viernes, 8 de enero de 2010
El rizo vivo.
Por aclamación popular, paso a ilustrar el efecto de El Rizo Vivo sobre Pelo Agradecido.
África al alcance del secador, brother-sister!
Osadías, S.L.
Lo he vuelto a hacer. LO HE VUELTO A HACER.
Este año me he propuesto vivir al límite y he empezado apostando fuerte: Lo puse todo al verde y fuí a la peluquería. Sí señor. Esa soy yo (esa no... la otra... sí, la de la camiseta de rayas... no, las horizontal... bah, déjalo).
Un amigo capilarmente respetable me dió las señas de su peluquería, y allá que me fuí ayer, el peor día de la historia para ir a la peluquería porque caían chuzos de punta -yendo esquivé dos que por casi me desgracian. sí, como Desgracian 2000..- (recogido en el "Gran Libro Llongueras de los dias menos propicios para el pelo (y otros cuentos de terror)").
Nada más entrar noté el típico desprecio del gremio del pelo para conmigo, y desganadas y aburridas (no había nadie más que dos peluqueras y yo) me preguntaron que qué me traía por allí. Contuve mis ganas de hacer cualquier tipo de broma y dije un simple "quiero cortarlo. El pelo. Todo, no uno solo."
Ok.
Ya está hecho.
Ya no hay marcha atrás.
Sin prestarme la más mínima atención, y mientras organizaban todo el calendario 2010 para las vacaciones -"tia, es que al Jony no le dan libre más que la primera de Febrero... enrrollate, no?" (llegaron en el secado hasta las navidades siguientes), una de ellas se lanza a lavarme el pelo. Inmersa como estaba en el calendario laboral, no se da cuenta de que, además del pelo, me está lavando el cuello y gran parte de mi anatomía... y se lo digo... pero nada, ni el más mínimo interés.
No digo nada. No sé, igual es cosa de las pelus modernas (como voy tan poco... quizás en mi ausencia han cambiado la metodología, vaya usted a saber. Sí, usted... no, señora, usted no, aquél de... nada, da lo mismo!).
Por suerte, a la hora de atacarme con las tijeras, la hembra alfa de las peluqueras tiene a bien consultarme con un lacónico "a ver, cómo lo quieres.."
Se lo explico. Esta vez no me atrevo a sacar el recorte de revista con la foto de Liv Tyler y su espléndido corte de pelo para no darles más motivos de escarnio, y trato de narrar lo más detalladamente posible el corte, mientras mi cabeza sigue chorreando agua (porque en la cabeza, en lugar de toalla absorvente, se me ha colocado una especie de paño sabánico que será muy mono, pero la absorvencia no es su fuerte. En cambio, como funda de almohada debe de estar cotizadísimo, no lo dudo).
Ella, que durante el proceso no ha apartado su mirada vacía de expresión de mí, espera pacientemente a que yo diga un "pues así lo quiero", cerrando la narración, y resuelve con un "vamos, que lo quieres en V" mi explicación emocionante.
De nuevo, no me atrevo a contrariarla y le digo un inseguro "sí... creo que sí. En V..."
Misteriosamente, el corte es el esperado, y yo, por fin, puedo respirar aliviada.
Hasta que llega la siguiente pregunta, que me tensa todos los músculos: "¿te lo seco liso o te lo dejo con la onda viva?".
Y yo, conservacionista convencida de la vida, opto por la inquietante propuesta. Nunca me he visto con ondas vivas... y recordemos que hoy es el dia de la osadía!
Al cabo de 10 minutos, mi cabeza ha triplicado su volúmen, mientras ella me ilustra acerca de los diferentes tipos de pelo que existen: Liso, rizado, ondulado y agradecido.
El mío, al parecer, pertenece a este último grupo, el de la gratificación capilar.
En 10 minutos más salgo de la peluquería con la onda africanamente viva...
Me encanta ser afro.
A partir de ahora hablaré como las negras, os llamaré "hermano y hermana" (dependiendo de vuestro sexo), e inventaré un saludo molón, rapeante.
Es lo que da la onda viva, men.
Este año me he propuesto vivir al límite y he empezado apostando fuerte: Lo puse todo al verde y fuí a la peluquería. Sí señor. Esa soy yo (esa no... la otra... sí, la de la camiseta de rayas... no, las horizontal... bah, déjalo).
Un amigo capilarmente respetable me dió las señas de su peluquería, y allá que me fuí ayer, el peor día de la historia para ir a la peluquería porque caían chuzos de punta -yendo esquivé dos que por casi me desgracian. sí, como Desgracian 2000..- (recogido en el "Gran Libro Llongueras de los dias menos propicios para el pelo (y otros cuentos de terror)").
Nada más entrar noté el típico desprecio del gremio del pelo para conmigo, y desganadas y aburridas (no había nadie más que dos peluqueras y yo) me preguntaron que qué me traía por allí. Contuve mis ganas de hacer cualquier tipo de broma y dije un simple "quiero cortarlo. El pelo. Todo, no uno solo."
Ok.
Ya está hecho.
Ya no hay marcha atrás.
Sin prestarme la más mínima atención, y mientras organizaban todo el calendario 2010 para las vacaciones -"tia, es que al Jony no le dan libre más que la primera de Febrero... enrrollate, no?" (llegaron en el secado hasta las navidades siguientes), una de ellas se lanza a lavarme el pelo. Inmersa como estaba en el calendario laboral, no se da cuenta de que, además del pelo, me está lavando el cuello y gran parte de mi anatomía... y se lo digo... pero nada, ni el más mínimo interés.
No digo nada. No sé, igual es cosa de las pelus modernas (como voy tan poco... quizás en mi ausencia han cambiado la metodología, vaya usted a saber. Sí, usted... no, señora, usted no, aquél de... nada, da lo mismo!).
Por suerte, a la hora de atacarme con las tijeras, la hembra alfa de las peluqueras tiene a bien consultarme con un lacónico "a ver, cómo lo quieres.."
Se lo explico. Esta vez no me atrevo a sacar el recorte de revista con la foto de Liv Tyler y su espléndido corte de pelo para no darles más motivos de escarnio, y trato de narrar lo más detalladamente posible el corte, mientras mi cabeza sigue chorreando agua (porque en la cabeza, en lugar de toalla absorvente, se me ha colocado una especie de paño sabánico que será muy mono, pero la absorvencia no es su fuerte. En cambio, como funda de almohada debe de estar cotizadísimo, no lo dudo).
Ella, que durante el proceso no ha apartado su mirada vacía de expresión de mí, espera pacientemente a que yo diga un "pues así lo quiero", cerrando la narración, y resuelve con un "vamos, que lo quieres en V" mi explicación emocionante.
De nuevo, no me atrevo a contrariarla y le digo un inseguro "sí... creo que sí. En V..."
Misteriosamente, el corte es el esperado, y yo, por fin, puedo respirar aliviada.
Hasta que llega la siguiente pregunta, que me tensa todos los músculos: "¿te lo seco liso o te lo dejo con la onda viva?".
Y yo, conservacionista convencida de la vida, opto por la inquietante propuesta. Nunca me he visto con ondas vivas... y recordemos que hoy es el dia de la osadía!
Al cabo de 10 minutos, mi cabeza ha triplicado su volúmen, mientras ella me ilustra acerca de los diferentes tipos de pelo que existen: Liso, rizado, ondulado y agradecido.
El mío, al parecer, pertenece a este último grupo, el de la gratificación capilar.
En 10 minutos más salgo de la peluquería con la onda africanamente viva...
Me encanta ser afro.
A partir de ahora hablaré como las negras, os llamaré "hermano y hermana" (dependiendo de vuestro sexo), e inventaré un saludo molón, rapeante.
Es lo que da la onda viva, men.
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