Después de 43 llamadas en dos días, 15 correos electrónicos, 12 mensajes de FB, 22 DMs en Tw, 6 señales de humo, 2 telegramas, 4 cartas certificadas, 36 “dice aquea que por qué putas no le querés hablar” de parte de cuates en común, por fin me decidí a contestarle a la Yeli, una cuata de cuando teníamos como 13 o 14 años y andamos pelando cables y haciendo cagadales en las colonias más culeras de lo que es y viene siendo Jocotesburgo. No quería hablar con ella porque después de que se casó, para lo único que me hablaba era para quejarse de la vida puramierda que llevaba. Tres chirises, un trabajo culero (era gerente de una maquila, pero la explotaban igual que a todos los pisados a los que ella controlaba) y un marido que sólo viajando se mantenía (era transportista) y que cuando estaba en su casa, prefería invitar a sus cuates a echar los tragos y relajarse así sin que nadie lo chingara. Al principio, yo le hacía la pala escuchando sus ondas. Aconsejándola no, porque qué putas me iba a poner a aconsejar yo si siempre he sido cliente VIP en la calle de la amargura. Más que todo, escuchándola y echándole porras, pues. Animándola, diría la mara. Estoy hablando de los años 2007 y 2008, pónganle. De ahí, desapareció la pisada y desde el 2009 lo único que supe es que había jalado para los Estados Unidos con sus tres chirises. Eso no me lo contó ella, eso me lo contaron mis “fuentes”, dirían los periodistas modernos. Puta, que si hace como dos semanas, empezó a intentar contactar desesperadamente conmigo, como les decía al principio. Ni verga, Rex. Hacete el loco, empecé a decirme a mí mismo, la Yeli te va a empezar a soltar sus clavos como antes y vale verga. ¿Ora qué te va a contar? ¿Que se consiguió un su gringo y le salió igual o pior que el talega del Jimmy, su ex? No le contestés. Y así me mantuve, pues, mudo, sin dar señales de vida, como que ya me hubiera ido a calderas, despistándola, haciéndome toda clase de bestia, como que Baldizón me hubiera plagiado mi identidad y yo me hubiera tenido que buscar una nueva, y ya fuera otro Rex, no el mismo que ella conocía.
(Para los que están
pensando mal, no, me voy a adelantar para decirles que entre la Yeli y yo nunca
hubo ni mierda. Yo siempre le parecí un entelerido y quishpinudo que no se
contentaba con mi mierda y ella siempre me pareció una princesita que quería
casarse con su principote azul marino. Ni nos gustábamos ni congeniábamos. Es
más, nos vimos casi en pelota una vez. Sí, en las piscinas del Pilar. Meneamos
los hombros, vimos para otro lado y no pasó nada de nada. ¡Y para que a esa
edad ningún órgano sensorial interno o externo reaccionara… muy mal tenía que
estar el agarrón digo yo, no sé! Pero así fue. Sólo fuimos cuates.)
Entonces le contesté y le
pedí disculpas diciéndole que había estado chambeando de interino (ad
honorem) en Alcohólicos Anónimos y que, para dar el ejemplo, tenía
terminantemente prohibido contactar con el exterior, y menos, por vía de las
malditas redes sociales. ¿Con qué objetivo? ¡Pues porque uno empieza a ver
las estupideces de la mara y mejor se pone a chupar, hombre!, casi le grité
vía Skype, jajaja. Y nos empezamos a cagar de la risa. Te voy a mandar un
correo que estaba escribiendo anoche, Rex, me dijo así, es que ya me
tengo que ir y ya no voy a poder contarte nada. No lo acabé, pero bueno. Se
despidió y colgó. Como buen cuate que siempre soy, me puse a revisar los Nuevos
Estatutos NatGeoLiberales Centristas para el año 2014 del Reyno de Mulamala
(cosas de Presidentes, ¿verdá vos Otto?), me corté las uñas de las patas,
barnicé por quinta vez mi chifonier, llevé al veterinario a mis canarios, saludé
a un par de clientes (sí, vendo material de oficina chino, o sea, chafa, a
varios capitalinos que dicen ser empresarios de éxito), le di un capricho a mi
cuerpito en mi jacuzzi con sales minerales traídas de Jordania y pétalos de
Rosa Melgorro y, dos días después, me acordé del mentado correo de la Yeli.
Reconozco que mi desidia a leer muchos correos se debe a que no quiero sentirme
presionado a contestar ondas que NO quiero. ¿Cuántas veces no hemos recibido un
correo de respuesta a algo que nos interesa con una retahíla de mamonadas y
mierdas que nos dicen solo para salir del paso y que al final son puras
pajas? Diplomacia, diría la mara. Nel,
yo no soy así. De todas formas, me senté y leí esa su mierda, con algo de
miedito, eso sí.
Entonces, por ser un
mierda, el putazo se siente más duro, más bien dado y con el doble de fuerza. O
sea, más merecido. Lo que la Yeli quería era agradecerme, fíjense muchá. Sí,
eso. Darme las gracias porque antes de que se separara, su ex mariachi la había
mandado al hospital de una de tantas vergueadas que le daba cuando la pisada le
decía que ya no chupara, que guardara aunque fuera un par de horas para ella y
sus hijos. La última fue la más grosera. Estuvo convaleciente y, antes de que
el pisado la siguiera chingando, la pisada se fue a la verga con sus patojos.
Ya en Houston, tuvo que ser hospitalizada. Un tumor en el cabeza la mantuvo
meses en cama y por poco se nos va a decirle “con permisito” a San Píter. ¿Y
qué fue lo que hizo? ¿Y qué fue lo que dice que la mantuvo alegre, que le
sirvió para reírse, para sonreírle a la mierda de vida que muchos, como ella,
tienen que sobrellevar? ¿Qué creen que fue? ¡ESTA MIERDA DE BLOG, MUCHÁ! ¡SÍ,
LA YELI SE LEYÓ Y RECONTRALEYÓ DOS, TRES, CUATRO VECES ESTAS MULADAS! ¡Y ESO
ERA LO QUE QUERÍA DECIRME! Puta, yo me quedé friqueado, pues. Según yo, a
contarme sus desventuras conyugales. Según yo, a quejarse. Según yo, a marearme
con las mismas mierdas de siempre. Y nel, nada que ver. Sólo quería
agradecerme. ¿Cómo es uno de hijueputa muchas veces, vaaa? Le contesté que
gracias, etc. Ella me volvió a escribir y me dijo que lo que ya no le había
dado tiempo poner era que estaba triste porque tenía abandonado el blog y
porque ya no escribía ni mierda. Muy cierto, dije yo así. Le dije que sí,
que tenía razón y le prometí que iba a ver cómo le hacía para recuperar el
Muladar, pero que no se hiciera ilusiones porque ahora había “tuitstars”, porque
ahora todos tenían blogs y columnas, porque ahora todos opinaban de todo y
condenaban a quienes no opinaran o pensaran como ellos, que ahora ya no hacía
chiste nada, que los egos de la gente se habían posicionado por encima de la
jocosidad y, aunque había risas y chingaderas, al final siempre salía a relucir
lo que se escondía en el fondo: el YO de la mara. Y todo eran debates,
alegaderas, inquisiciones, linchamientos, egos efervescentes e intocables, egos
hipersensibles con playeras que dicen “mirame y no me tentés”, egos infantiles
y endiosados, alharaca de niñitos y niñitas que porque ya han van a terminar la
U creen tener criterio propio y tiranizan todo, relajo de gente que ni siquiera
es graciosa y que va del tingo al tango sólo para figurar porque es lo más fácil,
pataletas cursis de mara que se cree importante y que cree que pretender saber
de todo es una manera de sentirse integrada. En fin, cirquito de mala muerte.
Me vas a disculpar, Yeli,
pero ya estoy viejo para estas ondas, vos. Lo mío siempre ha sido la fregadera,
vos me conocés. Y así era antes, pero ahora ya no. De todas formas, regresé al Muladar por vos y le puse colores
vivos, alegres… por vos, pisada, porque tu risa (aquella risa de cuando nos
juntábamos a fumar alrededor del quiosco), no se pierda y te fortalezca. Gracias,
Yeli.
Rex (Again)
Imagen: http://www.artesanum.com/upload/postal/9/3/7/pareja_de_munecos-267784.jpg