El mito de los gigantes perdidos

 



Los mitos de la literatura fantástica y de la ciencia fueron meras criaturas y artefactos librescos antes de ser mitos en el sentido moderno: personajes, aparatos, temas que, a fuerza de repetirse en el cine y las series de televisión terminan por convertirse en presencias constantes de la fantasía humana.

  Sin perjuicio de que algunas figuras de la literatura fantástica hayan sido, primero, leyendas populares -el conde Drácula, por ejemplo, encarnó literariamente la leyenda del vampiro, que fue popular en los Cárpatos-, el camino ya clásico para convertirse en mito moderno pasa por los libros. Si una parte de la literatura fantástica tienen origen oral y popular, la ciencia-ficción es enteramente una creación de la literatura, que el cine explotó en todas sus posibilidades -y más-, hasta consagrar platillos voladores, viajes en el tiempo, experiencias extrañas de laboratorio en mitos populares del mundo moderno.

  Ahora, con los dinosaurios no había pasado mucho. La literatura de ciencia-ficción los había incorporado (cf. Dinosaurios, de Arthur Conan Doyle y otros, Grijalbo, 1992, o la ya clásica novela de Doyle, El mundo perdido, publicada por la misma editorial), pero no gozaban al parecer de prestigio suficiente para pasar al ámbito de consagración por excelencia: el cine. Difícilmente esta ausencia se haya debido a que los dinosaurios fueron seres reales, corrientes, objetos de la paleontología. Eran los más fantásticos de los seres vivos que hayan vivido, los más próximos a las quimeras, a los dragones y  a los grifos imaginarios. Reúnen una serie de requisitos para integrar -si es que existe- el campo del llamado "inconsciente colectivo": monstruosidad de tamaño, aspecto siniestro, piel fría, misterio de origen. A tal punto estaban olvidados desde que sir Richard Owen formuló la paleontología como ciencia, hace más de 150 años, que fue la piedad de los chicos por esa raza extinta de gigantes el campo de cultivo de los primeros avances de las industrias culturales en el tema de los dinosaurios. Pablo Polosecki, un chico de 11 años, adicto a los dinosaurios desde los 5, le dijo a este cronista: "Y yo un día me pregunté: ¿Quién se ocupa de los dinosaurios? Después me di cuenta de que había mucha gente que se ocupaba."

  Sin duda los dinos están a punto de entrar a la mitología de la aldea global. Esto es, convertirse en habitantes del mundo adulto, al menos de ese sector del mundo de los mayores enraizado con las preguntas, la piedad y el horror primitivos de los chicos. En unos pocos años pasaron los saurios por una novela "seria" -Parque jurásico-, escrita por el científico Michael Crichton, éxito de ventas, concesión de derechos para el cine, película -de Steven Spielberg-. * Todo muy rápido. La industria se estaba perdiendo la posibilidad de recrear el círculo mito-negocio-mito.

  Un descubrimiento muy reciente sobre la materia quizá solo se debe atribuir a una afortunada casualidad: acaba de aventurarse la posibilidad de descifrar el código genético de los dinosaurios, justo cuando se estrena en los Estados Unidos la película de Spielberg, basada en la hipótesis de recrear saurios precisamente mediante el manejo de sus códigos biológicos. La película sale con fritas: mil objetos de cotillón, desde camisetas hasta fideos con formas de dinosaurios. Humano, demasiado humano, diría Theodore Sturgeon.

Jorge Aulicino, Clarín, 17 de junio de 1993

* La novela Parque jurásico, de Michael Crichton (1942-2008) fue publicada en 1990. La película de Steven Spielberg se estrenó en 1993 (N. del A., 2022)

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 Ilustración: Imagen de la película inspirada en el libro de Michael Crichton

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