hablar de mi vida no debe ser nunca un valor añadido a mis escritos. comparto las ideas del estructuralismo, la obra debe defenderse por sí misma, sin connotaciones biográficas, como puedan ser la muerte de Lorca o de Miguel Hernández, que sí, que dan mucha pena, conmovedoras, pero que no debieran añadir un ápice al juicio literario de su obra. si fuese por penas y penurias, yo debería ser un escritor de fama universal; y aquí estoy, comiendo papel. pero, ¿dónde acaba el autor y dónde empieza la persona, si hasta yo mismo cuando pretendo hacer literatura, acabo hablando de mí, y cuando pretendo hablar de mi vida, se me escapan las metáforas?
vengo de tocarle los cojones un poco a Caballero Bonald y, la verdad, no ha sido tan difícil ni se lo ha tomado tan mal. mientras otros se centraban en la crítica tan manida a los best-seller y las tan famosas novelas históricas de los Caballeros del Santo Cipote, le he preguntado hasta qué punto no deja de ser una pseudo-dictadura de los medios de comunicación que aparezcan los mismos poetas siempre como ejemplo de calidad literaria. y he mencionado a sus amigos García Montero, Benjamín Prado, Benítez Reyes, Ángel González y él mismo, la troupé de Sabina. es lo que se nos propone desde los medios y acaba siendo normativo, hacer poesía realista y comprensible. todo lo que se salga de ahí, se mira con recelo, porque puede ser molesto al orden establecido. y en el otro lado, Gamoneda, la imaginación al poder. pero no la imaginación de inventarse otra vida (que muchos nos hemos creído que con eso ya vale), sino la imaginación de crear un mundo nuevo, con hechos extraordinarios y con un lenguaje diferente, una ruptura de la gramática. y no se ha tomado a mal mi comentario, al revés, cree que la poesía del futuro va por ahí, una mezcla, una tendencia a experimentar de nuevo, a la vanguardia, al hermetismo o a la imaginación. bueno, no sé si tenía que haber tocado ese tema, porque estas posiciones en la vida literaria son trincheras de guerra. y a mí me interesa más el sexo.
(tampoco creo que haya que tomarse tan a pecho lo que no es sino un entretenimiento en el que uno se cree que se está jugando la vida).
pero es curioso: desde que hablo con poetas, entre risas, he hecho algún comentario sobre la leyenda urbana de que Lucía Etxeberría enseña las tetas para entrar a los pubs donde no la dejan, o a los militantes realistas les hablo de Gamoneda y a los oníricos, de García Montero, y las miradas se endurecen. a mí, que esto me parece un juego más, empieza a picarme en la cabeza que debo tener más cuidado con mi lengua impulsiva, pues con su doble filo, me puede cortar los... labios.
en fin, no quería hablar de esto, sino de la muerte. pero quizá mañana.
(es lo que tiene ser un desconocido: que escribes lo que te sale de los cojones).