-¿Qué te pasa? No llores mi vida.
-Sale sangre por la puerta –gimotea la niña.
-¿Qué sangre? –dice mientras la intenta limpiar con una toalla. –Aquí no hay sangre.
-Ahora la sangre está en tus manos –reprocha su hija.
-Yo no veo sangre por ningún sitio –insiste la madre mientras se lava las manos. –Y si hay sangre ¿de quién es? Porque no es ni mía, ni tuya.
-Es de papá.
-¡Cariño! Papá ya hace tiempo que no está entre nosotros.
-No. Es la del nuevo papá.
La madre la arropa y le quita con cuidado el cuchillo que empuña.