massobreloslunes: agosto 2005

miércoles, 24 de agosto de 2005

Vámonos al campo / yo en esta ciudad no aguanto

Me voy a los Pirineos a un cursillo antiestrés. Qué ganas tengo. No sólo por los paisajes, el aire puro, la desconexión de la vida urbana étc étc sino, sobre todo, por *El silencio*.
Hay muchas cosas que me fastidian de la vida moderna. Las prisas, no poder volver la cabeza hacia ningún lugar sin encontrarte con un anuncio, la fealdad, las obras extendiéndose como repugnantes hongos... Pero lo que más odio es la imposibilidad de librarse del ruido. En mi casa convivimos con dos enormes urbanizaciones en construcción: una delante y otra detrás. Esto supone que hay ruido constante desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde, quitando el descanso de la comida. Y llevamos así más de dos años. Resulta inconcebible, ¿verdad? Pues aguantamos como los sumisos ciudadanos inermes que somos.
Así que quiero irme a los Pirineos a escuchar el silencio, a dejar acariciar mis oídos por la ausencia de sonido.
Para tal efecto, me he comprado unas botas. Las primeras botas buenas de mi vida. Con gore-tex. Estoy TAN emocionada.
Cuando era pequeña, mis padres me compraban botas Chirucas. No las que hay ahora, tan buenas como las que más, sino las antiguas, las cutres, hechas de tela y con suela de goma de bici. He estado ocho años en los scouts y pasé al menos cinco con esas odiosas botas Chirucas; cuando la gente empezó a reírse abiertamente de mí me dije: "ha llegado la hora de cambiar". Entonces me compré un sucedáneo de botas (bastante cómodas, por otra parte) pero no impermeables. Llegué a los montañeros y se rieron de mí por segunda vez; bueno, más bien me miraban con conmiseración, me temo. Los montañeros es que llevan un equipo que parece que van a escalar el K2.
Y ahora, por fin, con veinte años y algunas montañas sobre mi diminuta espalda, ¡tengo unas botas pijas! ¡Viva yo!

Llevo todo el día pensando en algo más trascendente que contaros y, como en una canción de Doctor Desastre, "sobran temas, ¿de qué sirve,/ si no se me ocurre nada?". Sólo puedo decir que hoy, mientras iba en moto, notaba la vida tan inestable. Si algo he aprendido en estos últimos dos años es que hoy puedes estar aquí y mañana allí. Que ahora estoy sentada en mi cuarto, escuchando el parloteo de mi madre y mis tías abajo, y dentro de veinticuatro horas estaré en Huesca, una de esas provincias que dicen que existen (yo no me lo creo). Que las estaciones giran a toda velocidad y siempre vuelven, trayendo con ellas su frío, su calor, sus fiestas.
También yo volveré en una semana, ¡lo prometo! Y prometo no castigaros con un larguísimo post contando con todo detalle lo que he hecho ;) Traeré sólo reflexiones concentradas y jugosas.
Aquí tenéis enlaces a todos mis dominios internáuticos, para que no os aburráis:
Mi blog de cuentos, que espera comentarios.
Mi nuevo vegetablog. Aún no tiene muchas cosas, pero podéis mantener interesantes debates a mis espaldas.
Vanilla Summer, mi primer blog.

Echaré de menos este huequito de luz frente a mi portátil. Si durante estos seis días os sentís mal, tensos, estresados o tristes, pensad en mí, respirando silencio en los Pirineos, y sonreid un poquito. Aunque sólo sea para hacer rabiar al ruido.

Animal Humano

Mientras actualizo, os animo a que os paséis por el blog vegetariano que he abierto hace unos días. Y tranquis, que preparo post nuevo aquí :D

sábado, 20 de agosto de 2005

Miscelánea

Ahora estoy sola, lo mires por donde lo mires. La soledad se me filtra entre los dedos, se acuesta y se levanta conmigo y se ríe de mí detrás de cada cerveza que me bebo. Durante estos días atrás me ha tapado la nariz y la boca y no me dejaba respirar, y mucho menos escribir. Hoy, al parecer, la cosa va remitiendo y me puedo sentar al teclado.
Mi feria no va mal; no va muy bien, dadas las circunstancias, pero tampoco va mal. Hoy es el último día y pretendemos desayunar en el bar Flor; ya os contaré mañana qué tal.
Ayer estuve en un concierto de Doctor Desastre, un grupo de amigos de una amiga que tocan... no sé exactamente qué es: rocanrol-blues, o algo así. La cosa es que son buenísimos, y quería escribirlo en algún post porque ¿quién sabe? Tal vez se busquen a sí mismos en Google y lean esto, y así se enteran de lo mucho que me llegan sus canciones, porque a mí me da vergüenza decírselo.
Me encanta ese grupo. Me hace sentir lo que siento con Sabina, con Fito, con Extremo… con los grandes. Yo no soy muy melómana, todo hay que decirlo; escucho poca música y no conozco demasiados grupos… e incluso de los que me gustan no tengo la discografía entera. Sin embargo, a mi manera soy muy musical. Siempre estoy tarareando, física y mentalmente. Me siento al piano cuando encuentro un hueco entre pensamiento y pensamiento y toco con los ojos cerrados. Supongo que mi problema, como en todo, es el déficit de atención; me despisto y me centro en lo que tengo más a mano.
En todo caso, últimamente es Doctor Desastre lo que más escucho, y a pesar de que Jesús, el saxoflauclarinetista (lo toca todo), dice que la maqueta no es muy buena, a mí me chifla. Estoy deseando que graben algo más, porque hay muchas canciones que tocan en los conciertos que también me flipan y que no vienen en el disco. Si algún día llegan a ser famosos, me sentiré afortunada de haber estado en sus primeros conciertos, en los que les podías ver desde primera fila y encontrártelos luego tomando una copa en la Merced; en los que no había ego, sino música. Me gustaría acercarme a Kanka, el cantante, y decirle que es un letrista cojonudo, que me hace paladear el verdadero sabor de la vida con sus frases. Yo de música no sé mucho, pero de letras entiendo un rato, y él es bueno, creedme.
Últimamente le ha dado a todo el mundo por escribir posts sobre la playa. Yo he estado esta semana tres veces, batiendo el récord del verano, y también me siento bastante marítima (o marina, nunca mejor dicho). Cuando se libra una de la obsesión por tomar el sol, la playa está muy bien. Ahora voy por la tarde, cuando hace menos calor y la gente empieza a irse (para muchos, la playa es una especie de centro de rayos UVA gratuito), y me siento en la arena, exponiendo orgullosamente mi piel transparente de tan blanca y mirando las olas. Me baño en el agua, que de puro plateada parece el mercurio del que hablaba el otro día Aldery y me tumbo a hacer el muerto. Fíjate si soy inactiva que en vez de nadar, floto. En fin...
Hoy me he bañado con mi abuela y mi tío abuelo. Entre los dos, sumaban 163 años de intrepidez acuática. Yo nadaba (es un decir) detrás, con mis apenas dos decenios a cuestas sintiéndome muy joven, recién nacida casi. Me quedo con esa sensación: la de sentir que tengo toda la vida por delante mientras chapoteo en el mar.
(No es un gran post, pero algo es algo).

sábado, 13 de agosto de 2005

Superresacosa

Llevo todo el día retorciéndome por mi casa en un caso bastante lamentable de resaca-post-primer-día-de-feria. Es triste. Una se va con su emoción a ver los fuegos artificiales, acarrea esa misma emoción por todo el centro de Málaga mientras grita ¡Feria! ¡Feria! y se encuentra al día siguiente en un estado tan deteriorado que apenas puede moverse, con que no hablemos de salir de marcha. No pasa nada. Queda mucha feria por delante.
Así que, como no tengo demasiado que hacer y llevo en crisis creativa desde este miércoles, me he dedicado a hacer remodelación en mis dominios internáuticos. Se trata de lo siguiente: como mis cuentos propiamente dichos se hallan ocultos en los primeros archivos del blog y no creo que nadie haga arqueología para buscarlos, los he reunido todos aquí. Mi intención es que quien quiera acceder a una muestra un poco más seria de mi escritura que estos post un poco irónicos y no demasiado trabajados, pueda hacerlo fácimente. Al final de cada cuento podéis (si queréis) dejar vuestro comentario.
Aquí introduzco una Súplica Formal:
Por favor, POR FAVOR, ¡¡comentad los cuentos!! Ser un proyecto de escritora no es fácil. Te pasas todo el día pensando en escribir, siempre escribes menos de lo que te gustaría, se te van las ideas que recoges y las que consigues plasmar casi nunca te dejan satisfecha. Para colmo, es difícil que alguien te lea y te haga un comentario serio al respecto; y cuando escribes, es el lector quien te da la vida. Tengo páginas y páginas de porquería literaria que está absolutamente muerta; sólo lo que alguien se toma la molestia de leer cobra vida y completa la función para la que ha sido creado: entretener mucho, conmover un poco y sobrevivir una milésiuma de tiempo más que el resto de mis pensamientos. Cuando ese mismo lector me regala una crítica, buena o mala, está ayudando a que los cuentecitos nonatos que vagan por mi mente se decidan a salir, y a que los que ya han nacido mejoren y crezcan con el tiempo y mucho trabajo. Así que ya sabéis: si tenéis un minuto libre, escribid algo al pie... sois mi última (o mi primera, según se mire) esperanza. GRACIAS.
Al final todo ha salido un poco al revés, porque empecé este blog con la intención de que fuera sólo de cuentos y me dejé seducir por los post cuentavidas y los pseudoartículos de opinión, pero bueno. Al final lo que una escribe se independica y coge su propio camino.
Me voy a dormir, a ver si mañana mi salud se ha recuperado lo suficiente como para que pueda echarla otra vez a perder.
PD: Echad un vistazo a este post sobre la resaca, que no es porque sea mío, pero es muy bueno... lo escribí el año pasado por estas fechas y sigue reflejando perfectamente cómo se siente uno a la mañana siguiente de una noche de feria.

viernes, 12 de agosto de 2005

No se me ocurre nada

El cielo me guiña un ojo
el océano está en calma
tengo el mundo enfrente mía
y no se me ocurre nada

Siento que mi último post fuera tan tajante y borde. De pronto me sentí asfixiada; a veces me da la sensación de que me paso la vida prestándome a que los demás me juzguen y esperando ser aprobada. Y es eestúpido protestar, porque es como presentarse a un examen voluntario y luego quejarse cuando te ponen mala nota. Cuando no te presentas, nadie puede calificarte.
He escrito al principio del post el comienzo de una canción de Doctor Desastre (un grupo malagueño, de momento desconocido, pero que ya veréis... tiempo al tiempo). Últimamente me duermo con el sonido de su maqueta en mis oídos

martes, 9 de agosto de 2005

Vuelvo

Lo advertí: mi regreso podía suceder en cualquier momento. Al final la desconexión no funciona y acabas volviendo a tus orígenes: el enganche a Internet. De todas formas, postear aquí me viene bien, "como mujer y como escritora"; está bien ser fiel a algo, aunque sólo sea a una URL.
Además, tenía que compartir con vosotros mi Momento Especial de Hoy:

Las Peluqueras No Son De Este Mundo, por Marina Díaz.

Creo que toda persona con un blog y un mínimo sentido de la estética y la crítica social ha escrito alguna vez un post sobre las peluquerías. Obviamente, yo no iba a ser menos.
Intento retrasar al máximo el momento de pelarme. Cuando veo que todas las capas de mi pelo se han fundido en una sola superficie despuntada y que no hay dos cabellos de la misma longitud, sacudo resignadamente la cabeza y me encamino a ese lugar de humillación, esa fuente de todo horror: la peluquería. Según el presupuesto y el interés en que me dejen mona, me voy a la esquiladora de ovejas (donde te corta el pelo una tía que está aprendiendo) o a una pelu pija (donde te dejan igual de horrible pero mucho más caro). Actualmente, lo confieso (mi imagen de progre se cae por los suelos), me pelo en Llongueras, porque la tía que me corta tiene dos raras virtudes: a) me corta sólo lo que le pido, no dos metros más y b) el horror que ella me hace es reversible: una vez llego a mi casa y me hago la raya en medio, se convierte en algo medio normal. No menospreciéis esas dos virtudes; son fundamentales.
Como os decía, me encamino a la peluquería. Del mal rato que paso, me dan hasta bajones de azúcar, así que cojo un par de caramelos. Ensayo mentalmente LA FRASE. Como sabe toda clienta de peluquerías, hay un momento en que la tía te dice: ¿cómo quieres que te corte? En ese momento crucial, ese único instante en que la peluquera te prestará un mínimo de atención, tienes que condensar la idea que tienes tú para tu inocente melena. Después ya no hay vuelta atrás. Al menos a mí, nunca jamás me han vuelto a preguntar después de iniciado un corte de pelo. Una vez que la tía se cree que sabe lo que quieres, ya no hay quien la pare. Se embala. Así que yo, como os he dicho, ensayo mucho. La frase de hoy era: “quiero el pelo lo más largo posible, las puntas desfiladas, y un flequillo recto sobre la frente pero un poco despuntado, con la raya en medio, sin que me tape un ojo ni me haga cosas raras”. Esta vez me he lucido: creo que es una de mis mejores frases de peluquería, la que muestra unas ideas más claras y una voluntad más firme.
Llego a Pijeras, me colocan una bata en la que caben tres yo y con la que parezco una especie de monjecillo siniestro, me lavan la cabeza incluyendo un orgásmico masaje capilar y me sientan en la silla de torturas giratorias. En mis últimas visitas a La Peluquería, Ese Centro de Horror, he desarrollado un método que me permite no matar a nadie al acabar el corte. Consiste en ir enviando telepáticamente mensajes asesinos a la tipa mientras ella me destroza. Hoy la secuencia de mensajes era la siguiente:
“A ver por dónde me sales hoy. Vale, vamos bien, el flequillo por ahí. Genial. Esto me lo podía haber hecho yo en mi casa. No pasa nada. A ver cómo va el resto del pelo. Joder, córtame algo. Vale, me estás haciendo un corte minimalista que nadie va a notar para que dentro de dos semanas esté aquí otra vez soltándote la pasta. Pues vas lista. ¿Qué haces? ¡No, no, por ahí no! Bueno, está bien. Tú sabrás lo que haces. Espero que luego quede bien. Vale, cierro los ojos. Tututurutuuu… ¡Dios, parezco la novia de Chucky! ¿Qué si me secas? Está bien. Cóbrame doce euros más por achicharrarme el pelo con tu supersónico secador ultra potente con la excusa de que necesitas verlo seco para poder terminar el corte. Eres una guarra chupasangres que sólo quiere arruinarme. Ay, ay, joder, te confieso lo que quieras, pero deja de echarme aire ardiente en los ojos. Ay. No, no me des volumen. Que no me des volumen, joder. No, laca no, ¡¡¡laca noooo!!!
Os preguntaréis que por qué no hago llegar a la peluquera una pequeña parte de mis mensajes telepáticos. Pues porque las peluqueras no son de este mundo. Mis repetidos intentos de comunicarme con ellas han sido como estrellar huevos en una pared de ladrillos: infructuosos y desagradables. Me da miedo que se ofendan y tomen represalias (aunque me cuesta imaginar que puedan desgraciarme adrede más de lo que lo hacen normalmente). Así que las dejo hacer, luego llego a mi casa, me cambio la raya de sitio y tan contentos.
Ya ha terminado. Miserable furcia, parezco idiota, tengo la raya encima de la oreja y no veo con los pelos que le has añadido al flequillo (y mira que te lo advertí). Vamos a ver, NO ENTIENDO la lógica según la cual te hacen un corte y te lo peinan de una forma en la que tú no te lo vas a peinar JAMÁS. ¿Cómo pretenden que sepas si te gusta o no, si no tiene nada que ver con el aspecto que tendrá una vez te lo hayas lavado en tu casa con champú Pantene y secado con tu secador de sólo unas decenas de revoluciones? ¿No lo saben? ¿En serio piensan que tú vas así siempre?
Lo siento, pero tengo que dejaros. Mi cerebro acaba de bloquearse con tanta incógnita y estoy mirando a la pantalla, balanceándome en la silla y gimiendo: ¿por qué ¿POR QUÉEE?

jueves, 4 de agosto de 2005

Me voy

(por un tiempo).
Veamos. Llevo unos cuantos días sin postear ni conectarme y me está sentando tan bien que he decidido prolongarlo un tiempo. Además, mi verano está muy animado y tampoco encuentro el momento de sentarme aquí a escribir. Os agradezco mucho a todos que paséis por aquí de vez en cuando; volveré, no sé si ya en septiembre (u octubre, más bien) o en tres días completamente enmonada. Si os aburrís, podéis leer este blog completo o acercaros a Vanilla Summer para saber cómo era yo hace un año.
No os preocupéis por mí. Mi enganche a Internet suele ser inversamente proporcional a mi nivel de felicidad, así que mientras menos aparezca, mejor me lo estaré pasando. Sólo os comunico que mis plegarias han sido escuchadas y (por fin) noto que mi vida marcha.
Muchos besos.

lunes, 1 de agosto de 2005

No se lo cuentes a nadie

Me gustó tanto la página del link que os dejé ayer que me he empeñado en escribir algo al respecto, aunque no sé muy bien por dónde empezar.
Secretos. ¿Tenéis alguno? Uno real, muy fuerte, muy grande, guardado en algún lugar de vuestras neuronas, protegido por un código que tiene una orden inequívoca: no contar. Nunca. A nadie.
Hace un año, mi amiga Elsa (algún día os hablaré de ella) nos pidió a cada uno de sus amigos un secreto como regalo de cumpleaños. Tenía que ser inédito, como un cuento para concurso; si lo sabía alguien más, sólo una persona, ya no valía. Entonces no comprendí para qué quería exactamente nuestros secretos. No soy cotilla, porque no me alcanza la memoria para sentir curiosidad durante mucho tiempo, así que no le veo la gracia a eso de los secretos. ¿Y qué si lo sabes? No puedes contarlo.
Ahora opino que el verdadero valor de contar un secreto es que te une a la otra persona. A veces estás con alguien con quien no has llegado más allá de una conversación superficial, y las circunstancias (un botellón, una noche de luna llena, una juerga compartida o una situación límite) te hacen que le confieses lo que nunca habrías dicho a nadie. Entonces nace una corriente cálida de solidaridad inesperada, una lucecita de comprensión mutua. Los secretos nos recuerdan lo más débil y lo más fuerte de nosotros mismos, y en ellos podemos reconocernos y hacer que nos reconozcan.
Muchas veces los extraños son mejores que los amigos, porque no nos juzgan, y supongo que en eso se basa el éxito de postsecret. Podemos liberarnos de ese secreto que nos oprime, contarlo en enormes letras, componer incluso una bonita postal para mostrarlo al mundo, y sabemos que nadie nos juzgará. Lo leerán personas de todo el mundo y nosotros, protegidos por el anonimato, seremos contemplados como lo que somos: seres humanos con debilidades, con dobles fondos en los cajones de nuestras mentes, pero por los que es posible sentir compasión. Cuando lees las postales de la web, te sientes conmovido. Incluso ante las peores declaraciones (como una mujer que afirma estar segura de que habría sido un violador de haber nacido hombre) nos sentimos hermanados en esa suciedad común que nos hace a todos humanos. Habría que vernos, sin embargo, cara a cara con la persona que escribió el post. Si fuera nuestro novio, nuestra hermana o nuestro vecino de enfrente, no creo que nos portáramos tan bien. Empezaríamos a marujear, acicatados por la realidad tangible de la persona que cuenta el secreto, impulsados a creernos mejor que ella aunque sólo sea por unos segundos.
Yo tengo algunos secretos inofensivos que puedo contar aquí. Cuando era más pequeña, me gustaba husmear en los baños ajenos. No soy la primera persona que lo hace, que conste; ya he sabido de más de uno que comparte mi hobbie (me parece incluso recordar a un columnista que afirmaba hacer lo mismo). Creedme que es divertido descubrir quién usa champú anticaspa, quién tiene hemorroides o quién necesita enormes compresas tipo pañal. Hay algo muy íntimo y oscuro en registrar baños ajenos. Se trata de descubrir cómo y dónde nos apañamos las personas para volvernos aceptables, higiénicos y atractivos. Es la línea que separa la cara que tenemos cuando nos levantamos de la que enseñamos al mundo el resto del día.
Otro de mis secretos es que hace relativamente poco que dejé de tener amigos invisibles. El último lo dejé marchar a los catorce años, cuando empecé a estar demasiado entretenida con el mundo real como para acordarme de que él estaba ahí, ocurrente, leal e infalible, alimentado por tentáculos de mi mente que se extendían más allás de mí misma. Pero lo cierto es que, de vez, en cuando, le llamo, se sienta en el borde de mi cama y mantenemos conversaciones invisibles como él, mientras cierro los ojos y empiezo a dormirme.
Si tuviera que mandar algo a postsecret, no sé muy bien qué escribiría. Ahora mismo no hay nada que me oprima especialmente el corazón. Ya hace tiempo que le destapé a Funes todo el pastel que soy yo, y el último gran secreto que ni siquiera sabía él se lo llevó Elsa. De todas formas, confío en que vuelvan a crecerme, como hongos misteriosos y alucinógenos. Hacen la vida bastante más divertida.