El portavoz del gobierno valenciano, Rafael Blasco, se ha escudado en que Alberto Fabra no dimitió cuando fue imputado para no dimitir él tampoco. Si hubiera dimitido ahora no sería presidente, añade.
Estas declaraciones de Blasco demuestran que la política es una profesión para él. Contempla las situaciones desde la óptica de los afectados, y no de los ciudadanos. ¿Qué les importa a los ciudadanos si Alberto Fabra es o no es el presidente? No hay nadie imprescindible, y en política menos todavía. Sí que hay gente prescindible, como Camps y Bellver, cuyos casos ha puesto como ejemplo.
Los políticos, teóricamente, son personas con vocación de servicio a los ciudadanos. En la práctica ya se ve que no. Son muchos los que hacen de la política una profesión; bastantes son los que no han trabajado nunca en otra cosa, y esto de trabajar habría que ponerlo entre comillas, porque muchas veces ni siquiera asisten a las sesiones, aunque puede que sí que cobren las dietas. Un examen de cultura general a todos los políticos de España dejaría muy claras las cosas; no me extrañaría que tuvieran menos que la media de la población.
Quien toma la política como una profesión, y no como una vocación a la que se dedica coyunturalmente y por un periodo limitado de tiempo, no puede poner los intereses de los ciudadanos por encima de los suyos. Su primer interés consiste en asegurar su puesto de trabajo, o sea su posición política, aunque ello perjudique a la población.
Un político vocacional sabe que cuando su presencia es molesta o negativa para su partido o para los ciudadanos ha de dimitir. No importa si luego es absuelto o no; o si por haber dimitido puede o no puede volver a la política. Para un político vocacional lo que importa en todo momento es el interés de los ciudadanos.