Estará ahora navegando en su imaginada balsa de piedra por el Océano Atlántico. Este mar que tanto le inspiró, en Lanzarote, en el último tramo de su vida, junto a Pilar. Y en su infancia. Soñó tantas veces frente a las olas, envió tantos mensajes hídricos!...
Se ha vuelto invisible, pero está aquí. Se ha quedado en su obra colosal, en sus escritos. Nos deja su legado formidable de compromiso personal, de tener en cuenta a todos en su igual dignidad humana.
Saramago me honró con su amistad-docencia. Recuerdo que en una de las últimas veces que le vi (hablé con él por teléfono no hace muchos días todavía) me dijo: "El gran debate hoy, el más apremiante, es el de la democracia auténtica. Éste es el secreto, el reto, el único camino".
Sí, hay que cambiar de ruta y de trazado.
Riguroso, valiente. Decía lo que pensaba y escuchaba a los que pensaban de otra manera. Procuró conocer a todos, acercándose, con-viviendo, porque nadie le era ajeno, gracias a su propia trayectoria tan bellamente expresada en la frase que Fernando Pessoa, su admirado poeta, puso en boca del heterónimo Ricardo Reis: "La luna se refleja por igual en el lago, en el estanque y en una charca de agua recién llovida... porque suficientemente alta se sitúa".
A cada ser humano. A cada uno. A todos!
Alta y luminosa, su estela nos seguirá orientando, como las estrellas que físicamente ya no existen, en la noche. Cuanto más cerrada, cuanto más oscura, más patente.
Insumiso. Ciudadano del mundo. Ciudadano pleno. Severo... pero esperanzado a fin de cuentas. Pero clemente.
Se esforzó hasta el último día de su "vida llena" en transformar, en promover y procurar cambios radicales.
Seguiremos contigo, iluminados por tu presencia ausente. Como escribí en 1992, seguiremos, gracias a ti, "ganando / espacio / a la penumbra, / dando vida / a inéditos senderos / y sentido / a cada hora".