Dos años desde que Isa nos dejó tras un desgraciado encuentro en las calles de Port au Prince. Aquel momento, sentí que el mundo se venía abajo, que se había vuelto loco y que no podía ser que ese país tan necesitado, pudiera prescindir de quién tanto le ofrecía.
Y son solo dos años. Y me parece mucho más. Porque yo, personalmente, he seguido, viviéndola, sintiéndola y compartiéndola con otros.
Como siempre, a toro pasado es cuando hubiésemos querido hacer tantas cosas. Hablar, compartir, aprender, disfrutar y ser mejor persona por ella. Cuantas oportunidades perdidas.
Y su legado?
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Placa en el jardin interior creado por
Cludette Lapointe en Warwick (Rhode Island) |
La idea de mantener su recuerdo y la continuidad de sus proyectos y acciones, me abrumó y me absorbió en los siguientes meses. Enseguida me propuse luchar por conseguir que su muerte no fuera en vano (ingenuo de mí). Pronto aprendí que la palabra "legado" no liga bien con la palabra "rápido". Fui aprendiendo que es un concepto lento por naturaleza, pero a la vez, puede ser perfectamente firme y solido. Y es cuando más valor tiene.
Durante este tiempo, me he rebelado, me he encendido y enfadado por no ver acciones rápidas, concretas que capitalizaran el trabajo y esfuerzo que Isa había dedicado en su vida. Me parecía que todo ello se volatilizaba.
Me ha costado mucho entender que todo aquello no se pierde, si dejamos que fructifique en nosotros.
Y probablemente esa sea la clave. Entender que "fructificar en nosotros" no se mide por lo que hacemos, sino por lo que somos.
No se trata de reproducir lo que ella hizo, vivió o consiguió sino lo que ella nos enseñó simplemente "siendo". Ese es el verdadero legado. Su entrega a los demás por encima de un taller de prótesis. Su amor por los más desfavorecidos, por encima de una escuela.
Aquello que Isa nos dejó, fue sobre todo su forma de ser, su fuerza y su fe. Y eso es lo debe crecer en nosotros. En nuestro interior. Como aquel bambú que genera raíces muy lentamente y con muy poca visibilidad, hasta que un día, de repente, empieza a surgir el tallo y comienza a crecer de golpe.
Y todo ello, no impide que sigamos luchando por mantener también aquellos proyectos que tanto le ilusionaron, pero con una mirada amplia. mejor que inmediata. Sigue quedando mucho por hacer ser.
Son dos años. ¿Ya?
Me pregunto como debo tener mis raíces.