Nacida en Doonberg, una pequeña localidad costera del Oeste de Irlanda, su infancia fue marcada por la impronta de una familia desestructurada, con un padre alcohólico y maltratador, dos hermanos en la cárcel tras ser interceptados en el puerto con un cargamento de tabaco de contrabando y una madre con depresión crónica diagnosticada. El fracaso escolar fue ese poderoso estigma que la condujo casi irreversiblemente hacia el puesto de pescadera que regentó durante varios años en la lonja del pueblo. Conoció a Dermot O'Reilly, un prometedor joven de Galway con ademanes de galán y una ambición desbordante para lo comúnmente aceptado en el condado de Clare. Aquel joven vendedor de seguros, de quién se enamoró perdidamente logró, sin demasiadas dificultades, convencer a Muriel para abandonar su particular nube gris y buscar el estimable rayo de luz vital en la ciudad de las oportunidades, Londres. Muriel dejó tras de sí muchas de las razones que la hacían sentir infeliz, exceptuando a sus amigos y a su madre, a quien prometió arrancar de las zarpas de su propia negrura cuando su vida con Dermot adquiriera ciertos tintes de estabilidad. Aquel idílico plan se esfumó como la espuma pocos meses después cuando su madre falleció por culpa de una embolia fatal. Muriel se repuso lentamente bajo el abrigo de aquel hombre inquieto y afable que prometía una vida mejor para ambos... Después de varias viviendas en Londres, Manchester y Leeds, encontraron su pequeño nido de amor en una finca recién construida en la periferia urbanística de Sheffield. El futuro auguraba buenas perspectivas profesionales a Dermot, razón por la cual decidieron hacer su primera gran inversión comprando aquel apartamento. Una semana después Dermot murió en un accidente de trafico abordado por un camión cisterna en la carretera que une Sheffield con Dronfield. Muriel recibió una pensión vitalicia por el accidente laboral que arrebató la vida de su amado. El resto es la historia viva de Muriel, una senda de alcohol, soledad, abandono y una obsesión enfermiza... La casa.
El mundo es guiado por el artificio y en la era de la imágen, este propósito, es lo más autentico que, creo, puedo reivindicar.
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jueves, 29 de octubre de 2015
jueves, 26 de febrero de 2015
LA TIERRA IDIOTA
CIUDADANO:
(Vuelve a interrumpirle) ¡Que viva
nuestro gran rey Rubidio Magno!
TODOS:
¡Viva!
RUBIDIO:
(Fuera de sí) Por mis pantalones
ajustados que no entiendo esta afronta… ¿Quién ha sido el aguerrido bellaco que
ha proferido ese graznido?
CIUDADANO:
(Saliendo de entre la gente) He sido
yo, mi señor…
RUBIDIO:
¡Tú! Especie de batracio con piernas, da un paso adelante si no quieres que te
desuelle como a una liebre.
CIUDADANO:
Será un honor…
RUBIDIO:
¿Que te desuelle o dar un paso adelante?
CIUDADANO:
Ambas, su majestad…
RUBIDIO:
¿Cómo que su majestad?
CIUDADANO:
¿Si prefiere vuestra majestad…?
RUBIDIO:
¿Vuestra? ¿de quién?
CIUDADANO:
Pues no sé…
RUBIDIO:
En todo caso tuya.
CIUDADANO:
¡Oh no, no, no… Yo no soy nada majestuoso!
RUBIDIO:
Por supuesto que no lo eres cabeza de chorlito!
OTRA
CIUDADANA: (Dando un paso al frente) Si
me permite…
RUBIDIO:
¿Qué debo permitirle…?
OTRA
CIUDADANA: Es sólo una frase hecha, está implícito que daré mi opinión sólo si
usted me da el permiso…
RUBIDIO:
¡Ah! ¡Ah, sí, sí, claro! ¡Adelante!
OTRA
CIUDADANA: El “Su” indica que la majestad es suya…
RUBIDIO:
¿Qué insinúa?
OTRA
CIUDADANA: que es suya…
RUBIDIO:
(Señalando al ciudadano) ¿De él?
CIUDADANO:
(Señalándose a sí mismo) ¿De mí?
OTRA
CIUDADANA: No, de usted no, de su majestad (Señalando
a Rubidio).
RUBIDIO:
Ya estamos…
CIUDADANO:
Eso fue lo que yo dije.
RUBIDIO:
¿Por qué no definimos de una vez quién es “su majestad” y acabamos con esta
boñiga?
CIUDADANO:
Es usted…
OTRA
CIUDADANA: Usted es su majestad…
RUBIDIO:
No, no, no… Ustedes pretenden liarme en este asunto y les va a costar una
amonestación severa, créanme. Si yo fuera su majestad hablaría de mí con
propiedad y diría “Mi majestad” ¿no es cierto?
CIUDADANO:
Cierto es…
OTRA
CIUDADANA: Pero si quien se dirige a usted es, como se da el caso, otra persona…
utilizaría la expresión protocolaría “su majestad”…
RUBIDIO:
Empiezo a comprender…
OTRA
CIUDADANA: …porque de lo contrario la cualidad no sería suya, sino de ese
señor…
CIUDADANO:
(Se señala a sí mismo) ¿De mí?
RUBIDIO:
(Señala al ciudadano) ¿De él?
OTRA
CIUDADANA: Efectivamente, hagan la prueba si no me creen…
RUBIDIO:
Espero que no sea una nueva artimaña para liarme o de lo contrario… En fin,
vuelva a saludarme cambiando el “su” por el “mi”…
CIUDADANO:
¡Será un honor mi majestad!
RUBIDIO:
Será un honor, coma, mi majestad…
OTRA
CIUDADANA: Eso sería lo correcto, sí.
RUBIDIO:
Pero no suena bien… ¿Verdad?
OTRA
CIUDADANA: No infunde respeto, sino ofensa, más bien…
RUBIDIO:
Puedo notarlo…en efecto.
CIUDADANO:
Si quiere puedo añadir la coma…
RUBIDIO:
No será necesario.
CIUDADANO:
Entonces… ¿digo su majestad?
RUBIDIO:
Mejor cierras esa bocaza ante tu majestad, que soy yo… (Se dispone a cargar su arco con una flecha)
Empieza
a sonar bien la palabreja… ¡Tú, ser inmundo, te concedo el favor de la última
petición…!
CIUDADANO:
¿Y tengo que decidirlo ahora?
RUBIDIO:
Es estrictamente necesario. Ahora o nunca.
CIUDADANO:
No se me ocurre nada.
RUBIDIO:
Un último viaje en paz, entonces… sin dejar asuntos pendientes, no está mal
para un mentecato…
CIUDADANO:
Bueno, sí, recuérdele a mi mujer que riegue los repollos, que se me ha olvidado
hacerlo con eso del sufragio…
RUBIDIO:
(Le apunta con el arco) Descuida, eso
está hecho. Adiós.
CIUDADANO:
Adiós tu majestad.
RUBIDIO:
Error. Nunca llames tu majestad a tu majestad (Dispara y el ciudadano cae en redondo).
CIUDADANO:
¡Oh, mundo cruel!
domingo, 30 de noviembre de 2014
GERDA LINDQVIST
domingo, 15 de junio de 2014
LA FÁBULA DE PAUL
JEAN-PIERRE: (Con preocupación) ¡Pá, a Capitán le falta un ojo!.
PAUL: (Resignado ante la pregunta) Ya lo
sé hijo, me lo dijiste ayer...
JEAN-PIERRE: Le falta un ojo porque se
lo ha quitado; quiere verme a medias, se cansa de mirarme todas las mañanas.
PAUL: (Que se percata de que Jean-Pierre
tiene un cordón desatado) Tienes que entender a Capitán, a veces se hace
difícil soportar la misma cara todas las mañanas (Atándole el cordón) y más si
consideramos que tú le estrujas contra tu cuerpo para que te vea en primer
plano.
JEAN-PIERRE: Yo quiero a Capitán igual
que tu quieres a mamá, pero mamá no se ha arrancado el ojo para verte a medias.
PAUL: (Parándose en seco y mirándole con
perplejidad)... Eso es porque, verás.....los ojos no son tan importantes. Si
mamá pudiera quitarse los ojos sin quedarse ciega, no te quepa duda que se los
arrancaría por mí.
JEAN-PIERRE: (Enfurruñado) No te creo.
PAUL: ¿No te he contado nunca la
historia del oso que tuvo que arrancarse un ojo para comprender que ser peluche
no sólo era gratificante sino que además resultaba una honorable labor?
JEAN-PIERRE: No.
PAUL: (Adoptando un tono narrativo) Pues
entonces escúchame con mucha atención. Voy a contarte una historia que
sucedió hace tanto que no existe ser humano en la tierra capaz de
recordarla (carraspeando) exceptuándome a mí, claro (Improvisando claramente)...
Cuentan que en un diminuto pueblo, alejado de la inmundicia de la era moderna,
vivió un niño llamado François al que todos conocían como “el coleccionista”
por su desmedido hábito de coleccionar cosas....
JEAN-PIERRE: (Agitándose en su silla)
¡No me gusta esta historia!.
PAUL: (Cogiéndole
de la mano) Escúchame y verás. François tenía toda su habitación profusamente
decorada por toda clase de artículos de colección y ¿sabes por qué? (Jean-Pierre gruñe negativamente) pues porque pensaba que así no se le
escaparía el tiempo... chicles secos, unicornios en miniatura, fotografías
borrosas que encontraba entre la basura del laboratorio de fotos, exámenes
suspendidos, cada nueva palabra aprendida, calcetines rotos, dibujos de
cementerios, tarros de mostaza, mosquitos que le habían picado, piedras feas,
mapas meteorológicos de todos los días de un año, coladores de colores, trapos
de cocina tocados por su abuela y muchísimas cosas más...que mi memoria no pudo
retener cuando mi padre me sentó en sus rodillas y me contó esta historia.
JEAN-PIERRE: No te creo ¡tú sólo quieres
que no me ponga triste!
PAUL: (Conciliador) Por supuesto que no
quiero verte triste, pero déjame terminar por favor....No sé dónde estaba... ¡ah
sí! François tenía tantas cosas repetidas en su habitación que resultaba,
cuando menos paradójico, que hubiera sólo un osito de peluche (Excitándose ante su propio relato) El osito se sentía diferente a todos los demás por no encontrar a su
lado a nadie que se le pareciera; estaba tan harto de ser un trozo de tela
rellena de algodón, tan harto de estar al servicio de la estupidez, que pensó
en arrancarse los ojos para no tener que soportar el castigo constante de estar
siempre feliz.... sin haberse sentido así jamás.
JEAN-PIERRE: (Movido ahora por la
curiosidad) Páá ¿y qué le pasó al osito?.
PAUL: Se arrancó, casi sin pestañear, el ojo
izquierdo y cuando se disponía a cercenar el contiguo, quiso la providencia que
el niño cogiera el ojo amputado del oso, que yacía sobre la cama, y lo
introdujera en una bolsa bautizada con la etiqueta “ojos simpáticos de muñecos
tuertos”. Fue entonces cuando el oso comenzó a ver con claridad la importancia
de ser un peluche de sus características, amigo fiel, mudo y tuerto del, sin
lugar a dudas, coleccionista más extravagante
del planeta (Jean-Pierre comienza a gimotear y Paul entra en una fase
desmesurada de exaltación) ¡cómo iba a arrancarse el otro ojo cuando algo
hermoso acababa de nacer! su pecho explotaba de júbilo, su ojo izquierdo
formaba ya parte de aquella habitación, del alma de un genio virtuoso en el
coleccionismo de cosas extraordinarias (Jean-Pierre comienza a llorar y Paul
continúa su discurso cada vez más enardecido) un poderoso sentimiento de
orgullo se apoderó del corazoncito de nuestro bobalicón amigo y su perenne
sonrisa tuvo sentido por primera vez en toda aquella vida de peluche ¡Se
sentía feliz! (Levantándose con el puño en alto) Y así, con lágrimas de algodón
en su ojo derecho y el espíritu rebosante de dicha, pensó que nunca más
volvería a ser algo distinto de lo que era”...FIN.
JEAN-PIERRE: (Llorando con desconsuelo) Pá, Que historia más bonita. Me
gustan las historias alegres y bonitas.
PAUL: (Satisfecho por el relato, limpia
la cara de su hijo) Sabía que te gustaría.
JEAN-PIERRE: Pero yo no colecciono ojos de
muñecos y Capitán se quedará triste otra vez porque yo no sé hacer que se
sienta feliz.
PAUL: (Sacando una bolsa de su bolsillo)
Se me olvidó decirte que François dejó esto para ti...
JEAN-PIERRE: (Con excepticismo) Pero páá,
ese niño tiene que estar muerto, antes dijiste que esta historia sucedió hace
mucho tiempo. Seguro que me estás contando una de tus mentiras.
PAUL: No, porque sabes qué, François es
un personaje y los personajes nunca mueren (Acercándole la bolsa) Anda, mete
aquí el ojo.
JEAN-PIERRE: (metiendo el ojo en la
bolsa. Seriamente afectado) Esa historia me recuerda a mí, yo tampoco sé que
hago aquí sentado, me gustaría morirme mañana porque no me entiendo, no, no,
no, no entiendo esta silla ,ni tus palabras de libros para listos. PAUL: (Sorprendido por la reacción) Pero
hijo, yo sólo quería...
JEAN-PIERRE: Tu sólo querías que no me
pusiera triste pero siempre olvidas que las historias bonitas me ponen
muy triste porque la mía es fea y porque tengo un muñeco que se ha arrancado un
ojo para verme a medias...
martes, 8 de abril de 2014
LA VERDAD DE ANNA ALEXANDROVNA
ANYA: No quise casarme con él, contrariando otras
voces menos reconfortantes. Andrei era mi amado, elegido entre pretendientes
perfumados, me quedé con el único que olía a tierra y a sal. Era de verdad y me
quería por encima de mi nombre y de mis ideas. Aquella mañana se apartó de mí
con un sigilo casi felino, agazapada entre sábanas y olores todavía en vigilia,
fingí no escuchar lo que susurró en mis oídos antes de cruzar el umbral de la
puerta… Dijo: No hay un ahora más cierto que éste. Me besó la mejilla y se
fue. Yo sonreí saboreando el exquisito gesto de quien sabe conjugar palabras y afectos
sin resultar solemne. Sus pasos resonaron en mi pecho como una despedida…
lejanos y nítidos. Pero yo no pensé en nada más. No quise dar rienda suelta a
la intuición. Tan sólo cerré los ojos y me sumergí en mi vientre, dispuesta a recoger cualquier estímulo reconocible del
pequeño Sasha. Bien entrada la tarde
tocaron a la puerta. Dos señores de expresión recia hablaron en silencio,
asistiendo al derrumbamiento de un alma incapaz de aceptar que su intuición era
cierta. Sólo me entregaron una nota escrita con prisa y violencia. Andrei Petrov ha sido abatido a tiros en la
calle Sadova. Causa del incidente desconocida. Después de dejar en mis
manos su reloj y su libreta, los señores se marcharon con la cadencia indolente
de un buitre que ya ha desollado el esqueleto. Desde aquel entonces escuchar el
sonido de los pasos en la lejanía paraliza mi tiempo. Andrei era un creador,
inofensivo en la acción pero tan efectivo en la oratoria. Tendrías que haberlo
visto contagiando su credo a escépticos y transeúntes. No tenía mesura, se
entregaba a su causa sin temor. Quería una Rusia libre, ese fue su pecado. Pero
aquella mañana blanca de noviembre todo se tiñó de rojo. Andrei yaciendo en la
calle Sadova y yo expulsando la posibilidad de Sasha, retorcida en el suelo por
las convulsiones de dos dolores insoportables. Andrei y Sasha se esfumaron
juntos aquel día de incertidumbres. Y la joven maestra que respiraba deseos,
impulsos vitales, proyectos repletos de expectación… Tuvo que retirarse
discretamente para no enaltecer un sufrimiento inútil que asustaba a los niños,
enfangando mi ánimo y enterrando la cordura entre los libros.
Fragmento de la pieza: "El legado" 2014.
lunes, 3 de febrero de 2014
LEA HORWITZ (LA JOVEN DEL VÍSTULA)
Ella
permanece mirando el suelo. Ríe o gime. Oculta su tez con una larga y oscura
melena.
He despertado bañada en orín,
mi piel mancillada por las tormentas de un mal presagio. No sé si fue un sueño,
uno de esos malos sueños. Recuerdo haber tiritado antes de nadar en la laguna
de mis pensamientos. En ocasiones me sucede que olvido voluntariosa lo que me
aleja de estar viva, pero se me hace urgente aterrizar en algo concreto, tengo
miedo de perderme. Creo que fue el
olor a humedad. No, fue la mirada huidiza de una mujer abrazando a su pequeña
con actitud recia. No, tampoco es eso. La memoria me traiciona en el instante
vital. Sí, es de vital importancia encontrar la clave que desvele el
inverosímil estado en el que me encuentro.
Los seres latentes corren el riesgo de aprisionarse en una ensoñación, de ahí a
la eternidad hay sólo un paso. Es preciso recordar, despejar la niebla de esta
congoja. Una bandada de golondrinas anida en mi nuez desde que experimenté el
significado del rubor y es una sensación persistente. Quiero llorar, pero estoy
seca. Espera, ya está. Lo puedo ver. El manto blanco apenas deja distinguir la
silueta de los trenes. Los perros ladran, la gente ha perdido todo resquicio de
dignidad, actúan como animales lanzando sus bramidos mientras buscan cobijo.
Pero los hombres lobo asedian y los perros aúllan sin cese. No es fácil hacerse
invisible entre gigantes de expresión torcida. El rebaño entra sumiso en el
redil. Nadie hace nada distinto a lo que se espera de nosotros. La conformidad
se asienta calmadamente y la bienvenida está planificada. El nuevo hogar se
llama infierno; no será peor que respirar durante días la inmundicia del
hombre, aglutinados en un vagón de mercancías. No, qué digo, es imposible que
exista un paraíso tras nada que sea tan gris como ese Treb... Soy incapaz de
pronunciar su nombre. Me pesan los brazos. Me pesan también los dientes. Nunca
creí que diría algo así; siento que he estado besando los residuos de la
humanidad y que la humanidad ha rasgado mis labios con una lija. Siento haber estado
masticando tierra y vomitando heces durante días. Siento que el alma se ha
fugado con mi ideal de mujer libre. Eso quiere decir que estoy atrapada. No,
eso quiere decir que me han atrapado. Me separan bruscamente de Mija, el último
eslabón que da sentido al todo, me abandona desnuda ante la nada. Su gesto, lo
conozco bien, es el de haber soltado con demasiada prontitud mi mano endeble.
Un rastro de traición se dibuja en su rostro, me busca entre la masa ingente de
animas a la deriva, pero es tarde para enderezar el destino, no es lícito un tiempo
de lamentos. Mija grita henchido de rabia; un animal más, con su herida mortal
sangrante, llamando a la cría, a su hermanita. Cierro los ojos y me estremezco
ante su languidez. Mis padres se romperían al vernos así, si la tierra no se
los hubiera tragado ya. Quién sabe si esa tierra no hará lo mismo con nosotros.
No llores, las lágrimas son imágenes volátiles, se evaporan con facilidad;
desaparecen un día u otro mientras el dolor permanece implacable, como esa
primera canción aprendida que siempre queda incrustada en algún recoveco del
cerebro. Queda el confuso sonido de Mija en la lejanía. Yo no me puedo romper. Creo
desvanecer, pero no hay tregua. Me arrastran a un cuarto tan frío y doliente
como logro percibirlo en estos instantes. Rasgan mi escaso ropaje. Siento las
manos lascivas de un extraño sobre mis pechos aún intactos, perturbados antes
de hora. Nadie pidió turno. Mi carnet de baile continúa vacío, señor. Pero las
manos ya estaban allí, abarcando mi torso con un vigor desconocido y pútrido.
Empiezo a recordar. Una mirada glacial clavando la punta del iceberg en mis
pupilas y su miembro en aquello que pensé sería mi gran descubrimiento de un
futuro cercano. Babea, gime a veces, si cierro los ojos me hace pensar en un
bebé enfermizo privado del maternal alimento. Pero es efímero. Continúan siendo
rabia, sacudidas y mi inocencia desvestida sobre una mesa de titanio. El frío
me evade. Voces, voces que celebran la mueca inevitable de la joven del Vístula
y el exilio de mi voluntad. Otras manos, otros deseos sucios, otras babas. Una
mirada pétrea y luego una asustada. Una expresión de no querer queriendo. Una
bofetada en la mejilla más pálida y un puñetazo en la boca del estómago y mis
nalgas emulando las cascadas de Kamienczyk, rojo bermellón reptando por las
paredes escarpadas y coágulos en mis piernas. Ellos no tienen un motivo, mi
cuerpo abierto les eleva a la enajenación. Estoy cansada de ser un juguete.
Pero el juego todavía perdura. Siento palpitar los callos de mis manos, como si
la tierra trabajada proclamara mi venida, mi pronto regreso al hogar, a ese pueblo
que dejé atrás en el ocaso de mi dicha. Me invade una enorme tristeza, la
tierra que hay bajo mis pies es tan solo una fosa común. Lo sé. No es muy común tener esta clase de
sensaciones repicando en la cabeza. ¡Dios mío! siempre amé la tierra, pero no
de esta manera. No así. Mis manos son más viejas que mi piel, pero menos que mi
mente. Intuyo que tal vez sea ya tarde para cambiar eso de mí. Después de
perder mi único secreto, bajo el peso de los que sólo querían besar mis labios,
la joven es precozmente amputada de mí. Me afeitan la cabeza y rasuran mis
ideas asustadas. Ahora puedo sentir el vacío. Los llantos de otras mujeres son
sólo el eco de una lírica macabra, los escucho pero estoy de viaje y sólo percibo
que no volveré a ser la chica desgarbada con trenzas que despertó la curiosidad
de los hombres. Despiojada. Ya está. Un trámite escudando otra verdad.
Los días pasan y me transmuto
imperceptiblemente, dejo de ser la niña y comienzo a ser una mujer inerte. Una
caminante sin propósitos; de nada sirve ya el instinto, agazapado entre
madrugadas de escarcha y noches de insomnio. Despierto por la mañana con una
melodía acariciando la conciencia de otro tiempo mejor. Sonrío. Nunca había
sucedido en aquel lugar y nunca más se repetiría. Resuena en mi memoria la
melodía del abuelo. De niños, Mija y yo escuchábamos, imperturbables, aquella
canción que hablaba de un pueblo sin tierra buscando ser libre.
Itzjak, con sus mejillas
sonrojadas, por el anhelo de aquella tierra inexistente, cantaba hasta la
extenuación y luego bebía su Dwójniak en vaso ancho. Bebía con deleite a pesar
de las recriminaciones de la abuela. Empiezo a ver con nitidez, fue esa mañana
cuando mi aliento se cortó de cuajo. Yo tarareo sin pensar la canción del
abuelo, eso es. Una mala vibración me estremece de talón a nuca, un escalofrío
inquisidor, una idea funesta dibujando mi cuerpo desnudo bajo tierra. Y mis
callos hormigueando de nuevo. La llamada. Otra vez. Entran a buscarnos con
delicadas maneras, algo inhabitual durante la estancia forzada. No aúllan, ni escupen,
ni nos miran a los ojos. Confeccionan su acostumbrada comparsa de marionetas
sin alma, en orden y en silencio. Caminamos con la cabeza gacha mientras
miramos como las huellas de nuestros pasos casi no dicen nada, son invisibles,
inexistentes. Tengo un mal pálpito, no quiero esfumarme. Nos meten en una de esas
naves, protagonistas de tantas leyendas, donde uno se siente envasado al vacío,
porque no queda aire que respirar, porque las personas se comprimen en una
abigarrada escultura de carne, piel y hueso. Todos miramos hacia arriba, la
respuesta al enigma, tantas veces nombrado, gotea todavía de las duchas mal
cerradas. Pienso en la oscuridad como inquilina precedente y me invade el
horror. Las puertas resuenan con el estruendo de una caja hermética. Gritan,
gritan y golpean las paredes. Todos aquellos cuerpos escuálidos y aún sonrosados
están fuera de sí. Yo no me muevo. Yo sólo rezo. Ellas se quiebran y yo soy
testigo mudo de su dolor. Les diría que es mejor dejarse llevar, pero verlas
así, batallando contra gigantes, contra hombres-lobo, me da tranquilidad.
Pienso en sueños plácidos junto a una chimenea, en Itjzak y en la senda que bajaba
al río. Pienso en lo que hubiera sido de mí si no hubieran truncado mis
ilusiones con una visita inesperada. Pienso en Mija y en mis padres, bendecidos
bajo la luz de este amor que me aprieta tanto. Creo que fue el amor universal,
sí, ahora sé que fue eso lo que sentí. Me abracé desesperada a una extraña, le
besé sin pudor en los labios y expresé mi alegría por haberla conocido. Ella
rió y lloró a la vez. Le acaricié el pelo y brotó algo mágico entre mi pecho y
su mirada trémula. Cerré los ojos. No quise ver el color de una despedida.
Preferí ser una estatua muda con sueños de otra vida. Me llamo Lea Horwitz,
pero prefiero que recuerden a la joven del Vístula.
Mi pequeña jovencita nació físicamente el pasado 1 de Febrero en la Sala de Camí de Nora (Sagunto)... Donde espera reposar su alma durante, al menos, 1 mes y medio... Viernes y sábados a las 21h. Por si alguien pasara por allí... Besotes.
lunes, 13 de enero de 2014
MORDRED
MORDRED: ¡Bienvenida…!
Extraña palabra pronunciada entre mis labios. Bienvenida (Ríe) Como si fuera posible integrar el significado del concepto
sin más. Como si de repente pudiera olvidar que mi existencia es la triste
consecuencia de un propósito que no me pertenece. Sentir afecto es alienante,
no produce nada en mi piel y desconozco si es por la carencia o la inapetencia.
Soy fruto de la ira y de la ambición ¿cómo podría transformar mi sino en alma o
pasión siendo hija de la oscuridad? Hoy, en cambio, es diferente, noto un nuevo
palpitar en las vísceras, un estertor de vida, un porqué, una salida. He
encontrado mi sitio, mi primer lugar, mi única verdad. Esto es sólo un paso
hacia lo que espero de mí, sin filtros ni aditivos. Soy Mordred, al menos
empiezo a serlo. Soy Mordred y quiero seguir aquel instinto amputado de la niña
que fui, para entender mi búsqueda del ahora ¿No es ese el sentido real de
existir? ¿Es eso lo que nos diferencia de los animales? No, no quiero ser un
cuervo… Sin embargo siento mis alas negras y puedo respirar la tempestad. Pero
no, no soy un cuervo. Sólo necesito un indicio, una pista que me haga
comprender la inclinación de la balanza. Podría hacer de mí un ser polar e
inabarcable. Mi bondad podría ponderar las excelencias de una vida en paz, mi
oscuridad, sin embargo, prepararía sin dificultad
el camino de la codicia. Se llamaba Mordred, empezó de cero y acabó
construyendo sus éxitos en soledad, pero sin conflictos ¿Es eso lo que quiero?
Tengo la certeza de que podría sacrificar una parte de mí sin remordimientos,
pero ¿Cómo? Habla destino, no permitas que camine a la deriva cuando dispongo
de unas riendas…
Fragmento de la pieza "Kamelot" estrenada en 2011.
domingo, 8 de diciembre de 2013
LA INTIMIDAD DE MIJA
El judío está lavándose en un barreño de
escasa amplitud. Se encuentra a solas en una habitación oscura y húmeda. El
agua está fría y tararea una canción. Se muestra ausente, su cadencia le
delata.
MIJA:
Quiero ser el niño que un día se encuentra con su sombra; el mismo que hace
creer a todos que está loco pero que, en el máximo exponente de la cordura, se
protege del peligro de implicarse con sus propias emociones. Quiero despertar
siendo ese niño que inventa un amigo, un inocente y dócil acompañante que en
nada contraría, que siempre hace por escuchar y que nunca desaparece del todo.
Ahora mismo estaría aguantando vómitos y tormentas sin importarle lo más
mínimo, sin dolor ni reproches. Su rostro no se sentiría incómodo al sentir
palabras de desaliento, yo lo notaría sólo con verlo. Nos tocaríamos sin
tocarnos, nos amaríamos en cada anochecer como dos amigos que necesitan
experimentar con sus cuerpos. Jugaría con él a crear formas del todo imposibles
y nos reiríamos de las batallas perdidas, ayudados por la composición de un
elefante con dos trompas. Dibujando figuras en el vacío, dejaría de pensar que
me siento así. Vacío. Siempre pensé que la vida sería algo diferente a una
tortura. No es que respire compasión, es que pienso que el sentido de mis días
ha sido lapidado y sepultado bajo los escombros de una casa en ruinas. Una vez
rota y desvencijada, todo es silencio. Perezco lentamente invadido por
inevitables preguntas. Pienso que allí, en ese contenedor de deshechos que es
el alma, nadie buscará objetos perdidos, recuerdos, maletas, ropas que no hayan
sido dañadas. Era vieja y ya no estaba habitada, dirán. Después de un rato
asomaré la vista entre dos vigas de madera. Nadie en el horizonte. Sencillamente
se habrán marchado todos. Ninguna nota bajo el felpudo. No han querido saber,
no han indagado las causas, hay cosas más importantes que una casa en ruinas. Y
yo me pregunto ¿Cómo puede un ave Fénix resurgir de sus cenizas cuando no
existe la motivación vital? Soy un punto y a parte, en la historia, en mi
historia. Construirme a mi mismo es un deseo que nace y muere en mí y esa es
demasiada carga para un niño grande sin sombra. Quiero cerrar los ojos un
instante, encontrar una sola idea que me aleje del deseo de permanecer
escondido en la desidia. Los hombres deben construir su destino ¿Pero qué pasa
si el destino ha sido alterado sin contemplaciones? ¿Cómo puedo ser hombre, si
me han hecho sentir residuo? ¿Cómo abandono al niño herido si el hombre no ha
podido vivir su tiempo? ¿Qué hago cuando la ausencia quiera abrazarme?
Fragmento de "La joven del Vístula". Enero 2.011.
domingo, 27 de octubre de 2013
LA VIE EN ROSE
CLAIRE: ¡ Brindo por mi vida ¡
paradigma de buen gusto y savoir faire. Brindo por ser feliz en el planeta de
las miserias y por no haber vendido ni un solo palpitar a los fanfarrones que
persiguen buena voluntad (tose) Por las tardes sin horizonte y los
horizontes que llegaron siempre tarde. Brindo por haber matado mil ideas
estúpidas que hubieran hecho de mi una persona distinta, por mentir para salvar
a la niña que nunca pude ser, por guardar en un bote oxidado los besos que
nadie robó, por enterrar vivos los sentimientos que en una ocasión parecieron
florecer allá en ninguna parte...Brindo por... hummm...¡y yo que coño sé por
qué brindo! Brindo porque ya no quedan vecinos en la finca, todos marcharon,
incluida la señorita Paulette que taladraba nuestros tímpanos con su ferviente
deseo de ser cantautora. Brindo porque sí...¿no es ese suficiente motivo?
(Después de una pausa necesaria) Brindo por mis padres que están en el cielo
(mira hacia arriba con prudencia y levanta la copa, orgullosa). Por ti mamá,
que supiste enseñarme todo lo que sé y lo que más valoro en ésta terca
vida...Ser una buena mujer, sí señor, eso es....¡Por ti! (mirando hacia la
cuarta pared) ¡Shsss!, por él no me pregunten, tengo prohibido hablar de sus
silencios (con cara de complicidad) una vez quise saber por qué metía su mano
por debajo de mi falda con tanto afecto: (imitando su voz) “a veces el silencio
es la mejor arma para el entendimiento”.
Eso fue lo que me dijo, así que yo, a callar (Con súbita expresión de dolor)
Odio estos malditos zapatos, me aprietan demasiado (Se los arranca
enérgicamente y los lanza contra la pared) ¡Aprended a cuidarme atajo de
necios! sólo servís para recordarme que tengo unos pies feos ¡Os meteré en un
armario oscuro cerrado bajo llave para que os replanteéis vuestra
utilidad!...(corrigiendo su voz desorbitada)... que en cualquier caso no es
joderme viva. (Mirando de nuevo al frente, un tanto
avergonzada) Disculpen mi tono elevado y carente del más mínimo decoro pero soy
tan imprevisible como Adán en un huerto de manzanos. Sí, ciertas personas me
acusan de ser una mujer de carácter, pero yo prefiero definirme rotunda en la
acción e inflexible en la palabra.
JEAN-PIERRE: ¡Mááá!.
CLAIRE: (Con la cara iluminada) Ese es Jean-Pierre, mi
hijo. Permítanme que brinde por él, porque es la alegría de mi vida. (Bebiendo
de un trago lo que le queda por beber) ¡Ya voy cariño!. (Con cierta afectación,
después de humedecer sus labios) Hay cinco segundos en mi memoria que morirán
con mi expiración, los cinco mágicos segundos que Dios me regaló al depositarlo
en mis brazos por primera vez. Mientras le miraba en la bruma de mi dicha,
escuchaba los sollozos de aquellos que lamentaron su existencia. El nació sin
llanto, ni movimiento, ni cara despierta; pero a cambio de mi abrazo protector
me ofreció una sonrisa. Ellos deseaban su muerte, sus felicitaciones eran la
invitación para un requiem clandestino en su honor. Ellos deseaban lo mejor para
mi..... Pero cómo podían siquiera pensar algo así. Yo me comprometí con su
sonrisa, juré protegerla de injurias y falsas amistades... (emocionándose en el
transcurso de su narración) tenía su palpitar reposando en mis pechos de amor
insobornable; a mi alrededor, una jauría de rostros desencajados, censuraba mi
intención de entrega para toda la eternidad....”La eternidad a cambio de un
monstruo”, decían.....Tuve que ignorarlos. Le miré fijamente a los ojos y le
dije, escúchame: (cerrando los ojos) “ Escalaré las paredes del infierno para
darle calor a tu cuerpo, cerraré con cremalleras las bocas sedientas de tus
lágrimas, no habrán miradas que se posen en tu piel de alabastro, ni pecados
que tienten tus pensamientos en la oscuridad, nadie tocará tus manos para robar
caricias y si alguien comete el error de juzgarte, castigaré su torpeza en el
primer crepúsculo, condenándole a recitar mil formas diferentes de pedir
perdón... (Mientras pronuncia estas palabras, que suenan a sentencia, sus
manos se irán agarrotando y su mirada se tensará en exceso)...hasta que su
voz sea un leve susurro tan inofensivo como tu aliento”
JEAN-PIERRE: ¡Máááá!.
CLAIRE: (Secándose alguna lágrima
involuntaria) ¡Ya voy, espera que tengo visita!. En cuanto tenga un rato se lo
presento, verán que es encantador. (Respirando ansiosamente) Brindaría por
Paul, mi marido, pero está débil del corazón y festejar es sinónimo de
excitación; el médico le ha prohibido todo contacto con la efusividad. Yo ya
estoy acostumbrada, aunque a veces tengo ganas de recordarle que no es un
muñeco de cuerda, no sé si me entienden...domingo, 30 de junio de 2013
TEATRO, LO MÍO ES PURO TEATRO
Llegando al final de un camino largo y elaborado, vislumbro finalmente la luz... Todo un año de experiencias escénicas dejan su fruto y la verdad... entre nosotros... estoy exhausto. La docencia es un acto de generosidad y la teatral añade al esfuerzo de la enseñanza, la capacidad de ponerse en la piel del otro, la psicología en el trabajo, la paciencia y el espíritu organizativo. Con todo lo sacrificado que resulta a lo largo de una jornada de doce horas... hoy, aquí y ahora, me sigue compensando. Esa es la verdad. Me continúa fascinando ser partícipe directo de todas las fantasías que cobran vida en la escena y viven y reviven en las mentes, emociones y sensibilidades de los espectadores. Hoy, a punto de cerrar un nuevo capítulo profesional repleto de vivencias, os quiero dejar con retazos de lo que es, ha sido y será un año de teatro, por que lo mío, ya sabéis, es puro teatro. Besos y entended mis silencios, desde esa perspectiva. Os quiero.
lunes, 13 de mayo de 2013
STOCKHOLM
LIV:
¿Por qué? (Sven ni se inmuta. Después de
un silencio) ¿por qué? No lo entiendo (Sven
se hurga en un diente) ¿quién es ella? (Sven
mira a un punto fijo) ¿y dónde la has encontrado? (Sven suspira profundamente) ¡Habla! No te quedes callado ¿Ha sido
como conmigo? No lo creo, parece delicada (Sven
bebe un trago prolongado de su cerveza y luego entrelaza sus dedos) No hay
lugar para princesas en los tugurios ¿por qué la has traído aquí, no tienes
suficiente con una sola, eh? (Sven
resopla, silencio) Deben resultarte atractivas las noches de tormenta. Parece
que el ritual se repite una y otra vez (Pausa)
Hoy es como aquella noche, aquella en la que decidiste que yo no merecía
una vida al uso, esa vida inestable e inapropiada, pero mía al fin y al cabo. Así
se inicia todo, puedo reconocer sus huellas en mí. Una puerta abierta a la
caza, el instinto despierto, las manos candentes, el vacío asolando las
entrañas. No hace falta mucho más ¿verdad? Bueno, sí, claro… la humedad y el
frío son activos inmejorables para anestesiar a la presa, el remate final, ese
eslabón con el que la mayoría no cuenta. La climatología siempre adversa, porque
mira que en esta ciudad hace frío, joder. Las personas perdemos algo de raíces
cuando el suelo es deslizante, algo de alma cuando falta la calidez habitual y
toda la perspectiva si los pies se convierten en una extensión del eterno manto
blanco. Aletargados, con las ideas tan congeladas como la planta de los pies,
somos igual que el animal herido que procura disimular su flaqueza caminando a
la desesperada y escapando de una amenaza aún sin definir. No nos diferenciamos
tanto de los animales, es un hecho. Si nuestra debilidad llega a hacernos reconocibles
en la distancia, resultamos un primer plato exquisito y un blanco llamativo
entre la nieve, difícil esconderse, estamos expuestos como el antílope al león
o el… ¿cómo coño se llamaba el bicho ese?
SVEN:
¡El ñú!
LIV:
Eso, como el maldito ñu que cruza un estúpido río perdido en la sabana para ser
pasto de los cocodrilos… Su destino es conocido por todos los que observamos la
tragedia. Despierta nuestra compasión, pero no estimula nuestra reacción. Qué
fácil resulta así, con barrera, con distancia, sin comprometerse… Pero la
cruzada es inevitable. Todo está escrito ya y todo sucede como se espera que
suceda. El ñu que se aparta un centímetro de la manada cae. Crujiente bocado
entre colmillos y coletazos, torsiones y escamas… Así es también como caen quienes
piensan que están en el lugar y momento apropiados, un pensamiento fugaz y
desesperado para no caer vencidos ante los propios temores. Como los ñus frente
a los cocodrilos, capaces de reconocer la respiración del predador, guiados por
su instinto, podrían incluso alterar ligeramente la dirección de su trazado,
darse la vuelta y salir huyendo, sin embargo… no se apartan del rumbo definido…
como haría cualquier humano, como yo aquella noche, como ella hace unas horas…la
confusión va por dentro, la lluvia mortifica y el hielo paraliza los huesos. Resistencia
cero, el cuerpo jamás responde. Es tan fácil privar de aliento a quien está
tiritando, un golpe seco, un susto seco, el residuo de una mirada sin vida bajo
la luz de una farola a la que ni siquiera se estima, porque tampoco se estima
esa calle sin tránsito, ni el silencio imperturbable de la ciudad durmiente. Porque
el problema de todo es que no se estima nada ¿Se puede vivir sin estimar nada
ni a nadie? ¿Cuál es la razón de que el mundo duerma cuando se le necesita? (pausa) Yo planeaba escaparme de casa
aquella noche, buscaba motivos para convencerme de lo contrario y tú, en algún
recóndito lugar de tu subconsciente, lo sabías… lo sabías y acudiste a mi
llamada, tu sombra se ocupó de ocultar la única luz que me daba luz, el único
destello que hubiera permitido rectificar mis pasos a tiempo, guiarme entre todos
esos cocodrilos predadores sueltos en mi cabeza… Hoy es una de esas noches y
sigo sin comprender por qué me elegiste y mucho menos por qué la has traído a
ella…
Fragmento de la pieza Stockholm. 2013
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