luchadoras que en ocasiones recupera el protagonismo, que es lo que pasa con Penny Century y con El retorno de las T-Girls. Sé que hay quien considera esos paréntesis como capítulos menores, y desde luego se apartan de la línea argumental de Maggie y Hopey, por lo que uno se los puede saltar si solo interesa esa vertiente de la continuidad de la serie; pero también es justo decir que pueden ser una lectura deliciosa.


Para acabar, he señalado que quien busque un punto intermedio por el que empezar puede acudir a la siguiente cronología, que es la que he acometido en mi relectura de estos días:


El fantasma de Hoppers supone un cambio con lo anterior. Maggie ya no es la punk alocada de antaño, ya no comparte piso con Hopey y tiene un trabajo como encargada de un edificio de apartamentos en los suburbios de Los Ángeles. La historia gira alrededor de Izzie, inicialmente la tercera de las Locas y ahora muy perjudicada mentalmente, pero surgen una serie de personajes que van a estar ahí, y en especial es importante por la irrupción de Ray, una antigua pareja.


La educación de Hopey Glass es enorme. Para mí supuso en su momento la certeza de que Jaime había superado con creces a su hermano Beto. Y aunque por el título parezca centrarse en la otra protagonista, Maggie acaba por imponerse, y no solo eso, su relación sentimental con Ray se convierte en el eje principal.


El regreso de las T-Girls se coloca cronológicamente aquí, pero como decía si lo que interesa es la trama de los desencuentros románticos de Maggie aquí nada hay de eso y su presencia es colateral, cediendo el protagonismo a su tía Penny Century y a un par de vecinas que por la noche ejercen de justicieras enmascaradas. Eso sí, como aventura de mujeres superpoderosas es un manjar fresco y luminoso.


Y llegamos a Chapuzas de amor. Otro goce infinito que en apariencia concluye, o lleva a un nuevo escalón, la complicada historia de amor entre Maggie y Ray, además de desvelar trágicos detalles de familia e infancia.



Y así, a estas alturas de la obra de Jaime Hernandez, resulta impepinable señalar que Maggie Chascarrillo es ya uno de los más grandes e importantes personajes de la historia del cómic. Un clásico contemporáneo. Una obra maestra.





  


8.10.14

CRÓNICAS DE SITGES 2014 (IX): HOW I LIVE NOW


Desde su propia condición de película de supervivencia para adolescentes con protagonista femenina fuerte (que es lo mismo que decir Los juegos del hambre), How I Live Now es una película muy digna que incluso a ratos llega a gustarme. La cosa va de una urbanita gilipollas que se instala en casa de sus primos, ingleses y de campo, y mientras se va adaptando a ellos —que viven en esa especie de anarquía juvenil tan propia de las novelas juveniles británicas, es decir, de Guillermo a Los Cinco— estalla la 3ª Guerra Mundial. Me gusta mucho como se refleja ese conflicto, en segundo plano, sin explicar realmente qué está pasando, quizá porque forma parte del mundo de los adultos. Me gusta que siendo una película destinada a un público muy concreto incluya momentos inquietantes —ese encuentro nocturno con mujeres por víctimas, el túmulo de cadáveres—. En lo malo, esa historia de amor tan cursi y la resolución final. Y aún así, pese a ese romance de cuento y príncipe azul, la protagonista conserva su diseño de heroína fuerte para jovencitas del siglo XXI.

10.8.14

DERECHO DE PERNADA, RITUALES PAGANOS Y AMOR ROMÁNTICO



Hacía tiempo que tenía muchas ganas de recuperar El señor de la Guerra (The War Lord), filme dirigido por Franklin J. Schaffner y protagonizado por Charlton Heston en 1965, justo antes de que ambos se pusieran con otro clásico tan monumental como El planeta de los simios. La película es estupenda por múltiples razones y está llena de detalles a comentar; pero lo que ahora me ha sorprendido es toda la subtrama sobre creencias paganas, hasta el punto que enseguida empecé a trazar paralelismos con El hombre de mimbre (The Wicker Man; Robin Hardy, 1973), título indispensable al respecto. De hecho, ambas forman una perfecta sesión doble. Luego, indagando por la red, me ha extrañado que El señor de la guerra no aparezca mencionada en ninguna lista de películas que toquen el tema del ritual pagano, quizá porque no es de género fantástico, aunque lo cierto es que es de esas obras que lo bordean por las esquinas y por las que flota, a ratos, la atmósfera de lo fantástico.



 El señor de la guerra se ambienta en la baja Edad Media y narra la historia Crysagon de la Cruz, un caballero que tras veinte años de batallas llega a un pequeño territorio otorgado por su señor feudal (un conde que nunca llegamos a ver pero que acaba siendo una especie de lejano poder ominoso). A Crysagon le acompañan su hermano, su leal escudero y una reducida tropa de soldados, y aunque sus nuevas posesiones son míseras, las hace suyas por necesidad dada su condición de noble sin tierra porque las que le pertenecían por herencia pagaron el rescate de su padre. Ahora, tras años de guerrear, es el señor de unas marismas pantanosas, con un torreón cochambroso por castillo y unos empobrecidos aldeanos por siervos. De hecho, están a medio cristianizar y conservan viejas creencias paganas, cosa que choca con su profundo cristianismo. Los diversos combates internos de su trágica existencia estallan cuando se enamora de una pueblerina. Aunque la película se etiqueta como drama histórico-épico, más teniendo Charlton Heston, la estrella del género, de épica tiene más bien poca. Retrata una Edad Media sucia alejada del tópico de los castillos y princesas (algo poco habitual en el cine de entonces) y, por ejemplo, su realismo destaca en la fabulosa batalla final con los frisos que asaltan la modesta fortaleza que es el torreón.



Puesto el contexto, voy a lo que me ha parecido interesante comentar: ese tratamiento del paganismo precristiano que hace de El señor de la guerra una aportación al tema tan destacable como singular, dada su no pertenencia al fantástico o el terror. Por cierto, no estaría sola: aunque con menor relevancia puede acompañarla la estupenda El último valle (The Last Valley; James Clavell, 1970).

La relevancia del credo pagano aparece nada más comenzar, en la primera escena tras los créditos, cuando Crysagon llega a lo que serán sus dominios y lo primero que se encuentra es un árbol druídico del que cuelgan todo tipo de amuletos.




De hecho, el árbol tiene un rostro esculpido en su tronco. El escudero de Crysagon (un estupendo Richard Boone) comenta:
"Un territorio que nadie en toda la cristiandad quería. Este lugar está plagado de herejía".


Su encuentro con el sacerdote encargado de cristianizar a los aldeanos es interesante, entre otras cosas cuando el religioso se da cuenta de que está ante un caballero cristiano mientras él lleva un cinto confeccionado con hojas que se arranca alterado. Una parte del diálogo que mantienen muestra que el fraile que convive con las creencias paganas de sus feligreses, y que incluso participa o comparte algunos de sus símbolos, aunque no deja claro si por gusto o como medio para convertirlos poco a poco asimilando algunas de sus costumbres.
"—Aquí había druidas antes de venir los romanos. Son como niños que veneran inocentemente las costumbres que tenían sus padres.
Costumbres del diablo, señor cura".


El torreón que será residencia de Crysagon acaba de ser asaltado por los frisos y en los aposentos superiores encuentran el cuerpo del que era el alcaide, asesinado en la cama mientras yacía con una lugareña. La conversación que sostiene con el fraile introduce el tema del derecho de pernada y su tradición.
"—Siempre andaba persiguiendo campesinas. Estaba embrujado. Poseído por los demonios. La gente de por aquí tiene costumbres antiguas en las que quizás participase irreflexivamente.
¿El árbol y la piedra? ¿Adoraba al diablo?
No, no, no, que va, maldecía la carne del diablo, pero adoraba la carne de mujer. Y a los demonios
les gusta disfrazarse.
Sacerdote... ¿Dices que ella era una bruja?
¿Bruja? ¿Con flores blancas?
¿Que es esto?
Su corona nupcial.
Vamos, sacerdote, ¿era una bruja o una novia?
Una doncella desposada.
¿Del alcaide?
De un aldeano.
Aquí habrá mujeres complacientes de sobra para cualquier hombre. ¿Por qué tomó a una virgen?
Mi señor, no... no se trató de un abuso. Mirad, el alcaide era muy apreciado.
 ¿Quién lo apreciaba?
La gente de por aquí. En tiempos antiguos santificaban un matrimonio entregando a la novia en su noche de bodas a...
Bors, quema esa cama.
¡Por Dios! Una abeja entre la flores. Un signo de muerte."


El primer encuentro con la aldeana Bronwyn se produce en el río, de donde la ayuda a salir tras ser atacada por sus perros de caza. La intención de Crisagón, que lleva años sin probar mujer, es beneficiársela allí mismo pero le tira para atrás descubrir que es virgen y se va a casar pronto. También recibe el picotazo de una abeja que sale de la corona de flores. Se puede evocar la idea del picotazo como hechizo de amor, ya que sobre la chica siempre flotará la idea de que tiene conocimientos que un caballero cristiano no dudaría en calificar de brujería. La imagen de la chica en el río también tiene mucho de rito artúrico, por cierto.


Bronwyn también está envuelta en misterio, dado que es hija adoptiva. Su origen nunca se desvela. Cuando el escudero de Crysagon se da cuenta del amor loco que su señor siente por ella comenta lo siguiente:
"—Señoría, todos los hombres saben que cuando Jesucristo nació, los antiguos dioses, demonios y espíritus con piel de serpiente fueron arrojados al infierno.
Bien hecho.
Se dice que aún acechan en los rincones oscuros y los lugares impíos de la Tierra, disfrazados de mendigos y mozas inocentes. Dios ampare a quién se encuentre con uno, porque le transformará el corazón."
Abajo, un plano del corazón del bosque donde se aprecian la piedra y el árbol, símbolos y lugar sagrado donde los habitantes del lugar celebran sus fiestas y rituales. 


En el segundo encuentro, Bronwyn está recolectando plantas y hierbas típicas de druidas. Crisagon duda entre el desafío a su fe y la atracción que siente por la moza.


Este es el diálogo que mantienen sobre plantas y brujería:
"—¿Eso es adormidera?
Sí.
¿Para que quieres esto?
Sacamos camomila de ellas para condimentar.
Y también puede robar la mente de las personas, como la magia. Y puede matar.
No, no es magia. Mi padre adoptivo cura con estas hierbas.
¿También dedalera?
Una hoja o dos para el mal de amores.
Tres o cuatro pueden parar el corazón. Brujería.
No, mi señor. No es brujería.
Todas matan. ¿Qué es eso?
Muérdago. La planta dorara que crece en torno la roble sagrado.
¿Por qué es sagrado ese roble?
Está unido a los dioses mediante el rayo.
¿Crees en eso?
Sí.
Antes de venir aquí me dijeron que los pobladores de la marisma tenían manchas en el vientre y los pies palmeados.
¿Lo creéis?
No desde que te vi en el lago."


El caballero no sólo pasa por alto la sospecha de brujería, sino que decide que es el momento de trincarse a la moza, así que le dice que deben yacer bajo el árbol. Se produce entonces uno de esos momentos de atmósfera fantastique del filme. Una espectacular y ruidosa bandada de pájaros sacude la cepa del árbol con estrépito. El suceso altera lo suficiente a Crisagon como para que se le baje y deje correr el ímpetu pasional. Es como si la naturaleza le advirtiera que su deseo debe cumplirse como manda la tradición pagana.


Y la tradición indica que el momento adecuado no es otro que reclamar su derecho tras la boda. Se produce una conversación muy interesante que inicia el escudero:

De las siete virtudes teologales, juro que la más peculiar es la castidad. Eres el amo de este lugar miserable. Ella pertenece a este lugar miserable, por tanto es tuya. Tienes derecho. La boda es mañana, tienes derecho a la primera noche. Pregúntale al cura.
Estimado y erudito sacerdote, necesitamos vuestro consejo.
A vuestro servicio está.
¿Estáis bien versado en Derecho Canónico, padre?
Bastante bien. Pero mi orden no impone la ley. Prefiere enmendar el mal hecho por los hombres debido a la falta de amor.
Estupendo. Sobre amor queremos preguntaros. Veamos, este noble caballero necesita un poco de placer inocente.
No existen los placeres inocentes.
Erudito sacerdote, ¿habréis oído hablar del derecho señorial de tomar una doncella desposada en su noche de bodas?
La Iglesia no lo admite. Es una ley pagana.
Y estamos en tierras paganas.
No la mañana del domingo, os lo aseguro.
Pero este asunto es vespertino. Encontramos al alcaide con una desposada en los brazos. ¿No fue entregada libremente por su pueblo? ¿Qué dicen en Roma?
Ius primae noctis. Así se denomina en latín.
¿Has oído eso? En Roma es conocido.
Y condenado por ser herejía. Con todo... Aun así...
Hablad, buen padre.
Mirad, la fertilidad, algunos dicen, es pagana. ¿Pero quién no es pagano en alguna ocasión? Los jóvenes de aquí no piensan más que en retozar. Dejadlo, les digo, pero ellos siguen a lo suyo. Así que, para que el diablo no los posea, les leo un pasaje de las Sagradas Escrituras. "Creced y multiplicaos", les digo. "Llenad la tierra". ¡Y vaya si me obedecen! Pero, ¿qué relación tiene esto con vuestro problema?
La tiene, y muy clara. La parte pagana puede ajustarse a la ley pagana. No pedimos más. ¿A qué hora es la boda?
¿La boda en la iglesia o la otra?
¿Qué otra? Iremos a la iglesia.
¿A reclamar ese derecho? ¡Ni se os ocurra, señores! Esta mano débil esconde rayos, y los usaré. No, no, nada de sacrilegios. ¡No en la casa de Dios! Pero, hay otra boda. Hecha al uso tribal, una ceremonia suya. Hay fiesta, beben, ríen, bailan. Oh, señores, y cómo brincan.

Antes de proseguir, me gustaría resaltar cómo subyace la idea de que la Iglesia se adapta tanto al poder feudal como a las viejas creencias de los que quiere convertir, con la única excepción de su lugar sagrado: la casa del Señor.


En otro lugar sagrado, el pagano, tiene lugar la otra boda, y lo primero que vemos de la ceremonia son los primeros planos del baile con máscaras druídricas, que enseguida me recordó The Wicker Man.





La corona de boda y el muñeco.


Plano general de la ceremonia


También se realiza una especie de eucaristía, mojando pan en vino (o en licor de hongos, vaya ustes a saber). Obviamente no se trata de una comunión católica, ya que este tipo de ritual no fue exclusivo del cristianismo.


 Luego se desata una fiesta que tiene mucho de libertina y promiscua.


Finalmente, los muñecos de los novios se cuelgan en el árbol sagrado.


Cuando Crysagón irrumpe en la boda pagana y reclamo su derecho, el lider religioso de los aldeanos, padre del novio y adoptivo de la moza, detalla las normas de la pernada, que ya no sería tanto derecho como rito.
"—Aunque sea mi propio hijo, él tiene derecho. No según su ley, sino por la nuestra. Antes de que los normandos llegasen con su iglesia y su torre venerábamos a la piedra y al árbol, y en los campos sembrábamos semillas sagradas. Entonces, como ahora, se sacrificaba a una virgen por la fertilidad de la tierra y la prosperidad de nuestra tribu. Tomarla a vuestro modo sería abuso. Se hará a nuestro modo, al uso antiguo. Con un círculo de fuego, al modo sagrado de los druidas. ¿Lo aceptáis?
Acepto.
Pues preparad un lugar elevado y que vuestros hombres vayan armados, señor normando, y haciendo guardia. Cuando la luna salga se os llevará la doncella desposada. Pero, en cuanto el sol salga, iré a reclamarla."
Al caer la noche se inicia la procesión pagana al torreón con la ofrenda de la novia.





El problema es que Crisagon de la Cruz, preso de la pasión y el amor, se negará a devolver a Bronwyn al día siguiente. Su traición es así doble: primero al credo cristiano y luego a la tradición pagana. Me encanta este plano picado, con el peso de la cruz sobre él, cuando días después sale a recorres sus posesiones.


El lugar sagrado de los paganos aparece desolado bajo la lluvia.

 

En el árbol sagrado está clavado el muñeco de la novia, aunque desnudo y desprovisto de ropa y corona de flores.


No sólo eso, el muñeco tiene alfileres sagrados al modo vudú. Desconozco si es una licencia, y seguro que no es la única, que esto sigue siendo Hollywood. 


La traición de Crysagon es la que desata todos los sucesos posteriores, que son muchos y para eso mejor se ven la película, que merece mucho la pena. Tan sólo un apunte final: tanto él como la chica son víctimas del amor romántico, que fue una invención, una modernidad que no existía antes, y ese antes incluye tanto el cristianismo como el paganismo. Por cierto, como me han recordado en los comentarios y en redes sociales, la película causo un fuerte impacto en el poeta, crítico de arte y simbolista heterodoxo Juan Eduardo Cirlot.