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11 feb 2014

YO EN EL PAÍS DE LAS MARAVÍAS (TERCERA PARTE)




No sabía bien si lo que tenía en las manos era óxido o qué putas, pero las tenía como cuando acabás de pelar un vergo de naranjas, todas amarillas. Ella estaba ahí, dándome la espalda, una espaldita blanquita, delgadita, moldeadita, hecha con la misma mierda que hacen las caniítas de leche. Me había dicho que le diera un masaje, pero yo me puse nerviosón (me convierto en gelatina ante la belleza chapina), agarré un cepillo del que usan para peinar a los caballos y no, no quise peinarla con eso, muy arrebatador. En lugar del masaje, usé las manos y le peiné su pelo canchito y oloroso a inteligencia. Y por eso las tenía manchadas, porque el pelo había desteñido ¡Nací así, Rexy!, me acuerdo que me dijo. ¡Ni verga!, le grité yo, ¿por qué no me dijistes que te pintabas el pelo! Yo me había dejado llevar por su acento neoliberal y capitalino. Cuando la oí, Guudstoc (sí, como el pajarito de Esnupi) se me puso como pata de abuelo al que le está dando un derrame. Pero me desilusionó y dejé que se fuera. Me puse mi disfraz y salí a la sala. Glow se acaba de ir con Baldizón, me dijo Alfred K., te encanta romper corazones, ¿verdá? Le quité la botella de aguarrás de las manos y le dije que hiciera sho, que ella me había dicho que se llamaba Blow, no Glow. Me encanta tu disfraz de oso panda, se metió a decirme Anabella de León, ¿lo puedo tocar? Yo veía que de las paredes bajaban y subían un vergazo de lagartijas y cutetes, como si estuvieran echando carreritas. De no sé dónde, salía una melodía como mozárabe con influencias neocelandesas mictleñas y afuera, en la oscuridad, había gallos cantando rolas de Fabiola RHOUDA. Anabella, como Dios la trajo al mundo, le estaba metiendo fresas podridas en el hocico a Haroldo Sánchez, que estaba acurrucado en el suelo como si fuera un gato egipcio, y los dos se chupaban los dedos sin dejar de lanzarme miradas comprometidas. Un tal Perico Trujillo estaba en una hamaca, con el pecho guaqueado y un calzoncillo rojo, de los de lucha libre, con unas letras todas chintas que decían SOLO POR JODER. Sus ronquidos eran como los pedos que se echan lo gorilas cuando se acaban de hartar seis pencas de guineos congoleños. Muchá, ¿qué putas?, me acuerdo que les empecé a decir, ¿quién empeñó mi tele de plasma? Debajo de una maceta de flores de muerto, donde yo siempre echó mis arañas alcohólicas y apago mis chencas de cigarritos de tuza chimalteca, salió Richi Méndez, vestido de soldadito de plomo (las rodillas y los codos todos mal remendados de tanto arrastrarse) y me dijo que no me preocupara, que la habían empeñado para comprar más LSD y que si quería ver Canal Antigua, que lo podía ver desde mi celular, que no fuera tan delicado. Te empreso mi Atari, si querés, fue lo último que oí que me dijo Alfred K., ahí se ve la realidá como yo la veo, te va a encular.

Cuando sentí, estaba leyendo CONTRAPODER en un spa de la Z. 35, la más exclusiva, chic y de alto estandin de la capital, donde prolifera la gente bien, correcta y amante monacal de los buenos valores (en sociedad, durante el día y fines de semana) y de la vida intensa (sin colorearse, claro, durante la noche y las madrugadas). Acabábamos de hacer el amor con Tutti y toda la piscina de aguas termales se había teñido de color rosado, con flores azules y anaranjadas, Hello Kitties con sobrepeso y bolsas XL vacías de botonetas flotando. Lamer el vaho que había en el ambiente era como hartarte seis algodones de feria y 16 bolsas de melcocha. ¿Te gustan las revistas del corazón?, me dijo. ¿Las de cardiología?, le dije así, a ver qué me decía. ¡Jajajajajajaja!, reímos al unísono. Había complicidad y sabiduría. Lo que después sentí fue un bolsazo en la nuca. Gaby Moreno y sus ataques de celos. ¡No, yo no soy el doctor House!, le grité, defendiéndome. Vonós para la casa pero ya, pisadito, me dijo. Un tal Quique Godoy iba manejando el taxi que nos llevaba. Iba tarareando no sé qué versículo del Cantar de los Cantares y no nos quitaba la vista por un retrovisor gigante, como el de los aviones, que llevaba en esa su mierda de Subaru 1967 color moronga aderezada con chimichurri. De ahí, me acuerdo que aparecí en unos cañaverales. Vivian Marroquín me había secuestrado y me estaba amenazando con la punta de un machete que brillaba del filo pisado. Quitate ese disfraz de oso panda, me decía, ¡quitátelo! Yo le decía que sí, que estaba bueno, pero que se calmara. Iba vestida de una mezcla de Shakira, Rihana, Beyoncé, Mercedes Sosa y Wendy Sulca. Lo único que te voy a pedir favor es que disculpés mi erección, le dije yo así, no es nada personal. Un robot con cara de Minondo Ayau apareció detrás de ella y me leyó mis derechos, como si me estuvieran metiendo al tambo, en un idioma parecido al que aparece en El Señor de los Anillos, más conocido como Saturno, y escupiendo a cada rato su placa de dientes, que a veces le colgaba como si fuera una candela de mocos radiante de color y espesura. Date la vuelta, Rexito. Vivian se había puesto un dinosaurio Rex entre la patas y quería cometer el abominable acto de la penetración con la cola del muñeco fabricado por Mattel. ¡SODOMÍA! ¡SODOMÍA!, oí que empezaron a gritar los máximos representantes del periodismo comarcal, babeando como pastores alemanes y frotándose sus diminutos miembros no circuncidados y repletos de ampollas fosforescentes. Reconocí a Fratti, Font (extranjeros nacionalizados de sangre monárquica) y a Zapeta (bueno, un… local común y corriente… muy vulgar, más que todo), vestidos de chirliders californianas agitando lascivamente, con sus muslos mal depilados y alguno que otro grano purulento de regular tamaño en lo que es y viene siendo los glúteos, a las masas rojicremas. Estábamos en el Estadio del Ejercito, si no estoy mal, y todo se calmó cuando OPM, un rapero de los bajos sustratos de la capital mulamalteca, con su ropa para tapar elefantes recién nacidos y sus boxers (chisgueteados) con la carita de Ríos Montt, nos regañó por estar haciendo tanta bulla. Mano dura, gritó.

Dura tenía yo la daga cuando apareció la Baldetti en el Castillo Gótico Naïf Hiperrenacentista Minimalista en donde me encontraba rodeado de golosas edecanes con su tercero primaria en regla y sus labios rojos carmesí ultralubricados, agitadas por la belleza de mis facciones y por mi exhuberancia (no lo digo yo, lo repetían ellas). ¡Se te fue la mano con el maquillaje, Roxy!, fue lo primero que le dije. No quería exagerar, pero puta, o sea, ¿me entienden? Mirá, Rex, vos siempre estás opinando de lo que no sabés, ¿por qué no averiguás primero? Tenía razón. Extendí la mano para alcanzar mi pachón de cusha, me tomé de un solo pajillazo la mitad, eructé sutilmente y le hice ojitos. Las edecanes ya no estaban. En su lugar había cabezas de vaca recién degolladas con cuerpitos de Santos Niños de Atocha, risas irónicas de Estuardo Prado y eslóganes chocantes de Juan Pensamiento Velasco escritos con Comic Sans 43 y salpicados con pica-pica. Es un tratamiento nórdico para limpiar los poros, me dijo la Roxy, no creás que es cal o harina. Se empezó a desnudar. Juan Gabriel en femenino. ¡Noooooo!, dije entre mí. Salí corriendo. De correr pasé a volar, porque iba braceando entre el aire, a no sé cuántos metros de altura. Iba volando y eyaculando al mismo tiempo goterones de mariguanol. Un tal Montejo me recibió en un parqueo desolado. Yo soy tu guía, me dijo. Me saqué el miembro y lo oriné, pero fue sin querer, o sea, mi idea sólo era hacer la casaca, pero llevaba día sin mear, entonces ni modo. Lo último que me acuerdo era que una voz femenina me decía: Rexy, no te murás, tenés 16 crush casi públicamente, da la cara, maldito hijo de cien mil putas, te queremos. Y me empezó a jalar el pellejo (no, ése no), el pellejo de la cara y ya no me acuerdo más. Fue un 31 de Febrero.


¡¡¡Besitos gososos!!!!


Si quieren leer la primera parte, esta aquí. Y la segunda, aquí.



 Imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvytwAxTMbyPr_9LJ_wK7jkRkBi1w5jUJZFdFYZlDOHS1FJnJz84YpQ8_1Bn20QuLGHy9dJU8uk2jxPRtz4VfAD4QzncCVk-6JtmzQQ7867BIUevKamuU45AcIYKwKOXhqKzfA/s1600/sue%C3%B1os_cerebro.jpg



28 jun 2008

YO EN EL PAÍS DE LAS MARAVÍAS (SEGUNDA PARTE)


Resulta que el otro día el cerote del Carlos Peña se puso mero terco con que fuéramos a refrescarnos el gaznate a su chante. Yo no quería, porque no sólo andaba algo "perjudicado" (me habían sacado un par de muelas), sino porque tenía quir a trer a mi vieja al mercado y de ahí podar la grama. Me prometió que me iba a presentar a unas sus cuatas sudaméricanas (iba a decir fans pero olió que le iba a sacar la madre) y que sí, que venite, honbre, que vas a ver, que la gran puta. Le dije que me agarrara de maje y acepté. La onda es que agarramos camino para una finquita que le regalaron a aquél en Sipacate, ahora sí, sus fans de él. Al llegar, me di cuenta de que había tres o cuatro carrazos parquiados en la entrada. Unos conocidos míos, presumió. ¿Pero seguro que hay culos?, insistí poniendo cara de más-te-vale-pedazo-de-mierda. Me extraña, Rex, me dijo. Al bajar del BMW, me di cuenta de que Peña iba cagado. Claro, con el aromatizador del carro no se sentía, pero al bajarnos... ¡fuaaaaa! ¿Y vos qué putas?, le dije tapándome la naríz con la playera. Mi mamá hizo coyoles por mi santo y ando con chorrío, cerote. Entró corriendo, supongo que a cambiarse. Yo entré después. Estaba oscuro y olía a mojarra. Me imaginé que íbamos a ver Nerón y las princesas sumisas a los Cápitol. Todo empezó a pasar rápido, como si estuviera programado. Una luz se encendió en el fondo. Velorio se levantó de su catre y me recibió con un apapacho full-aletazo. Tus chistes son una mierda, Rafa, le dije, ¿no te da clavo? Vi que tenía los ojos puspos y que se sonaba los mocos con un cótex. Me contó que andaba de bajón porque hacía media hora lo había mandado a la verga el amor de su vida. Me mandó un telegrama, mirá. Leí: mi hija no lo entiende. hasta aquí romance. rasuré bigote. olvidate de mí. att. alfonsín. Viéndolo ahí todo echo mierda al pobre, sólo me reí un minuto. Uno nunca sabe.

Según pude deducir, Portillo se había hartado de las chingaderas de Velorio y tenía otros planes como todo buen prófugo. ¡De lo que uno se entera, miren ve! Le dije que eso le pasaba por mula y le pregunté que dónde putas estábamos. Ésta es una iglesita que construyeron los Gutiérrez, vos. Diciendo eso cuando ¡click!, se encienderon unos reflectores. ¡Velorio y yo estábamos en el altar mayor! Maliado y sin entender ni papa, me di la vuelta y salí a buscar a Peña, para "acariciarlo" un poco al talega. Abriendo el portón estaba cuando entró Anabella de León (¿hermana de Estela?) como Dios la trajo al mundo. ¿Ónde vas, Rex?, me dijo, agarrándome del brazo. Yo... es que... a ver... Me estaba arrinconando y tratando de jetiarme a lo puro bandido. Unas amigas y yo hemos venido para conocerte, papi, me dijo, entremos, venite, no siás miedoso. Y ahí va el otro de mula, pues. Tocame, me pidió, empinando un poco el cutete. Mientras mi mano temblorosa le exprimía sendas nalgas, Rigo Tóvar empezó a sonar endiabladamente. Anabella se escabulló de mis manos y entonces me di cuenta de que no era una iglesia sino un rastro. Sí, donde matan reses, coches y chuchos. Empecé a andar entre vacas y coches destazados, menéandome eso sí, con el musicón, como que fuera un sirenito, hasta que vi que desde una especie de columpio oxidado brincaba Efraín vestido de cuque, con un delantal todo manchado de sangre y un gorrito como de cholojera. Ya me llevó puta, pensé.

Pasá adelante, vos pisado, me gritó, ¿tenés hambre? Y sed, mi generalísimo, pensé al mismo tiempo que me lo imaginaba bailando aquea de muévelo, muévelo, qué sabroso, muévelo, muévelo, cómo me gusta... ¿El General, no? Me acerqué, levantando el brazo al estilo Jítler. ¿Dónde están los culos, viejo? Degollando a un pobre marranito pinto, intentó no contestar sino más bien abrirme el apetito: Hay colibrí a la plancha, taquitos de puré de nabo, dulce de súchiles y mango con pepita y chile, ¿una chelita? Me zampé dos latas de un sólo, para ver si me ubicaba un cacho. Pero no pasó nada, así que decidí zafar bulto. Bueno, ya jalo Efra, me da naúseas este olor pisado a carne. Aquél no me amenazó con el hachita pisada que tenía ni sacó cuete ni nada, pero me rogó que me quedara. Detrás de una cortina de bambú y conchas se oyó una voz de mujer (como la de La Llorona), llamando al Yeneral Electric. Entrá vos, me dijo, aquea suelta, a lo macho, y le gusta que la chiquiteen. Te presto mi gorrito si querés, para que crea que soy yo. Me rasqué la cabeza. ¿Anabella?, pregunté. No, cerote, es Zury. Pegué un salto de la emoción y casi lo abrazo. ¡Pajas, honbre, ja ja ja, te estoy probando!, me dijo y me metió al cuarto de una patada, cariñosa, claro. Ahí ni señas de Anabella, sus cuatas, Zury, Peña, Velorio ni ni verga. No se oía nada. Luz opaca como de hospital de mala muerte. Olorcito a incienso. Una mesa en el centro. Una foto mía, ya algo viejo, donde me abrazaba una calaca. Un muñeco de pishtones, una bolsita de chirmolito y un cuto. No había silla. Me pusé a buscar. En un rincón, encontré unas cajas. Abrí una. ¡REX, caístes, estás en La mira con K-riño!

Y se encendieron todas las luces. Y empezó a salir mara de todas partes, el equipo técnico, aplaudiendo, cagándose de la risa, y llegó Peña y el resto de los actores (eran dobles, aguántense esa casaca), y mis cuates y la marufia de El mero chonguengue. Y me pidieron que saludara a la cámara y toda la onda. Entonces respiré profundo, me quité la playera y me le dejé ir a Peña... ¡Fue idea del Beto, fue idea del Beto!, gritaba la mara intentanto evitar la desgracia de ver a uno de sus ídolos muerto. Y de ahí, lo único que miacuerdo es que era mi cumple y que por salir corriendo a recibir a mi abuelita, me metí un talegazo en la mula con una maceta colgante. Cumplía 18. Y ahora, la verdá, es que ya no sé ni cuántos tengo ni cuándo fue que pasó lo que acabo de contarles. Pero de que pasó, pasó. Un mi primo no estuvo ahí, pero se acuerda. Pregúntenle.


Besitos guapachosos, jejeje.


Por si quieren leer (o volver a leer) la primera parte, aquí la tienen, en vivo y a todo color.

Pd. La imagen la encontré en Ojo espiral... ¡como anío al dedo!

22 ago 2006

YO EN EL PAÍS DE LAS MARAVÍAS



No miacuerdo bien de todo el sueño, la cosa es que estábanos Cash Luna, Ríos Montt, Arjona, la Menchú, un fantasma, por no decir “sábana blanca miada y atoliada”, del Padre Chemita y yo, casaquiando y chupando de lo más tranquilos aquí mismo, en el corredor de mi casa. Se me hizo que Cash Luna estaba patrocinando porque había Juanito Caminante – Grin Leibel, así que ni mierda que coperacha. Yo, para variar, puse el yelito y las Salutaris. Aqueos tienen billete, pensé. Una hedentina a papeles de baño quemándose perfumaba la tarde. Disculpen a los mucos de mis vecinos, les dije cuando regresaba del comedor con unos platos de mollejas, longanizas y patitas que había cocinado. Yo prefiero elotitos y tortrix, me dijo la Menchú, es que ando a dieta. Me hice la bestia. Comé, hombre, si aquél es asiado, le dijo Ríos Montt. Si no es por eso Efraín, es que… bueno, ai después te cuento, respondió con guiño incluido. Ríos Montt se puso todo rojo el hijuelagranputa y se rió coqueto. Ah no, dije entre mí, estos mierdas andan juntos. Con casaca, me serví un mi buen talegazo de güisquil y empecé la chingadera: Diunavez les digo que cuartos no presto, caras de mi culo, así que si quieren echar un palito, ahí en el sitio hay una letrina. Como me hice el serio, Arjona se me acercó pensando que yo andaba maliado por algo. Tu madre, Ricardo, cómo putas, yo chingando estoy, hombre. Entonces pasó su brazo alrededor de mi pescuezo y les dijo a los demás: Este mierda no cambia, muchá, siempre con sus muladas. No miran que el otro día le tomó una foto a Carlos Batres en pelota, pues, y de ahí apareció el montaje en su blog, en donde se miraba que el pobre Carlos se estaba metiendo un palo de trapiador en el culo, ¡cerotes! Y ja ja ja, y ja ja ja, toda la mara. Lo más cague de risa fue ver a Cash y al finado Chemita ya mero trincándose tus amores, abrazados, acordándose de cuando pusieron a verga a Soto Santiago y lo fueron a dejar abandonado a un putero de la zona uno, con la nariz toda “empolvada” y la bragueta abierta.

La Menchú le había encargado a Arjona un par de cancioncitas, pero yo me adelanté y puse un disco de "Chico Ché y la Crisis". Poniéndolo estaba, cuando vino Cash, cagándose de la risa, y me dijo: Vení ve, vos mierda, lo que están haciendo aquéos. Que si, ya se había armado el vergueo, pues. Efraín y la Rigo se estaban enpelotando, juntos, mientras los demás aplaudían y coriaban: ¡Canchis, canchis! ¡Canchis, canchis! Arjona agarró el calzoncillo cagado del "generalísimo" y se lo puso al padre Chemita en la cabeza, para que hiciera juego con la sábana. Bolos más mierdas, pensé. En eso, tocaron. Eran tres pisadas. ¿Aquí es onde vive Rex?, me preguntó la más veterana. El Padre Chemita gritó desde el corredor: ¡Qué pasen, vos, son las azafatas con las que viajaba a Tierra Santa! Entraron. Una para Arjona, una para Cash y otra para Chema. ¿Y yo qué putas? ¿Otra vez a pajiarme? La Menchú y Ríos ya se habían ido a la letrina, obedeciendo. Cague de risa verlos en pelota: el viejo algo arrugadón, con el choricito empinado, ya goteando; aquea, rolliza seisi, con un señor paxte oscuro oscuro y buenas patas, nada mal, honestamente. El musicón como que calentó a la mara, porque luego luego empezaron a enpiernarse y a darse toques. Ya di, recuerdo que exclamé y fui a mi cuarto. Cuando estaba buscando mi cámara entre un vergazo de ropa sucia (ahí me la había escondido Maradona, la última vez que vino), alguien me tocó el hombro.

¿Quién creen que era? Era Arjona disfrazado de Buki y a la vez de Maicol Yacson, que me salió con: Quedate onde estás, que tus ojos no vean el pecado. Al terminar de decir eso, le vi cara como de Paco Estanlei y pude percibir su aliento a bacinica. Tu madre, cerote, ¿otra vez? le dije y lo empujé para salir de mi cuarto. La onda es que afuera se había armado la rebambaramba, pues. Más gruesa que antes. No sé de dónde putas había salido tanta mara. Por ahí andaba Camilo Cesto envuelto en un perraje indígena; la Siguamonta con el culo al aire, lamiéndole el pecho a Fidel Castro; una tal Estela de León, que en mi puta vida había visto, pero que se me acercó a apretarme los huevos mientras me decía su nombre y se quitaba de encima a Vinicio Cerezo, que andaba indio con que quería encaramársele; una negrota rica, Condoliza Rais, restregándole las chiches en la cara a Silvio Rodríguez… etcétera, etcétera. De repente mi casa era un zoológico, un potrero, un gallinero. De repente yo bailaba con una escoba de patio y lloraba acordándome de aquea rola de: hoy le escribí una carta, a mi querido hermano; le dije que lo extraño y que lo quiero mucho… mamá me ha contado, que él es un buen soldado, que cuida las fronteras de la Patria… Y de repente ya no había nadie, sólo un olorón a mierda, a guaca, a tixes. Era ya de noche y yo estaba encuclillado en el centro del patio, hartándome una lima, apretando las nalgas para no cagarme, sudando, pensando en por qué en Mulamala hay tanto comercio pisao que se llama Eben-ezer, como si la gente fuera mula y no pudiera imaginarse otro nombre. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Y no, no jugué con ningún conejo; sólo me alcanzó para un volcancito de tierra.



PD. Si este post no les dice nada, sáquenme la madre, si quieren, pero es que lo único que hice fue recordar y ya, ni siquiera me puse a pensar si estaba contando algo o no. Y como pueden ver, mensaje tampoco hay. Y mejor, mejor muchá, porque para mensajes están los tíchers o los vendedores ambulantes; yo nel. ¡Va pues!