massobreloslunes: 04/06/11

miércoles, 6 de abril de 2011

Instrucciones para olvidar, II

Hoy me ha venido una de esas maravillosas primeras consultas que a los cinco minutos sabes que podrás dar de alta en una sola sesión. De ésas que te hace preguntarte mosqueada de qué iba el médico de cabecera cuando la derivó, y al mismo tiempo sentirte muy, muy contenta porque no se te va a sobrecargar la agenda más de lo que está.

Se trataba de un chico de 34 años a quien su novia dejó hace un mes. Esto es un alta clara, porque si tu novia te ha dejado estar mal es lo lógico y no necesitas venir a salud mental. Una parte importante de mi labor como psicóloga, de hecho, es convencer a la gente de que sufrir de vez en cuando es normal.

- ¿Y qué piensas que voy a decirte yo ahora? - le he preguntado cuando ha terminado de hablar -. ¿Qué tipo de ayuda crees que puedo darte?

- Pues... - el chaval me ha mirado como avergonzado - creo que me vas a decir que es normal y que el tiempo lo cura todo.

- Exacto – qué alegría cuando da una con pacientes espabilados.

Me han dado ganas de explicarle que el olvido es casi tan mágico como enamorarse o como hacer un amigo. Que igual que sin darte cuenta te vas vinculando a una persona hasta que la haces parte de tu vida, te puedes desvincular si pones el empeño suficiente. Sigues colocando un pie delante del otro y confías en que dejará de dolerte, aprietas los dientes y sigues adelante, y no llamas, y sigues adelante, y no mandas mails, y sigues adelante, y no mandas mensajes... y hay días tan duros que te sientes como un alcohólico anónimo, y a lo único que puedes comprometerte es a no dar señales de vida en las siguientes veinticuatro horas. Hay semanas en las que la tristeza permanece tan inalterable un día, y otro día, y otro, que te preguntas si vas a seguir así toda la vida.

Pero más tarde o más temprano llega el día en el que puedes mirar atrás y decir con asombro: ayer no me acordé de él. Repasas la jornada, incrédula, porque antes le recordabas a cada paso, cuando escuchabas tal canción o veías tal restaurante... pero qué va, ayer estuviste pendiente de muchas cosas y él no era ninguna de ellas. Y luego esos días se van haciendo más frecuentes, y poco a poco la pena se va diluyendo, y te sientes tan aliviado como cuando te hace efecto el ibuprofeno en medio de un dolor de muelas.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido, decía Neruda. Más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria, cantaba Sabina. Y bendito olvido, digo yo hoy, bendito tiempo, que sana las costuras de las cosas y nos permite seguir adelante sin llorar en silencio a todas las horas del día.

- Se te pasará, en serio - le he dicho a mi paciente mientras se levantaba para irse -. Te lo juro. Palabrita del niño Jesús.

Me ha mirado y he debido de sonar bastante convincente, porque se ha ido sonriendo. Y yo también he sonreído mientras me volvía hacia el ordenador y le daba el alta.