Mostrando entradas con la etiqueta Los Muppets. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Los Muppets. Mostrar todas las entradas

miércoles, abril 16, 2014

'El tour de los Muppets', bendita y todavía fresca ingenuidad

Aquellos que nos consideramos nostálgicos de las formas en las que el entretenimiento cobraba forma en nuestros años de infancia, sean éstos los 60, los 70 o los 80, seguimos celebrando que los Muppets sean unos personajes que todavía hoy tengan tanto que decir. El tour de los Muppets llega tres años después de Los Muppets y mantiene toda la frescura con la que aquella recuperó a las maravillosas marionetas de Jim Henson. James Bobin, director de ambas y coguionista de esta segunda, reduce levemente la estructura de gran musical que tenía la primera (aún sin renunciar a las canciones) y apuesta por una historia algo más elaborada desde la ingenuidad que preside, y que tiene que presidir, cualquier película de los Muppets. Bendita ingenuidad, por cierto, porque en estos días en los que parece que sólo vende lo truculento, lo complejo, lo adulto, es sencillamente maravilloso encontrarse con una película tan divertida, tan amena, tan simpática, tan sincera y tan para todos los públicos como ésta.

Comparándola con la primera de esta ojalá longeva saga, hay un pequeño bajón en la parte musical. Y eso que empieza con un sensacional número que recoge la acción justo donde se quedó en aquella y riéndose precisamente y con brillantez de esta moda de hacer secuelas a cualquier éxito de taquilla. Pero no todas las canciones que hay de ahí en adelante quedan igual de bien, alguna se antoja incluso prescindible y dado que la película sigue centrándose en el show de los Muppets se echa en falta un espectacular número final. Es, quizá, el único elemento discutible de la película, que sabe mantener las constantes del filme precedente. Esto es, los Muppets en plena forma, una comedia divertidísima, esa ingenuidad que lo convierte en un título sumamente accesible, una brutal variedad de escenarios y una tronchante capacidad de introducir los más disparatados cameos. Y en estos dos últimos aspectos lo mejor es no saber absolutamente nada porque la sorpresa hace que las risas sean todavía más abundantes a lo largo de la película.

La clave de que El tour de los Muppets funcione tan bien como lo hace es que sus personajes, la marca que representan y su humor son imperecederos. Funcionaban igual de bien hace tres décadas que en nuestros días, y eso es porque su comedia es inteligente, sincera y sencilla. Bobin propone 107 minutos de diversión muy bien llevada, en la que consigue sacar partido a todos los Muppets que desfilan por la pantalla (quizá el gran perjudicado sea Walter, el añadido de la anterior película, al que sólo se da protagonismo en la parte final) y consigue que todos los actores se diviertan y hagan que el público se divierta, desde los protagonistas Ricky Gervais (aquí más familiar y menos irreverente de lo que esperarían los seguidores de aquella gala de los Globos de Oro que presentó), Ty Burrell y Tina Fey hasta la larga ristra de artistas que aparecen unos breves segundos. Nadie desentona (aunque se echa de menos a Amy Adams). Nada falla realmente en la película, que sirve para que se siga perpetuando el riquísimo legado de los Muppets.

Sí queda la sensación de que está algo por debajo de la película anterior, algo que se centra de forma especial en su aspecto musical, pero de una forma mínimamente perceptible, porque el buen rato que ofrece su estrafalaria y simpática historia está dentro de la tradición de los Muppets y de un cine y un entretenimiento que no se ve con tanta frecuencia en nuestros días. Lo mejor de El tour de los Muppets es que no es una secuela pensada, rodada y vendida únicamente para sacar el dinero de los nostálgicos o de quienes disfrutaran de la primera película, dentro de esa machacona industria del entretenimiento que a veces se olvida de hacer productos sinceros. Como aquella, esta secuela está realizada con mucho acierto, con mucho cariño a los personajes y con un inmenso respeto al espectador, por lo que lo único que cabe pensar es que haya una tercera película que mantenga este nivel. Bendita ingenuidad, sí, la que siguen proporcionando los Muppets con historias tan frescas y divertidas como ésta.

miércoles, febrero 08, 2012

'Los Muppets', nostalgia y reivindicación

Habrá quien vea el cartel de Los Muppets y despreciará el producto en favor de títulos más taquilleros, estrellas más reconocibles o cine más trascendente. No puedo culpar a quien lo haga, pero desde luego no voy a estar de acuerdo. Para mí, y no soy todavía de los que peinan canas precisamente, la nostalgia es un factor a favor de ver una película. Los Muppets, lo que en su día fueron para mí los Teleñecos, forman parte de mi cultura, y eso cuenta. Quizá quien tenga a estos personajes como algo ajeno no entenderá la sonrisa que había en mi cara al salir del cine. Pero es que Los Muppets, y ahí está la sorpresa, es también un ejercicio de reivindicación. De una forma de entretenimiento que estamos olvidando en favor de espectáculos olvidables y de dudosa calidad, de los nombres que perduran en el tiempo y no están sujetos a modas. Y también del musical de comedia más Disney, ese que ya sólo Disney hace de vez en cuando y que sigue siendo tan bonito como la primera vez. No seré yo quien oculte que se lo ha pasado fenomenal con este revival.

Los Muppets es una comedia. Vaya novedad, ¿verdad? No, pero es que es una comedia. Eso que hace reír de verdad, eso que no tiene que estar recurriendo constantemente a la escatología o a las alusiones sexuales para intentar sacar de sus espectadores una carcajada. Hay buen gusto. Hay gracia. Y, claro, hay diversión. Porque eso no se puede negar, estos personajes que el legendario Jim Heson creó en los años 50 del siglo pasado siempre han sabido cómo hacer reír. Por supuesto, hacen reír con lo más clásico de su repertorio, con la batería de Animal, con el Mah na, mah na que todos somos capaces de cantar, con el eterno amor entre Peggy y Gustavo, con los trompazos de Gonzo. Pero esta reaparición de los personajes en la gran pantalla, es nada menos que su novena película, hace reír de muchas más formas, por ejemplo con bromas ácidas a la industria y a la vida de nuestros días, con bromas internas y con cameos divertidísimos (que aparecen listados justo cuando acaban las imágenes).

Hablar de esta forma de hacer reír no es en absoluto algo irrelevante a la hora de valorar Los Muppets. Yo es algo que echo de menos con frecuencia. No me gusta la comedia moderna. No me hace reír. Estos adorables personajes de trapo sí. Y será cine menor, desde luego, porque no tiene grandes pretensiones, ni un artesano detrás de la cámara, tampoco enormes interpretaciones o un inolvidable trabajo de producción en la pantalla. Pero tiene algo de lo que carece la comedia moderna: alma y corazón. Los Muppets, y lo hacen con toda la sinceridad del mundo, alegran antes de hacer reír. Hacen que te sientas como un niño pequeño, embobado frente a la pantalla, entendiendo que las marionetas tienen vida dentro de este particular universo, y después es cuando sueltan la gracia que provoca la risa. James Bobin, director británico de televisión, no podía debutar de mejor forma en la gran pantalla,. No, insisto, con una película inolvidable y digna de aparecer en los manuales de cine. Pero sí con un magnífico producto de entretenimiento que cumple con todo lo que se propone.

La película nos cuenta la historia de dos hermanos. Walter es un Muppet pero no ha crecido como ellos. Los descubrió en televisión y desde entonces se convirtió en su mayor admirador. Gary (Jason Segel) es un hombre, pero por su hermano vive la vida como si fuera un Muppet en todo... salvo en la relación con su novia, Mary (Amy Adams). Para celebrar su décimo aniversario de novios, Gary y Mary deciden irse a conocer Los Angeles, pero se llevan a Walter para que haga realidad su sueño de visitar el estudio de los Muppets. Una vez allí, Walter descubre un inquietante plan de un siniestro empresario (Chris Cooper) que pondrá en peligro la misma existencia de sus ídolos televisivos, y se pondrá manos a la obra para detenerlo. No es, obviamente, una película de actores, sino de marionetas, pero es imposible resistirse a la tentación de alabar una vez más a Amy Adams, una extraordinaria actriz tanto como una perfecta chica Disney, o la diversión que sin duda caracteriza el histriónico papel de villano de Chris Cooper.

Un par de números musicales como sólo Disney los puede hacer ya (y que Amy Adams ya había demostrado que los puede hacer con categoría en Encantada), incontables alusiones directas al modo de hacer una película, la divertida presencia de caras famosas a veces haciendo de sí mismos (como Jack Black, o al divertidísimo momento de Gustavo con Whoopi Goldberg, Selena Gómez, y....) y a veces con personajes de lo más excéntrico y divertido (ojo a la aparición de Alan Arkin o Emily Blunt) y la simple y agradecida presencia de Gustavo, Fozzie, Gonzo, Animal, Peggy y tantos otros hacen de Los Muppets una película entrañable y digna de disfrutarse. Porque, y ese es el mensaje real de la película, los Muppets, entendidos también como metáfora de tantas formas de entretenimiento nacidas en años pasados, no pueden morir, nunca formarán parte del ayer aunque es evidente que sí tienen un hueco mucho más estelar en tiempos pasados que no en estos tristes días que tenemos para tantos cosas. Hablar de nostalgia y diversión define lo que es ver esta película.