Mostrando entradas con la etiqueta Chris Cooper. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Chris Cooper. Mostrar todas las entradas

viernes, enero 10, 2014

'Agosto', el poder de los actores

El poder de los actores es innegable en el cine. Una cara popular vende más entradas por sí misma que una buena película. Y un buen reparto puede convertirse en la mejor razón para ver un filme. Sucede en Agosto, una cinta que parte de una obra ganadora del premio Pullitzer y que, aún así, tiene su mejor razón de ser en un espléndido reparto. Eso es, obviamente, porque los nombres que lo conforman son muy buenos pero también porque John Wells (que debutó en el mundo del largometraje con la desinflada The Company Men) no está a la altura y se limita a dejar que sus actores campen a sus anchas por la pantalla con un guión que deja algunas lagunas pero con unos diálogos a ratos sensacionales. Aún viéndose a la legua el origen teatral de la historia, el resultado es satisfactorio. No tan grande como podría haber sido en manos de otro autor, porque Wells se limita en muchas ocasiones a colocar sin más su cámara y no domina el montaje tanto como lo necesitaba la película, pero sus actores hacen que la cinta valga la pena con creces.

Viene a ser una vergüenza que quienes se dedican a dar premios en el arranque del año hayan decidido considerar a Julia Robert como secundaria de Meryl Streep, en un nuevo triunfo del márketing por encima del cine como arte, pero que eso al menos no engañe a nadie. Ambas son las protagonistas absolutas. Y ambas están sensacionales. Cada vez que Meryl Streep aparece en un filme me siento pensando lo mismo. Es sólo una actriz. Es sólo una mujer. No puede haber siempre gestos, miradas o diálogos que me parezcan descomunales. Y casi siempre salgo pensando que su leyenda se queda incluso corta. Hasta dejándose llevar en la sobreactuación como aquí, porque hay pocas actrices que sepan transmitir tanto con cada palabra que pronuncian. Julia Roberts ha sido la novia de América durante un par de décadas, el tiempo hábil que le da Hollywood a una actriz antes de cumplir una máxima de la que, curiosamente, hace uso la película, la de que siempre habrá una más joven. En Agosto ya no es la novia de América y encuentra como base de su personaje una amargura que nunca antes había mostrado.

La película es, en realidad, una historia sencilla sobre una familia que se va destruyendo poco a poco y en un intervalo de tiempo muy escaso, tras un dramático suceso que les obliga a todos a convivir (una mujer, sus tres hijas y las parejas de dos de ellas, la única nieta, su hermana y su marido, y el hijo de éstos; a veces da la impresión de que Wells y la guionista Tracy Letts no saben qué hacer con tantos) hace que salga lo peor de cada uno de sus integrantes, a veces por voluntad propia, a veces por hartazgo y a veces por las circunstancias de la vida. Porque Agosto, en realidad, va sobre miserias humanas. Buscar un atisbo de felicidad en la película es complejo, porque además el final, tan demoledor como probablemente innecesario en la trama, es el golpe definitivo a esa felicidad. El único atisbo de esperanza que había en esta familia queda aniquilado. Y perdura la sensación de haber asistido a un dramático escenario familiar durante dos horas de las que dejan un nudo en el estómago pero a las que les falta algo para ser grandes de verdad.

Lo que queda, no obstante, no es menor, porque está basado en dos pilares esenciales, el ya mencionado reparto (donde no hay que menospreciar a los nombres menos populares, como Julianne Nicholson o Margo Martindale) y unos diálogos cortantes y brutales. Entre ambos elementos hacen que la tensión se pueda cortar en un cuchillo en numerosas escenas, casi en toda la película. Y además del disfrute que proporcionan Streep y Roberts, queda la sutil interpretación de un gran Chris Cooper (que desemboca en una furia sensacional; lástima que la película no siga progresando en su personaje, aunque también es verdad que él no era el centro de atención inicial), una muestra de la camaleónica capacidad de Benedict Cumberbatch, una de las mejores broncas de pareja que se recuerdan protagonizada por Roberts y Ewan McGregor y, sobre todo, la sensacional secuencia en la que se juntan todos los personajes en torno a una mesa, bendición incluida de la comida y con devastadores consecuencias para todos.

miércoles, febrero 08, 2012

'Los Muppets', nostalgia y reivindicación

Habrá quien vea el cartel de Los Muppets y despreciará el producto en favor de títulos más taquilleros, estrellas más reconocibles o cine más trascendente. No puedo culpar a quien lo haga, pero desde luego no voy a estar de acuerdo. Para mí, y no soy todavía de los que peinan canas precisamente, la nostalgia es un factor a favor de ver una película. Los Muppets, lo que en su día fueron para mí los Teleñecos, forman parte de mi cultura, y eso cuenta. Quizá quien tenga a estos personajes como algo ajeno no entenderá la sonrisa que había en mi cara al salir del cine. Pero es que Los Muppets, y ahí está la sorpresa, es también un ejercicio de reivindicación. De una forma de entretenimiento que estamos olvidando en favor de espectáculos olvidables y de dudosa calidad, de los nombres que perduran en el tiempo y no están sujetos a modas. Y también del musical de comedia más Disney, ese que ya sólo Disney hace de vez en cuando y que sigue siendo tan bonito como la primera vez. No seré yo quien oculte que se lo ha pasado fenomenal con este revival.

Los Muppets es una comedia. Vaya novedad, ¿verdad? No, pero es que es una comedia. Eso que hace reír de verdad, eso que no tiene que estar recurriendo constantemente a la escatología o a las alusiones sexuales para intentar sacar de sus espectadores una carcajada. Hay buen gusto. Hay gracia. Y, claro, hay diversión. Porque eso no se puede negar, estos personajes que el legendario Jim Heson creó en los años 50 del siglo pasado siempre han sabido cómo hacer reír. Por supuesto, hacen reír con lo más clásico de su repertorio, con la batería de Animal, con el Mah na, mah na que todos somos capaces de cantar, con el eterno amor entre Peggy y Gustavo, con los trompazos de Gonzo. Pero esta reaparición de los personajes en la gran pantalla, es nada menos que su novena película, hace reír de muchas más formas, por ejemplo con bromas ácidas a la industria y a la vida de nuestros días, con bromas internas y con cameos divertidísimos (que aparecen listados justo cuando acaban las imágenes).

Hablar de esta forma de hacer reír no es en absoluto algo irrelevante a la hora de valorar Los Muppets. Yo es algo que echo de menos con frecuencia. No me gusta la comedia moderna. No me hace reír. Estos adorables personajes de trapo sí. Y será cine menor, desde luego, porque no tiene grandes pretensiones, ni un artesano detrás de la cámara, tampoco enormes interpretaciones o un inolvidable trabajo de producción en la pantalla. Pero tiene algo de lo que carece la comedia moderna: alma y corazón. Los Muppets, y lo hacen con toda la sinceridad del mundo, alegran antes de hacer reír. Hacen que te sientas como un niño pequeño, embobado frente a la pantalla, entendiendo que las marionetas tienen vida dentro de este particular universo, y después es cuando sueltan la gracia que provoca la risa. James Bobin, director británico de televisión, no podía debutar de mejor forma en la gran pantalla,. No, insisto, con una película inolvidable y digna de aparecer en los manuales de cine. Pero sí con un magnífico producto de entretenimiento que cumple con todo lo que se propone.

La película nos cuenta la historia de dos hermanos. Walter es un Muppet pero no ha crecido como ellos. Los descubrió en televisión y desde entonces se convirtió en su mayor admirador. Gary (Jason Segel) es un hombre, pero por su hermano vive la vida como si fuera un Muppet en todo... salvo en la relación con su novia, Mary (Amy Adams). Para celebrar su décimo aniversario de novios, Gary y Mary deciden irse a conocer Los Angeles, pero se llevan a Walter para que haga realidad su sueño de visitar el estudio de los Muppets. Una vez allí, Walter descubre un inquietante plan de un siniestro empresario (Chris Cooper) que pondrá en peligro la misma existencia de sus ídolos televisivos, y se pondrá manos a la obra para detenerlo. No es, obviamente, una película de actores, sino de marionetas, pero es imposible resistirse a la tentación de alabar una vez más a Amy Adams, una extraordinaria actriz tanto como una perfecta chica Disney, o la diversión que sin duda caracteriza el histriónico papel de villano de Chris Cooper.

Un par de números musicales como sólo Disney los puede hacer ya (y que Amy Adams ya había demostrado que los puede hacer con categoría en Encantada), incontables alusiones directas al modo de hacer una película, la divertida presencia de caras famosas a veces haciendo de sí mismos (como Jack Black, o al divertidísimo momento de Gustavo con Whoopi Goldberg, Selena Gómez, y....) y a veces con personajes de lo más excéntrico y divertido (ojo a la aparición de Alan Arkin o Emily Blunt) y la simple y agradecida presencia de Gustavo, Fozzie, Gonzo, Animal, Peggy y tantos otros hacen de Los Muppets una película entrañable y digna de disfrutarse. Porque, y ese es el mensaje real de la película, los Muppets, entendidos también como metáfora de tantas formas de entretenimiento nacidas en años pasados, no pueden morir, nunca formarán parte del ayer aunque es evidente que sí tienen un hueco mucho más estelar en tiempos pasados que no en estos tristes días que tenemos para tantos cosas. Hablar de nostalgia y diversión define lo que es ver esta película.