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6 mar 2010

SI MIRAN A LA CHAYO, DÍGANLE QUE SIGO VIVO


Ya sé que me van a decir que qué pisaos les importa, pero fíjense que hace unos diítas salió viajecito: me tocó ir a uno de esos congresos tipo G20 que tan moda están ahora, sólo que éste era para mandatarios honorarios, vitalicios y ficticios, o sea, ¡de más nivel pues, ja, puta! Nos citaron en La Haya. (Miren cómo muevo de bien las cejas). Haya o no haya frío, yo voy, dije en mis adentros. Como no le atinaba muy bien dónde quedaba, abrí el tercer tomo de la Océano y me puse al día. Hablando para que me entiendan, en La Haya se juntan los meros sholones y de vez en cuando le arruinan la fiestecita a los genocidas, o sea, los mandan a llamar los del Juzgado, les dicen que se aplasten en una tabla de caoba, rústica, (“banquillo”, dice que le dicen) y de ahí los entamban. El motivo del Congreso tenía que ver con esa onda. Según caché: nos necesitaban para empezar a armar la lista de candidatos y a ver a qué hijuesesantamil putas le metíamos la verga (“hasta que miraran las luces Campero o alguna figurita de la era cenozoica en versión 3D”, agregaría yo si me tocara echarme un mi espich) en esta nueva década. Cada uno teníamos que mandar un fólder tamaño carta (forrado, emplasticado y con gancho) con datos confidenciales de nuestros candidatos, o sea, fotías polaroy (íntimas: dediando gatos, embadurnándose su propia caca o siendo latiguaziado por sus choferes, en bolas, cuerito y brillantina), tarjetas del día del cariño (dedicadas a sus amantes, la mayoría sirvientas casadas, y a ellos mismos, usando nombres falsos), facturas de compra de fusiles (trescientos quetzalitos na’más, tampoco es que desperdiciaran), boletos de ornato, entradas al cine, invitaciones de primera comunión de sus nietos, recortes de La Extra (en muchas de las últimas páginas salieron sus hijas y ahijadas enseñando “pastelito”), servilletas con mensajitos jocosos (“cada vez que oigo ese taconeo tuyo, se me… ilumina el día”; “a ella no la quiero, te quiero a ti, mujer, entiéndelo”), clínecs usados, etc.

¿A que no adivinan quién era mi candidato? Va, les voa deletriar un cachito para que se vayan imaginando: E, de ECZEMA; F, de FLATULENCIA; R, de RAQUÍTICO; A, de ASCO… ¡Ahhh! ¡Adivinen el resto pisaos!

La mierda fue que la circular que nos mandaron venía en inglés y Yon Antoni Estúar Jonson, mi traductor jurado (salía en los anuncios del CIAV hace un vergo de años, valiendo por dos son cuatro y cuatro: ocho y ocho: dieciséis…), andaba desaparecido, por no querer decir: enfuriado, y como yo lo que domino es el latín (lovel), pues no le atiné y sólo mandé el nombre del hijuevergas (mi candidato), así directamente pues. Y como oí en Emisoras Unidas que La Haya era chiquitía, me confié y no puse la dirección completa. Solo puse: Edificio Central Presidencial y Juridicsional de La Haya donde no La Haya, Hola, Anda, y mandé esa mierda; urgente, eso sí, creyendo que los de Correos ya sabían onde era que tenían quir a dejar el paquetío (aproveché a mandar unos mantelitos típicos y unos higos en miel, para fortalecer el patriotismo). Supuestamente, después de recibir nuestro envío, nos iban a llamar para darnos las instrucciones de cómo y cuándo caer poray, y si podíamos llevar parentela: cuates y mascotas, más que todo. Yo pensaba decirle al Zelaya, porque pobre, pero lo perdí de vista. La mentada circular llegó a mis aposentos en Noviembre del año pasado, en plenas atascaderas de fiambre, me acuerdo bien, y ahorita a finales de Febrero dije yo: mi güevo, ¡tarde pues pisaos! Ahí fue cuando caí en lo de la dirección y me acordé de lo que había garabateado en el remitente: Bule Bar Libe Ración Mula Mala. ¡O son mulas y no le atinan o ya estamos con la puta discriminación!, pensé. ¡Son babosadas! Agarré esa mierda de celular y llamé al Hilario Riel, ahora Viceministro de Transporte aunque yo lo conocí de cargabultos en la Terminal de Chimal, para que me asesorara y medio me dijera cómo hacer para ir a los…

—¿Onde decís vos Rex?
—A los Países Bajos —le dije así para que viera mi nivel de conocimientos geográficos.
—Hmmm… ¿Bajos en qué?
—¡Holanda, onbre! —le grité con ganas de tenerlo enfrente para pescocearlo.
—¡Ahhh, pero eso saber onde queda vos Rex!
—¡No vos sos camionero pues!
—Sí, pero…
—Se me pudre el chile con vos fijate Hilario… ¡Holanda queda en EUROPA!
—¡Ja, yo sólo hasta Tapachula llego vos!

Le mandé saludos calurosos a su puta madre y no tuve que otra que usar el plan B: llamar a los de TACA.

—Ha contactado con Toneles Acuáticos y Cayucos Aéreos, para consultas sobre «Peregrinaciones», vuélvase espiritista e implórele al Padre Chemita; para «Traslados», marque tres veces el 6 y diga: ACEPTO; para «Fletes», marque el número Π (Pi) completo y espere en línea; para «Cruzar la frontera», no pierda el tiempo llamando aquí: venda a su abuelo y, si “hace como hacen los chiquirines”, entrará al sorteo de“¡Un coyote cojo para toda la vida!”; para «Hablar con Chayo», marque 69 y con acento de Oriente diga: Chayo, amor, ¿cómo te va vida?, y, como diría el dermatólogo: vaya al grano.

Cuando oí esa voz (mezcla de muca y fresita guanabí), supe que era ella. ¡No yo moví pitas para que le dieran ese chance pues! ¡Ya ni me acordaba! Nos veíamos de vez en cuando, sobre todo cuando ella necesitaba billete y yo… Bueno, la cosa es que aquea me hizo todos los trámites y agarré camino para La Haya, más a jalón que otra cosa, pero qué pisados. La mierda fue cuando llegué a Ámsterdam, ya no aguanté la casaca. Iba hecho mierda del cansancio y me peló la verga esa mierda de Congreso. Para ir a perder el tiempo y reclamar, mejor me hubiera quedado en Mulamala, pensé. La Chayo me había recomendado Ámsterdam. Me contó que en el 2000 se había venido a chambear por aquí un par de años. En el Barrio Rojo, Rexi Sexy, me acuerdo que me dijo con esa su risita de coyota en celo. O aquea es comunista o debe ser que aquí hay mara como mi cuate el Güili, que da la vida por el Municipal, pensé mientras andaba colaceando en birula por Ámsterdam, porque ni a putas vi paredes rojas, ni casas rojas ni calles rojas. ¡Y menos un barrio entero! La Chayo piensa que uno es mula. ¡Si esa pisada ni siquiera conoce Xela! Seguí dando vueltas, sin creerme las pajas de la cerota. Pasé por unas callecitas muy curiosas repletas de tienditas de ropa interior de chavas. Lo chilero era que los maniquíes, una de dos, o eran chavas de veras o robots, muchá. A lo macho. ¡Esto sí que es modernidá y tecnología!, dije entre mí, mientras, como diría la mara cul de Mulamala, “vitrineaba”. En fin, muy bonito y ordenado todo. No sé dónde leí lo de los Cofi Shops, pero ni me preocupé porque viviendo en Mulamala, ¿pa’ qué pisaos quería comprar café aquí? Me hubiera gustado quedarme más tiempo, fíjense, porque la mara como que me conocía y me saludaba, pero estaba haciendo un frío de la chingada y a uno que es de bocacosta se lo lleva la gran puta, sobre todo por los labios, que se te rajan y los dedos de los pies se te ponen como que son jocotes congelados.

Así que al siguiente día, jalé de retache. Como se enteraron de que era el Rex, el Gobierno de los Países Bajos (todos miden más de 1.80, bonita la gracia) hizo coperacha y me pagaron mi boleto… ¡en avión pisados! Yo que había llegado al Puerto de Palos (Portugal) de balsero y de ahí había atravesado España, Francia y la gran puta a puro jalón, ahora regresaba a Mulamala en avioncito. Venía pensando en la Chayo, en irla a buscar y darle un su escarmiento, como en los buenos tiempos, por mentirosota, pero el mentado avión no encontraba lugar para parquearse, así que nos dejaron en una islita de por ahí cerca, vecina, y resulta que ya ahí, nos vieron meros exóticos y nos contrataron para una serie de la tele que se llama Perdí dos..., y aquí ando, a saber ni dónde putas.

¡Pero al menos hay Güifi, cerotes!


Pd. La Chayo me mandó un ese eme ese diciéndome que va a llegar Metallica a Mulamala, pero no sé si creerle. Se enojó porque los tulipanes que le llevaba se me marchitaron en el camino.


Fotía: archivo personal (o sea, cuidadito si se la güevean, para quienes les gusto el rabo, digo)

1 nov 2007

UN VUELTÍN A DONDE SE SALIÓ EL RÍO


Vi el papelito tirado en la calle. “¡Ven a Italia con nosotros y paga tu estancia con trabajo!” ¡Ah, no pues mish!, ¡’quitun güevo si no!, pensé. Hastabajo, en letras chiquititas decía: “Imprescindible conocimientos de arte. Duración: dos semanas”. Puta, yo le saqué un ochentón a Dedoecaca, el tícher de Artes Plásticas en el INVAL. Me fui corriendo a la casa, volví a “retocar” mi CV (como cuando jalé para el continente africano) y lo mandé en dos vergazos. Incluí que era sobrino de uno de los dueños de Al Macarone y que me segundo apellido era Pezzarossi, para que no dudaran del manejo de mi italiano. ¡Volare, oh, oh; cantare, oh, oh, oh…! Como ven, yo no miando con babosadas. La onda es que necesitaban mara para la Bienal de Arte de Venecia. Eso decía en el papel pisado que me mandaron a los tres días. Era mi oportunidá para saltar a la fama. Esa misma tarde compré unos formatos y me puse a hacer un mi paisaje con la ya vieja y conocida técnica del “puntillismo”, la cual domino ya que mis Carioca siguen intactos y porque me sobra tiempo en puta para estar entrenido en esas mierdas. No me habían dicho que sí, pero yo me estaba adelantando, por si las moscas. Leí que si me aceptaban, me iba a mandar el boleto, la dirección del hotel y un carnet de identificación para recoger mi “equipo de trabajo”. Mejor, pensé, así no tengo que andar cargando mi tablero ni mi regla T. Cuando sentí, ya me habían aceptado. Lo único que tuve que pagar fueron los gastos de envío y un seguro contra “accidentes laborales”. Ni que me fuera a ensartar el compás en el culo, ¿verdá vos Cataví? Aunque el arte no es mi fuerte, sé que poniéndole güevos y zampándome un par de guaros, las mierdas salen. Como lo que hizo aquea mulamalteca que fue a Venecia, se enpelotó y anduvo así, de arriba para abajo, enseñando sus encantos. Resultado: un su premio. ¡Eso lo ‘biera hecho la Chon por veinte pesos y una cajetía de Payasos! Yo no iba a hacer lo mismo, para eso llevaba mis formatos y una manualidá “sorpresa”, hecha con paletas de helado y lana de colores.

Cuando íbamos a llegar, oí que el ariopuerto se llamaba Marco Polo y se me ocurrió decirle a la vieja que llevaba al lado: como los heladitos, ¿vaá usté? La muy zorra ni me alzó a ver. Vos te lo perdés, chula, pensé. Aterrizamos, recogimos los chunches, salimos, nos metieron en un barco y nos llevaron a la mera Venecia. ¡Cuál sería mi susto! No había carros ni carreteras. El agua se lo había tragado toditito. ¡¿Por qué repisados no le avisan a uno del mal tiempo?!, estuve a punto de gritar. Para empezar, andaba chancletudo; y para acabar de cagarla, ¡bien cabrón para nadar! Abrí bien los ojos. ¡Diosa puta! ¿Y aquí qué onda? ¡Se salió el río, pues!, grité. Un don se me quedó viendo con cara de extrañado. Como soy de mula, si aquí ni papa de español. ¡Mama mía! ¿Qui ondi? ¡El riati se salioti! El don siguió con su cara de jocote marañón y se fue a la verga. Yo, en lugar de andar abriendo la boca, me guié con un mapita que le había peinado a una chava en el barco onde veníanos y llegué a los Jardines de la Bienal. Hice cola como media hora. Vi que a la mara que ya había pasado le estaban dando un casco amarillo, un cincho de los que usan los que hacen pesas y un “mono” de chance, como el de los mecánicos, sólo que rojo. Mi güevo, pensé. Me tocó pasar, llegué a la mesa, me tapé el hocico para decir mi nombre en latín: Rexus Vergus Grandius. La mamita que atendía me preguntó mi talla. Calzo 41, le contesté pensando que me iba a regalar unos rieles. Sacó las chivas que mencioné antes y me las dio. L, per un ragazzo piccolino, creo que dijo y se rió haciéndose la graciosa. Mire seño, le dije, yo no vine para chambiar aquí, ¿okey? Si esto es para salir en un acto, órale, pero si no, olvídese; sí, he salido en un par de convites, pero más que todo soy artista. La chava me dijo que no entendía y me señaló la puerta de salida. Un ecuatoriano se me acercó y me contó la onda. ¡Lo que teníamos que hacer era descargar las mierdas que los artistas llevaban para la Bienal! ¿DESCARGAR MIERDAS, YO?, le dije al pobre cuate, agarrándolo de la chumpa. Como ya había firmado los papeles (que ni le leí bien, a güevos) antes de venirme, no me quedó otra que hacerle ganas y pasar cuatro días bien pisados acarriando mierdas diun lado a otro. Al menos, echaste músculo, ¿no?, me pregunta el talega de Cataví. Le contesto que sí, que me puse algo tatanay, pero que también me salieron un par de buenas hernias.

La noche antes de nuestro último día ahí, como cosa rara, me coloqué una señora talega con los demás cargabultos (latinos, negros, chinos, etc.) que para qué les cuento. Hicimos el ajustón para tres pitsas y el resto para vino de categoría, como Dios y los Cuatro Jinetes del Apocalipsis mandan. Ya a verga, empecé a hablar en inglés (con acento mulamalteco, como no) para que vieran que yo no era cualquier mierda, a gritar a los cuatro vientos que YO era artista (les enseñé a todos mis formatos y mis manualidades) y a armar camote con el que se me pusiera enfrente. Me güevié una canoa de ésas (se llaman góndolas, cerote, me dice Cataví) y casi me voy a hacer verga al Puente del Rialto. ¡Río Alto, Río Alto, jajajaja!, me acuerdo que gritaba. Aqueos se cagaban de la risa de mis muladas. ¡SOY MULAMALTECO Y QUÉ! ¿SABEN ONDE QUEDA MULAMALA, PISADITOS? Los mulas se miraban entre sí y sólo se reían. ¡AQUÍ MIREN VE!, les gritaba y me tocaba el tanate. Y ji ji ji y ja ja ja. Y que vivan las putas. Y ji ji ji y ja ja ja. Y que viva la nostra Venezia. Y que el último que llegue nadando a aquea iglesia, paga. Y que… Alguien le fue dar parte del escándalo a nuestro jefe, un italiano cejudo, chaparro y con cara de lasaña. Me putió el hijo de su madre y me advirtió que si no me comportaba y me iba “inmediatamente” al hotel, no me iban a pagar ni mierda. Mira vos Ramazotti, por pisto no te agüevés, mano. Si el vergueo no es el pisto. La onda es que aquí a uno lo subestiman, viejo. Yo vine aquí para exponer y ¡mirá lo que me ponen a hacer, pues! El maje me dijo que me calmara, que no sabía lo que estaba diciendo. ¿Ah, no?, ¿ah, no?, le decía yo ya como la gran puta. Lo último que miacuerdo que me preguntó fue algo así:

―Pero a ver, ya que insiste, ¿qué sabe de arte? ¿sabe usté algo de Tiziano o de Tintoretto?

Nel, sólo he oído hablar del Chano y del Beto… Son los mismos, ¿no?

Y aquí otra vez, ya de vuelta, con goma moral y altos cargos de conciencia… ¡onde repisados!


PD. Turuy, ¿conseguistes al fin varitas de coyote pa’ tus barriletes? ¡Ojalá no te me vayás a indigestar de tanto fiambre! Saludos fraternos.


Foto archivo personal © 2007

2 abr 2007

PISCINAS PERO CON TENIS


Como buen mulamalteco, honesto y cabal, escribí un vergo de pajas en mi CV y los muy mulas (más mulas que yo todavía) se las creyeron. Me dieron el chance. Como no dije que era de Mulamala sino de España, no hubo clavo. A este Nato, que ya había intentado antes, lo mandaron mil veces a la mierda, recordándole que “vayan a donde vayan, los mulamaltecos sólo chupar quieren”. Toda la trompa repleta de razón, no lo discuto. Lo que tenía que hacer era un reportaje para la Nashional Yiografic (¡No pues pisao!). Viajar poray, hacer unas cuantas fotitas con mi camarita y escribir dos tres anéglotas, pero no como si fuera periodista sino tirándole a científico (por eso puse: Bachier en Ciencias y Letras). En un par de días me llegó mi paquete: boleto de ida y vuelta, unas inyecciones huecas, unos largavistas en miniatura, una mallita pisada (después supe que era para que no me hartaran los zancudos), unas mis Raibán estilo politur, un talego de cheques de viajero y un mapa del lugar: Senegal. ¡Ah para todo mi güevo!, exclamé entre alegrón y agüevado! ¡Sale África, pues! ¡Que se preparen las Naomi! Reconozco que al principio se me hizo todo así, pero cuando me di cuenta de que no iba a gastar ni un len, que la empresa me pagaba un jugosito seguro de vida (y accidentes) y que además me iban a pagar bonito, me calmé. ¡Agárrenme de mula, pues! Le fui a poner unas veladoras al Santo Niño de Atocha, recé tres Padrenuestros y listo.

Compré un Lonli Planet de segunda (en el avión noté que le faltaba como setenticinco hojas), llené de playeras, bermudas, calzoncillos en una mi mochila y, cuando sentí, ya estaba aterrizando en tierras africanas. Las clasecitas de francés en CALUSAC de hace ya una decena de años me iban a hacer la pala, porque eso es lo que hablan los cerotes. Pero como también iba en calidá de chichudo, pedí un guía que hablara jerigonza. ¿Jerigonza?, me preguntó el de la oficina senegalesa de turismo. Sípi, epel ipidiopomapa depe Mupulapamapalapa, le dije. Por poco me revienta el tímpano del vergazo que le dio al teléfono cuando colgó el hijueputa. Por medio de unos conectes, conseguí un guía que medio masticaba el español. Pero la onda es que este cuate estaba ocupado los primeros días de mi viaje, así que tenía que ver cómo putas le hacía. Yo pensaba que al llegar iba a ser recibido por una tribu de negritos en pelota, lanza y escudo en manos. Y por poco es así, con la diferencia de que iban vestidos y no llevaban nada primitivo, sino más bien tenis naic y camisolas de todos los equipos europeos de fut. Entonces, para no desentonar y caqueriar un cacho, me puse una camisola yo también, la del desaparecido goliador Rudy Rolando Ramírez, de sus últimas apariciones en la azul y blanco. Y así salí del ariopuerto, mandando a la mierda a todos los que se me acercaban a ofrecerme algo y, pum, directo al hotel que me habían reservado.

Monsiu Rex, me dijo la recepcionista al llegar, ¿ça va? Y yo contesté: Calidá, pero con un calor de la gran puta, ¿tiene Gallo? Gallo tenía, seguro, pero no chela. Como no muy nos entendíamos, le dibujé una botellita café y me sacó una Flag, una de las chelas de Senegal. 5.2 de alcol. Me la zampé hasta ver a Cristo. Luego me sacó una Gazelle y luego una Castel. Como me las tomé puro chucho, me pegaron, así que mejor me fui a echar. Estaba en Dakar y al otro día me esperaba casi un día entero metido en un carro de mala muerte para llegar al pueblito en donde dizque tenía que empezar a chambiar. Pero como tres nunca son suficientes, me regresé al bar del hotel y seguí dándole, pues. Amanecí guapo, con ganas de agarrar fuego. Me encaramé a un taxi y pistié al chofer para que parara en cada pueblo a conseguirme chelitas, vino de palma o lo que hubiera. En los primeros diez, aceptó, pero de ahí ya no, porque notó que yo ya andaba algo azul y como muchos son musulmanes, es pecado. Por eso, no más llegar al pueblo, llamé al guía y lo convencí para que me fuera a buscar ahí, que me sentía mal, que la gran puta. Tempranito apareció el cerote, todo apenado porque le habían encargado que me cuidara. Se llamaba Doba y nos caímos bien desde el principio. Le gustaba chingar al cerote. Perriaba cuando podía y, por la noche, después de tramar, se ponía contentón a puro té senegalés y le echaba al dancin. Raro ‘biera sido que no nos compincháramos. El viaje que consistía en excursiones programadas a los pueblos más autóctonos, a los parques nacionales, a los campamentos, a los lugares sagrados y a las zonas de folclor colonial, se convirtió en un tur de pura chingadera y playa. Alquilamos un 4x4, conseguimos otro chofer, apagué mi celular y nos olvidamos por completo del reportaje. Llévenme a esas tribus onde haigan negritas enseñando las chiches, les propuse y se cagaron de la risa. Pisto había. Discos y chupaderos no tanto, pero el ambiente lo hicimos hasta en la montaña. En el fondo me sentía como en Mulamala, aunque sin su Semana Santa ni sus nubes de incienso. La gente me trató como uno más y yo me esmeré en demostrarles lo diagüevo que somos los mulamaltecos.

Trece días en total. La mara no tenía ni puta idea de dónde estaba Mulamala y ahora resulta que quieren ir a chingar allá, a ver si sale algo con alguna antigüeña. Necios los pisados, les da igual que yo les diga que allá son unas interesadotas. En fin, podría aburrirlos contándoles mi viaje, pero no se trata de eso. No podría contar todo aunque quisiera. Recuerdo carreteras larguísimas, con más hoyos que en la luna y un vergo de vacas y cabritas atravesándose cada cien metros; chocitas de paja y adobe en terrenos semidesérticos; patojos jalándote de la mano por un confite o una ficha; un puño de babuinos bajo la sombra de una ceiba, despulgándose; un negro hijoeputa que nos brincó porque queríamos hacerle una foto a un árbol (baobab); un enjambre de mosquitos en la cabeza de un jipi belga y una medusa gigante en la playa de la Isla de Carabane; ¡ah, un montón de ondas, muchá! El viaje estaba estimado para 15 días, pero dos días antes vino mi supervisor y, sin darle vueltas al asunto, me llevó a Migración para que me deportaran, el hijo de su madre. Había perdido mis chivas, me había quedado sin pisto y no había echo ni mierda del repotaje. No me dio tiempo de despedirme de la mara. Bueno, en realidá ya me había despedido como seis veces, pero no quería irme. Y ahora ando aquí de vuelta, vivito y coliando. Sin chance y con más deudas que Latinoamérica, como siempre. ¿Y todo por qué, vos Rex? ¡Por mula! Pero qué pisaos. Lo vivido no me lo quita nadie. Además, recuperé la morenez que había perdido y regresé tostadito, pura champurrada. Con gusto les pondría un par de fotos, pero empeñé la cámara; así que será hasta la próxima, Dios mediante.