Los que lo consideran inteligente se dividen en dos: los que no pueden medir la inteligencia de nadie, porque ellos mismos no tienen y los que no se fijan.
Sánchez es una anomalía entre los presidentes del gobierno. Zapatero ganó las elecciones gracias a los atentados del 11-M, pero en las siguientes consiguió engañar al personal, o este se dejó engañar. Llegó el momento en que su ineptitud hizo imposible su continuidad y se tuvo que ir.
Sánchez nunca ha conseguido engañar al personal, ha engañado a los socialistas. Recuperó la Secretaría General, lo que no deja en buen lugar al PSOE y a continuación capó al partido, sin que nadie protestara ni rompiera el carnet.
Nunca ha tenido la simpatía de los españoles ajenos al partido, salvo la de los sinvergüenzas a los que ha favorecido.
En el debate con Feijóo se vio que es tonto, puesto que fue poniendo sobre el tapete todo lo que le convenía que quedara en segundo o tercer plano.
Nunca ha sabido explicar ninguna de las afirmaciones que hace. Piensa que le basta con decir que Feijóo es `peripatético’ para que todo el mundo lo tenga por ‘peripatético’. No explica por qué lo tiene por ‘peripatético’, entre otras cosas porque tampoco sabe lo que significa esta palabra.
En el último mitin que ha dado en Barcelona ha omitido la palabra España. Incluso ha omitido las siglas de su partido, porque en ellas figura la E. Y en su torpeza no se da cuenta de esa actitud no le va a dar ni un voto más de los que ya tenía en Cataluña, sino que hasta es posible que pierda alguno, y en contrapartida va a perder bastantes en otros lugares de España. Quizá le hayan aconsejado Iceta e Illa, dos pájaros de cuenta a los que es mejor no hacer caso.
El PSOE precisa una renovación profunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario