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Ahora sí, por fin, cultura de paz. Paz en la tierra, paz con la tierra

jueves, 23 de junio de 2022

 Desde el origen de los tiempos, siempre la fuerza. “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Hubo intentos de resolver los conflictos por la mediación, la conciliación, la palabra. Woldroow Wilson, en 1919, con la creación de la Sociedad de Naciones, y Franklin Delano Roosevelt en 1945 al final de la segunda guerra mundial al crear las Naciones Unidas… Ambas iniciativas fracasaron porque sustituyeron rápidamente la fuerza de la razón por la razón de la fuerza, la democracia multilateral por el veto, la gobernanza de “Nosotros, los pueblos” por la gobernanza plutocrática neoliberal. 

En efecto, las razas aria, romana y nipona se consideraron superiores a las otras y el resultado fue la segunda guerra mundial. Y luego impusieron el veto de los vencedores y acallaron la voz de “Nosotros, los pueblos” y se inició la “guerra fría” entre las dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. 

Han habido algunas pausas de esperanza:

1) cuando Eisenhower, con todo su prestigio, desvela las limitaciones del poder civil al transferir la presidencia en enero de 1961 al Presidente Kennedy[1].

2) Gorbachev en 1986 cambia radicalmente la  política seguida por sus antecesores en la presidencia de la Unión Soviética y ofrece a Reagan, en Reikiavik, no sólo la desaparición de la URRSS en una Comunidad de Estados Independientes sino que le ofrece la eliminación total de las ojivas nucleares. Reagan no sólo retuvo el 30% de la seguridad nuclear después de consultar a la cúpula militar, sino que creó el G-6, primer grupo de países –luego vinieron el G-7, G-8, G-20…-  en manos del “gran dominio” (financiero, militar, mediático, energético, digital…).

3) El Presidente Barack Obama en 2015 firma los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático y dos meses después la Resolución de la Asamblea General sobre la Agenda 2030 “para transformar el mundo”. A los pocos meses el Presidente Donald Trump manifestó, recién nombrado, que incumpliría los dos compromisos suscritos por su antecesor… y silencio. Y la Unión Europea, silencio…

4) Ahora, porque por primera vez en la historia “Nosotros, los pueblos”, ya sin discriminación de género o por otras razones pueden expresarse libremente. Ahora, sí, los pueblos ya tienen voz. Ya pueden sustituir la fuerza y la imposición por la palabra, ya pueden coger en sus manos, a través de un multilateralismo democrático, las riendas del destino común. Ahora, por fin, la mujer en el estrado. Ahora la ciudadanía mundial  no sólo tiene la palabra sino las pautas de acción (Agenda 2030 y ODS).  

Me gusta repetir, por la influencia que tuvo en mi propia vida en aquel momento, lo que me comentó el Presidente Nelson Mandela en Pretoria en 1996, cuando yo le indicaba mi decepción por el poco arraigo que estaba teniendo la cultura de paz y no violencia en sustitución de la cultura de imposición, dominio y guerra que había prevalecido hasta entonces… y que sigue ahora, todavía, resistiéndose, seguramente ya por poco tiempo, a abandonar el escenario público como gran protagonista. El Presidente Nelson Mandela me dijo: “Es cuestión de poco tiempo. La mujer será muy pronto la “piedra angular” de la nueva era”. Y añadió: “Porque la mujer sólo excepcionalmente  utiliza la fuerza cuando el hombre sólo excepcionalmente no la utiliza”.  

Ahora podemos. Y debemos. Ahora actores y nunca más espectadores. Ante amenazas globales potencialmente irreversibles no caben excusas ni aplazamientos. Es tiempo de acción impostergable. Y para ello la ciudadanía debe ser plenamente consciente de que es impostergarble actuar resueltamente para una gobernanza multilateral y democrática. 

En efecto, el primer paso de unas Naciones Unidas reformadas, con amplia participación de la sociedad civil y un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental añadidos al actual Consejo de Seguridad, y todos ellos  sin veto, sería adoptar en  una de sus primeras acciones de inflexión global la Declaración Universal de la Democracia[2]

Ahora este llamamiento a la acción no puede desoírse una vez más. En muchos años de intensa colaboración a escala mundial como Director General de la UNESCO (1987-1999) tuve  respuestas siempre adversas, aún cuando se trataba de clamores populares de tanto relieve como los de la I Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro en 1992 o el de la II Cumbre en Johannesburgo diez años después. En 1999, la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz precede, en el momento en que se inicia un nuevo siglo y milenio, a la Carta de la Tierra, uno de los documentos seguramente más luminosos de los que se precisaban, sin duda,  en fechas de tan sombríos augurios, junto a los objetivos mundiales  que deberían cumplirse a partir del año 2000… Unos años más tarde, en 2005, se aprobó en España (noviembre de 2005) la Ley sobre el Fomento de la Educación de la Cultura de Paz… que, como ha sucedido en todos estos casos, no ha merecido la menor atención.  

En aquellos años y hasta hace bien poco teníamos que resignarnos porque “Nosotros, los pueblos”, no existíamos y carecíamos de pautas muy claras de acción. Ahora, es posible la transición de una cultura milenaria de poder absoluto masculino y fuerza a una cultura de encuentro, mediación, conciliación y paz, desde la plena igual dignidad de todos los seres humanos. Ahora, sí, el sueño del Presidente Roosevelt y de Eleonora (Declaración Universal de los Derechos Humanos) puede llevarse a la práctica.  

En París, el 20 de enero de 1990 escribí estos versos al final de un poema:

“Sabemos / y por lo tanto / no tenemos excusa. / ¿Cómo podemos / conciliar el sueño / siendo cómplices?”.

…………………………… 

*Director General de la UNESCO (1987-1999). Presidente Fundación Cultura de Paz


[1]https://www.bbc.com/mundo/noticias-42726723

[2]https://declaraciondemocracia.wordpress.com/declaracion-democracia-2/

Papa Francisco: la solución es la cultura de paz a escala mundial

lunes, 22 de enero de 2018

El Papa Francisco, en su discurso tradicional del inicio de año ante los representantes del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, pronunciado el pasado 8 de enero, abordó con claridad y valentía la cuestión esencial de la paz https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-discurso-del-papa-al-cuerpo-diplomatico-acreditado-ante-la-santa-sede-64757). Recomiendo la lectura del texto completo, pero entresaco a continuación algunos párrafos que considero particularmente importantes: 

“La paz no se construye como la afirmación del poder del vencedor sobre el vencido. Lo que disuade de futuras agresiones no es la ley del temor, sino la fuerza de la serena sensatez que estimula el diálogo y la comprensión mutua para sanar las diferencias”… “La paz se consolida cuando las naciones se confrontan en un clima de igualdad. Lo intuyó hace un siglo —un día como hoy— el Presidente estadounidense Thomas Woodrow Wilson, cuando propuso la creación de una Asociación general de las naciones destinada a promover para todos los Estados indistintamente, grandes y pequeños, mutuas garantías de independencia e integridad territorial…” . 

El Pontífice hizo hincapié en la importancia de “la libertad, la justicia y la paz en el mundo, que tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, como afirma la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

Se refirió a que “las incesantes peticiones de paz que provienen de las tierras ensangrentadas por los combates parecen ser cada vez menos eficaces ante la lógica aberrante de la guerra. Este escenario no puede lograr que disminuya nuestro deseo y nuestro compromiso por la paz, pues somos conscientes de que sin ella el desarrollo integral del hombre se convierte en algo inalcanzable… convencido de que la paz es condición necesaria para el desarrollo que, a la vez, requiere “combatir la injusticia y erradicar, de manera no violenta, la causa de las discordias que conducen a las guerras”. 

Considero importante destacar el énfasis con que declaró que “La promoción de la cultura de la paz para un desarrollo integral requiere esfuerzos perseverantes hacia el desarme y la reducción del uso de la fuerza armada en la gestión de los asuntos internacionales”. 

Se refirió también a su “Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz” del presente año en el que sugirió cuatro «piedras angulares» para la acción: acoger, proteger, promover e integrar. Indicó que “la integración es un proceso bidireccional, con derechos y deberes recíprocos”, lo hay hay que tener muy presente en esta Europa a la que llegan diariamente cientos de inmigrantes buscando un futuro mejor... 

Estamos ante un momento de inflexión. Los movimientos ecológicos, de derechos humanos, igualdad, democracia y desarme están entre los más poderosos movimientos sociales de nuestro tiempo y su convergencia en la “gran alianza” de movilización para una cultura de paz es fundamental para el éxito. Ninguno de estos movimientos puede triunfar plenamente por sí mismo… Todos ellos necesitan una cultura de paz para lograr su objetivo completo… Sin paz, no puede haber democracia, ni derechos humanos universales, ni ningún tipo de protección del medio ambiente, ni igualdad para las mujeres… Esta “interdependencia” de sus diferentes componentes es una de las contribuciones más importantes y valiosas de la cultura de paz. 

Este discurso del Papa constituye un documento de gran valor y oportunidad al que, sin embargo, los medios de comunicación han dedicado escasísimos espacios e interés. Es por ello que vuelvo a hacer mías unas palabras de Iñaki Gabilondo: “¿Saben lo más impresionante de esta noticia? Es que no es noticia”. La mayor parte de los medios de comunicación son “la voz de su amo” y siguen sin dar el relieve necesario a lo realmente importante. Son cómplices.

Cultura de paz. Ha llegado el momento

lunes, 26 de octubre de 2009

Ha llegado el momento. La cultura de guerra, la economía de guerra, el dominio hegemónico de los globalizadores ha fracasado estrepitosamente, a qué precio de sufrimientos, hambre, pobreza extrema, desgarros sociales… Es preciso un nuevo comienzo, coincidiendo con el nuevo siglo y milenio.


Desde siempre han predominado la fuerza y la imposición, la violencia y la confrontación bélica, hasta el punto de que la historia parece reducirse a una sucesión inacabable de batallas y conflictos en los que la paz es un pausa, el intermedio. Y así un siglo y otro siglo, con fugaces intentos de emancipación.


Educada para el ejercicio de la fuerza, acostumbrada a acatar la ley del más poderoso, más entrenada en el uso del músculo que de la mente, la humanidad se ha visto arrastrada a las más sangrientas confrontaciones. En lugar de fraternidad, enemistad. El prójimo, próximo o distante, no ha aparecido como hermano con quien compartimos un destino común, sino como el adversario, como el enemigo al que debemos aniquilar. Y así, una cadena interminable de enfrentamientos, de ataques y represalias, de vencedores y vencidos, de rencores y animadversión, de violencia física y espiritual, jalonan nuestro pasado.


Hay, por fortuna, una historia paralela invisible, cuyos eslabones han sido forjados día a día por el desprendimiento, la generosidad, la creatividad que son distintivas de la especie humana. Es una densa urdimbre, incomparable, e intransitoria, porque está hecha con el esfuerzo de muchas vidas, tenazmente dedicadas a construir, como quehacer cotidiano principal, los baluartes de la paz.


"No hay caminos para la paz; la paz es el camino", nos recordó el Mahatma Ghandi. Un camino guiado por principios y valores. Por la justicia en primer lugar. La paz es, a la vez, condición y resultado, semilla y fruto. Es necesario identificar las causas de los conflictos para poder prevenirlos. Evitar es la mayor victoria.


La Unesco, organización del Sistema de las Naciones Unidas a la que se encomienda explícitamente la tarea de construir la paz mediante la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación, recuerda en el preámbulo de su Constitución que son los "principios democráticos" de la justicia, libertad, igualdad y solidaridad los que deben iluminar esta gran transición desde una cultura de violencia y guerra a una cultura de diálogo y conciliación. Fue desde la Unesco donde se inició el gran programa, en la década de los noventa Hacia una cultura de paz.


La Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, aprobada en el mes de septiembre de 1999, establece que la cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su dignidad. En el Plan de Acción se contienen las medidas de índole educativa, de género, de desarrollo, de libertad de expresión… que deben ponerse en práctica para la gran transición de la fuerza a la palabra: fomentar la educación para la paz, los derechos humanos y la democracia, la tolerancia y la comprensión mutua nacional e internacional; luchar contra toda forma de discriminación; promover los principios y las prácticas democráticas en todos los ámbitos de la sociedad, combatir la pobreza y lograr un desarrollo endógeno y sostenible que beneficie a todos y que proporcione a cada persona un marco de vida digno; y movilizar a la sociedad con el fin de forjar en los jóvenes el deseo ferviente de buscar nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la generosidad y la tolerancia, así como el rechazo a toda forma de opresión y violencia, la justa distribución de la riqueza, el libre flujo informativo y los conocimientos compartidos.


En el Manifiesto 2000 -Año Internacional para una Cultura de Paz- suscrito por más de 110 millones de personas de todo el mundo, se establece "el compromiso, en mi vida cotidiana, en mi familia, en mi trabajo, en mi comunidad, en mi país, en mi región a: respetar todas las vidas; rechazar la violencia; liberar mi generosidad; escuchar para comprenderse; preservar el planeta; y reinventar la solidaridad". De esto se trata, de involucrarnos, de implicarnos personalmente en este proceso que puede conducir, en pocos años, a esclarecer los horizontes hoy tan sombríos y permitir la convivencia pacífica de todos los habitantes de la tierra.


Son ya muchos los países, regiones, municipios que han incorporado la cultura de paz a sus Constituciones o Estatutos. Es muy importante que esta inclusión se vaya generalizando, pero es más importante todavía la conciencia popular de que ha llegado el momento de no aceptar más la imposición y la obediencia ciega al poder, porque los ciudadanos están dejando de ser súbditos, están dejando de ser espectadores para ser actores, están abandonando el silencio y el miedo para dejar de ser vasallos y convertirse en agentes de paz.


Hoy, la participación no presencial -a través de la telefonía móvil por el SMS, o por internet…- permite ya un cambio radical en lo que constituye el fundamento de toda democracia, la consulta popular.


En estos diez años se han llevado a cabo muchas cosas. Pero la inercia de los intereses creados, la resistencia de los más prósperos a compartir mejor, se oponen al advenimiento de la cultura de la paz, de la palabra, de la alianza, de la comprensión.


Pero pronto cederán. Ha llegado el momento.