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Días agitados y grandes romances con sex symbols: la increíble vida de Charlie Menditeguy, el Leonardo Da Vinci del deporte nacional
Descolló en el automovilismo. Pero también brilló en polo, golf, billar, esgrima, boxeo, tenis, pelota a paleta…, y fue rey del día y de la noche
Gran premio de Turismo Carretera 1963. Carlos Alberto Menditeguy, al volante de su Ford, va ganando fácil. Pero apenas a 15 kilómetros de Arrecifes –la llegada–, el motor se desinfla como un globo pinchado por un alfiler. Menditeguy, parsimonioso, impávido, se baja, se saca los guantes, los pone sobre el capot, prende un cigarrillo, y le da el encendedor a su acompañante:
–Saque un poco de nafta del tanque, y quemeló, Linares… quemeló.
Y empezó a caminar hasta la meta.
El Negro Linares, atónito, no se animó a quemar ese Ford, que costaba un Perú, y acabó sus días en un museo o en manos de un coleccionista…
Frialdad, señorío, fortuna, mundo, idiomas, indomable seductor, supersticioso, ególatra, fuerte de carácter y nacido en cuna de oro fue, sin discusión, un Leonardo da Vinci del deporte: tocó todas sus cuerdas, y no desafinó jamás.
En 1940, a sus 25 años, ya tenía 10 de hándicap en polo, y su equipo (El Trébol), formado por él, su hermano Julio, y los hermanos Luis y Heriberto Duggan, ganó el certamen interclubes, de nivel mundial cuatro veces: 1940, 41, 42 y 43: ¡asombroso!
Nunca había pisado una cancha de golf, pero apenas la vio y comprendió el juego, le dijo a un amigo:
–Esto es muy fácil.
Juan Segura, el mejor aficionado del país, lo toreó:
–Hay gente que pasa años mejorando su estilo, y vos venís y decís que esto es fácil. Bueno, apostemos. ¿A que no llegás a scracht (suma ideal de golpes) en un año?
Apuesta aceptada. En tres meses ya asombraba. Y en nueve… ¡scracht!
Hazaña que le hizo proclamar al campeonísimo Roberto de Vicenzo:
–Cuando me enteré de esa apuesta, pensé: ¡ni loco va a poder! Pero lo hizo, y es récord mundial…
Es verdad y leyenda que lanzó ese desafío como respuesta a los polistas que le decían "ganás siempre porque tenés los mejores caballos". Y no fue scracht en tres meses porque tenía los mejores palos…
Pero su mayor pasión era la velocidad. Los autos. Las carreras…
Debutó en 1950 en el circuito del Torreón, Mar del Plata, con una Ferrari sport, y ganó de punta a punta con su estilo: acelerador a fondo siempre, pero no un loquito… Estudiaba los circuitos con la precisión de un matemático, "porque los que improvisan se matan", sentenciaba.
En 1956, en Olavarría, no sólo venció: lo logró derrotando a los míticos hermanos Emiliozzi (Dante y Torcuato) por 38 segundos de diferencia…
Y vio bajar, primero, la bandera a cuadros, en Arrecifes, la Vuelta Sierras de Córdoba, la Mar y Sierras, la Vuelta de Tres Arroyos, y varias etapas en grandes premios.
Sin embargo, luego de varios percances (como el de "Quemeló, Linares"), dijo:
–El Turismo de Carretera fue lo que más quise en la vida, y lo que más disgustos me dio…
Le había llegado la hora máxima: Fórmula 1.
En enero de 1956 consiguió la corona de laureles en los Mil Kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires con una Maserati 3000 y en pareja con el inglés Stirling Moss, gran rival y gran amigo de Juan Manuel Fangio. Y con un récord extra casi imposible: en apenas tres días al comando de esa máquina le bajó el tiempo al subcampeón del mundo…
Al toque, la escudería Maserati le ofreció una 250F. En adelante corrió once grandes premios, subió una vez al podio, pero su estilo y su garra de manejo le hicieron decir a Fangio, el rey de reyes:
–Menditeguy no fue campeón del mundo porque no quiso.
Y tanto no quiso, que en vísperas del Gran Premio de 1956, y como uno de los pilotos oficiales de Maserati… ¡desapareció!
No fue a los entrenamientos ni a la carrera. Gran preocupación: ¿secuestrado, herido, muerto?
Nada de eso. Había pasado dos semanas semana en la Costa Azul (en Montecarlo, exactamente)… ¡con Brigitte Bardot!, de 22 años, que no tardaría en coronarse sex symbol, mayor musa sexual del cine, y casi mito…
Desde luego, la escudería lo echó por indisciplina. Respuesta:
–No era una oportunidad para despreciar…
Hijo de Julio Amadeo Menditeguy Echeveste y Rosa Isabel Estrugamou y Turner, y casado con Clara Leloir Unzué, no sólo el lomo de los caballos o el cockpit de los bólidos de acero (hoy de fibra de carbono) fueron sus reinos, y él su monarca.
Un día empuñó una raqueta de tenis, y llegó a estar entre los cinco mejores del país. Dicen los testigos de entonces que le bastó ver una mesa de billar, los tacos y las pulidas bolas de marfil, para hacer decenas de carambolas seguidas… ¡y a tres bandas! Y era casi imposible derrotarlo en pelota a paleta y en squash. Sumemos, además, esgrima y box…
Y también generosidad. Mientras Juan Manuel Bordeu probaba un auto en el circuito inglés de Silverstone, la niebla le tendió una trampa: derrape, y serias heridas. Menditeguy estaba jugando polo no lejos de allí, se enteró, y ordenó que lo llevaran al mejor hospital de Londres, y que lo atendiera –¡nada menos!– el médico de cabecera de la reina Isabel II.
La muerte –en esos años, destino bastante común entre los pilotos de Fórmula 1– lo emboscó, pero no pudo llevarlo entre su manto negro…
"De bigotes pícaros y pelo en retroceso", como lo describió un cronista británico, corría en alpargatas, que es casi correr descalzo, cuando el resto de los pilotos usaba zapatos blandos parecidos a los reglamentarios de los ciclistas.
Se aprestaba a competir en el circuito de Sebring, Florida, Estados Unidos, muy plano, sin peraltes, y circundado por pasto muy crecido que en algunas zonas ocultaba el asfalto de la pista.
Pero Charlie –como lo llamaban– había estudiado el dibujo del circuito metro a metro…
Sin embargo, un comedido auxiliar de pista corrió los fardos protectores de las curvas…, para mejorar la visión, y sin avisar.
Resultado: Menditeguy chocó contra uno de los fardos movidos, que no estaban en su memoria de elefante, y la Maserati, entre trompos y volteretas, despidió a su piloto, que quedó exánime a un costado del asfalto. Lo dieron por muerto, hasta que una enfermera se dio cuenta de que aún respiraba.
La carrera la ganó Fangio, que sin festejar, se fue al hospital y lo cuidó con devoción.
Diagnóstico: doble fractura de cráneo. El Chueco se hizo cargo del caso, y lo internaron en el excelente hospital de West Palm Beach.
Tres meses en terapia intensiva –con varias semanas en coma–, y larga rehabilitación en Bariloche…, con una impensada victoria: todavía convaleciente, se entrenó para la bajada del Cerro Catedral sobre esquís… ¡y ganó el Huemul de Oro!
Y además, llegada la noche, fue un imbatible habitué de La Biela y 05, entre amigos, y sin perder de vista una posible conquista. No tan famosa como Ava Gardner ("El animal más hermoso del mundo" según Frank Sinatra), que fue uno de sus trofeos, pero con aceptable hándicap…
Se murió demasiado joven –a los 58–torturado por el Mal de Parkinson.
Sería demasiado fácil poner punto final después de cuatro palabras: "No habrá ninguno igual".
Pero es gloriosamente cierto: no habrá ninguno igual.
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