Cierra
los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina
que estás dentro de la barriga de tu madre.
Eres
un bebé a punto de nacer y todo tu mundo está dentro de ese cuerpo.
Solo
conoces eso.
No
tienes nada que hacer.
Solo
estar y jugar con el cordón umbilical. Hacer muecas y moverte de un lado a
otro.
Dedica
unos instantes a visualizar el entorno en el que estás.
Es
un medio acuoso y caliente.
Escuchas
sobre todo el corazón de tu madre.
Te
sientes segura y protegida.
Los
sonidos que llegan de fuera te acunan como una nana y tu cabeza tararea las
canciones que te cantan.
Respira
profundamente una vez.
Ahora
visualiza poco a poco tu pequeño cuerpo.
Estás
en posición fetal, con las rodillas flexionadas y tu cuerpo echado hacia
delante.
Observa
tus pies y piernas. Tu cuerpo desnudo parece brillar dentro del líquido amniótico.
Mueve
los dedos de los pies y acerca tus piernas a tu cabeza.
Eres
muy flexible y te sientes llena de energía.
Sigue
respirando tranquila, acompañando la respiración de tu madre.
Cuando
lo hayas hecho, visualiza tus manos y brazos.
Son
pequeños pero fuertes. Los mueves sin esfuerzo.
Te
sientes tranquilo y relajado.
Por
último observa tu cabeza. Apenas hay pelo y no sientes ninguna presión.
Estás
flotando en el líquido y disfrutando de esa sensación de ingravidez.
Todo
está bien en tu mundo.
Nada
te perturba ni te preocupa.
Sabes
que todo va a salir bien y que todo está bien.
Así
lo sientes.
Tu
corazón late cada vez más despacio.
Respira
profundamente una vez.
Estás
muy relajada y feliz.
Notas
la energía que tenías aún antes de nacer.
Eres
un ser mágico.
Que
no se te olvide.
Abre
los ojos.