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sábado, 31 de agosto de 2024

Microdosis de Bolaño

 por Daniel Gigena para La Nación

“¿A quién le pertenecerá Bolaño, quién se sentirá interpelado por su literatura? ¿A la casta de escritores-estratega? ¿A los cultores del realismo latinoamericano? ¿A aquellos para quienes el lenguaje es solo un vehículo para transmitir ideas de mediano impacto?”, se pregunta en su microdosis crítica el escritor y académico Daniel Link.



 


sábado, 2 de diciembre de 2023

La suerte de un poeta malo

por Daniel Link para Perfil

Se celebra este año el centenario de Fervor de Buenos Aires de Jorge Borges. Es difícil celebrar algo que casi no existe, salvo para especialistas. Aquel libro fue luego muy intervenido por los sucesivos Borges: en la edición de Losada de los Poemas (1922-1943), en los Poemas (1923-1953), en la Obra poética (1923-1964), en la Obra poética (1923-1966), en la Obra poética (1923-1969), en las Obras completas de 1974, en la Obra poética (1923-1976) y, finalmente, en la Obra poética (1923-1977).

Luego de examinar las nueve ediciones, Tommaso Scarano ha concluido en que en la edición de 1974 faltan el 40 % de las líneas originales de Fervor. De los versos conservados, casi el 50 % se vio modificado sustancialmente en alguna de las ediciones sucesivas. Estamos ante un prodigio: los versos de Fervor son los más manoseados de la historia de la literatura e, incluso, interrogan la identidad metafísica del mismo modo que la Paradoja de Teseo, que atormentó a Herácito, a Platón, a John Locke.

Según esa paradoja, si al barco de Teseo se le cambian los remos, y luego se arreglan las tablas, y se cambian el timón y las velas, etc., ¿es el barco resultante el mismo o es otro? No sabemos bien cuál libro celebrar, porque todos son diferentes.

Creo que esa operación de no dejar el libro en paz era para Borges tan necesaria como la complementaria: repetir aquí y allá bloques de texto que se refieren a diferentes cosas. ¿Qué imagen de autor se puede sostener en esos juegos de repetición y diferencia?

Me detengo en lo que permanece sin variantes, el nombre del libro. Si hay que creerle al joven de 1923, “Siempre fue perseverancia en mi pluma – no sé si venturosa o infausta – usar de los vocablos según su primordial acepción”. Naveguemos las etimologías. Del latín fervor -ōris proviene nuestro “hervor”, que figuradamente equivale a la pasión, a la vehemencia: el fervor. Hervor / Fervor integra el número de duplicados o dobletes de la lengua castellana (aproximadamente doscientos). Primordialmente, el “fervor” remite, pues, al hervidero que, para ser visto como tal, necesita de una distancia mínima (el barrio, el arrabal). De modo que, en principio, el nombre “Fervor” es más bien objetivo (es una propiedad del objeto), mientras que la pasión es subjetiva, está ligada a una determinada filosofía (Descartes, y su polemista Spinoza) y, sobre todo, designa al martirologio de Cristo. Peripatético, Borges se presenta en Fervor como un pensador de la calle.


“Hervidero” no es sólo el ruido y el movimiento de un líquido al hervir, sino también el “manantial donde surge el agua con desprendimiento abundante de burbujas gaseosas, que hacen ruido y agitan el líquido” (RAE). O sea que al mirar alrededor, Borges, a punto de volver a Europa, ve una ciudad en ebullición, una ciudad que nace sobre otra que permanece como ruina, ve una ciudad manantial. Y la ve desde el borde, desde el lado de afuera.


¿Cómo no iba a agradecer el momento que le tocó en suerte un poeta hasta entonces malo? Es un poco lo que le pasó a Proust (hasta entonces un narrador mediocre) con el affaire Eulenburg, que precipitó la Recherche. El hervidero que era Buenos Aires por entonces (Borges publica su librito en la misma imprenta de donde salieron la efímera revista Los raros, dirigida por Bartolomé Galíndez y creo que también una revista pornográfica, además del semanario humorístico El pito: o sea, ya hay una loca circulación de discursos) precipita el libro que habla de una Buenos Aires fantasmática que Borges ha conocido apenas dos años antes. El intervalo 1921-1923 le sirve para descubrir no tanto un tema sino para precipitar una escritura, que es al mismo tiempo una intervención sobre el lenguaje y un tono de y para la patria.


La fascinación que hoy puede provocarnos Fervor de Buenos Aires tiene que ver, antes que con cualquier “arte poética”, con un pensamiento y con la encarnación de ese pensamiento en sus tiempos (es decir: en las variaciones infinitas que supone el Tiempo).

De todas las versiones me quedo con la de 1969 (apenas posterior al Cordobazo) porque ya entonces los sistemas de clasificación positiva estaban heridos o se desmoronaban y las identidades se desplazaban a lo largo de una serie de repeticiones y diferencias: Campbell, Campbell, Campbell, Campbell. Un Borges pop.

 

viernes, 24 de noviembre de 2023

domingo, 18 de junio de 2023

Efemérides

La Cátedra Libre en Estudios Filológicos Latinoamericanos "Pedro Henríquez Ureña" organizó el panel "Filología, teoría, vida" como conmemoración del centenario del Instituto de Filología y Literatuas Hispánicas "Dr. Amado Alonso", donde se dan cita tanto proyectos de investigación folklórica como de literaturas extranjeras. Contó con la presencia de Nora Catelli (“Joyce sin sus signos. Enseñar los clásicos traducidos”), Ottmar Ette (“Filología polilógica y ecología de la convivencia”) y Jean Bessière (“Des théories littéraires à une ontologie mineure de la littérature et à quelques points d'histoire littéraire contemporaine”). Presentó Daniel Link y tradujo Valentín Díaz. A continuación, las palabras de presentación: 

En el corazón de junio 

por Daniel Link 

Buenas tardes, les agradecemos la compañía en este día tan especial. Es Bloomsday en el hemisferio norte, el día del Ulises de Joyce. En el hemisferio sur, sin embargo, es todavía un “mes más cruel”, porque conmemoramos además los bombardeos a Plaza de Mayo, por parte de aviadores sublevados que, como en Guernica, atacaron inadvertidamente una población civil indefensa.

La semana pasada se celebraron los exactos cien años del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, al que venimos a rendir nuestro tributo. Aclaro el plural: represento a la Cátedra Libre de Estudios Filológicos Latinoamericanos “Pedro Henríquez Ureña”, creada a instancias de la actual dirección del Instituto e integrada por Diego Bentivegna (quien suma al significado de este día el nacimiento de su primer hijo, Nicanor), Rodrigo Caresani, Valentín Díaz, Daniela Lauría y Cecilia Magadán como investigadoras docentes y Francisco Bariffi, Lautaro Paredes e Ignacio Repetto como investigadoras alumnas.

Para nosotras es, pues, al mismo tiempo una obligación y una alegría participar de este homenaje. Nos sentimos parte de esta institución centenaria, cuya generosidad intelectual merece subrayarse y nos gusta inscribir lo que hacemos (o lo que pretendemos hacer) en el horizonte de tensiones que han caracterizado y caracterizarán al Instituto. Este panel se explica un poco por eso.

Desde la decisiva gestión de Amado Alonso al frente del Instituto los temas locales siempre estuvieron muy imbricados con los desarrollos de las ciencias del lenguaje y del texto en la tradición europea, de lo que dan cuenta las traducciones de Bally, de Saussure, de Spitzer, entre tantos otros.

Es por eso que convocamos a tres personalidades ilustres, cuya relación con las “literaturas hispánicas” es más bien remota, pero que han desarrollado pensamientos decisivos respecto de la filología general y comparada, los lenguajes, los textos, las historias literarias, los bordes en que lo literario se cruza o se superpone con lo viviente.

En el acto central de la semana pasada, la línea final del acto decía “El lenguaje es la casa”.

Me acerqué a la protagonista del homenaje, la actual directora del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, Guiomar Ciapuscio y le repetí, pero con tono de pregunta: “¿El lenguaje es la casa? Qué final heideggeriano”. “¿Viste?”me contestó conteniendo las lágrimas.

Más tarde, desmenuzamos esa metáfora con los demás integrantes de la cátedra. “El lenguaje es la casa del ser”, había dicho Heidegger, subrayando el hecho de que (no lo dice de ese modo, pero se deduce de su aforismo) la política es un asunto de seres hablantes. Estamos pagando cara esa arrogancia, pienso, mientras los inusitados calores del mes de junio empiezan a disolverse en el viento helado que viene de una Antártida que se descongela de a poco.

Para mí, le digo a Diego Bentivegna, “El lenguaje es una ventana”, porque es el marco desde el cual miro el mundo. Percibo y actúo en el mundo desde una determinada posición lingüística. Él me recuerda una operación crítica de hace algunos años, cuando opuso “el lenguaje como casa del ser a la poesía como caza de la lengua”.

La relación de caza respecto de la lengua supone una predación nómade, no un asentamiento. Al territorio estabilizado del sedentarismo se opone la persecución y el agenciamiento con la presa (la lengua como presa) y los territorios. Ningún sedentarismo, sino más bien una deriva incesante. Es lo que yo, inspirado por él, llamé castrametari o castrametación (el arte de disponer un campamento, algo más duradero que el mero acantonamiento, aunque no tan permanente como una ciudad).

Claro, me dijo Diego ahora, “yo creo con Wittgenstein que el lenguaje es un ciudad, con partes en ruinas y partes en construcción”.

La relación de predación, de deriva o flânerie urbana necesita de un territorio más amplio, un afuera, una relación atenta a la respiración, los movimientos y el habla de los otros: no una mera política de los seres hablantes, sino una política ambiental, incluso un “animalismo”.

No importa ponerse de acuerdo (casa, ventana, o ciudad, qué más da). Lo que importa es que todo esto nos viene de la frecuentación de la filología y sus transformaciones en esta queridísima institución y afuera de ella.

Reivindicamos nuestra filología novomundana, porque quiso y supo articular asuntos de lenguaje con asuntos de territorio: la pluralidad de lenguas y de pueblos.

Avancemos ahora hacia una filología queer, una filología de lo sensible, una ecofilología de los mundos habitables. Seguimos la exigencia que nos dejó Amado Alonso, cuando escribió: América tiene algo que decir sobre la especial iluminación de problemas lingüísticos ya planteados y puede por su parte proponer otros de primera importancia. (...) Pero nos creemos en el deber de ser algo mas que colectores”.

sábado, 27 de mayo de 2023

Masa y poder

Por Daniel Link para Perfil

¿Qué es un sujeto de masa? ¿Qué es un líder de masa? En un libro que se llama como esta columna (Masa y poder) Elías Canetti propuso definiciones que todavía nos interpelan.

Un líder de masa es aquel que establece con aquellos que lidera una relación especular. La masa se constituye como tal en el espejo del soberano. Esa relación cae, para Canetti (que escribe después de la catástrofe nazi), en el territorio de la ficción paranoica.

No habría, pues, un pensamiento al cual una multitud adhiere, sino que el líder de masas comprende los pensamientos y sentimientos de la masa y los expresa.

De allí que importe el análisis discursivo que acompaña la aparición de un líder carismático, no tanto para dar cuenta de sus propio programa, sino de las posiciones que recupera de sus seguidores a partir de esa identificación total con sus audiencias.

Por supuesto, quienes no participen de ese pacto narcisista de identificación quedarán afuera, excluidos del contrato entre la masa y el líder y pasarán incluso al campo de los “enemigos”, porque no hay paranoia sin teoría del complot o delirio de persecución.

El paranoico delira sobre las razas, sobre la educación, sobre la cultura, sobre la justicia, sobre las instituciones, todo aquello que pretende quebrar el espejismo de su relación con las multiplicidades de masa.

Perseguido, el paranoico retuerce enunciados interiores (Lacan subrayó en Freud ese descubrimiento, el único que le parece necesario conservar de la lección de su maestro). El

«Yo lo amo» (sin ser correspondido) se transforma en «Yo no lo amo -pues yo lo odio». Incluso así, esos sentimientos inconscientes son imposibles de tolerar sin la coartada persecutoria. Entonces aparece el gran tema paranoico: «Yo no lo amo - pues yo lo odio - porque ÉL ME PERSIGUE».

Todo lo que escape a la relación amorosa, intensa, irracional, entre el líder y la masa se interpreta como una persecución.

Canetti es explícito en cuanto a la relación entre poder, masa y paranoia: "Nadie tiene un ojo más penetrante para reconocer los atributos de la masa que el paranoico o el poderoso, que, como quizá ahora tendremos que admitir, vienen a ser una misma cosa", "La paranoia es, en el sentido literal de la palabra, una enfermedad del poder".

De allí que las operaciones del líder de masas (el paranoico) se pueda medir solamente en la vastedad de la dilatación espacio-temporal: las eras, la Historia.

Reinterpretando esas hipótesis, Deleuze y Guattari subrayarán, varios años después, la posición paranoica del sujeto de masa, cuyo efecto es (ateniéndose a la historia) el investimento reaccionario fascista del campo social.

Es probable que la teoría política haya avanzado en relación con estas definiciones que, sin embargo, conservan gran parte de su potencia, sobre todo en los momentos de crisis en los que las más disparatadas aventuras pretenden expresar los sentimientos del pueblo (los fascismos lo hicieron) que el líder de masas detecta infaliblemente.

Interrumpo: a través de mi ventana se oye el himno.

 

martes, 23 de mayo de 2023

Por una filología queer

 100 años del Instituto de Filología "Dr. Amado Alonso"

por Federico Cano para Revista Paco

¿Por qué deberíamos interesarnos, los que de una u otra manera trabajamos en la investigación y la docencia, por el centenario del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Amado Alonso”?

No estoy seguro de que alguien “deba” interesarse por el centenario de una institución. Por lo general no nos emocionan los centenarios de las personas que no queremos. Con las instituciones pasa lo mismo. El Instituto es un espacio complejo, que fue escenario de intensos debates, pero fue también la plataforma para pensar los estudios literarios, lingüísticos, dialectológicos y glotopolíticos en América latina. Sino por otra cosa, merece nuestro respeto por eso.

(sigue en la revista)

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

Chau, querido

El mensaje decía "Murió Chitarroni" y me heló la sangre. En nuestros últimos intercambios recordaba todavía tiempos geológicos pretéritos: "Creo que Wilcock fue uno de nuestros primeros temas de conversación, en tiempos de Sitio". Así fue, nos unía ese gusto por las extravagancias.

Después, su último correo decía: 

"Ahí estaré.

Otro abrazo fuerte de alguien débil".
 
Querido: aunque parezca que no, vas a estar. Y te vamos a agradecer todo lo que siempre estuviste.
 
Hasta pronto.

lunes, 24 de abril de 2023

La reina de la filología


 

sábado, 15 de abril de 2023

Save the date



 

miércoles, 4 de enero de 2023

sábado, 24 de diciembre de 2022

Argentina campeona

Por Daniel Link para Perfil

Es muy raro que los eminentísimos expertos en discriminación que el INADI alberga no hayan notado lo que un usuario común de Twitter señaló hace unos días. Es muy molesto (además de agramatical) que se diga “Argentina campeón” cuando en otros contextos se dice “Argentina, condenada por la incapacidad y la falta de imaginación de sus gobernantes” (por ejemplo).

En realidad, la omisión de un análisis certero de situaciones no es tan raro, teniendo en cuenta la desagradable discusión en que se embarcaron altísimas autoridades, después de la fiesta, sobre cuál fue el más inútil y cuál estaba más borracho. La foto de ese micro atrapado en un mar de pasiones, con un puñado de motos policiales como custodia y ariete frontal, es la mejor ilustración de lo desconectados que están los gobernantes respecto de la multitud.

¿A qué iban a ir los jugadores a Casa Rosada. ¿A agradecer las tres horas de insolación?

En las seis horas de fiesta previa a la cancelación del operativo no hubo un solo incidente fatal. Pero la promesa que movilizó al Pueblo no se concretó por el idiotismo de quienes detentan el poder, empezando por los ministerios y secretarías de seguridad, que fueron incapaces de imaginar un dispositivo (por otro lado sencillísimo: bastaba con dejar despejada la autopista 25 de Mayo, con móviles de prefectura en los pocos accesos que tiene) para que los jugadores pudieran llegar a alguna parte, por ejemplo donde la multitud la esperaba, en el barrio de Constitución (donde vivo).

Lo único que le importaba al Poder Ejecutivo es que la escuadra mundialista llegara a Casa Rosada. Los funcionarios se humillaron y aceptaron cualquier condición para ello (incluso, la de no sacarse fotos con el equipo). No se les ocurrió que la mejor carta de negociación que tenían era precisamente la fuerza pública para organizar la seguridad del traslado.

El Poder Ejecutivo fracasa en su relación con el Pueblo. Fracasa en su administración de la Cosa Pública. Fracasa en las garantías de seguridad. Pero fracasa sobre todo en darle a la felicidad las alas que reclama.

Empantanado, se mira mezquinamente el ombligo mientras la Argentina campeona pasa de la vergüenza a la pena, pero también a una furia creciente.

 

sábado, 12 de noviembre de 2022

No soy tu padre

Por Daniel Link para Perfil

Volvimos de la 31º Marcha del Orgullo, agotadas de cansancio y un poco ofuscadas con la COMO por la deficiencia en la organización. Hubo una cantidad de gente como nunca se vio en Plaza Mayo en los últimos tiempos: la plaza llena, multitudes por Diagonal Norte hasta el Obelisco, y por Diagonal Sur hasta el monumento a Roca, donde estaba la carroza Loca (o mejor: la carroza Cheta) y Avenida de Mayo totalmente cubierta de gente prácitamente hasta Esmeralda. La COMO hablaba de más de 1.000.000 de personas, y esa cifra era verosímil. En el peor de los casos, superaban el medio millón de personas.

En Plaza Mayo había un escenario frente al cual la gente se amontonaba desde el mediodía. Alrededor de la plaza se había instalado el mercadillo, lo que generó problemas de circulación: no se podía salir de la plaza sino por el centro, enfrente de Avenida de Mayo. En algún momento a alguien se le ocurrió decir que la Marcha había comenzado (y no era cierto) por lo que decenas de miles de personas se abalanzaron sobre la única salida disponible, donde se produjeron sofocos y apretujones que podrían haberse evitado sencillamente poniendo el mercadillo contra las fachadas que rodean la plaza.

Ya en casa, prendimos la televisión a ver cómo lo habían cubierto los canales. En los diarios hablaban (hay que ser cretinos) de 50.000 personas. La televisión también se conformaban con “miles de personas”. Señoras y señores: fueron cientos de miles de personas las que se congregaron para pedir ciertas cosas, pero sobre todo para festejar que la vida continúa, pese a todas las fantasías de exterminio, la transfobia, la homofobia y la lesbofobia.

Habíamos visto drones filmando la marcha desde todos los ángulos. Ningún canal se dignó a pasar esas imágenes impresionantes que después pudimos ver en redes, porque hubieran tenido que acompañarlas de alguna explicación.

Alguien me entrevistó por la remera que yo estrené en la Marcha: la máscara de Darth Vader y la leyenda “No soy tu padre”. “¿Qué quería decir?” Es una negación del patriarcado: la ascendencia y los mandatos no te definen. “¿Es un mensaje para alguien que esté en la marcha?” Sí, claro: que no he venido en calidad de padre. Soy una más en el millón.

jueves, 3 de noviembre de 2022

sábado, 17 de septiembre de 2022

Acontecimientos funerarios

Por Daniel Link para Perfil

Ya fue dicho: “Hay mucha muerte, muchos acontecimientos funerarios /
en mis desamparadas pasiones y desolados besos”. Ése, que es uno de los más altos momentos de la poesía en nuestra lengua (americana, nerudiana) vuelve a interpelarnos en una semana en que los acontecimientos funerarios se multiplicaron y que, por eso mismo, nos permitió evaluarlos en su diferencia, porque las muertes no son equivalentes ni significan lo mismo ni habilitan al mismo duelo.

Todo empezó con el gato de mi nieta, que atrapó un pájaro y casi lo mata en frente de ella, que estaba jugando en su casita del árbol. Enterada de la peripecia, dijo que (mientras almorzaba): “Yo, un día, en el cole, vi una paloma muerta. Y descubrí (el verbo me arranca lágrimas) que los que se mueren no se van al cielo. Se quedan ahí, muertos. Y no se puede hacer nada cuando alguien está muerto. No se puede hacer nada. Se hace lo que se hace. Y listo. Si alguien se muere se muere se muere porque no es que lo podemos curar con una doctora”. Dijo ella, con todavía cuatro años.

Inmediatamente, digamos, murió una reina, y unos días después, murió Godard. Acontecimientos funerarios irreconciliables. La muerte de la reina desató los ideales repúblicanos alrededor del mundo. Y en Gran Bretaña fueron reprimidas las solitarias manifestaciones anti-monárquicas, porque podrían herir a alguien (¿no hieren nuestra ética republicana las manifestaciones monárquicas?).

¿En qué sentido una institución decadente como la monarquía puede convivir con nuestra sensibilidad, en nuestro tiempo? La derecha ha querido defender esa supervivencia arcaica señalando el equilibrio que introduce entre los partidos en los regímenes donde existe. Pero sabemos que, en el fondo, sostener la monarquía (más allá del gasto público que significa) es sostener unos privilegios de censura y represión en reserva, por si acaso hicieran falta.

La muerte de Godard, en cambio, sólo puede medirse en una dimensión estética (entendiendo que también la estética es una forma de actuar lo político). Nos dicen que Godard murió tranquilamente. Y nos alegramos por eso. Y comparamos su muerte (que es la muerte de una época entera) con el no terminar del morir del cine, que aún después de haber exhalado su último suspiro sigue gritando sus groserías y sus inmundicias.

Godard, como Guy Debord, sabía que aún en lo que ha muerto o está muriendo es posible encontrar todavía una chispa de vida. Es el cine como archivo, es el lamento de Elpénor, el marinero que muere en la Odisea y que vuelve en Histoire(s) du cinéma, en la voz de Ezra Pound, en un rizo archivístico que mezcla la obsesión por la imagen justa con las voces que vienen desde el más allá del Siglo XX.

Ésa es la diferencia entre esos dos acontecimientos funerarios: la muerte de la reina nos lanza hacia una utopía reformista que prescinde de ella (acabar con la monarquía). La muerte de Godard nos agrupa: seguir adelante, pero en su sombra. Porque los que se mueren no se van al cielo. Se quedan ahí, interpelándonos.

martes, 30 de agosto de 2022

Bye, bye

 

 

 

sábado, 20 de agosto de 2022

Gauchesca 2.0

Por Daniel Link para Perfil

Interrumpo mis lecturas de esta semana para escribir esta columna. Estoy leyendo (y fichando) las Memorias de Baigorria, las Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño, la Excursión de Mansilla y las Correrías de un infiel de Baigorria. Antes había leído una vez más el Martín Fierro y La cautiva.

No hace falta que subraye el hilo conductor de mi interés: son los indios, esos “otros” de la patria (respecto de los cuales no tuvieron contemplaciones ni los liberales ni los populistas: Rosas fue tan exterminador como Sarmiento y Roca).

Esos a los que Alsina les ofreció su zanja como solución de las contiendas territoriales. Supongamos que esa propuesta multinacional hubiera triunfado. Hoy abominaríamos de las descripciones intolerables que hace José Hernández de la vida en las tolderías de su héroe criminal.

Mientras leía, de pronto aluciné auditivamente con el malón. Escuchaba el griterío de la indiada, al ritmo del kultrún y la trutruka.

Pero no, eran manifestaciones convocadas tal vez por las centrales obreras o por los movimientos sociales de izquierda que, a la misma hora, marchaban con diferentes destinos para protestar por exclusiones que, bien miradas, están inscriptas en la fundación misma de la Argentina, en la oposición entre Civilización y Barbarie, en la propaganda criollista, en las fantasías de homogeneización cultural y moral, cuando no de exterminio. David Viñas se había preguntado en Indios, ejército y fronteras: “¿por qué no se habla de los indios en la Argentina? ¿Y de su sexo? ¿Qué implica que se los desplace hacia la franja de la etnología, del folclore o, más lastimosamente, a la del turismo o de las secciones periodísticas de faits divers? Por todo eso me empecino en preguntar; ¿no tenían voz, los indios? ¿O su sexo era una enfermedad? ¿Y la enfermedad su silencio? Se trataría, paradójicamente, ¿del discurso del silencio? O, quizá, los indios ¿fueron los desaparecidos de 1879?

El punto de partida no fue tan letrado, sino una ocurrencia de Elisa Carrió, que en modo “gaucho con concha” (como le decía Manucho a Silvina Bulrich) produjo la copla “Si quieren que me vaya, / no tienen más que pedirme./ Pero no me callo más, / prefiero morirme”.