O sea, no es que el Banco de España, ni
tampoco el ministerio de Economía, no controlaran adecuadamente los
riesgos en los que estaban incurriendo los bancos y las cajas de
ahorros al concentrar tantos riesgos en el sector de la construcción,
sino que Guindos aterrorizó a los mercados.
Vaya por Dios, los mercados, palabra
maldita para los de Podemos y sus simpatizantes. Sin embargo, la
opinión de Zapatero era exactamente esa: la crisis, según él, se
produjo por una caída en la confianza. Por eso mintió una y otra
vez con el fin de conservar la confianza de los mercados. Otra vez la
palabreja.
El problema consiste en que la confianza
sólo se puede mantener si se tienen bases sólidas. La confianza
en CajaMadrid y Bancaja se mantuvo hasta el final, como lo prueba el
hecho de que lograran colocar tantísimas preferentes y
posteriormente tantas acciones de Bankia. Los mercados siguieron
confiando en el gobierno y en esas entidades, a pesar de que los
estaban engañando.
Llega un momento en que las mentiras no
se pueden mantener y ese momento llega cuando toca pagar intereses o
dividendos y no hay con qué.
En aquel famoso debate entre Pizarro y
Solbes, el primero dijo la verdad, pero nadie le podía creer, porque
hacerlo significaba admitir la ruina. Resultaba más tranquilizador
creer a Solbes, que se esforzaba por mantener la confianza de los
mercados. Ni siquiera aquellos peperos que gobernaban comunidades
autónomas quisieron creer a Pizarro y se decantaron por Solbes, y
trataron de mantener con hechos, o sea, derrochando más, la
confianza de los mercados. Tampoco Rajoy les llamó al orden, quizá
porque no tenía el control del partido, aunque era su presidente,
aunque tampoco hay que descartar que pensando en lo suyo, no se
enterara.
Al final, la ruina fue mayor que si se
hubiera aceptado en un principio. Y ahora hay peligro de que otros
derrochadores inconscientes acaben por hundirlo todo de una vez.
Salir del tercer mundo ya costaría más.