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jueves, 29 de octubre de 2015

MURIEL COLLIGAN

     


    Nacida en Doonberg, una pequeña localidad costera del Oeste de Irlanda, su infancia fue marcada por la impronta de una familia desestructurada, con un padre alcohólico y maltratador, dos hermanos en la cárcel tras ser interceptados en el puerto con un cargamento de tabaco de contrabando y una madre con depresión crónica diagnosticada. El fracaso escolar fue ese poderoso estigma que la condujo casi irreversiblemente hacia el puesto de pescadera que regentó durante varios años en la lonja del pueblo. Conoció a Dermot O'Reilly, un prometedor joven de Galway con ademanes de galán y una ambición desbordante para lo comúnmente aceptado en el condado de Clare. Aquel joven vendedor de seguros, de quién se enamoró perdidamente logró, sin demasiadas dificultades, convencer a Muriel para abandonar su particular nube gris y buscar el estimable rayo de luz vital en la ciudad de las oportunidades, Londres. Muriel dejó tras de sí muchas de las razones que la hacían sentir infeliz, exceptuando a sus amigos y a su madre, a quien prometió arrancar de las zarpas de su propia negrura cuando su vida con Dermot adquiriera ciertos tintes de estabilidad. Aquel idílico plan se esfumó como la espuma pocos meses después cuando su madre falleció por culpa de una embolia fatal. Muriel se repuso lentamente bajo el abrigo de aquel hombre inquieto y afable que prometía una vida mejor para ambos... Después de varias viviendas en Londres, Manchester y Leeds, encontraron su pequeño nido de amor en una finca recién construida en la periferia urbanística de Sheffield. El futuro auguraba buenas perspectivas profesionales a Dermot, razón por la cual decidieron hacer su primera gran inversión comprando aquel apartamento. Una semana después Dermot murió en un accidente de trafico abordado por un camión cisterna en la carretera que une Sheffield con Dronfield. Muriel recibió una pensión vitalicia por el accidente laboral que arrebató la vida de su amado. El resto es la historia viva de Muriel, una senda de alcohol, soledad, abandono y una obsesión enfermiza... La casa.

jueves, 26 de febrero de 2015

LA TIERRA IDIOTA





CIUDADANO: (Vuelve a interrumpirle) ¡Que viva nuestro gran rey Rubidio Magno!
TODOS: ¡Viva!
RUBIDIO: (Fuera de sí) Por mis pantalones ajustados que no entiendo esta afronta… ¿Quién ha sido el aguerrido bellaco que ha proferido ese graznido?
CIUDADANO: (Saliendo de entre la gente) He sido yo, mi señor…
RUBIDIO: ¡Tú! Especie de batracio con piernas, da un paso adelante si no quieres que te desuelle como a una liebre.
CIUDADANO: Será un honor…
RUBIDIO: ¿Que te desuelle o dar un paso adelante?
CIUDADANO: Ambas, su majestad…
RUBIDIO: ¿Cómo que su majestad?
CIUDADANO: ¿Si prefiere vuestra majestad…?
RUBIDIO: ¿Vuestra? ¿de quién?
CIUDADANO: Pues no sé…
RUBIDIO: En todo caso tuya.
CIUDADANO: ¡Oh no, no, no… Yo no soy nada majestuoso!
RUBIDIO: Por supuesto que no lo eres cabeza de chorlito!
OTRA CIUDADANA: (Dando un paso al frente) Si me permite…
RUBIDIO: ¿Qué debo permitirle…?
OTRA CIUDADANA: Es sólo una frase hecha, está implícito que daré mi opinión sólo si usted me da el permiso…
RUBIDIO: ¡Ah! ¡Ah, sí, sí, claro! ¡Adelante!
OTRA CIUDADANA: El “Su” indica que la majestad es suya…
RUBIDIO: ¿Qué insinúa?
OTRA CIUDADANA: que es suya…
RUBIDIO: (Señalando al ciudadano) ¿De él?
CIUDADANO: (Señalándose a sí mismo) ¿De mí?
OTRA CIUDADANA: No, de usted no, de su majestad (Señalando a Rubidio).
RUBIDIO: Ya estamos…
CIUDADANO: Eso fue lo que yo dije.                              
RUBIDIO: ¿Por qué no definimos de una vez quién es “su majestad” y acabamos con esta boñiga?
CIUDADANO: Es usted…
OTRA CIUDADANA: Usted es su majestad…
RUBIDIO: No, no, no… Ustedes pretenden liarme en este asunto y les va a costar una amonestación severa, créanme. Si yo fuera su majestad hablaría de mí con propiedad y diría “Mi majestad” ¿no es cierto?
CIUDADANO: Cierto es…
OTRA CIUDADANA: Pero si quien se dirige a usted es, como se da el caso, otra persona… utilizaría la expresión protocolaría “su majestad”…
RUBIDIO: Empiezo a comprender…
OTRA CIUDADANA: …porque de lo contrario la cualidad no sería suya, sino de ese señor…
CIUDADANO: (Se señala a sí mismo) ¿De mí?
RUBIDIO: (Señala al ciudadano) ¿De él?
OTRA CIUDADANA: Efectivamente, hagan la prueba si no me creen…
RUBIDIO: Espero que no sea una nueva artimaña para liarme o de lo contrario… En fin, vuelva a saludarme cambiando el “su” por el “mi”…
CIUDADANO: ¡Será un honor mi majestad!
RUBIDIO: Será un honor, coma, mi majestad…
OTRA CIUDADANA: Eso sería lo correcto, sí.
RUBIDIO: Pero no suena bien… ¿Verdad?
OTRA CIUDADANA: No infunde respeto, sino ofensa, más bien…
RUBIDIO: Puedo notarlo…en efecto.
CIUDADANO: Si quiere puedo añadir la coma…
RUBIDIO: No será necesario.
CIUDADANO: Entonces… ¿digo su majestad?
RUBIDIO: Mejor cierras esa bocaza ante tu majestad, que soy yo… (Se dispone a cargar su arco con una flecha)       
Empieza a sonar bien la palabreja… ¡Tú, ser inmundo, te concedo el favor de la última petición…!
CIUDADANO: ¿Y tengo que decidirlo ahora?
RUBIDIO: Es estrictamente necesario. Ahora o nunca.
CIUDADANO: No se me ocurre nada.
RUBIDIO: Un último viaje en paz, entonces… sin dejar asuntos pendientes, no está mal para un mentecato…
CIUDADANO: Bueno, sí, recuérdele a mi mujer que riegue los repollos, que se me ha olvidado hacerlo con eso del sufragio…
RUBIDIO: (Le apunta con el arco) Descuida, eso está hecho. Adiós.
CIUDADANO: Adiós tu majestad.
RUBIDIO: Error. Nunca llames tu majestad a tu majestad (Dispara y el ciudadano cae en redondo).

CIUDADANO: ¡Oh, mundo cruel!

domingo, 30 de noviembre de 2014

GERDA LINDQVIST




GERDA: (Voz en off) La última vez que me abofetearon era una adolescente luminosa luciendo su corona de jazmín y orquídeas en la Midsommar de Gotland. El día más largo del año desapareció por completo en mi mejilla ante el recorrido más corto del mundo, la distancia existente entre la mano de mi padre y mi cara. Me sangró la nariz con generosidad y fingí que me desmayaba a causa del impacto. En verdad sentí tanto bochorno que mis piernas flaquearon intencionadamente para no enfrentarse a las risas indecentes de mis amigos y al hecho de estar bajo el yugo de un poder ante el que resultaba inútil rebelarse. Mi padre era una eminencia en eso de sentar cátedra y cruzarte la cara con cierta elegancia. Ese imbécil de Krogstad acaba de despertar mi conciencia dormida. Sus palabras son como la bofetada del Midsommar o las réplicas que pensé escupir alguna vez en algún evento destacable y que nunca pronuncié por pudor o por miedo a represalias. Vuelvo a ser… qué digo… sigo siendo la misma niña que necesita su cachete diario para no olvidar que toda acción tiene su consecuencia. Aleccionada, disciplinada, sumisa. Calla Gerda, tu lugar no está donde florece el laurel, eres un eslabón del sistema, sí. Intranscendente, pero necesaria. (Mirándose con crudeza y a viva voz) Gerda Lindqvist, deja de ser tan boba y quita esa estúpida cara de pena. Te odio (Se va).

domingo, 15 de junio de 2014

LA FÁBULA DE PAUL

       
     
      JEAN-PIERRE: (Con preocupación) ¡Pá, a Capitán le falta un ojo!.
       PAUL: (Resignado ante la pregunta) Ya lo sé hijo, me lo dijiste ayer...
       JEAN-PIERRE: Le falta un ojo porque se lo ha quitado; quiere verme a medias, se cansa de mirarme todas las mañanas.
       PAUL: (Que se percata de que Jean-Pierre tiene un cordón desatado) Tienes que entender a Capitán, a veces se hace difícil soportar la misma cara todas las mañanas (Atándole el cordón) y más si consideramos que tú le estrujas contra tu cuerpo para que te vea en primer plano.
       JEAN-PIERRE: Yo quiero a Capitán igual que tu quieres a mamá, pero mamá no se ha arrancado el ojo para verte a medias.
       PAUL: (Parándose en seco y mirándole con perplejidad)... Eso es porque, verás.....los ojos no son tan importantes. Si mamá pudiera quitarse los ojos sin quedarse ciega, no te quepa duda que se los arrancaría por mí.
      JEAN-PIERRE: (Enfurruñado) No te creo.
       PAUL: ¿No te he contado nunca la historia del oso que tuvo que arrancarse un ojo para comprender que ser peluche no sólo era gratificante sino que además resultaba una honorable labor?
       JEAN-PIERRE: No.
       PAUL: (Adoptando un tono narrativo) Pues entonces escúchame con mucha atención. Voy a contarte una historia que sucedió hace tanto que no existe ser humano en la tierra capaz de recordarla (carraspeando) exceptuándome a mí, claro (Improvisando claramente)...
Cuentan que en un diminuto pueblo, alejado de la inmundicia de la era moderna, vivió un niño llamado François al que todos conocían como “el coleccionista” por su desmedido hábito de coleccionar cosas....
       JEAN-PIERRE: (Agitándose en su silla) ¡No me gusta esta historia!.
       PAUL: (Cogiéndole de la mano) Escúchame y verás. François tenía toda su habitación profusamente decorada por toda clase de artículos de colección y ¿sabes por qué? (Jean-Pierre gruñe negativamente) pues porque pensaba que así no se le escaparía el tiempo... chicles secos, unicornios en miniatura, fotografías borrosas que encontraba entre la basura del laboratorio de fotos, exámenes suspendidos, cada nueva palabra aprendida, calcetines rotos, dibujos de cementerios, tarros de mostaza, mosquitos que le habían picado, piedras feas, mapas meteorológicos de todos los días de un año, coladores de colores, trapos de cocina tocados por su abuela y muchísimas cosas más...que mi memoria no pudo retener cuando mi padre me sentó en sus rodillas y me contó esta historia.
       JEAN-PIERRE: No te creo ¡tú sólo quieres que no me ponga triste!
       PAUL: (Conciliador) Por supuesto que no quiero verte triste, pero déjame terminar por favor....No sé dónde estaba... ¡ah sí! François tenía tantas cosas repetidas en su habitación que resultaba, cuando menos paradójico, que hubiera sólo un osito de peluche (Excitándose ante su propio relato) El osito se sentía diferente a todos los demás por no encontrar a su lado a nadie que se le pareciera; estaba tan harto de ser un trozo de tela rellena de algodón, tan harto de estar al servicio de la estupidez, que pensó en arrancarse los ojos para no tener que soportar el castigo constante de estar siempre feliz.... sin haberse sentido así jamás.
       JEAN-PIERRE: (Movido ahora por la curiosidad) Páá ¿y qué le pasó al osito?.
       PAUL: Se arrancó, casi sin pestañear, el ojo izquierdo y cuando se disponía a cercenar el contiguo, quiso la providencia que el niño cogiera el ojo amputado del oso, que yacía sobre la cama, y lo introdujera en una bolsa bautizada con la etiqueta “ojos simpáticos de muñecos tuertos”. Fue entonces cuando el oso comenzó a ver con claridad la importancia de ser un peluche de sus características, amigo fiel, mudo y tuerto del, sin lugar a dudas, coleccionista más extravagante del planeta (Jean-Pierre comienza a gimotear y Paul entra en una fase desmesurada de exaltación) ¡cómo iba a arrancarse el otro ojo cuando algo hermoso acababa de nacer! su pecho explotaba de júbilo, su ojo izquierdo formaba ya parte de aquella habitación, del alma de un genio virtuoso en el coleccionismo de cosas extraordinarias (Jean-Pierre comienza a llorar y Paul continúa su discurso cada vez más enardecido) un poderoso sentimiento de orgullo se apoderó del corazoncito de nuestro bobalicón amigo y su perenne sonrisa tuvo sentido por primera vez en toda aquella vida de peluche ¡Se sentía feliz! (Levantándose con el puño en alto) Y así, con lágrimas de algodón en su ojo derecho y el espíritu rebosante de dicha, pensó que nunca más volvería a ser algo distinto de lo que era”...FIN.
       JEAN-PIERRE: (Llorando con desconsuelo) Pá, Que historia más bonita. Me gustan las historias alegres y bonitas.
       PAUL: (Satisfecho por el relato, limpia la cara de su hijo) Sabía que te gustaría.
       JEAN-PIERRE: Pero yo no colecciono ojos de muñecos y Capitán se quedará triste otra vez porque yo no sé hacer que se sienta feliz.
       PAUL: (Sacando una bolsa de su bolsillo) Se me olvidó decirte que François dejó esto para ti...
      JEAN-PIERRE: (Con excepticismo) Pero páá, ese niño tiene que estar muerto, antes dijiste que esta historia sucedió hace mucho tiempo. Seguro que me estás contando una de tus mentiras.
      PAUL: No, porque sabes qué, François es un personaje y los personajes nunca mueren (Acercándole la bolsa) Anda, mete aquí el ojo.
      JEAN-PIERRE: (metiendo el ojo en la bolsa. Seriamente afectado) Esa historia me recuerda a mí, yo tampoco sé que hago aquí sentado, me gustaría morirme mañana porque no me entiendo, no, no, no, no entiendo esta silla ,ni tus palabras de libros para listos.          PAUL: (Sorprendido por la reacción) Pero hijo, yo sólo quería...
      JEAN-PIERRE: Tu sólo querías que no me pusiera triste pero siempre olvidas que las historias bonitas me ponen muy triste porque la mía es fea y porque tengo un muñeco que se ha arrancado un ojo para verme a medias...

           

              Fragmento de la pieza "68" estrenada en el año 2009.

       

martes, 8 de abril de 2014

LA VERDAD DE ANNA ALEXANDROVNA


ANYA: No quise casarme con él, contrariando otras voces menos reconfortantes. Andrei era mi amado, elegido entre pretendientes perfumados, me quedé con el único que olía a tierra y a sal. Era de verdad y me quería por encima de mi nombre y de mis ideas. Aquella mañana se apartó de mí con un sigilo casi felino, agazapada entre sábanas y olores todavía en vigilia, fingí no escuchar lo que susurró en mis oídos antes de cruzar el umbral de la puerta… Dijo: No hay un ahora más cierto que éste. Me besó la mejilla y se fue. Yo sonreí saboreando el exquisito gesto de quien sabe conjugar palabras y afectos sin resultar solemne. Sus pasos resonaron en mi pecho como una despedida… lejanos y nítidos. Pero yo no pensé en nada más. No quise dar rienda suelta a la intuición. Tan sólo cerré los ojos y me sumergí en mi vientre, dispuesta a recoger cualquier estímulo reconocible del pequeño Sasha.  Bien entrada la tarde tocaron a la puerta. Dos señores de expresión recia hablaron en silencio, asistiendo al derrumbamiento de un alma incapaz de aceptar que su intuición era cierta. Sólo me entregaron una nota escrita con prisa y violencia. Andrei Petrov ha sido abatido a tiros en la calle Sadova. Causa del incidente desconocida. Después de dejar en mis manos su reloj y su libreta, los señores se marcharon con la cadencia indolente de un buitre que ya ha desollado el esqueleto. Desde aquel entonces escuchar el sonido de los pasos en la lejanía paraliza mi tiempo. Andrei era un creador, inofensivo en la acción pero tan efectivo en la oratoria. Tendrías que haberlo visto contagiando su credo a escépticos y transeúntes. No tenía mesura, se entregaba a su causa sin temor. Quería una Rusia libre, ese fue su pecado. Pero aquella mañana blanca de noviembre todo se tiñó de rojo. Andrei yaciendo en la calle Sadova y yo expulsando la posibilidad de Sasha, retorcida en el suelo por las convulsiones de dos dolores insoportables. Andrei y Sasha se esfumaron juntos aquel día de incertidumbres. Y la joven maestra que respiraba deseos, impulsos vitales, proyectos repletos de expectación… Tuvo que retirarse discretamente para no enaltecer un sufrimiento inútil que asustaba a los niños, enfangando mi ánimo y enterrando la cordura entre los libros.

Fragmento de la pieza: "El legado" 2014.

lunes, 3 de febrero de 2014

LEA HORWITZ (LA JOVEN DEL VÍSTULA)



   Ella permanece mirando el suelo. Ríe o gime. Oculta su tez con una larga y oscura melena.

He despertado bañada en orín, mi piel mancillada por las tormentas de un mal presagio. No sé si fue un sueño, uno de esos malos sueños. Recuerdo haber tiritado antes de nadar en la laguna de mis pensamientos. En ocasiones me sucede que olvido voluntariosa lo que me aleja de estar viva, pero se me hace urgente aterrizar en algo concreto, tengo miedo de perderme. Creo que fue el olor a humedad. No, fue la mirada huidiza de una mujer abrazando a su pequeña con actitud recia. No, tampoco es eso. La memoria me traiciona en el instante vital. Sí, es de vital importancia encontrar la clave que desvele el inverosímil estado  en el que me encuentro. Los seres latentes corren el riesgo de aprisionarse en una ensoñación, de ahí a la eternidad hay sólo un paso. Es preciso recordar, despejar la niebla de esta congoja. Una bandada de golondrinas anida en mi nuez desde que experimenté el significado del rubor y es una sensación persistente. Quiero llorar, pero estoy seca. Espera, ya está. Lo puedo ver. El manto blanco apenas deja distinguir la silueta de los trenes. Los perros ladran, la gente ha perdido todo resquicio de dignidad, actúan como animales lanzando sus bramidos mientras buscan cobijo. Pero los hombres lobo asedian y los perros aúllan sin cese. No es fácil hacerse invisible entre gigantes de expresión torcida. El rebaño entra sumiso en el redil. Nadie hace nada distinto a lo que se espera de nosotros. La conformidad se asienta calmadamente y la bienvenida está planificada. El nuevo hogar se llama infierno; no será peor que respirar durante días la inmundicia del hombre, aglutinados en un vagón de mercancías. No, qué digo, es imposible que exista un paraíso tras nada que sea tan gris como ese Treb... Soy incapaz de pronunciar su nombre. Me pesan los brazos. Me pesan también los dientes. Nunca creí que diría algo así; siento que he estado besando los residuos de la humanidad y que la humanidad ha rasgado mis labios con una lija. Siento haber estado masticando tierra y vomitando heces durante días. Siento que el alma se ha fugado con mi ideal de mujer libre. Eso quiere decir que estoy atrapada. No, eso quiere decir que me han atrapado. Me separan bruscamente de Mija, el último eslabón que da sentido al todo, me abandona desnuda ante la nada. Su gesto, lo conozco bien, es el de haber soltado con demasiada prontitud mi mano endeble. Un rastro de traición se dibuja en su rostro, me busca entre la masa ingente de animas a la deriva, pero es tarde para enderezar el destino, no es lícito un tiempo de lamentos. Mija grita henchido de rabia; un animal más, con su herida mortal sangrante, llamando a la cría, a su hermanita. Cierro los ojos y me estremezco ante su languidez. Mis padres se romperían al vernos así, si la tierra no se los hubiera tragado ya. Quién sabe si esa tierra no hará lo mismo con nosotros. No llores, las lágrimas son imágenes volátiles, se evaporan con facilidad; desaparecen un día u otro mientras el dolor permanece implacable, como esa primera canción aprendida que siempre queda incrustada en algún recoveco del cerebro. Queda el confuso sonido de Mija en la lejanía. Yo no me puedo romper. Creo desvanecer, pero no hay tregua. Me arrastran a un cuarto tan frío y doliente como logro percibirlo en estos instantes. Rasgan mi escaso ropaje. Siento las manos lascivas de un extraño sobre mis pechos aún intactos, perturbados antes de hora. Nadie pidió turno. Mi carnet de baile continúa vacío, señor. Pero las manos ya estaban allí, abarcando mi torso con un vigor desconocido y pútrido. Empiezo a recordar. Una mirada glacial clavando la punta del iceberg en mis pupilas y su miembro en aquello que pensé sería mi gran descubrimiento de un futuro cercano. Babea, gime a veces, si cierro los ojos me hace pensar en un bebé enfermizo privado del maternal alimento. Pero es efímero. Continúan siendo rabia, sacudidas y mi inocencia desvestida sobre una mesa de titanio. El frío me evade. Voces, voces que celebran la mueca inevitable de la joven del Vístula y el exilio de mi voluntad. Otras manos, otros deseos sucios, otras babas. Una mirada pétrea y luego una asustada. Una expresión de no querer queriendo. Una bofetada en la mejilla más pálida y un puñetazo en la boca del estómago y mis nalgas emulando las cascadas de Kamienczyk, rojo bermellón reptando por las paredes escarpadas y coágulos en mis piernas. Ellos no tienen un motivo, mi cuerpo abierto les eleva a la enajenación. Estoy cansada de ser un juguete. Pero el juego todavía perdura. Siento palpitar los callos de mis manos, como si la tierra trabajada proclamara mi venida, mi pronto regreso al hogar, a ese pueblo que dejé atrás en el ocaso de mi dicha. Me invade una enorme tristeza, la tierra que hay bajo mis pies es tan solo una fosa común. Lo sé. No es muy común tener esta clase de sensaciones repicando en la cabeza. ¡Dios mío! siempre amé la tierra, pero no de esta manera. No así. Mis manos son más viejas que mi piel, pero menos que mi mente. Intuyo que tal vez sea ya tarde para cambiar eso de mí. Después de perder mi único secreto, bajo el peso de los que sólo querían besar mis labios, la joven es precozmente amputada de mí. Me afeitan la cabeza y rasuran mis ideas asustadas. Ahora puedo sentir el vacío. Los llantos de otras mujeres son sólo el eco de una lírica macabra, los escucho pero estoy de viaje y sólo percibo que no volveré a ser la chica desgarbada con trenzas que despertó la curiosidad de los hombres. Despiojada. Ya está. Un trámite escudando otra verdad.
    Los días pasan y me transmuto imperceptiblemente, dejo de ser la niña y comienzo a ser una mujer inerte. Una caminante sin propósitos; de nada sirve ya el instinto, agazapado entre madrugadas de escarcha y noches de insomnio. Despierto por la mañana con una melodía acariciando la conciencia de otro tiempo mejor. Sonrío. Nunca había sucedido en aquel lugar y nunca más se repetiría. Resuena en mi memoria la melodía del abuelo. De niños, Mija y yo escuchábamos, imperturbables, aquella canción que hablaba de un pueblo sin tierra buscando ser libre.
Itzjak, con sus mejillas sonrojadas, por el anhelo de aquella tierra inexistente, cantaba hasta la extenuación y luego bebía su Dwójniak en vaso ancho. Bebía con deleite a pesar de las recriminaciones de la abuela. Empiezo a ver con nitidez, fue esa mañana cuando mi aliento se cortó de cuajo. Yo tarareo sin pensar la canción del abuelo, eso es. Una mala vibración me estremece de talón a nuca, un escalofrío inquisidor, una idea funesta dibujando mi cuerpo desnudo bajo tierra. Y mis callos hormigueando de nuevo. La llamada. Otra vez. Entran a buscarnos con delicadas maneras, algo inhabitual durante la estancia forzada. No aúllan, ni escupen, ni nos miran a los ojos. Confeccionan su acostumbrada comparsa de marionetas sin alma, en orden y en silencio. Caminamos con la cabeza gacha mientras miramos como las huellas de nuestros pasos casi no dicen nada, son invisibles, inexistentes. Tengo un mal pálpito, no quiero esfumarme. Nos meten en una de esas naves, protagonistas de tantas leyendas, donde uno se siente envasado al vacío, porque no queda aire que respirar, porque las personas se comprimen en una abigarrada escultura de carne, piel y hueso. Todos miramos hacia arriba, la respuesta al enigma, tantas veces nombrado, gotea todavía de las duchas mal cerradas. Pienso en la oscuridad como inquilina precedente y me invade el horror. Las puertas resuenan con el estruendo de una caja hermética. Gritan, gritan y golpean las paredes. Todos aquellos cuerpos escuálidos y aún sonrosados están fuera de sí. Yo no me muevo. Yo sólo rezo. Ellas se quiebran y yo soy testigo mudo de su dolor. Les diría que es mejor dejarse llevar, pero verlas así, batallando contra gigantes, contra hombres-lobo, me da tranquilidad. Pienso en sueños plácidos junto a una chimenea, en Itjzak y en la senda que bajaba al río. Pienso en lo que hubiera sido de mí si no hubieran truncado mis ilusiones con una visita inesperada. Pienso en Mija y en mis padres, bendecidos bajo la luz de este amor que me aprieta tanto. Creo que fue el amor universal, sí, ahora sé que fue eso lo que sentí. Me abracé desesperada a una extraña, le besé sin pudor en los labios y expresé mi alegría por haberla conocido. Ella rió y lloró a la vez. Le acaricié el pelo y brotó algo mágico entre mi pecho y su mirada trémula. Cerré los ojos. No quise ver el color de una despedida. Preferí ser una estatua muda con sueños de otra vida. Me llamo Lea Horwitz, pero prefiero que recuerden a la joven del Vístula.

Mi pequeña jovencita nació físicamente el pasado 1 de Febrero en la Sala de Camí de Nora (Sagunto)... Donde espera reposar su alma durante, al menos, 1 mes y medio... Viernes y sábados a las 21h. Por si alguien pasara por allí... Besotes.

lunes, 13 de enero de 2014

MORDRED




MORDRED: ¡Bienvenida…! Extraña palabra pronunciada entre mis labios. Bienvenida (Ríe) Como si fuera posible integrar el significado del concepto sin más. Como si de repente pudiera olvidar que mi existencia es la triste consecuencia de un propósito que no me pertenece. Sentir afecto es alienante, no produce nada en mi piel y desconozco si es por la carencia o la inapetencia. Soy fruto de la ira y de la ambición ¿cómo podría transformar mi sino en alma o pasión siendo hija de la oscuridad? Hoy, en cambio, es diferente, noto un nuevo palpitar en las vísceras, un estertor de vida, un porqué, una salida. He encontrado mi sitio, mi primer lugar, mi única verdad. Esto es sólo un paso hacia lo que espero de mí, sin filtros ni aditivos. Soy Mordred, al menos empiezo a serlo. Soy Mordred y quiero seguir aquel instinto amputado de la niña que fui, para entender mi búsqueda del ahora ¿No es ese el sentido real de existir? ¿Es eso lo que nos diferencia de los animales? No, no quiero ser un cuervo… Sin embargo siento mis alas negras y puedo respirar la tempestad. Pero no, no soy un cuervo. Sólo necesito un indicio, una pista que me haga comprender la inclinación de la balanza. Podría hacer de mí un ser polar e inabarcable. Mi bondad podría ponderar las excelencias de una vida en paz, mi oscuridad, sin embargo,  prepararía sin dificultad el camino de la codicia. Se llamaba Mordred, empezó de cero y acabó construyendo sus éxitos en soledad, pero sin conflictos ¿Es eso lo que quiero? Tengo la certeza de que podría sacrificar una parte de mí sin remordimientos, pero ¿Cómo? Habla destino, no permitas que camine a la deriva cuando dispongo de unas riendas…




Fragmento de la pieza "Kamelot" estrenada en 2011.

domingo, 8 de diciembre de 2013

LA INTIMIDAD DE MIJA




El judío está lavándose en un barreño de escasa amplitud. Se encuentra a solas en una habitación oscura y húmeda. El agua está fría y tararea una canción. Se muestra ausente, su cadencia le delata.


MIJA: Quiero ser el niño que un día se encuentra con su sombra; el mismo que hace creer a todos que está loco pero que, en el máximo exponente de la cordura, se protege del peligro de implicarse con sus propias emociones. Quiero despertar siendo ese niño que inventa un amigo, un inocente y dócil acompañante que en nada contraría, que siempre hace por escuchar y que nunca desaparece del todo. Ahora mismo estaría aguantando vómitos y tormentas sin importarle lo más mínimo, sin dolor ni reproches. Su rostro no se sentiría incómodo al sentir palabras de desaliento, yo lo notaría sólo con verlo. Nos tocaríamos sin tocarnos, nos amaríamos en cada anochecer como dos amigos que necesitan experimentar con sus cuerpos. Jugaría con él a crear formas del todo imposibles y nos reiríamos de las batallas perdidas, ayudados por la composición de un elefante con dos trompas. Dibujando figuras en el vacío, dejaría de pensar que me siento así. Vacío. Siempre pensé que la vida sería algo diferente a una tortura. No es que respire compasión, es que pienso que el sentido de mis días ha sido lapidado y sepultado bajo los escombros de una casa en ruinas. Una vez rota y desvencijada, todo es silencio. Perezco lentamente invadido por inevitables preguntas. Pienso que allí, en ese contenedor de deshechos que es el alma, nadie buscará objetos perdidos, recuerdos, maletas, ropas que no hayan sido dañadas. Era vieja y ya no estaba habitada, dirán. Después de un rato asomaré la vista entre dos vigas de madera. Nadie en el horizonte. Sencillamente se habrán marchado todos. Ninguna nota bajo el felpudo. No han querido saber, no han indagado las causas, hay cosas más importantes que una casa en ruinas. Y yo me pregunto ¿Cómo puede un ave Fénix resurgir de sus cenizas cuando no existe la motivación vital? Soy un punto y a parte, en la historia, en mi historia. Construirme a mi mismo es un deseo que nace y muere en mí y esa es demasiada carga para un niño grande sin sombra. Quiero cerrar los ojos un instante, encontrar una sola idea que me aleje del deseo de permanecer escondido en la desidia. Los hombres deben construir su destino ¿Pero qué pasa si el destino ha sido alterado sin contemplaciones? ¿Cómo puedo ser hombre, si me han hecho sentir residuo? ¿Cómo abandono al niño herido si el hombre no ha podido vivir su tiempo? ¿Qué hago cuando la ausencia quiera abrazarme?

Fragmento de "La joven del Vístula". Enero 2.011.

domingo, 27 de octubre de 2013

LA VIE EN ROSE





CLAIRE: ¡ Brindo por mi vida ¡ paradigma de buen gusto y savoir faire. Brindo por ser feliz en el planeta de las miserias y por no haber vendido ni un solo palpitar a los fanfarrones que persiguen buena voluntad (tose) Por las tardes sin horizonte y los horizontes que llegaron siempre tarde. Brindo por haber matado mil ideas estúpidas que hubieran hecho de mi una persona distinta, por mentir para salvar a la niña que nunca pude ser, por guardar en un bote oxidado los besos que nadie robó, por enterrar vivos los sentimientos que en una ocasión parecieron florecer allá en ninguna parte...Brindo por... hummm...¡y yo que coño sé por qué brindo! Brindo porque ya no quedan vecinos en la finca, todos marcharon, incluida la señorita Paulette que taladraba nuestros tímpanos con su ferviente deseo de ser cantautora. Brindo porque sí...¿no es ese suficiente motivo? (Después de una pausa necesaria) Brindo por mis padres que están en el cielo (mira hacia arriba con prudencia y levanta la copa, orgullosa). Por ti mamá, que supiste enseñarme todo lo que sé y lo que más valoro en ésta terca vida...Ser una buena mujer, sí señor, eso es....¡Por ti! (mirando hacia la cuarta pared) ¡Shsss!, por él no me pregunten, tengo prohibido hablar de sus silencios (con cara de complicidad) una vez quise saber por qué metía su mano por debajo de mi falda con tanto afecto: (imitando su voz) “a veces el silencio es la mejor arma para el  entendimiento”. Eso fue lo que me dijo, así que yo, a callar (Con súbita expresión de dolor) Odio estos malditos zapatos, me aprietan demasiado (Se los arranca enérgicamente y los lanza contra la pared) ¡Aprended a cuidarme atajo de necios! sólo servís para recordarme que tengo unos pies feos ¡Os meteré en un armario oscuro cerrado bajo llave para que os replanteéis vuestra utilidad!...(corrigiendo su voz desorbitada)... que en cualquier caso no es joderme viva. (Mirando de nuevo al frente, un tanto avergonzada) Disculpen mi tono elevado y carente del más mínimo decoro pero soy tan imprevisible como Adán en un huerto de manzanos. Sí, ciertas personas me acusan de ser una mujer de carácter, pero yo prefiero definirme rotunda en la acción e inflexible en la palabra.


      JEAN-PIERRE: ¡Mááá!.

CLAIRE: (Con la cara iluminada) Ese es Jean-Pierre, mi hijo. Permítanme que brinde por él, porque es la alegría de mi vida. (Bebiendo de un trago lo que le queda por beber) ¡Ya voy cariño!. (Con cierta afectación, después de humedecer sus labios) Hay cinco segundos en mi memoria que morirán con mi expiración, los cinco mágicos segundos que Dios me regaló al depositarlo en mis brazos por primera vez. Mientras le miraba en la bruma de mi dicha, escuchaba los sollozos de aquellos que lamentaron su existencia. El nació sin llanto, ni movimiento, ni cara despierta; pero a cambio de mi abrazo protector me ofreció una sonrisa. Ellos deseaban su muerte, sus felicitaciones eran la invitación para un requiem clandestino en su honor. Ellos deseaban lo mejor para mi..... Pero cómo podían siquiera pensar algo así. Yo me comprometí con su sonrisa, juré protegerla de injurias y falsas amistades... (emocionándose en el transcurso de su narración) tenía su palpitar reposando en mis pechos de amor insobornable; a mi alrededor, una jauría de rostros desencajados, censuraba mi intención de entrega para toda la eternidad....”La eternidad a cambio de un monstruo”, decían.....Tuve que ignorarlos. Le miré fijamente a los ojos y le dije, escúchame: (cerrando los ojos) “ Escalaré las paredes del infierno para darle calor a tu cuerpo, cerraré con cremalleras las bocas sedientas de tus lágrimas, no habrán miradas que se posen en tu piel de alabastro, ni pecados que tienten tus pensamientos en la oscuridad, nadie tocará tus manos para robar caricias y si alguien comete el error de juzgarte, castigaré su torpeza en el primer crepúsculo, condenándole a recitar mil formas diferentes de pedir perdón... (Mientras pronuncia estas palabras, que suenan a sentencia, sus manos se irán agarrotando y su mirada se tensará en exceso)...hasta que su voz sea un leve susurro tan inofensivo como tu   aliento”                                                                                                                                          JEAN-PIERRE: ¡Máááá!.
        CLAIRE: (Secándose alguna lágrima involuntaria) ¡Ya voy, espera que tengo visita!. En cuanto tenga un rato se lo presento, verán que es encantador. (Respirando ansiosamente) Brindaría por Paul, mi marido, pero está débil del corazón y festejar es sinónimo de excitación; el médico le ha prohibido todo contacto con la efusividad. Yo ya estoy acostumbrada, aunque a veces tengo ganas de recordarle que no es un muñeco de cuerda, no sé si me entienden...


domingo, 30 de junio de 2013

TEATRO, LO MÍO ES PURO TEATRO





Llegando al final de un camino largo y elaborado, vislumbro finalmente la luz... Todo un año de experiencias escénicas dejan su fruto y la verdad... entre nosotros... estoy exhausto. La docencia es un acto de generosidad y la teatral añade al esfuerzo de la enseñanza, la capacidad de ponerse en la piel del otro, la psicología en el trabajo, la paciencia y el espíritu organizativo. Con todo lo sacrificado que resulta a lo largo de una jornada de doce horas... hoy, aquí y ahora, me sigue compensando. Esa es la verdad. Me continúa fascinando ser partícipe directo de todas las fantasías que cobran vida en la escena y viven y reviven en las mentes, emociones y sensibilidades de los espectadores. Hoy, a punto de cerrar un nuevo capítulo profesional repleto de vivencias, os quiero dejar con retazos de lo que es, ha sido y será un año de teatro, por que lo mío, ya sabéis, es puro teatro. Besos y entended mis silencios, desde esa perspectiva. Os quiero.













lunes, 13 de mayo de 2013

STOCKHOLM





LIV: ¿Por qué? (Sven ni se inmuta. Después de un silencio) ¿por qué? No lo entiendo (Sven se hurga en un diente) ¿quién es ella? (Sven mira a un punto fijo) ¿y dónde la has encontrado? (Sven suspira profundamente) ¡Habla! No te quedes callado ¿Ha sido como conmigo? No lo creo, parece delicada (Sven bebe un trago prolongado de su cerveza y luego entrelaza sus dedos) No hay lugar para princesas en los tugurios ¿por qué la has traído aquí, no tienes suficiente con una sola, eh? (Sven resopla, silencio) Deben resultarte atractivas las noches de tormenta. Parece que el ritual se repite una y otra vez (Pausa) Hoy es como aquella noche, aquella en la que decidiste que yo no merecía una vida al uso, esa vida inestable e inapropiada, pero mía al fin y al cabo. Así se inicia todo, puedo reconocer sus huellas en mí. Una puerta abierta a la caza, el instinto despierto, las manos candentes, el vacío asolando las entrañas. No hace falta mucho más ¿verdad? Bueno, sí, claro… la humedad y el frío son activos inmejorables para anestesiar a la presa, el remate final, ese eslabón con el que la mayoría no cuenta. La climatología siempre adversa, porque mira que en esta ciudad hace frío, joder. Las personas perdemos algo de raíces cuando el suelo es deslizante, algo de alma cuando falta la calidez habitual y toda la perspectiva si los pies se convierten en una extensión del eterno manto blanco. Aletargados, con las ideas tan congeladas como la planta de los pies, somos igual que el animal herido que procura disimular su flaqueza caminando a la desesperada y escapando de una amenaza aún sin definir. No nos diferenciamos tanto de los animales, es un hecho. Si nuestra debilidad llega a hacernos reconocibles en la distancia, resultamos un primer plato exquisito y un blanco llamativo entre la nieve, difícil esconderse, estamos expuestos como el antílope al león o el… ¿cómo coño se llamaba el bicho ese?
SVEN: ¡El ñú!
LIV: Eso, como el maldito ñu que cruza un estúpido río perdido en la sabana para ser pasto de los cocodrilos… Su destino es conocido por todos los que observamos la tragedia. Despierta nuestra compasión, pero no estimula nuestra reacción. Qué fácil resulta así, con barrera, con distancia, sin comprometerse… Pero la cruzada es inevitable. Todo está escrito ya y todo sucede como se espera que suceda. El ñu que se aparta un centímetro de la manada cae. Crujiente bocado entre colmillos y coletazos, torsiones y escamas… Así es también como caen quienes piensan que están en el lugar y momento apropiados, un pensamiento fugaz y desesperado para no caer vencidos ante los propios temores. Como los ñus frente a los cocodrilos, capaces de reconocer la respiración del predador, guiados por su instinto, podrían incluso alterar ligeramente la dirección de su trazado, darse la vuelta y salir huyendo, sin embargo… no se apartan del rumbo definido… como haría cualquier humano, como yo aquella noche, como ella hace unas horas…la confusión va por dentro, la lluvia mortifica y el hielo paraliza los huesos. Resistencia cero, el cuerpo jamás responde. Es tan fácil privar de aliento a quien está tiritando, un golpe seco, un susto seco, el residuo de una mirada sin vida bajo la luz de una farola a la que ni siquiera se estima, porque tampoco se estima esa calle sin tránsito, ni el silencio imperturbable de la ciudad durmiente. Porque el problema de todo es que no se estima nada ¿Se puede vivir sin estimar nada ni a nadie? ¿Cuál es la razón de que el mundo duerma cuando se le necesita? (pausa) Yo planeaba escaparme de casa aquella noche, buscaba motivos para convencerme de lo contrario y tú, en algún recóndito lugar de tu subconsciente, lo sabías… lo sabías y acudiste a mi llamada, tu sombra se ocupó de ocultar la única luz que me daba luz, el único destello que hubiera permitido rectificar mis pasos a tiempo, guiarme entre todos esos cocodrilos predadores sueltos en mi cabeza… Hoy es una de esas noches y sigo sin comprender por qué me elegiste y mucho menos por qué la has traído a ella…



           Fragmento de la pieza Stockholm. 2013