– Señor Gil, mío amo, yo creía que jamás habríamos de salir de Couce…
– ¿Porqué lo piensas? Si acaso piensas…
– Pues ¿cómo vamos allá? Nuestros animales, estas almas de Dios, no podrán llegar tan lejos.
– Eso será tu burro que no lo puede.
– Si mi señor llama burro a mi borriquillo, yo llamaré caballo a su Rocinante.
– Si llamas borriquillo a ese montón de huesos…
– Más grande es el montón donde mi señor pone el agujero donde terminan sus gloriosas espaldas.
– Que nunca jamás un enemigo ha visto, fíjate bien.
– Pero ¿porqué Portugal?
– Porque, en lucha por nuestro glorioso rey Don Duarte Pio de Couce y Bragança, allí estuvo nuestro creador.
– ¿El mismo Dios habrá combatido por nosotros?
– ¡No hagas el tonto!
– No hace falta. Pues si mi señor dice que lo soy…
– Hablo de Don José de Bicente.
– Y después a lo mejor querrá irse también a Gens, a Belôi, a S. Pedro de La Cueva… lo que sea…
– ¡Ni pensarlo! Yo no quiero más que hacer peregrinación a Aziñaga dos Vinhos, la tierra de un gran español que el mundo no conoce todavía.
– ¿Quién es la criatura?
– Un genial escritor, más que don José de Bicente. Dicen que si se lleva unos veinte años más viviendo en Lanzarote acabará hablando castellano mejor que nuestro rey don Duarte Pio de Couce y Bragança.
– Pues no le hacía falta ir para en medio de los guanches. Dicen que ahora se enseña el castellano en Portugal más que el francés y mismo que el Coucish.
– No pienses que será por amor de España. Es para que se cumpla mejor el problema de las estadísticas del gobierno. El castellano como segunda lengua extranjera dará más altas clasificaciones a los chiquitos. Y, además, les hace falta para comprender la Barca del Infierno.
– ¿Qué es eso? ¿Portugal está así de mal?
