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lunes, 16 de septiembre de 2024

La piedra sangrante. Ibrahim Alkoni

A pesar de la aparente brevedad de La piedra sangrante (Verbum), de Ibrahim Alkoni, he de reconocer que es una novela intensa. Una intensidad narrativa cimentada en tres aspectos, a mi entender. El primero, la fortaleza del personaje principal, del protagonista. 

El joven Asuf es un beduino que vive, presumiblemente, en el desierto al sur de Libia. De su mano recorreremos el paisaje desértico, con sus misterios y sus privaciones, siempre cargado de vida aunque sea visible para los profanos. El segundo detalle es la estructura que Alkoni utiliza para narrar las peripecias de Asuf. Mediante el contrapunto entre lo actual y el pasado del protagonista entendemos sus motivaciones, sus miedos, sus anhelos y de algún modo lo empujamos a seguir protagonizando esas  historias a su alrededor. 

El tercero creo que es la parte fantástica, esos guiños a lo espiritual; no en vano se mencionan a genios, fantasmas y a seres con algo de extraordinario. Y de todo, sin duda, me quedo con la fuerza descriptiva que atesora La piedra sangrante, como el agua encerrada en las entrañas de los desiertos. Asuf parece crecer, madurar a lo largo de las páginas. No me atrevería a decir que sea una bildungsroman, pero algo de iniciático, de búsqueda del sentido de la existencia y la trascendencia si hay. 

Si en nuestra sociedad hay una constante lucha entre el bien y el mal, en un entorno tan en las antípodas como puede ser un desierto no nos ha de sorprender que también lo haya. Asuf es inocente, pero valiente, es desconfiado, pero a su vez es consciente de que ha de salir de su zona de confort para sobrevivir. Si me han encantado novelas como Tuareg o Ébano, he de añadir La piedra sangrante por esa manera de acercarnos a la vida en las condiciones de dureza y necesidad del desierto. 


Ibrahim Alkoni (Ghadamés, 1948), estudió literatura comparada en el Instituto Gorki de Moscú (1977), ejerció como periodista en la capital rusa y en Varsovia, además de como consejero diplomático en la embajada de Libia en Suiza. Ha publicado más de 80 obras de narrativa, ensayo, poesía, crítica y pensamiento. Ha sido traducido a más de 40 idiomas y ha recibido numerosos galardones regionales e internacionales, entre ellos el Premio Mohamed Zefzaf de Novela Árabe en 2005, Premio Sheikh Zayed de Literatura 2008 y Personalidad cultural del año en la prestigiosa Feria del Libro del Emirato de Sharjah 2023. Candidato al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones y Caballero de las Artes y las Letras de Francia, es uno de los novelistas contemporáneos más reconocidos dentro y fuera del mundo árabe. La piedra sangrante, su segunda obra en español, galardonada en 1995 con el Premio de Literatura del Estado suizo.


La piedra sangrante. Ibrahim Alkoni. Editorial Verbum. Trad.: Francisco M. Rodríguez Sierra.

lunes, 27 de enero de 2020

Lo que descubrirás a continuación te sorprenderá. La Mandanga

Decía el bueno de Oscar Wilde que elegía a sus amigos por su apostura, a sus conocidos por su buena reputación y a sus enemigos por su inteligencia.  Y es que en la vida, a lo largo del día, tomamos un montón de decisiones. Unas buenas, otras, en cambio, no tanto. 

Es más, antes de hablar del libro Lo que descubrirás a continuación te sorprenderá (Temas de Hoy), de La Mandanga, comparto otra cita célebre. Esta es de Bertrand Russell. “Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar.” 

La autora de Lo que descubrirás a continuación te sorprenderá no nos propone en este libro  quemar ningún puente, aunque en sus 500 preguntas envenenadas, La Mandanga bien podría haber sugerido algo similar en un hipotético brete. Pero, ¿de qué va Lo que descubrirás a continuación te sorprenderá? Pues de eso, de preguntas envenenadas, repartidas a lo largo del libro en temáticas bien distintas. Preguntas a cara o cruz, preguntas complicadas, arriesgadas, divertidas, curiosas, bizarras o todo ello a la vez. El sentido del humor está garantizado. 

Quien haya jugado en alguna ocasión al “¿qué prefieres?” estará medio vacunado para afrontar estas preguntas a modo de retos con los que “jugar” solo o con amigxs… al menos serán amigxs hasta conocer qué decidirían en cada una de estas situaciones planteadas por La Mandanga en este libro. 

Hallaremos preguntas de las que generan polémica, de esas que ponen en aprietos a la pareja, al amigo, al cuñado o a la ética del grupo. Incluso las hay, me consta, de esas que provocarán algunas arcadas de disgusto al ser escuchadas... ¿Lamer unos pies con sabor a queso o un queso con sabor a pies? ¿Saber cuándo te vas a morir o cómo te vas a morir? ¿Qué elegiría Oscar Wilde?

Si queréis romper la pana en una reunión habitual donde nunca pasa nada divertido deslizad este libro. Pero leedlo antes para no quedaros fuera de juego, claro. La Mandanga nos invita en este desenfadado libro a sacar la mejor y/o la peor versión de nosotrxs y de la gente que nos rodea a través de un carrusel de preguntas desternillantes. 

En Lo que descubrirás a continuación te sorprenderá descubrirás con seguridad quién o quiénes son verdaderamente tus amigxs y familiares. Se acabó el aburrimiento: afronta los verdaderos dilemas de la vida de la mano de estas 500 preguntas envenenadas de La Mandanga.

ooOoo

La Mandanga (Noemí Rebull) es publicista e ilustradora. Bajo el pseudónimo La Mandanga fue autoproclamada hace un par de años inventora del género humor poligonero. Sus juegos de palabras ilustrados acumulan decenas de miles de seguidores y le han permitido dejar de lado el horario de oficina para dedicarse en exclusiva a producir una cantidad ingente de chistes pegadizos para redes, revistas, camisetas, conos de Fish & Chips y otros múltiples soportes.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL JINETE POLACO, de Antonio Muñoz Molina.

¿Cómo alguien que escribe tan abrumadoramente bien puede llegar a resultar aburrido? Esta es la pregunta que me he estado haciendo mientras leía la novela. Porque si escogiéramos al azar cualquiera de sus páginas, nos encontraríamos la mayoría de las veces con textos de una calidad literaria formidable, por la habilidad del autor para manejar el lenguaje, por su indudable conocimiento del mismo y por la precisión artesana con la que describe personajes, situaciones y el alma de vivencias en las que consigue que nos reconozcamos aún sin haber vivido el lector algo parecido.

   Pero como ya adelantaba con mi pregunta al inicio, esas páginas escogidas de forma aislada no serían más que un espejismo. A una novela se le pide que haya un hilo que tense y dé forma y cohesión a ese conjunto de islas que son las páginas, por algo éstas van cosidas una detrás de otra. En El jinete polaco es como si un costurero hubiera juntado todo aquello que le llegaba a las manos mientras miraba distraído la televisión.

   Carece de ganchos que promuevan la intriga en el que lee. Las idas y venidas en el espacio temporal de la historia, volviendo a temas ya tratados, tampoco favorecen la tensión narrativa, más bien transmiten la sensación de que no se avanza, y esto en una novela que en su edición de bolsillo tiene 608 páginas se puede hacer especialmente pesado.

   Y fijaos que el argumento no tiene mala pinta, todo lo contrario, presenta la evolución de un personaje desde su nacimiento hasta la edad adulta. Teniendo en cuenta que tal personaje está fuertemente inspirado en el propio Antonio Muñoz Molina, el interés de dicho argumento resulta notable. Reconozco mi debilidad por las historias pseudoautobiográficas, sobre todo si son de escritores.

   En concreto, el alter ego de Muñoz Molina toma el nombre de Manuel, aunque no es escritor sino traductor. Por tanto el autor no nos va a hablar de su despertar literario y de su posterior oficio de escritor, lo va a hacer de sus orígenes y de su tierra natal, se va a tratar principalmente de un relato familiar.

   A Úbeda, ciudad de donde es natural Muñoz Molina, la va a llamar Mágina. Por ahí deambularán desde el bisabuelo de Manuel hasta él mismo, pasando por padres y abuelos. La primera de las tres partes de la novela, de unas doscientas páginas cada una, está dedicada a sus ascendientes. Una saga familiar que por el modo en que está contada, con vicisitudes propias del realismo mágico, pareciera que tuviera como modelo a la saga de la novela Cien años de soledad, en un intento de convertir así a Mágina en la versión patria de Macondo. Mucho me temo que se queda muy lejos. Su relato se acerca más al territorio de lo que popularmente se conoce como “los cuentos de la abuela”. Y casi consigue el mismo efecto, que nos durmamos.

    El primer punto de inflexión será el nacimiento de Manuel, de cuya adolescencia se va a ocupar la segunda parte del libro. Mención especial merece la descripción de su parto, violenta, desagradable y sucia, de lo mejorcito del libro, de veras. De hecho hay otro parto más adelante en el que de nuevo el autor va a demostrar su talento para describir de forma descarnada este tipo de acontecimiento. Otros clímax literarios son el retrato que hace de la gélida relación amorosa de sus padres, para lo cual además de talento hace falta valentía, y las páginas que cuentan el descubrimiento del mundo a través de sus ojos de niño.

    La voz narradora es la de Manuel, que hace memoria de su pasado junto a su amante, de nombre Nadia. Puede que el principal problema de la novela sea que relata un espacio temporal demasiado amplio y con demasiados personajes. La historia se centra en un pasado que parece que nunca llega a ser presente. En cambio el narrador es más presente que pasado. Es decir, lo que cuenta ya pasó, no lo está viviendo. Y de algún modo el que lo lee tampoco.

    Apenas comenzada la tercera parte, en la que toma protagonismo la relación con Nadia, el estilo narrativo da un vuelco muy favorable. Se impone el tiempo presente, de manera sostenida. Y gana en modernidad, algo que se echaba en falta en la prosa de la novela hasta ese momento. Igual que se echaba en falta el humor o la ironía. O al menos un humor e ironía modernos. Lástima que este cambio de registro no dure hasta el final. La narración no tarda en volver por sus fueros, a su cansino vaivén entre presente y pasado sin dirección ni sentido.

    A veces uno tiene la sensación de que en El jinete polaco no se piensa en el lector. En mayor medida al principio del libro, donde ni siquiera se cuida el ritmo de las frases, que se suceden sin prácticamente puntos, inundando de palabras los párrafos como el que se deja un grifo abierto.

    Y no estoy poniendo en duda la categoría de Muñoz Molina, quien ganó por esta novela el Premio Nacional de Narrativa, además del Premio Planeta. Su capacidad frente al papel es portentosa, se diría que nació para escribir. Simplemente sigo buscando respuestas a la pregunta del inicio. La novela no acaba de funcionar. Seguramente su extensión es tan excesiva como innecesaria. Y a los problemas ya apuntados habría que sumar la escasa o nula presencia de lirismo. La redacción es de corte netamente realista. No facilita ese espacio paralelo a la historia que a tantos lectores nos gusta crear y sobrevolar a partir, por ejemplo, de una metáfora.

    El jinete polaco pone fin a sus páginas con una bonita declaración de amor de Manuel a Nadia. Quizás un último intento para conquistarnos. Sin embargo, como el jinete de la pintura de Rembrandt de la que el libro toma su título, será mejor partir y abrir nuevos caminos.

Por Ricardo Guadalupe.
Puedes seguir leyendo a Ricardo Guadalupe en su blog, aquí.

jueves, 4 de octubre de 2012

EL MAL DE MONTANO, Enrique Vila-Matas

Para empezar que quede claro que no estamos ante una novela sino ante un ensayo. Mejor entenderlo así desde un principio porque se trata de un libro que gana cuanto más reconoce su verdadera esencia, la del ensayo, y en cambio pierde cuanto más se hace pasar por lo que no es o por lo que le gustaría llegar a ser sin conseguirlo, es decir, una novela.
   Dicho esto no os sorprenderá que os haga la siguiente propuesta: arrancad las primeras cien páginas y tiradlas a la basura. Son las páginas que más se engañan a sí mismas, son una carga para el resto, van de lo que no son, pretenden ser literatura por el camino de la creación de una historia y un estilo, lo que viene a ser una novela, y se quedan en poca cosa, son páginas que no huelen a nada.
   Me explico, venía de leer a Marías, cuyas páginas exhalan un potente olor corporal –me ha dado por referirme así a la personalidad y madurez narrativas–, cuando me encuentro en Vila-Matas un humor de caca-culo-pis sin olor alguno. Las páginas de Vila-Matas huelen a culo limpio y sonrosado de bebé, a nada.
   Aunque ahora que lo pienso sí que hay algo que podéis rescatar de esas cien páginas que acabáis de tirar a la basura: en las últimas el personaje principal eyacula en sueños, lo que da pie, esta vez sí, a una divertida situación. El resto es una eyaculación en vigilia, consciente, lo que vulgarmente se conoce como una paja mental. ¿No me creéis? Aquí van algunas de sus “perlas”:
   “La literatura está siendo acosada, como nunca lo había sido hasta ahora, por el mal de Montano, que es una peligrosa enfermedad de mapa geográfico bastante complejo, pues está compuesto de las más diversas y variadas provincias o zonas maléficas; una de ellas, la más visible y tal vez la más poblada y, en cualquier caso, la más mundana y la más necia, acosa a la literatura desde los días en que escribir novelas se convirtió en el deporte favorito de un número casi infinito de personas”. Todo indica que al señor Vila-Matas le molesta el creciente interés de la gente por la escritura. Puede ser puro elitismo o simple temor a ver superado su pobre estilo por cada vez más gente. 
   Llega a escribir lo siguiente: “Pensar no está al alcance de todos”. Sin comentarios. Bueno, sí: me recuerda a lo que en una ocasión me dijo una jefa que tuve: “No pienses”.
   A España la llama “suburbio”. Y a las personas-libro las insulta de una manera más directa: “Si fuera idiota, estaría orgulloso de saberme de memoria el cuento de Montano, pero no voy a caer en una estupidez semejante […] he acabado resistiéndome a memorizarlo como si yo tuviera que parecerme a uno de aquellos grotescos hombres-libro de Fahrenheit 451”. En el mundo que describe Ray Bradbury en Fahrenheit 451, por quien no lo sepa, no hay libros, están prohibidos. Sin embargo hay personas que los memorizan, por la supervivencia de la literatura. Yo soy persona-libro, pertenezco a una organización que inspirada en ese libro memoriza y narra la palabra literaria. Creo que el señor Vila-Matas nos debe una disculpa. Por cierto, el adjetivo “grotesco” es la tercera vez que lo emplea en apenas unas páginas, que alguien le regale un diccionario de sinónimos.
 En fin, estas podrían ser meras divagaciones, como tantas hay por ahí, para gustos colores, si no llega a ser porque las remata con una ocurrencia de lo más inocente: se erige como baluarte de “lo verdaderamente literario en el mundo”. ¡Acabáramos! Con esto sí que nos hace reír, desternillarnos por el suelo en mi caso, precisamente cuando menos lo pretende.
   Cómo va a serlo alguien que, además de por todo lo dicho, rellena esas cien páginas con una cita tras otra, hasta tres por página. Más que un escritor es un cargamento de frases de otros. Hasta él mismo lo reconoce, que es un parásito: “Me decía, por ejemplo, que había sido en demasiadas ocasiones un ladrón de frases ajenas, que muchas veces tenía yo algo de parásito de mis escritores más admirados”. Así es, y sin pagar ni un duro por derechos de autor, al tratarse de citas.
   Pero por lo visto debe sentirse muy orgulloso de lo que ha hecho porque las siguientes páginas las dedica al “cómo se hizo”. Nos cuenta, por si nos quedaba alguna duda, que El mal de Montano es un relato de autoficción, entrelaza ficción y su vida real. El mal de Montano es su mal. Y aquí es cuando empieza el libro, en la página 103, cuando ha dado por terminado El mal de Montano, esas páginas que ha debido de llevarse ya el basurero, y Vila-Matas comienza a ejercer de diarista, biógrafo y ensayista, que se le da mejor, dónde va a parar, que hacer de novelista.
  Emprende un diccionario cuyas entradas vienen dadas por los nombres de los autores de diarios personales que más le han interesado. Atentos especialmente al inicio de la entrada dedicada a Jules Renard. Una joya. De veras. Al diccionario le sigue una conferencia sobre el diario personal como forma narrativa. Y, en definitiva, lo que hace el libro hasta el final es ir mostrando de modo ameno la amplia cultura literaria de su autor, gran ensayista, que no novelista.
Por Ricardo Guadalupe.

miércoles, 3 de octubre de 2012

EL ALMUERZO DESNUDO, de William S. Burroughs

William S. Burroughs fue adicto a las drogas durante quince años. Durante ese tiempo escribió sus delirios en diferentes notas, aunque luego no recordara haberlo hecho. El almuerzo desnudo es el título con el que se publicaron esas notas. El título fue idea de Jack Kerouac, autor de la magistral novela En el camino y culpable por ese motivo de que yo buscase leer a Burroughs, a quien por pertenecer también a la Generación Beat le presuponía un estilo o calidad parecidas. Nada más lejos de la realidad.

   Y eso que la revista Time incluyó El almuerzo desnudo en su lista de las cien mejores novelas en inglés de 1923 a 2005. Algo inexplicable, a no ser que los redactores de Time confeccionaran la lista bajo los efectos de las mismas drogas con las que Burroughs escribió su libro. El almuerzo desnudo debió llamarse El vómito sin almuerzo, puesto que no hay sustancia ni tropezones, sólo odio.

   Burroughs da rienda suelta a su sadismo, rebasa el límite de lo escabroso, se pasa de la raya. Quiere ser gracioso y se convierte en un gracioso. Las bromas de mal gusto se suceden, todo el libro es una broma de mal gusto. No es de extrañar que en la vida real matara a su mujer de un tiro en la cabeza jugando a ser Guillermo Tell. Me imagino que éstas fueron las razones de peso, su escritura y su vida, por las cuales fue investido miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras en 1984. Esto último también es real, sorprendente y pavorosamente real.

   Veamos, El almuerzo desnudo sí puede ser interesante para aquél que quiera documentarse acerca de la variedad de drogas que se consumían por entonces y sobre las que Burroughs demuestra un gran conocimiento. De veras, por momentos el libro recuerda a un tratado médico, debe ser que de algo le sirvieron sus estudios inacabados de medicina.

   Y supongo que en aquellos años alguien querría ver en su estilo deslavazado una prosa poética de vanguardia, a veces se llama así a lo que no hay por dónde coger. Burroughs se vanagloriaba de considerar al lenguaje un virus, no le hacía falta jurarlo, a juzgar por El almuerzo desnudo. Aunque un par de frases sueltas se salvan, todo hay que decirlo, por ejemplo esta: “Los días se deslizaban, amarrados a una jeringuilla con un largo hilo de sangre”.

   En mi opinión el éxito de este libro no radica en lo literario sino en su contribución a la liberación del colectivo homosexual, no en vano el sexo homosexual explícito está muy presente. El propio Burroughs era homosexual, sabía de lo que hablaba. Y escribió el libro en Marruecos, adonde fue porque, como su amigo y amante Allen Ginsberg dijo, “podía fumar con tranquilidad todo tipo de yerbas, encontrar muchachos de todas las nacionalidades, hacerlos sus amantes y escribir en libertad”.

   Lástima que su humor fuera tan negro como los agujeros de los que tanto le gustaba hablar. El libro llegó a ser prohibido por las cortes de Boston debido a los actos de pedofilia y asesinato que planteaba. Aunque, quién sabe, seguramente este hecho lo hizo más atractivo para la opinión pública.

   No me cabe duda de que Burroughs proyectó en los personajes sus fantasías sexuales, y apostaría a que eso le excitaba y mucho. En cuanto a los lectores, él siempre dijo que quería que sus textos fluyeran, de lo que no avisó es de que eran puras eyaculaciones.

   Por lo demás, habla de diferentes personajes que conoció en el mundo de la droga. Salta de uno a otro. En fin, se lee rápido, por lo insustancial.

   En resumidas cuentas, y a modo de conclusión: una pérdida de tiempo.
por Ricardo Guadalupe.