Feijóo debería tener en cuenta que dentro de la Constitución solo puede hablar con Vox. Ni siquiera con Page, al que por algún motivo extraño le atribuyó unas cualidades que si las tuviera ya no estaría en el PSOE.
Hay socialistas que hablan mucho, pero no se les ve dispuestos a ir más allá de las palabras. Joaquín Leguina y Paco Vázquez sí que han dado que debían dar, pero la cuenta se acaba en esos dos.
Esperanza Aguirre sangra por la herida y viene criticando a Rajoy y alabando a Aznar, pero éste, dentro de la Constitución, destituyó a Alejo Vidal-Quadras, una de las personas más inteligentes que ha habido en el PP y nos endilgó a los valencianos la siniestra AVL. Por perjudicarnos, nos cobra un dineral que vendría muy bien en la sanidad.
Esas dos barbaridades de Aznar tienen mucho que ver en el actual estado de las cosas. Con Alejo Vidal-Quadras al frente, el PP era un partido importante en Cataluña. No ha vuelto a serlo.
La AVL es la principal baza para la penetración del pernicioso catalanismo en las tierras valencianas. El catalanismo es destructivo, se percibe claramente en Cataluña, y enloquece sin remedio a quienes lo abrazan.
No valen medias tintas en la situación actual. Puigdemont y Sánchez son tal para cual, cobardes y traidores. En el trato entre ellos dos, cada uno exigirá al otro el pago al contado. Tiene que haber una voz clara que cada vez que Sánchez intente conseguir el apoyo de alguien, o lo logre, explique a los españoles que perjuicio va a causar a todos ese trato. Es como si un portavoz del PP, al fundar la AVL, por exigencias del Muy Honorable Pujol, hubiera explicado: no hemos tenido más remedio que fundar esto, para obtener la presidencia, sabiendo que con ello un buen número de valencianos se volverá loco.
Solo se pueden hacer dos cosas: esperar un milagro y lo dicho.