massobreloslunes: diciembre 2008

domingo, 28 de diciembre de 2008

Estoy sentada en el salón de mi casa de Málaga. La chimenea ha ardido todo el día y creo que es la primera vez en estas vacaciones de navidad que, definitivamente, no tengo frío. Ha sido un buen día. Elsa y Arantxa han venido esta mañana y hemos dibujado mandalas. Por la tarde ha venido MQEN y hemos meditado juntos. Podía observar los pensamientos cruzando fugaces por mi cerebro: apenas ráfagas de luz en la noche oscura de la consciencia. Sólo me desconcentraba cuando pensaba en J., mi J.

Después de que MQEN se fuera he estado un rato tocando el piano. Había quedado a las once en el centro, pero ya sabía que no iría, así que he esbozado unas cuantas piezas con la sordina puesta. Mis dedos están débiles y torpes por la falta de práctica. A veces saben más que mi mente, a veces menos. Y yo pienso que la estructura de las piezas está completa en mi cabeza, sin fallos y, sin embargo, por alguna teoría aleatoria del caos, un chispazo equivocado de mis neuronas, fallo: piso entre teclas, no mantengo el ritmo, desplazo los acordes.

Después de tocar mando un mensaje a Arantxa y le digo que no voy a ir al centro. Estoy cansada, la chimenea me atrapa con el arder tranquilo de sus troncos. Luego me pongo a leer La hija de la amante, de A.M. Homes. En el libro, Homes habla de su adopción y de cómo conoció a sus padres biológicos cuando tenía treinta años. Sus padres biológicos resultan ser personajes ridículos, sórdidos, así que ella lleva setenta páginas hablando de su tristeza, de cómo se siente rota cuando su padre le oculta frente a su otra familia, cuando le regala joyas ridículas por su cumpleaños. De cómo le hace fotos a los armarios de su madre cuando va a limpiar su casa tras su muerte.

Yo estoy tranquila hoy, después de tantas horas junto a la chimenea, dibujando, meditando, leyendo. Sola y en compañía de personas a las que amo. Siento compasión por A.M. Homes, por cómo hay también sufrimiento cuando hay éxito, por cómo ni siquiera escribir puede salvarnos. Me digo que a un nivel elemental, todos estamos rotos; hasta los hijos de las familias felices. Recuerdo a Mariana hablándome de cómo nunca podría aspirar al nivel de amor y felicidad que tenían sus padres, y del miedo que le daba eso. Y, en cualquier caso, hay pocas familias felices.

Releo este texto y me doy cuenta de que sólo he comenzado a situarme, de que si fuera una escritora honrada y no pensara publicar esto en el blog continuaría en alguna dirección durante un par de páginas más. Pero estoy cansada. He meditado dos horas hoy. La apertura, la capacidad de sentirlo todo, también tienen un límite. Ahora prefiero irme a dormir y encontrarme con el territorio neutral de la inconsciencia. Voy a publicar esto, aun así, aunque sólo sea porque lo he escrito a ordenador y hay que aprovechar para que no se me marchen los lectores.

Entonces, buenas noches.

viernes, 26 de diciembre de 2008

La verdad sobre perros y gatos

Tengo un perro. No por elección propia, claro está. Lo ha traído mi hermano a casa utilizando una política de hechos consumados bastante discutible. Así que realmente no es mi perro, pero paso bastante tiempo con él. Cambiemos entonces la frase inicial:

Vivo con un perro. Ésta es casi más políticamente correcta.

Esto no es lo peor. Lo peor es que mi hermano le ha llamado Hooker, que no sólo es un nombre extraño y con poca personalidad, sino que en argot significa "Puta". Y yo soy muy lacaniana, así que eso de que nuestro perro se llame como una prostituta no hace sino acrecentar mi de por sí disposición regulera hacia él. Creo que me gustaría más si se llamara algo chulo, como Kubrick o Lunes. Lo bueno que tiene es que es muy, muy mono, con unos ojitos castaños muy graciosos y el pelito suave y negro. Si fuera un perro callejero de esos raros, cabezón e hirtuso, como diría mi colega el Adri, otro gallo le cantaría.

A ver, a mí no es que no es que no me gusten los perros. Son monos y merecen amor porque son criaturas vivas, etc etc. Pero no les capto muy bien. Tuve a mi querida y perdida gatita Clementina y no sé, la entendía. Ella hacía su vida, con sus intereses (dormir, el jamón york y los mimitos, por ese orden), y cuando le apetecía me buscaba, y cuando no pues pasaba de mí. O venía un rato, nos dábamos cariñitos y luego se iba. Hooker, sin embargo, sólo tiene intereses destructivos. Llevamos juntos en casa una semana y lo único que le digo al perro es "¡No, Hooker, no!". No chupes los platos de comida, no saques la tierra de las macetas, no muerdas mi zapatilla, no me acoses, no me mordisquees de bromita que duele, sal del salón, no te comas el turrón de la bandeja, no destroces las bolas del árbol de Navidad... Etc, etc.

Sus intereses no destructivos se reducen a dar vueltas en torno a los humanos moviendo el rabito. Y eso ya sí que me desconcierta. ¿Qué se hace con un perro? Yo intento gatunizarlo subiéndomelo al regazo y acariciándole bajo la barbilla, pero no le hace mucha gracia. Además, es un perro de aguas que tiene pinta de volverse gigante, así que en un par de meses esta opción tampoco me servirá. Normalmente le acaricio un poco y luego me agobio porque da vueltas a mi alrededor como un satélite enloquecido y necesitado de atención. No hace mucho más: huele cosas invisibles en el suelo, lloriquea, ladra y se caga en las alfombras.

No sé, no lo veo claro. En mi opinión, lo de ser de perros o de gatos es un poco como lo de ser de fanta de naranja o de limón: va con el carácter de cada uno y no cambia tan fácilmente. Si tuviera que teorizar sobre el asunto, diría que los amantes de los gatos somos más capaces de aceptar una relación independiente y libre, en la que cada uno se acerca al otro cuando le apetece y es libre de irse si les da la gana, mientras que los amantes de los perros son un poco patológicos y necesitan tener asegurada la atención y la fidelidad de su animal de por vida. Pero vamos, que eso son ganas de clasificar y juzgar, y a mí eso me hace retroceder un par de peldaños en la escala evolutiva de la reencarnación, así que no me hagáis caso.

En fin. Feliz Navidad, o lo que queda de ella.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sé que no estoy escribiendo mucho aquí. Sin embargo, soy muy muy traidora y escribo bastante en privado. En secreto. Todo empezó hace unas cuantas semanas, cuando un traidor virus estomacal me postró en la cama durante un par de días. Entre pota y pota empecé a releer los libros de Natalie Goldberg. Lo de esta mujer es muy curioso. Cree en la salvación espiritual a través de la escritura. Es meditadora zen con experiencia y relaciona su escritura con las sentadas de meditación. Yo no sé mucho de zen (de hecho no sé nada), pero estuve releyendo los libros a la nueva luz de mi (ejem) camino espiritual (doble ejem). Es curioso cómo cambian los significados de una lectura cuando empiezan a saltar a tus ojos matices diferentes, relacionados con lo que estás viviendo con tu vida en ese momento. La vida debería ser lo suficientemente larga como para releerlo todo.

Y lo que pasó fue que me entraron ganas de escribir más. Y que me di cuenta de que publicar en este blog me estaba deformando.

Me explico: escribir para un blog es hacerlo de una forma determinada, sobre una determinada temática y con una detemrinada extensión. Yo en ese sentido siempre he sido bastante anárquica, y he escrito desde minicuentos hasta historias gigantescas o post cuentavidas aburridísimos. Sin embargo, sí es cierto que escribir para otros todo el rato te condiciona. Necesitaba (necesito) un espacio de práctica, un gimnasio donde haer calentamiento para poder salir después aquí (o donde sea) a hacer una exhibición.

Además, me di cuenta de que todo, o casi todo, lo que alguna vez he escrito sobre J. he acabado por publicarlo aquí. No me pareció justo. Necesito despedirme de él y que no lo vea nadie. Necesito escribirle, porque vivir sin él es lo más difícil que tengo que aprender a hacer en este momento de mi vida, y no puedo hacerlo siempre de cara a la galería. Lo que no es culpa del blog, sino mía, obviamente. Así que últimamente me siento en el escritorio a escribirle despacio a J. (a mano, en la libreta verde que llevaba a los primeros talleres que compartimos) y me hace mucho bien. Y no creo que nunca se lo enseñe a nadie. Mucho menos a él.

Por otra parte, hay cosas que podría publicar aquí. Fragmentos de escritura en la libreta que no me disgustan. Pero, para terminarlo de arreglar, tengo el ordenador roto, y ahora mismo estoy escribiendo en la biblioteca del colegio, disimulando como si estuviera mandando un mail y mirando a un lado y a otro para que nadie lea lo que hay mi pantalla.

Esto no quiere decir que vaya a dejar el blog. Sólo quería dar señales de vida. Normalmente, cuando digo que voy a dejar el blog se me empiezan a ocurrir maravillosos posts y empiezo a aturrullar al personal (Murphy), así que prefiero dejar que las cosas se vayan asentando en mi vida literaria por su propio peso. De momento, me interesa más seguir escribiendo para mí. Creo que le daré aire a mi escritura, que se acabará beneficiando mucho. Si encuentro ordenadores libres y un poco de tiempo, quizá actualice de poco en poco. De lo contrario, no me echéis de menos :P

Os quiero siempre.