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28 nov 2013

CORSARIOS Y MIMOSOS

El armazón del barco crujió después del viraje brusco y seco, ejecutado con maestría por el capitán de la nave. Orlando se despertó alertado por la chica, cuyo nombre había olvidado. Tampoco recordaba cuántos porros se había fumado la noche anterior, después del concierto. Ella miraba por el ojo de buey un punto aproximándose y aumentando de tamaño en el horizonte. Parecía un yate más veloz que el velero en el que navegaban. La joven, presa de la histeria, chillaba palabras y frases sueltas como Alakrana. Secuestro. Esto es el fin y un repertorio mayor de temores. Continuaba chillando hasta que por la portezuela del camarote se asomó Horacio, el timonel del barco. Los tres subieron a la cubierta. La chica agazapada tras la espalda del capitán y Orlando sin poder reprimir un ataque involuntario de risa. Entre el velero y el yate solamente quedaban varias brazas de distancia. Los tres miraban cómo se acercaba la embarcación con la bandera negra, decorada con una calavera y dos guitarras cruzadas  de color blanco, rematadas por la palabra Corsarios. El lienzo de tela se desplegaba en la barandilla de proa. La tripulación estaba formada por una veintena de tripulantes. Todas eran chicas adolescentes que bramaban el nombre de su ídolo a los cuatro puntos cardinales.
Orlando ya no se reía, presintiendo el abordaje inminente. Sólo podía recordar los días lejanos, cuando cantaba con su banda anterior, Los Mimosos.
Pablo Vázquez Pérez
 
Llevaba más de un mes sin publicar ninguna entrada ni microrrelato por aquí, así que voy a retomar un poco el ritmo perdido.
Así de pronto, salvo el mes de noviembre, durante el que no he colgado nada hasta hoy.
En el blog La siguiente la pago yo, una página sobre todo de relatos humorísticos, me publicaron este Corsarios y mimosos.
Recomiendo visitar ese blog colectivo para leer y reírse un buen rato.

9 may 2013

LOS PRESOMNES



El hombre no lo podía creer. Por fin estaba a resguardo en la caverna de aquella tribu, arropado con pieles de animales y a punto de dormir.

Mientras, los anfitriones pasaban la noche al calor del fuego de la hoguera, cantando y riendo ante la lumbre.

El joven recordaba las jornadas anteriores, durante las que no pudo dormir. Como esa de luna llena, cuando tuvieron que escapar de las rocas en las que se habían refugiado los tres: el abuelo, su hermano y él mismo. Los dos jóvenes consiguieron escapar pero el anciano les salvó al rendirse y ser devorado por el puma hambriento que los estuvo acosando hasta la madrugada.

O la noche siguiente, más peligrosa todavía, tratando de dormir los dos en la arena fina y blanda de ribera, hasta que tuvieron que ascender a los árboles próximos para no morir ahogados por la crecida del río. Aunque desde entonces tampoco volvió a ver a su hermano, caído desde la rama del olmo sobre la que dormía, hasta sumergirse en el río desbocado.

Y ahí estaba el único superviviente de su estirpe, derrotado y melancólico pero dispuesto a soñar con todos sus avatares, abrigado por los cueros y pellejos animales, bajo el techo de la cueva.

Tan feliz como los miembros del clan que esperaban fuera de la gruta la llegada del feroz Dios llamado Oso, aliviados y dispuestos a ofrecerle al recién llegado como sacrificio para calmar su ira.
Pablo Vázquez Pérez

Ayer me encontré colgado este microrrelato en el blog LA SIGUIENTE LA PAGO YO, que paritcipó en el concurso de humor promovido por ellos. Esta bitácora es un gran lugar para echarse unas risas como si de un bar se tratara.