Recibo en mi casa la digitalización de los manuscritos originales de todas las novelas de Camilo José Cela, catorce en total, desde La familia de Pascual Duarte hasta Madera de boj: un verdadero aluvión de hojas y folletos escaneados, y un festín para cualquier lector interesado en el proceso creativo de una obra literaria. Este DVD, al alcance de cualquiera por menos de 30 euros, es algo bastante inusual como producto para el gran público: no conozco precedentes en un autor español del siglo XX, aunque es posible que alguien me saque de mi despiste.
A ello ha contribuido, sin duda, la existencia de una Fundación dedicada al escritor y que ha mantenido en alto la idea de que Cela es el súmmum de las letras hispánicas, y este reverencialismo se machaca siempre con la frase "el último Nobel español", como coletilla que lo justifica todo. Sea como sea, e independientemente de la consideración que cada cual tenga por el Cela escritor, el acceso a sus textos escritos a máquina y a mano, con borrones y rectificaciones, es un placer al que pocas veces podemos asomarnos.
No está de más decir que escribir hoy sobre Camilo José Cela, en un blog supuestamente moderno y que adora la prosa de Bolaño o Marías, puede parecer un brindis al viento. Hay que pedir perdón por ello, pues poco hay más demodé en la actualidad literaria que nuestro flamante Nobel. No ayuda a mejorar el panorama su omnipresente figura de obsceno provocador, su pasado de connivencia con la dictadura, el mediocre trabajo de encargo proveniente de otro régimen desalmado (La catira), el juicio por plagio en un Planeta amañado (La cruz de San Andrés)... Esta faceta gris de Cela ensombrece lo que para mí representa su mejor baza: el empeño por huir del adocenamiento literario y cultivar una nueva vanguardia formalista nada complaciente con el lector.
Siempre he dudado sobre cuán leído ha sido el autor, más allá de la preceptiva lectura obligada de bachillerato: sus salidas de tono y su pose de perpetuo cascarrabias lo convirtieron en un personaje popular, pero siendo sinceros: ¿Quién se ha atrevido a leer Oficio de tinieblas 5 desde la primera a la última página? ¿Quién lee hoy Cristo versus Arizona? Su voluntad de transgredir y superar el realismo tan boyante en ese momento, incrustándolo en una atrevida búsqueda de nuevas formas escritas, es su mejor carta de presentación. Muchos alegan que eso es puro artificio formal, que esconde una nula capacidad para contar historias (por eso sus mejores relatos son los de sus obras de viajes, reales como la vida misma). Para mi gusto, también Torrente Ballester investigó en esa línea y consiguió hallazgos superiores, pero ese es otro cantar.
Lo cierto es que ahora, con la digitalización, se puede acceder a la infrahistoria del escritor, que incluye múltiples notas y apuntes en fichas marginales y que en conjunto componen un corpus francamente apetecible. Vemos retazos nada románticos: frases escritas al vuelo en papeles con el membrete de la Renfe o del Hotel Intercontinental de a saber qué ciudad. Hojas de letra abigarrada cruzadas por líneas que van y vienen hacia fragmentos añadidos. Y versiones varias de un mismo párrafo (he llegado a contar cinco versiones distintas, con cambios más o menos sustanciales, del inicio de Madera de boj).
Apenas estoy picoteando por el DVD con poco orden y de manera lúdica, pero afrontar cualquier estudio sobre una de estas novelas y no tener que desplazarse a Iria Flavia es un gran avance. Uno más de las nuevas tecnologías, y un acierto que la Fundación Camilo José Cela lo haya hecho público de una manera tan accesible.
La clase de griego, por Han Kang
Hace 20 horas
1 comentario:
Nunca está de más hablar de nuestro Camilo José Cela.
Es cierto que su vida privada, y el supuesto plagio, lo enturbió un poco, pero hay que reconocer que fue un gran escritor.
Me quedo con "La Colmena", y su adaptación en cine que tampoco estuvo nada mal.
Saludos.
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