Como el árbol, amado
en el desierto,
como gotas de rocío inesperada;
un haz de luz de
aspecto alargada,
cual naviero, que atraca en su puerto.
En la zozobra llegó el desconcierto,
de locura arrebato desbordada;
hasta mi piel se sintió
anegada,
quedando mis sentidos al descubierto.
Mil veces profanamos la abadía,
ralentizando las horas; muy despacio…
enlazando la noche con el día,
gozando en el tiempo y en espacio,
al compás de lasciva letanía;
dos almas, en dos cuerpos … sin prefacio.
© Mariola López