massobreloslunes: 08/15/11

lunes, 15 de agosto de 2011

30. Joan y las noches de verano

Fotito de este finde en las escasas horas del día en que no hacía calor. ¡Mirad, tengo bíceps!


He vuelto hace unas horas de freírme de calor y no querer más que morirme escalar y playear en Bolonia, y estoy aquí esperando a ver si IA me da un toque para confirmar que ha llegado a casa y no se me ha matado de daño cerebral después de tener un pequeño accidente con una tabla de surf. Desde aquí te lo digo, IA: procura no matarte, por lo menos no antes de que vuelva a verte. He de comprobar que eres real y no un producto de mi imaginación calenturienta. Menos mal que te hice fotos.

Ahora estoy sentada en mi salón, con la ventana abierta y el aire acondicionado puesto, en un derroche de frescor veraniego que puedo justificar porque llevo tres días siendo natural y dejándome la vida en el puto desierto de Mojave San Bartolo, Cádiz. Ésta es, oficialmente, mi primera noche de vacaciones, es decir: mañana la gente que no esté de vacaciones trabajará y yo no. Muahaha. En realidad me caigo de sueño, pero voy a aguantar nada más que por joder y demostrar que nadie me obliga a madrugar mañana. Ah, y por comprobar que IA sigue vivo, no lo olvidemos.

Estar aquí en pijama, con la ventana abierta, el ordenador encendido y los ojos como platos me recuerda al verano de los dieciséis años, cuando me había hecho colega de la gente del club de montaña del colegio porque uno de ellos me molaba y me ignoraba. Curioso cómo se repiten los patrones; al año siguiente me hice amiga de otra gente totalmente distinta porque MQEN me molaba y me ignoraba. Menos mal que al final conquisté su corazón y mi amistad de conveniencia no fue del todo inútil.

Como decía, cuando tenía dieciséis años quedaba con la gente del club en el paseo marítimo de Pedregalejo. No sé si alguien de ese grupo me leerá todavía, porque últimamente me sale peña antigua por todas partes, pero si estáis ahí disculpad lo que voy a decir: vuestro plan era aburrido a morir. Nos limitábamos a sentarnos en el poyo del paseo marítimo y a charlar de chorradas. Además, el chaval que me gustaba era muy guapo, muy lindo y tenía una tripa perfecta, pero su conversación estaba al nivel de la de una ameba. Lo que yo hacía aquel verano era pasar unas horas muriéndome del aburrimiento en aquel paseo marítimo, hacerle ojitos a Guapo Simple (en adelante, GS) y largarme a casa cuando la cosa empezaba a decaer.

Cuando llegaba a casa mi madre y mi hermano solían estar dormidos o ausentes. Entonces encendía mi enorme ordenador de mesa y me quedaba en pantalones de pijama y sujetador. Por aquella época conseguí la enorme proeza de acumular unos tres sujetadores de mi mini talla y me encantaba ponérmelos y sentirme adulta. Abría las dos ventanas de mi cuarto, enchufaba el antimosquitos y me dedicaba a escribir y a hablar por el messenger con Joan, un chico catalán al que había conocido después de colgar un poema en un foro (ya apuntaba maneras, yo).

Joan era muy majo. Tampoco es que le diera el coco para mucho muchísimo, pero era un chico dulce y como superexótico, ¡¡catalán!! Yo me lo imaginaba guapérrimo. En aquella época no existía el Facebook, recordemos, y tampoco había dos cámaras digitales por habitante, así que Joan y yo no habíamos visto fotos el uno del otro. Él se describía como delgado, moreno, pelo rapado y ojos verdes y claro, en mi mente se dibujaba un cañón monumental (imagino que parecido al que se proyectaría en la suya cuando yo le dijera que era delgada, rubia, ojos castaños y pequeña-pero-proporcionada... cuando en realidad yo con dieciséis años era un callo pero total, admitámoslo).

En resumen, que Joan y yo hablábamos un montón de rato por el messenger todas las noches. Él tenía la letra roja y cometía muchas faltas de ortografía porque decía que el castellano se le daba mal. Con él aprendí mi primera frase en catalán, chispas, que era "et veig als meus somnis" (te veo en mis sueños). Sí, de ese rollo íbamos Joan y yo. Quién me iba a decir a mí que acabaría viviendo en Barcelona y parlant català com la que mès.

A pesar del planazo vital que me traía yo, a saber: babear por GS, aburrirme, volver a mi casa y dedicarme a escribir y chatear, recuerdo aquel verano como muy agradable. Me lo pasaba muy bien charlando con Joan. Era emocionante. También escribía mucho, y fue entonces cuando empecé mi novela física o química recientemente terminada y a la espera de ser impresa y quemada en un vertedero. A las tres o a las cuatro de la mañana bajaba a la cocina y cogía guarradas de comer, como pavo mojado en salsa de yogur o salchichas crudas con ketchup y mayonesa. Subía y comía con una mano mientras tecleaba con la otra. Me acostaba a las mil, me levantaba a las mil y en fin, veraneaba a lo adolescente furibunda.

Al final quedé con Joan un par de veces en Barcelona: una cuando fui a hacer la matrícula con Elsa y otra cuando ya vivía allí. De la vez con Elsa no recuerdo nada. Creo ese día nos habíamos levantado a las cuatro de la mañana para coger el avión y que luego desayunamos cinco veces, así que entre eso y que me parece que Joan traía marihuana, la amnesia es casi comprensible. Desde aquí proclamo: Els, si tú te acuerdas de cómo era el chaval, por favor, refréscame la memoria. La otra vez fui a su casa y escuchamos música en el ordenador mientras su madre y su abuela veían la tele en el cuarto contiguo. Su madre estaba medio depresiva y su abuela tenía una pinta muy extraña, súper arrugada, vestida de negro y catatónica como el padre de Torrente. De Joan recuerdo dos cosas: una, que era más bien feo, y otra que parecía mucho más interesante por el Messenger que en la realidad. Aun así, le tengo cierto cariñito.

Ahora mi vida ha mejorado, en general, y me lo paso mejor en el mundo 3D. Chateo menos y charlo más. Ah, y me pongo en pijama, que el sujetador a estas alturas me incomoda un poco. Pero diez años después no dejan de tener su gracia las noches de verano, cuando no hay que madrugar y puedes escribir con las ventanas abiertas, comer guarradas a media noche e ir conociendo poco a poco a algún chico guapo de ojos verdes al que encontrarte después en la realidad y en los sueños.