Hoy voy a comenzar (o comenazar, dados mis escasos conocimientos al respecto) (te respecto) (¿?) (qué va. no te respecto casi nada) (ay, que me voy por las ramas) (por las ranas) (por las camas, mejor...) un nuevo apartado en mi absurdo blog:
Mis consejos cosméticos.
Amigas, aquí estoy para despejar dudas! ¡que se ate los machos Max Factor!¡que se desate las hembras Elisabeth Arden! (¿¿arden??!!) (¡¡aguaa!!), ¡que se rasque Avón mientras llama a tu puerta, que aquí estoy yo!
Hoy, queridas, entraremos en el maravilloso mundo del Rimmel©. Sí, ésa cosa densa petroleada que hace que se te peguen los ojos para siempre si cometes el fatídico error de pestañear. Ese maravilloso producto, ese.
Quiero que sepáis que si os lo ponéis en los ojos (hasta ahí llegamos, ¿verdad?), ahí permanecerá durante 3 dias con sus 3 noches. Ahí o cerca (definitivamente, Jesucristo llevaba máscara de pestañas -acabo de borrar "llevaba pestaña de ojos"- el dia en que lo mataron -seguro que quiso pestañear, se le pegaron los párpados y no vió el peligro- y lo cubrieron con la sábana santa -o de muy buena calidad-): tus ojos en la almohada, en la toalla, en la puerta si te das un golpe...
Anoche me lo puse y como aún no controlo las cantidades de maquillaje aceptables, parecía una nadadora des-sincronizada (no me caracterizo por la armonía en mis movimientos).
Hoy mi aspecto es el de esa misma nadadora pero tras perder la medalla y pasarse una noche bebiéndose una piscina de cazalla.
El puñetero petróleo no se va. Sabedlo.
En posteriores entregas de "Aviva tu feminidad, Maria Pilar!" os desvelaré cómo hay que pintarse las uñas de los pies para conseguir que tus dedos parezcan muñones sangrantes (ningún esfurzo es poco para conseguir ser sexi, aunque algunos son claramente inútiles).
Ana, entregada a la causa (a la causa que sea).
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