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sábado, 18 de noviembre de 2023

Infancia y pensamiento

Por Daniel Link para Perfil

Nos convocan a una reunión universitaria en la que se discutirán políticas de investigación y mecanismos para estimular y fortalecer el desarrollo de proyectos. No se entiende muy bien por qué estamos en un salón con mesas modulares y sillas de colores, como de kindergarten, hasta que nos dividen en grupos de cuatro personas y nos hacen mover los módulos para crear células autónomas de razonamiento. Nos someten a una serie de preguntas estrambóticas que curiosamente, en mi equipo respondemos todos con la misma respuesta: necesitamos dinero, infraestructura, espacios (físicos y virtuales).

Cuando llega el momento de la puesta en común, el “consultor externo” contratado para la ocasión queda pasmado: en todos los grupos la respuesta ha sido la misma, para todas las preguntas. Le explicamos que los proyectos de investigación financiados por la universidad otorgan un subsidio que, al cambio de hoy, equivale a 30 (en el peor de los casos) o 90 (en el mejor) dólares anuales para todo el equipo que integra el proyecto (la inscripción a un solo congreso baratito ronda los 30 dólares).

Le contamos que en algunos centros ya nadie se presenta a esos proyectos por lo insustancial del subsidio y porque luego hay que enfrentarse con una burocracia que exige la devolución de algunas sumas porque un comprobante se perdió o estaba mal hecho.

Un geógrafo cuenta el caso de una geóloga (ah, la canción de la tierra) que, estando en el medio de una excavación, recibió un llamado pidiéndole cuentas por unos tres mil pesos (3 dólares) que no había rendido correctamente.

¿Se puede investigar sin inversión? Se nos preguntó cómo se puede aumentar la capacidad de captura de fondos. Lo sabemos perfectamente: presentándonos a convocatorias internacionales. Pero para eso también hacen falta recursos, porque cada una de esas presentaciones, que podrían traer cientos de miles de dólares o millones de euros a la universidad requieren de tiempo, precisión, talento. Agregamos a la lista de lo que hace falta: plata, espacios (físicos y virtuales), infraestructura, nombramientos.

Nos retiramos con la satisfacción de que las autoridades transmitirán al futuro gobierno nuestras necesidades, que serán escuchadas y resueltas.


sábado, 14 de octubre de 2023

La violencia

por Daniel Link para Perfil

Vuelvo, después de un largo viaje laboral, a un país violento. Me toca presenciar un debate en el que las candidatas presidenciales se limitan a lanzar barbaridades al aire, a ver si con alguna consiguen una adhesión que su falta de ideas (o su profusión de ideas siniestras) les niega.

Me resulta violento que reconocidos columnistas de los diarios más importantes den como ganadora de ese debate a la candidata más bruta, la que no puede sostener una sola frase sin tropezarse con sus vastas ignorancias.

Es violencia que no se reconozca la claridad y la solidez de Myriam Bregman durante el debate, o que nadie haya querido notar la contundencia de las propuestas del Sr. Juan Schiaretti, que expuso a los Tres Chiflados como los payasos que son.

Lo más violento fue que alguien se presentara en la escena pública para repetir, como un Dalek embriagado de psicosis maníaca: “exterminate, exterminate”, con referencia al kirchnerismo, cuyos errores y manías yo he deplorado, pero nunca al punto de enarbolar el exterminio como solución final. Me resulta violento que se considere que un joven de 12 años pueda ser imputable penalmente, pero no ser responsable de su propia sexualidad. Es violento que a las ancianas que internan porque se quebraron un tobillo las mediquen con antipsicóticos para “tranquilizarlas”.

Me sorprende la violencia d el Sr. Joaquín Morales Solá, que escribe queel antisionismo es, en efecto, el nuevo nombre del antisemitismo” sin que le tiemble el pulso. Encuentro violento que el Sr. D'Elía haya gorjeado “Excelente sábado para todos” a propósito de los luctuosos hechos de Medio Oriente.

Por supuesto, la inflación ya completamente desbocada es un acto de violencia, como lo son el cinismo vicepresidencial y el chocolaterismo bonaerense.

Hablo de todo esto con una doctoranda valenciana de visita mientras esperamos un taxi bajo la lluvia. Media cuadra más allá un taxi para en el medio de la calle, el conductor se baja, habla con el conductor de una furgoneta, y vuelve al taxi al grito de “a los negros hay que matarlos a todos”. La doctoranda valenciana se queda helada. Me encojo de hombros y le digo: “acá es así, la violencia cotidiana es una forma de honrar a nuestros soberanos”.

 

sábado, 23 de septiembre de 2023

Una vida

por Daniel Link para Perfil

En una sala abarrotada de personas y de calidades, se presentó Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini escrita por Liliana Viola. Participaron de la presentación Alejandra Flechner y Susana Pampin, en los roles de Fulvia y Flavia, dos personajes casi idénticos (o tal vez un mismo personaje geminado) como salidos de las ficciones de Venturini.

Lo que se festejaba era no tanto la vida de Aurora (1922-2015) sino el libro de Liliana. Es más, yo subrayaría: la invención de Liliana.

Esta no soy yo, con sus juegos de pronombres, sus idas y vueltas en el tiempo, sus conjeturas y su pasaje permanente de la ficción a las vivencias es un libro decisivo para entender la extraordinaria operación de Liliana Viola, con muy poquísimos antecedentes en la literatura argentina.

La historia es conocida: a sus 85 años, Aurora Venturini ganó el premio “Nueva novela” que Liliana Viola coordinaba para Página/12. Eso, en 2007 con la novela Las primas. Ocho años después, la autora había muerto y había nombrado a Liliana su heredera y albacea universal. Desde entonces, los libros de Venturini (siete títulos en la colección Tusquets) fueron traducidos a varias lenguas, las ediciones se agotan, circulan por el mundo.

Esta no soy yo comienza con la decisión del jurado. Insidiosa, Liliana subraya: “en esa mesa de caballeros se está decidiendo si esa mujer va a morirse sin que nadie la haya leído o si vivirá los ocho años que le quedan reconocida como el gran hallazgo de la literatura argentina”.

Es muy fácil imaginar la culpa machirula como herramienta de presión. Ése fue, tal vez, el primer golpe de Liliana Viola, el decisivo. Es fácil imaginar el resto, un poco porque el libro lo cuenta y otro poco porque sabemos lo que sucedió. Las primas es un éxito, la autora firma contrato con Mondadori, donde saca algunos libros. Luego Liliana Viola transfiere todo el paquete a Tusquets, cuyo clasicisimo conviene a los libros de Aurora.

Ahora bien: Venturini tenía una carrera entera (mediocre, pero cumplida), varios libros publicados, muchos premios, una vida. No había pasado nada. Hasta que Liliana Viola toma entre sus manos esa herencia y la hace pasar por el tamiz de su propia inteligencia, Venturini no había existido. Ahora es la amiga de Sartre, de Simone de Beauvoir, de Evita, de Quasimodo. La escritora todos quieren leer, la mujer cuya vida (mejoradísima) Liliana Viola nos entrega para que el mito siga creciendo. Escribir un libro es algo que puede hacer cualquiera. Inventar a un autor, casi nadie.


sábado, 2 de septiembre de 2023

Pactos existentes

Por Daniel Link para Perfil

¿Quién habrá pactado con quién? No se sabe bien. Patricia dice que Javier y Sergio Tomás pactaron en su contra. Exhibe como prueba la cantidad de nombres que Sergio le regaló a Javier para sus listas. Y se sospecha que Horacio también pactó con Sergio Tomás para pasarle sus votos. Pero como Horacio dijo que no pagará el beneficio salarial impulsado por Sergio, el asunto parece dudoso. Lo que es seguro es que Martín trabajará a reglamento y sus votantes, anoticiados de su disgusto, preferirán votar a Leandro en lugar de Jorge.

Lo que es también clarísimo es que la liga de gobernadores no pactó con Sergio Tomás, y las diferencias por el dichoso changuito adelantado a cuenta de futuras paritarias así lo dejaron en evidencia.

O sea: Las fuerzas interiores a las coaliciones ya no acuerdan entre si sino que pactan por fuera, sabe Dios qué. Reina la más pura opacidad cuando lo que el electorado necesita es una claridad meridiana para que luego no lo culpen de los desastres desencadenados por un voto mal dirigido.

Un amigo que mira todo desde su penthouse neoyorquino dice que la explicación más evidente es que los peronistas quieren perder. No dice más que eso: “quieren perder”. Imagino que los desaguisados últimos que ocupan las primeras planas de los diarios avalan esa hipótesis, pero no sé bien para qué serviría esa derrota. ¿Para imposibilitar el gobierno que venga?

El razonamiento interior sería el siguiente: dado que hemos provocado un desastre de magnitudes que no sospechábamos y dado que no tenemos la menor idea de cómo arreglarlo, mejor perdamos, luego le hacemos la vida imposible a la que venga y cuando todo se vaya al cuerno hincamos el diente de nuevo. Mientras tanto, pactamos con los iraníes, los chinos, los rusos. Total las locas han sido ya tan minorizadas que ni en los movimientos de disidencia sexual les dan bola. No van a protestar por nuestra alianza con los paladines de la homofobia.

Por supuesto, a nadie se le ocurre pactar con sus propios electores. Les parece superfluo, o tal vez bizantino. Que me voten por lo que parece que soy y ya. Ni una sola palabra o gesto está destinada a la ciudadanía, que es la mandataria última de los gobiernos. Así les va a ir.

 

sábado, 26 de agosto de 2023

El mañana efímero

por Daniel Link para Perfil

El liberalismo del siglo XIX no era ni plano ni carente de contradicciones. Un poco por eso, hubo liberales de derecha y liberales de izquierda (con los hegelianos, naturalmente, sucedió lo mismo y Marx se encargó de mandar a los hegelianos de izquierda con los que había compartido ruta y encuentros previos a un lugar incómodo, en cuanto decidió que su teoría estaba en un más allá).

Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador. De hecho, sus últimas intervenciones en contra de la ciencia, por completo antiliberales, y su posición frente al aborto (cuya prohibición quiere plesbiscitar) son de un conservadurismo de amianto.

Si a eso se le suma además una retórica anarcoide (con todo el encanto que puede llegar a tener esa retórica para jóvenes con ansias de algún futuro), la mezcla resultante es sumamente contradictoria e, incluso, turbia.

Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador

Sus apelaciones a los patriotas de mayo resultan, miradas desde este perspectiva, meros trucos de prestidigitador que ocultan una mescolanza indigerible de dogmas y de posiciones: liberal de derecha para esto, para aquello conservador; y en el medio, anarquizante y siempre y ante todo: anticomunista.

Se equivocan, sin embargo, quienes, para tranquilizarse, tildan a Milei de fascista. El fascismo fue anticapitalista, estatalista, fanático del orden y de lo colectivo. La mezcla mileinarista es mucho más explosiva y, al mismo tiempo, de efectos desconocidos y probablemente devastadores.

Y se equivocan todavía más quienes consideran su palabra como un discurso fuera de lugar. Es la consecuencia (por supuesto, es fácil darse cuenta retrospectivamente) de un sistema político decadente que, sobre todo ante la inminencia de perderlo todo, se aferra a manías incomprensibles y simétricamente pavotas: de un lado, bloquear la privatización de una compañía de aviación; del otro, mano dura contra el crimen y las manifestaciones.

Mal que nos pese, Milei parece ser el único que ha sabido escuchar la sensibilidad de una época, el único que ha sabido recuperar palabras nobles (aunque para darles un sentido totalmente diferente).

Solo podríamos salvarnos de él si alguien entendiera que la política es ponerse al servicio del pueblo, escucharlo, llevarlo a la felicidad.

domingo, 13 de agosto de 2023

Primicias exclusivas


 

martes, 18 de abril de 2023

¿Qué lo qué?

 


sábado, 8 de abril de 2023

Las hijas de Borges

por Daniel Link para Perfil

La hija más célebre de Borges es imaginaria: se llama Raula Borges, está comprometida con Miguelito Pérez Perkins, un delegado de Raúl Alfonsín en París, que quiere convencer a Nicanor Sigampa, un millonario afroargentino, para que contribuya con cuatro mil millones de dólares al pago de la deuda externa, que asfixia al gobierno.

Nicanor Sigampa urde, en cambio, una campaña para postular, en las inminentes elecciones, a un candidato propio a la presidencia, el poeta Darío Copi, el narrador de la novela La internacional argentina, de la cual Copi (Raúl Damonte) es el autor.

La novela (que hoy merecería ser revisitada para comprobar su alucinatoria capacidad de predicción) fue publicada en francés en 1988, dos años después del casamiento de Borges con la Sra. Kodama, celebrado por poder vía Asunción. Pocas semanas después, el 14 de junio, Borges murió en Ginebra.

Los diarios en general, pero en particular el diario Clarín, lloraron la desaparición de la Sra. de Borges, inexplicablemente celebrada como una guardiana fiel del legado de su marido, cuando en verdad su gestión sobre el patrimonio literario de Borges fue errático y mezquino.

La Sra. de Borges bloqueó todo proyecto de edición crítica de las obras de su difunto marido. Se dedicó a pleitear insensatamente contra todos y todas los que osaran intervenir en relación con su legado (el caso más resonante fue el de Pablo Katchadjian, pero yo mismo recibí una carta documento de sus abogados cuando trabajaba para el diario Página/12). El 4 de diciembre de 2019 rechazó la iniciativa de Alberto Fernández para crear un “Museo Borges” con manuscritos donados por el empresario Alejandro Roemmers. La Sra. de Borges afirmó (sin pruebas) que esos manuscritos habían sido robados por una empleada doméstica (la hija natural de Borges, en La internacional argentina, es hija de una empleada de limpieza de la Biblioteca Nacional, de origen portugués).

Independientemente de la pena que puede causarnos la muerte de una señora a la que le gustaban mucho los arenques, muchachos, nos volvimos a ilusionar con la posibilidad de un archivo ordenado y centralizado y unas Obras Completas en edición crítica.

Pero apareció “la banda de los sobri” (la denominación es de Martín Nicolás Kodama) y se nos fue el alma al piso.

Mientras escribimos la continuación de La internacional argentina, con nuevos personajes, esperamos que el Estado intervenga para impedir que lo poco que queda del legado de Borges salga del país y se abra al escrutinio filológico.

sábado, 28 de enero de 2023

Sopa de ganso

Por Daniel Link para Perfil

Las reservas de Libertonia están a punto de agotarse. El antiguo presidente es destituido del cargo por problemas en la administración y desavenencias con el círculo rojo. El gobierno decide, en reunión de consejo de ministros, pedir ayuda a la rica viuda de Teasdale, quien se pone al frente del salvataje a cambio de una única condición: que se nombre como presidente a Rufus T. Firefly.
En Sylvania, país con el que Libertonia está en tensión bélica, la noticia no cae bien. Trentino, el embajador de Silvania en Libertonia, intenta seducir a la señora Teasdale, pero ella está encaprichada con el presidente Firefly. Trentino no se da por vencido y decide contratar a dos espías, Chicolini y Pinky, para desestabilizar a su rival y hacerse con las estrategias que puedan llevarles a ganar la contienda.

Ése es el argumento de Sopa de ganso (1933), que en la versión de los hermanos Marx significa: “pan comido”. En efecto, la sopa de ganso es fácil de hacer una vez que se ha decidido el tipo de carne que se utilizará en el potaje.

En la versión marxiana, la Duck Soup equivale a una reunión de solteros tristes que un domingo por la noche hacen un último esfuerzo para salvar el fin de semana. Groucho Marx describió la “sopa de pato” así: "Tome dos pavos, un ganso, cuatro coles, pero nada de pato, y mézclelos". En otras palabras, toda la porquería sobrante o inferior mezclada, pero nada sabroso. La torpe traducción peninsular arruinó por completo la receta o la transformó en metáfora de otra cosa: la sopa de ganso se hace con cualquier ingrediente, salvo ganso, que habrá que reservar, suponemos, para otros fines.

Hay varios gansos: está el ganso al que se acogota o al que se soba. Está la gansa ponedora que advierte que se debe pagar una deuda o saldar un compromiso, dividiendo los gastos entre todos (“poniendo estaba la gansa”) y está, por fin, la persona tarda, perezosa, descuidada, malcriada, torpe, incapaz, que presume de chistosa y aguda sin serlo. A mi juicio, la primera variedad es la más rica (tanto en sabor como en nutrientes) pero es mucho más probable que este año el país coma mucha sopa de gansa ponedora (FMI, Leliqs) o sopa de gansadas típicas de una campaña electoral. 

 

sábado, 21 de enero de 2023

Viandas de campaña

Por Daniel Link para Perfil

La relación intimísima entre capitalismo y guerra forma parte de los libros de historia para la primaria. La mayoría de las invenciones que han modificado nuestra vida cotidiana fueron producidas para la guerra.

Una ración de combate es una comida empaquetada para ser fácilmente consumida por las tropas en el campo de batalla. No toda campaña es bélica y, de hecho, aquí nos referiremos a las viandas de campaña electoral, que involucra un grado de conflicto, la portación de armas y un resultado incierto, pero que no llega a convertirse en guerra, porque los contrincantes lo único que pretenden es quedarse con el mejor pedazo de la torta (razón por la cual ha sido excluida de las raciones regulares).

Más allá de su uso específico, las viandas de campaña (bélica, electoral) pueden usarse en caso de desastres, a los que la imaginación argentina tiende fatalmente. De ahí que convenga detenerse en ellas, en este verano a punto de combustión espontánea.

Propongo acá una vianda de campaña que ha sido presentada para su certificación por parte de la USDA FDA Fssc22000 y HACC, que incluye en su elaboración restos del entusiasmo mundialista, aportante de energía de extraordinaria calidad y de fecha de expiración muy remota. A partir de ese ingrediente básico, cualquier cosa sabrá bien. Y si no, no importa, porque como las viandas son transportadas por el sindicato de camioneros, al que no le guste se la tendrá que comer igual.

A esos restos de entusiasmo mundialista se agrega una ración de salpicón de shakira en su justo punto (muy bien calculado: ligeramente empoderado en el centro y con resentimientos frescos), bombas de Papa peronista, supremas de corte, perspectiva de género indefinido, facturas vencidas y un exquisito paté de campaña elaborado a partir de carne de ganso, cuya receta dejo para más adelante.

El plato estrella de esta ración fue especialmente preparado para la campaña electoral 2023: guiso de lentejas deshidratado, porque sabido es que por un plato de lentejas se venden progenituras, pero también leyes futuras, sobreseimientos judiciales, regímenes de promoción industrial, jubilaciones de privilegio, membresías a clubes de altísimo perfil.

Las viandas vienen con calentador químico, de modo que se abre el sobre de lentejas, se introducen versículos deshilachados de Papa (sin el cual no hay campaña que funcione, como se demostró en 2019), algunos trozos de zanahoria (convengamos que todo equipo de campaña tiene más de uno o una), sal marina en abundancia (preferentemente de la playa Bristol, donde hay gran afluencia de cancilleres) y agua hasta el nivel marcado en el sobre. Se coloca dentro de la bolsa térmica y se espera el efecto químico.

Se sirve de inmediato o se guarda para futuros intercambios. Como complemento de la vianda se incluyen, en este caso, para ganarse simpatías entre el electorado, abundantes raciones de carne podrida (delicia para connoisseurs decadentes), envuelta con papeles de promesas incumplibles y atadas con hilos de mentiras.

 


sábado, 14 de enero de 2023

Jueces al horno

Por Daniel Link para Perfil

Habrán notado que la sequía nos regala algo desconocido en Buenos Aires: la amplitud térmica. Aunque tengamos jornadas de calor infernal, a la noche se pone fresco como en la montaña. Corresponde aprovechar la circunstancia para encender el horno y entregarse a una degustación riesgosa.

Como todo el mundo sabe, los jueces son una especie protegida, pero sólo cuando sobreviven en integridad (en ese estado, son escasísimos). Se ha dado el caso de sibaritas inescrupulosos que han entregado un juez íntegro clandestinamente capturado a su lenta corrupción, para poder utilizarlos en festejos empresariales. Pero esto está penadísimo por las leyes y los tratados internacionales y sucede muy raramente. Lo más frecuente es que los conocedores recurran al amplísimo stock de jueces ya corruptos y dejen a los íntegros en paz. En todo caso, el juez no íntegro se consigue ya despedazado y con, por lo menos, los bordes putrefactos.

Luego, cada cual decidirá cuál es el grado de podredumbre que su paladar es capaz de tolerar sin náusea. Sucede como con el Camembert normando: a algunos les gusta más pasado, blando y hediondo y a otros con la corrupción “madurada” en lo más profundo, pero imperceptible en superficie.

Una vez elegida la pieza, se la debe dejar reposar por lo menos 24 horas bien adobada por los dos lados (que es lo que garantiza una putrefacción pareja y consistente) en algún sótano fresco de la democracia. Si uno de los lados está cubierto de sal ministerial, por ejemplo, por el otro podría recibir una buena untada multimediática.

Lo importante es que las cantidades de adobo de ambos lados se equilibren entre sí para que la podredumbre alcance su punto correcto, con ese dulzor mortuorio que le es tan característico, y luego se dore en el horno durante por lo menos cuatro horas a fuego lento.

Como acompañamiento, sugiero una ensalada tibia de brócoli y hongos coprófilos, de esos que crecen en las heces de animales patagónicos en los alrededores de Lago Escondido (yo prefiero los hongos psilocibios, que contienen sustancias psicoactivas como la psilocibina y la baeocistina). Saltados con ajos y echalotes finamente picados, en un buen aceite de oliva y con cubitos de panceta desgrasada.

Una vez listo el plato principal y reunidas las invitadas alrededor de la mesa judicial, se descartan los jueces al horno, esa plaga, esa inmundicia intragable, se proponen brindis por los jueces íntegros en peligro de extinción y se comen las setas, hasta alcanzar la algarabía deseada.

 


sábado, 31 de diciembre de 2022

La gallina degollada

Por Daniel Link para Perfil

A veces, leyendo, uno descubre cosas. Yo descubrí un texto precioso, escrito por Baldassare Bonifacio en 1632, que se llama “De archivis”. Tan poderosa y límpida es la descripción de las funciones del archivo que allí se leen, que encargué una traducción del latín al español que todavía aguarda imprenta.

Según la ratio archivística, el archivo es la decantación de la actividad de una institución que, sometida a esa ficción teórica, sólo podría actuar a partir del ordenamiento de su propio sedimento, como si lo que no estuviera debidamente identificado, catalogado y guardado en un archivo no tuviera fuerza.

Desde esa perspectiva se hace depender la noción de verdad de la noción de archivo, entendido como el depósito ordenado de los documentos jurídicos públicos. Los archivos garantizan la continuidad del saber pero, sobre todo, garantizan una forma de gobierno que modifica la forma de la soberanía clásica, porque ya no se trata de obedecer la voluntad subjetiva del soberano, sino de aplicar principios de gubernamentabilidad fundados en la documentación acumulada. Baldassare (nació en una camada de trillizos, de ahí su nombre) escribe: “No hay nada más útil para instruir y enseñar a los hombres, nada más necesario para aclarar e ilustrar asuntos oscuros, nada más necesario para conservar los patrimonios y tronos, todo lo público y lo privado, que un almacén bien constituido de volúmenes y documentos y registros -mucho mejor que los astilleros navales, mucho más eficaz que las fábricas de municiones, ya que es mejor ganar por la razón en lugar de por la violencia, por el bien y no por el mal”.

Es decir que el buen gobierno no se fundará ya en la fuerza del soberano sino en el peso de la documentación, la jurisprudencia, los reglamentos y resoluciones.

El concepto de archivo rehúsa la existencia anárquica de los registros históricos o de los fondos documentales, evitando de ese modo la posibilidad de inscripciones sociales producidas sin derivar de una forma orgánica. El archivo es un organismo superior, incluso, al organismo humano, al que somete a una ley cada vez más sepultada bajo las capas de hojarasca documental.

De allí a la metáfora de la “jaula de hierro” propuesta por Max Weber y las pesadillas kafkianas hay sólo un paso. Si nos sometemos a los laberintos de la AFIP, del Registro Automotor o de las Direcciones de Tránsito (reparticiones que, justo es decirlo, funcionan mucho mejor que antes de la digitalización) es porque todo eso, que a veces nos exaspera y nos provoca sentimientos asesinos o suicidas, nos salva del capricho del monarca o el soberano que, cada vez más, es una figura decorativa, una mera garantía del funcionamiento de toda la máquina que no requiere más que necesidades ciudadanas como combustible para mantenerse en marcha para siempre.

Toda esta lógica del “buen gobierno” propuesta por Baldassare, que rechaza la voluntad caprichosa del soberano, decanta en la forma democracia, al menos tal como fue codificada en los Estados Unidos, que en Argentina los constitucionalistas copiaron puntualmente.

Por supuesto, en países donde la voluntad caudillista o el capricho soberano son todavía pensados como variables del sistema político, más allá de las burocracias partidarias y de las carreras de funcionariado público, se producen cortocircuitos un poco anacrónicos.

La más alta figura política es capaz de victimizarse y considerarse objeto de una persecución e, incluso, de considerase el emblema de lo perseguido (que es, en primer lugar, un partido sin demasiada identidad ideológica y, en último término, el Pueblo entero). Si existiera tal persecución (cosa que no puede negarse de plano) sería difícil encontrar un responsable fuera del círculo de primas donnas de ambos lados de la grieta, que han hecho de la política argentina un circo provinciano y torpe.

¿Se ganaría algo con una decapitación partidaria? Más bien todo lo contrario, porque toda esa cefaléutica no impediría que los engranajes del sistema sigan funcionando y que el común de los mortales se preocupe más por los engorros de la VTV o de las recetas electrónicas para medicamentos que por los desacuerdos entre los tres poderes del Estado. Además, como en el cuento de Horacio Quiroga, degollar a una gallina puede tener consecuencias imprevistas.

 

sábado, 24 de diciembre de 2022

Argentina campeona

Por Daniel Link para Perfil

Es muy raro que los eminentísimos expertos en discriminación que el INADI alberga no hayan notado lo que un usuario común de Twitter señaló hace unos días. Es muy molesto (además de agramatical) que se diga “Argentina campeón” cuando en otros contextos se dice “Argentina, condenada por la incapacidad y la falta de imaginación de sus gobernantes” (por ejemplo).

En realidad, la omisión de un análisis certero de situaciones no es tan raro, teniendo en cuenta la desagradable discusión en que se embarcaron altísimas autoridades, después de la fiesta, sobre cuál fue el más inútil y cuál estaba más borracho. La foto de ese micro atrapado en un mar de pasiones, con un puñado de motos policiales como custodia y ariete frontal, es la mejor ilustración de lo desconectados que están los gobernantes respecto de la multitud.

¿A qué iban a ir los jugadores a Casa Rosada. ¿A agradecer las tres horas de insolación?

En las seis horas de fiesta previa a la cancelación del operativo no hubo un solo incidente fatal. Pero la promesa que movilizó al Pueblo no se concretó por el idiotismo de quienes detentan el poder, empezando por los ministerios y secretarías de seguridad, que fueron incapaces de imaginar un dispositivo (por otro lado sencillísimo: bastaba con dejar despejada la autopista 25 de Mayo, con móviles de prefectura en los pocos accesos que tiene) para que los jugadores pudieran llegar a alguna parte, por ejemplo donde la multitud la esperaba, en el barrio de Constitución (donde vivo).

Lo único que le importaba al Poder Ejecutivo es que la escuadra mundialista llegara a Casa Rosada. Los funcionarios se humillaron y aceptaron cualquier condición para ello (incluso, la de no sacarse fotos con el equipo). No se les ocurrió que la mejor carta de negociación que tenían era precisamente la fuerza pública para organizar la seguridad del traslado.

El Poder Ejecutivo fracasa en su relación con el Pueblo. Fracasa en su administración de la Cosa Pública. Fracasa en las garantías de seguridad. Pero fracasa sobre todo en darle a la felicidad las alas que reclama.

Empantanado, se mira mezquinamente el ombligo mientras la Argentina campeona pasa de la vergüenza a la pena, pero también a una furia creciente.

 

martes, 20 de diciembre de 2022

El Mal absoluto

Nuestro pueblo no tiene muchas ocasiones para la felicidad porque vive siempre en la zozobra. Por fortuna, alguna acontecimento por década le ha brindado ocasiones de desembarazarse de todas las frustraciones y resentimientos y fabricar recuerdos que luego transmitirán a las futuras generaciones. 

Pero incluso entonces, deben cuidarse de los guardianes del orden, que son incapaces de sintonizar con la algarabía desordenada, desbordante, un poco borderline pero por eso mismo fascinante. A la sombra del Pueblo se esconde el Monstruo del Gobierno, atento a cada movimiento para poder capitalizarlo para perpetuarse en lugares que no le pertenecen, para los que no está capacitado, que insulta al ocuparlos (Macrón sufre en carne propia el mismo vicio, que entre nosotros da todavía más asco por la ilegitimidad).

Esa mezcla de estupidez, venalidad, falta de imaginación y total inoperancia es una ofensa mayúscula para el Pueblo que, como es decididamente bueno, decide no darle la importancia que tiene.

Tres millones de personas ocupan hoy las calles de Buenos Aires, sus autopistas y sus plazas. En las ya seis horas de fiesta no ha habido un solo incidente fatal. Pero la promesa que movilizó al Pueblo no se concreta y probablemente no llegue a concretarse por el idiotismo de quienes detentan el poder, empezando por los ministerios y secretarías de seguridad, que fueron incapaces de imaginar un dispositivo de seguridad (por otro lado sencillísimo: dejen despejada la autopisa 25 de Mayo, con móviles de prefectura en los pocos accesos que tienen) para que los jugadores (que están ya agotados y seguramente insolados, como la muchedumbre misma) pudieran llegar a alguna parte.,

Lo único que le importaba al Poder Ejecutivo es que la escuadra mundialista llegara a Casa Rosada. Se humillaron y aceptaron cualquier condición para ello (incluso, la de no sacarse fotos con el equipo). No se les ocurrió que la mejor carta de negociación que tenían era precisamente la fuerza pública para organizar la seguridad del traslado del micro mundialista.

El Poder Ejecutivo fracasa por segunda vez en la organización de un evento de masas (aún cuando La comunidad organizada debiera significar algo para quienes lo integren) como nunca se ha visto en nuestra patria. Fracasa en su relación con el Pueblo. Fracasa en su administración de la Cosa Pública. Fracasa en la necesidad de homenajear a los responsables de la algarabía generalizada. Pero fracasa sobre todo en darle a la felicidad las alas que merece. 

Empantanado, el Poder Ejecutivo se mira el ombligo, como un primate subnormal que no entiende su función en el mundo o el mundillo que habita que es sólamente potenciar el fuego sagrado de la multitud, darle alas al Pueblo por venir. 

Una vergüenza, una pena, pero también (escuchen, tarambanas) una furia creciente.


 


sábado, 5 de noviembre de 2022

Dólar Manolo

Por Daniel Link para Perfil

La noticia no pudo llegar en mejor momento. Un amigo que se llama Manuel vive en un apartado villorio de la España profunda, donde sostiene un emprendimiento de quesos y embutidos de oveja. Digo mal: vivía. Se ha pasado la mayor parte de 2022 habitando diferentes apartamentos del barrio de Palermo (que ha adoptado como nuevo pueblo propio) por razones del corazón.

Ha viajado ya tres veces (se queda tres meses en Buenos Aires y vuelve un mes a su aldea). Como es consciente de las dificultades cambiarias que implica vivir en nuestra patria, lo ha probado todo. Primero venía cargado de euros hasta el límite admisible por las autoridades aduaneras. Al principio, alguno de sus amigos de la red de charcutería de la que participa le cambiaba dinero. O mejor: aceptaba sus divisas y a cambio de eso le prestaba una tarjeta de débito (¿quién no tiene una cuenta en desuso?) cargada de pesos para que hiciera sus compras.

Como el asunto podía despertar las alarmas de las autoridad fiscal, me contó que sus amigos comenzaron a retacearle esa ayuda imprescindible para sostener sus amores.

Alguien le recomendó un nuevo método: transferir dinero a Buenos Aires desde su cuenta europea mediante Western Union que, aparentemente (yo qué sé), liquida las divisas a un tipo de cambio conveniente para los extranjeros. Quedaba en pie el intríngulis de cómo resolver el delicado asunto del transporte de todos esos fajos de billetes de 1000 o 500 (alguna vez parece que le dieron incluso toneladas de papeles de 200).

Como yo tengo un apego a la legalidad absoluto, traté de conseguirle una de esas cuentas bimonetarias para extranjeros pero en el Banco Nación (la única entidad que la implementó) no hallé modo de contratarla (al menos a través de Internet, y no me iba a hacer una cola por una historia amorosa ajena).

De modo que todas recibimos con la algarabía del caso la buena nueva: ahora los Manueles del mundo podrán venir a visitar a sus novias y usar sus habituales medios de pago con un tipo de cambio mucho más parecido al real: el dólar Manolo, lo llamamos, que se suma a la ya larga lista de oficiales: el dólar Coldplay, el dólar Qatar, el dólar Netflix. Nos falta el dólar CONICET, para poder asistir a congresos.

 

sábado, 10 de septiembre de 2022

Los dueños de la democracia

por Daniel Link para Perfil 

A lo mejor la película es mala, habrá que verla. En Venecia la ovacionaron y es probable que otro tanto suceda en los demás festivales donde tiene su participación asegurada. Recordemos que La historia oficial, que volvió triunfante a las premiaciones californianas, siempre tuvo entre nosotras más detractores que admiradores. Pero aquí no se trata de la calidad estética, sino de la oportunidad.

Argentina, 1985, la película sobre la preparación del Juicio a las Juntas, nos llega en un momento justo, cuando se discute qué es la democracia, cuáles son sus límites, sus mitos fundadores, sus héroes y sus nombres propios. Pronuncio estas palabras para aclarar inmediatamente que no sé si son adecuadas al dominio “democracia”, que es un régimen más bien gris, con altibajos que impiden que nadie ocupe esos lugares por prepotencia sino, como se dice, por el juicio de la historia.

Mientras tanto, sirve para evaluar los reclamos narcisistas de derechos de propiedad sobre la abollada democracia.

Nuestra democracia sería inconcebible sin aquel Juicio que, hay que recordar, el peronismo no estaba dispuesto a llevar adelante, posición ratificada luego por los indultos firmados por el Sr. Carlos Menem en 1989-1990, después de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida promulgadas por el gobierno alfonsinista.

En 1998 el Congreso Nacional las derogó, y luego fueron “anuladas” por el el Parlamento en 2003 a partir de un proyecto presentado por Patricia Walsh. Al mismo tiempo, se otorgó rango constitucional a la Convención de la ONU sobre imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, ratificada por el entonces presidente el Sr. Néstor Kirchner. Discutida técnicamente, la “anulación” de las leyes fue convalidada por la Corte Suprema de Justicia, que las declaró inconstitucionales el 14 de junio de 2005.

Mucho antes, Raúl Alfonsín había sufrido dos atentados, uno con bomba (1986) y otro con un revolver (1991) que, como en el caso de la pistola que apuntó a Cristina Fernández, tampoco funcionó.

No se trata de minimizar los acontecimientos, sino de ponerlos a todos en su justa perspectiva. Una perspectiva no implica un relativismo del tipo “nada importa demasiado” sino precisamente todo lo contrario: cada detalle cuenta.

Es lógico que un sector político quiera aprovechar cualquier circunstancia para acumular poder. No es tan comprensible aceptar que, por eso, se aniquile la dimensión histórica de los acontecimientos. Eso se llama absolutismo, un más allá de la democracia.

 

sábado, 3 de septiembre de 2022

La batalla de Recoleta

Por Daniel Link para Perfil

Vivimos una extraordinaria batalla por el sentido. El territorio donde esa batalla sucede es designado como Recoleta. Aplicado a un lugar, “recoleta” significa que es solitario y poco transitado ("calles con pequeñas y recoletas tiendas") y aplicado a las personas, que guarda una observancia más estrecha de la regla que la que comúnmente se guarda ("fraile recoleto"). Por extensión, designa al que vive retirado y con modestia.

Esa “madre de todas las batallas” repercute en todos los ámbitos y ya habido desgarramientos en varias instituciones menores que pronto se replicarán también en las alianzas políticas porque todo se juega a todo o nada, a esto o aquello. Estamos ante un caso de arbitraria persecusión judicial-mediática, una intolerable provocación (con mates y escuditos incluidos) de la derecha internacional contra los sectores nac&pop, o estamos ante un necesario “Nunca más” de la corrupción, a partir del cual caerían, en sucesivos juicios, también los culpables dentro del macrismo (aunque, justo es decirlo, esta hipótesis es bastante ilusoria).

A lo mejor, desde el punto de vista histórico, un sentido no anula al otro (porque hay perspectivas): hubo corrupción, hay ensañamiento y parcialidad judicial. O a lo mejor, como ha sucedido, las batallas por el sentido se transforman en guerras asesinas, y entonces ya no importan las palabras sino los cuerpos que penden de un hilo siempre a punto de quebrarse. Pasado mañana volveremos a discutir sobre el sentido, pero hoy conviene refrendar que la semántica no habilita al asesinato, ni siquiera en grado de tentativa. Que la Sra. Fernández viva.

 

sábado, 20 de agosto de 2022

Gauchesca 2.0

Por Daniel Link para Perfil

Interrumpo mis lecturas de esta semana para escribir esta columna. Estoy leyendo (y fichando) las Memorias de Baigorria, las Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño, la Excursión de Mansilla y las Correrías de un infiel de Baigorria. Antes había leído una vez más el Martín Fierro y La cautiva.

No hace falta que subraye el hilo conductor de mi interés: son los indios, esos “otros” de la patria (respecto de los cuales no tuvieron contemplaciones ni los liberales ni los populistas: Rosas fue tan exterminador como Sarmiento y Roca).

Esos a los que Alsina les ofreció su zanja como solución de las contiendas territoriales. Supongamos que esa propuesta multinacional hubiera triunfado. Hoy abominaríamos de las descripciones intolerables que hace José Hernández de la vida en las tolderías de su héroe criminal.

Mientras leía, de pronto aluciné auditivamente con el malón. Escuchaba el griterío de la indiada, al ritmo del kultrún y la trutruka.

Pero no, eran manifestaciones convocadas tal vez por las centrales obreras o por los movimientos sociales de izquierda que, a la misma hora, marchaban con diferentes destinos para protestar por exclusiones que, bien miradas, están inscriptas en la fundación misma de la Argentina, en la oposición entre Civilización y Barbarie, en la propaganda criollista, en las fantasías de homogeneización cultural y moral, cuando no de exterminio. David Viñas se había preguntado en Indios, ejército y fronteras: “¿por qué no se habla de los indios en la Argentina? ¿Y de su sexo? ¿Qué implica que se los desplace hacia la franja de la etnología, del folclore o, más lastimosamente, a la del turismo o de las secciones periodísticas de faits divers? Por todo eso me empecino en preguntar; ¿no tenían voz, los indios? ¿O su sexo era una enfermedad? ¿Y la enfermedad su silencio? Se trataría, paradójicamente, ¿del discurso del silencio? O, quizá, los indios ¿fueron los desaparecidos de 1879?

El punto de partida no fue tan letrado, sino una ocurrencia de Elisa Carrió, que en modo “gaucho con concha” (como le decía Manucho a Silvina Bulrich) produjo la copla “Si quieren que me vaya, / no tienen más que pedirme./ Pero no me callo más, / prefiero morirme”.

 

sábado, 30 de julio de 2022

El fin de la historia

por Daniel Link para Perfil

Mariana y Soledad propusieron momentos de altísimo pensamiento político en los videos de los que tanto se ha hablado en las últimas semanas.

Ellas se declararon habitantes del fin de la historia (y, por lo tanto, más allá del trabajo, de las negaciones, del deseo), en ese momento final de la dialéctica hegeliana (y, también, marxiana) que tanto ha inquietado a las filosofías desde hace dos siglos por lo menos.

Como se sabe, para Hegel la historia tenía un final que coincidía con la emancipación del Espíritu. Para que ese proceso pudiera completarse (a través de un intrincado proceso de negaciones sucesivas) hacía falta un Estado poderoso. El marxismo materializó el proceso y puso en lugar del Espíritu al proletariado como clase. Pero la lógica siguió siendo la misma. En algún momento sobrevendría la emancipación del proletariado (cuya conciencia le vendría dada por el Partido) y la sociedad sin clases: fin de la historia.

A Alexandre Kojève le cupo en París la tarea de imaginar cómo sería vivir en esas sociedades poshistóricas puestas bajo el paraguas de lo que llamó el Estado Universal Homogéneo (y que nosotros reconocemos en esas grandes estructuras transnacionales de las cuales la Unión Europea, a la que el propio Kojève le dedicó casi todas sus energías, es sólo un ejemplo).

Francis Fukuyama enarboló la misma bandera pero desde una trinchera un poco más cínica (y más necia). En El fin de la Historia y el último hombre (1992), inspirándose en Hegel y en Kojève, Fukuyama apostó a la globalización, al liberalismo democrático, al pensamiento único, a la hegemonía de los Estados Unidos.

El encanto de Kojève, que aparentemente nunca se creyó del todo lo que decía en sus curso, sobrevive a esas bravatas y pasa por la caracterización de la vida después de la historia: los “animales poshistóricos” estaríamos destinados a un mero régimen de contentamiento una vez satisfechas por el Estado nuestras necesidades básicas.

Todos estos manierismos conceptuales pueden parecer hoy una versión laica de la escatología cristiana (lo son) y, por lo tanto, irrelevantes.

Pero basta con escuchar a dos mujeres argentinas que llegaron por sus propias vías a la misma caracterización de su momento como poshistórico para revisar esa versión de la historia y refutarla (a partir de una mínima desconfianza de los Estados). Como no hay un Sujeto Único sino multiplicidades (cada una con su propia temporalidad, sus propios deseos, sus propios fines) tampoco hay una Historia, sino procesos diversos.

 

sábado, 9 de julio de 2022

Oda al segmento

Por Daniel Link para Perfil

¿La Patria, cuya efeméride máxima hoy se festeja, es segmentable? ¿No es la Patria como tal el efecto de una segmentación, haber cortado por lo sano con la Metrópoli imperial y, al mismo tiempo, haber delimitado los bordes argentinos contra un exterior pensado como una totalidad amenazante o amigable, según las épocas y los sistemas de alianzas? Lo que reconocemos como nuestra República es un segmento (bastante arbitrario, por cierto) de un figura que alguna vez la contenía.

Y sin embargo, hoy la Argentina navega hacia su propia desaparición porque un sector de gobierno (el más golpista) considera que no hay que segmentar, que no hay clases sociales, que no hay poderes adquisitivos diferenciales, que el Pueblo es uno, indivisible, insegmentable, y que como tal debe ser tratado por el Estado mapaternal.

Es raro. Algunas teorías, muy de moda en los últimos diez años, plantearon al Pueblo como un significante vacío (de ahí la potencia política del populismo). Otras teorías, más radicales, sostuvieron el desgarramiento interno del Pueblo que es, al mismo tiempo, el sujeto político por excelencia y aquel pueblo que está excluido (de hecho o de derecho) de la política. Habría un Pueblo y un pueblo que nunca pueden coincidir, salvo cuando la redención sea un hecho indiscutible.

Pero más allá de esas pasiones por las totalidades rasgadas o vacías, está la ciudadanía que es, por definición, segmentable. Todas las escalas impositivas, previsionales y salariales presuponen el segmento. Existen también segmentaciones culturales, habitacionales, geográficas, etarias, genéricas. De otro modo, ¿para qué los censos?

Cualquier persona particular (cualquier poeta, bailarina, periodista, economista o barrabrava) puede estar en contra de la segmentación y abrazar la causa de los espacios lisos o de las totalidades perdidas. Es, sin ir muy lejos, mi caso.

Pero un Estado que se precie de tal está condenado a administrar las segmentaciones que, por defecto, él mismo produce y sostiene. Cualquier otra hipótesis es un disparate, basado en la ignorancia, el fanatismo o la pereza.

Dicen que el Sr. Guzmán renunció porque no lo dejaban segmentar. Si es así, lo bien que hizo. ¡Viva el segmento llamado Patria!