Estábanos en la casa del Chato, bajo llave, en su cuarto, fumando mota y viendo una porno. Como a las seis de la tarde, ya algo pedos, nos pusimos a hacer muladas: llamar a un número cualquiera y sacarle la madre al que contestara, meternos al Latin Chat a armar vergueos en esos putos foros de mierda, ver quién putas se podía meter más chicles al hocico, abrir la ventana y soltar unos buenos gargajos (estábamos en un cuarto piso) encima de los culitos y de los viejitos que pasaban abajo, etcétera. A las ocho, el Chato se había quedado cuajado en el piso y a mí me entró la onda literaria y me puse a echarle un ojo a sus libros. No hay mierda más aburrida que leer, muchá, a lo macho. La onda es que abrí un libro de un tal Esguar Alá Popó, si no estoy mal, y leí:
Capítulo I: Elegía en doble bemol
Si la memoria no me falla, recordó Nicodemo, la conocí en la ceremonia de los crisantemos. Un suspiro. Una gárgola de rasgos demoníacos observando con resquemor al blasfemo sacerdote. Nicodemo extrañaba a su concubina mientras los recuerdos flotaban con temor en una atmósfera de rojo hemoglobina. Pronto, el castillo, su hogar, sería demolido y Nicodemo, triste y sin demora, habría de escurrirse cual hemorragia menstrual en las piernas de una hembra recién ultrajada. Toda una triste y emotiva demostración de involuntario escap…
¡Pélenme el güevo! Cerré esa mierda y la aventé debajo de la cama. Los escritores siempre tratando de llenarnos de caca la cabeza con sus pajas mentales. En eso, tuve una visión, muchá. Las palabras que había leído empezaron a volar enfrente de mí, encendiéndose y apagándose, como culos de luciérnagas: bemol, memoria, Nicodemo, ceremonia, crisantemo, demoníacos, resquemor, blasfemo, temor, hemoglobina, demolido, demora, hemorragia, emotiva, demostración… ¡Ah, pa’ la verga! ¡Ya sabía yo que había gato encerrado! ¡Los putos emos metidos en toda mierda! Salí de la casa de aquél y jalé a la mía, como la gran puta. Hoy, ya más calmado ―esa noche, en un arrebato de ira, agarré al pobre canario de mi hermana, le retorcí el pescuecito y lo eché al inodoro pensando que era un patojo emo― vengo a compartir con ustedes un pequeño fragmento de mi visión acerca del fenónemo EMO (nada que ver con Especialidades Médicas Ortopédicas) o tal vez sí, pero más bien con… chan-chan-chan-chan: ¡Estúpidos Maquillados Oligofrénicos! Sí, queridos lectores y lectoras, así es. Resulta que ahora las calles, los parques, los centros comerciales y los restaurantes de comida chatarra están plagados de estos patojos mierdas vestidos de negro, con su greñita ahí tapándoles un ojo o media ficha, repellados como paré de mausoleo, pulseritas estilo tablero de ajedrez (para esconder las cicatrices de sus múltiples intentos de cortarse las venas, jajaja), calaveritas, corazones rotos, estrellitas rosadas, sus boxers al aire… y su infaltable delineador para aparentar dolor, sí, uhhh, tristeza, sí, uhhh, sentimentalismo, sí, uhhh, auto-flagelación, sí, uhhh, depresión, sí, uhhh… ¡Puras payasadas, eses!
Aunque normalmente andan en manada, agarrados de las manos, putos y putitas juntos, lo único que se me viene a la cabeza cuando me encuentro al algún pendejo de estos es una gran vena dilatada ubicada por donde “sacamos a asolear la leña”, es decir, el ano. ¿Qué será? ¿Qué será? ¡Hemorroides! Respuesta correcta, mi querido Guatson. Si le quitamos la h, que es muda, nos quedamos con la mera abreviatura para referirnos a estos ixtos mierdas: emos. ¡La etimología nos la pasamos por el culo! Según ellos, han venido al mundo a sufrir. Sí, cómo no. Los que han venido al mundo a sufrir, a ver si lo tienen claro los caras de mi güevo, son los millones de niños desnutridos regados en África, Asia y Latinoamérica que no tienen ni un pedazo de pan para matar el hambre, por ponerles un solo ejemplo. Ah no, los mierditas estos con su onda de que la vida no tiene sentido, haciéndose las víctimas de su miserable existencia. Pues bien, la solución es sencilla: ¡mátense ya cerotes! ¿Qué putas están esperando? ¿Acaso no tienen güevos? ¿No que la vida es una mierda, pues? Barrancos, hay. Fosas comunes, hay. Basureros, hay. ¿Cuál es el miedo? Y si no, permítanme que me diriga a sus progenitores: ¡Usté mamá, usté papá, compre ya Racumín Extra Forte y alimente diariamente a ese cadáver que tiene por hijo o hija hasta que le revienten los ojos del puro veneno y por fin duerma tranquilo su tan añorado sueño eterno! Al tata no le faltarían los yilets y a la nana el maquillaje. Además, no sé, sería una mejor forma de controlar la demografía, ¿o no? La tasa de mortalidad ya no sería la que es: asesinatos, homicidios, sida, etc., sino: bellos y melancólicos suicidios individuales y colectivos de emos. ¡Si hasta parece que estamos en pleno siglo XVIII (como la mara), muchá! Los embalsaríamos como momias, los meteríamos en bolsas canguro o en costales, los encaramaríamos en carruajes negros (pintados con carbón) tirados por mulas (¡salve oh, alma divina!) y los iríamos a aventar al Puente del Incienso. ¿Qué les parece? Sería una onda así bien depre, vaa, una onda así sublime, vaa, una onda así como en los videos de Mai Kimical Romans o en las licas de Tin Burton.
Muchos de ustedes me criticarán, lo sé. Dirán que, para variar, exagero y me voy a los extremos. Que la onda emo es una moda asociada a un estilo musical o a un género, como el rock (ahí andan los peludos pisados con su botas Rhino y sus playeras de Esleyer) o el rap (ni hablar de los compadres con sus gorras para atrás, su ropa king-size y sus cadenotas de oro) y que hay aceptarla. Va, ok. El pedo es que la música no tiene ni mierda que ver con la poses ni con las fachas ni con las llamadas tribus urbanas. Un pisado de esos que siempre anda trajiado perfectamente puede ir en su carro con Airon Maiden o Eminen a todo volumen, ¿o no? ¿Acaso la mara que oye a Mozart anda vestida con trajes de terciopelo ajustado y pelucas blancas de canelones? Insisto, una mierda no tiene nada que ver con la otra. A la música, si me hacen la gran campaña, me la dejan a un lado que, como decía el gran Rigo, es sagrada. En fin, estas cucarachas de rara procedencia, con sus Vans de abuelito y su falsa anorexia, están poblando Mulamala y reproduciéndose a pasos de gigante como si no tuvieramos ya con los putos mareros ni con los fresitas de la Zona Viva. Bueno, eso es lo que me han contado.
¡A mí mejor no me hagan caso!... Pero qué, ¿nos vamos a quedar de brazos cruzados?
La fotía es, como siempre, cortesía de Guguel Imágenes.