Cuando se prendieron las cortinas de la
cocina puse su corazón sobre la tabla de olivo y lo atravesé con un
cuchillo. Me alegré de sentir todo aquello que a ella le gustaba
escribir. Era como ser el protagonista de una novela suya. Imaginé
las llamas subiendo rápidamente por las escaleras y devorando su
cuerpo desnudo maniatado. Abrí la nevera; saqué una cerveza bien
fría; destapé un bote de banderillas picantes, pero no picaban.
Pasé la hoja del manuscrito con los dedos todavía manchados de
sangre. Allí no había nada, nadie, ni siquiera mi arrepentimiento
de no saber nunca como acabaría todo esto.
Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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18 de octubre de 2016
Manuscrito (REC 1/2)
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