"¿Para qué Bizancio o la corona del germano?" - Acerca de dos libros de poemas
El punto de partida era una imagen absoluta. Me refiero a una imagen visual, un momento de revelación, una situación que, de modo algo tautológico, yo llamaba poética. De donde la poesía venía a ser una ampliación y un intento de comunicación de este núcleo inefable. Hace tiempo, pensaba que ese núcleo o disparador generaba las palabras que naturalmente le correspondían. Palabras -pocas o muchas- inexorables. Con el tiempo, un tiempo de ruptura con el hecho mágico, la imaginación -la digresión- comenzó a hacer de muleta cuando la inexorabilidad fallaba. La imaginación debía tener en cuenta, sin embargo, cierta secreta, y siempre muy subjetiva, relación de cada frase con la que le antecedía. Un consciente y consistente aire de familia. Esto es, no he dejado de creer en el hecho mágico, porque está allí, sin duda, pero a la vez que se presenta menos relacionado con elementos tradicionalmente considerados mágicos (ciertos cafés, ciertos marginales, por ejemplo), resuelve su