Se sentía perdida ante el mal aprecio,
que su voz tan siquiera dijo nada;
quedando mal el alma, acuchillada,
en su osadía, pagó un buen precio.
Más no tuvo bastante hiriendo el necio,
y siguió, dañando a la infortunada;
liada en palabras engañada,
cultivando a hurtadillas ese desprecio.
No malgaste tú vida en un cuento,
que el fruto recogido sea escaldo;
y las brasas te dejen sin aliento.
Cuando vayas a recontar ese saldo,
en la vida o muerte sea el tormento;
devolviendo tú todo el aguinaldo.
Mariola López