“…Todo es posible… pero ¿quién si no todos?”.
Miquel Martí i Pol
Hace tiempo que, conocedor de los procesos potencialmente
irreversibles, vengo alertando sobre los grandes desafíos a los que la
humanidad debe hacer frente y que sólo podrán solucionarse con un
multilateralismo democrático que permita evitar que se alcancen puntos de no
retorno, e iniciar una nueva era en la que la razón de la fuerza se sustituya
por la fuerza de la razón y las armas por la palabra, de tal modo que puedan cumplirse las
inaplazables responsabilidades intergeneracionales.
Constituiría un error histórico e irremediable que el legado
del antropoceno fuera una calidad de vida gravemente deteriorada, con unos
sistemas de gobernanza totalmente ineficientes confiados a unos grupos
plutocráticos de 6, 7, 8 o 20 países, que esconden en realidad la hegemonía
mundial que siempre ha pretendido el Partido Republicano de los Estados Unidos.
Los presidentes Macron y Sánchez, en sus intervenciones ante
la Asamblea General de las Naciones Unidas en otoño de 2018, pusieron de
manifiesto la necesidad imperativa de reforzar el multilateralismo.
Como científico, insisto en que es preciso conocer la
realidad en profundidad ya que sólo así será posible modificarla, en su caso,
en profundidad. De otro modo, las informaciones y apreciaciones superficiales y
sesgadas, seguirán proporcionando al público una visión deformada de los hechos
y, en consecuencia, de las medidas a adoptar.
Sin Mosul y su petróleo, ¿se hubiera invadido Irak
argumentando falazmente la posesión de “armas de destrucción masiva”? ¿Por qué
no importa Trípoli sino Bengasi en el caso de Libia? ¿Por qué se presionó
obstinadamente en atacar a Irán si no fuera porque tienen, junto a Venezuela,
los mejores pozos de petróleo? Si Venezuela careciera de tan fantásticas
reservas… ¿prestarían tanto interés los grandes consorcios capitaneados por el
Presidente Trump?
De momento, ya ha conseguido que el gasto militar alcance su
máximo histórico. Todos obedientes, todos sometidos a los designios del magnate
que, al mismo tiempo, ha advertido que no pondrá en práctica los Acuerdos de
París sobre Cambio Climático –en cuya firma tan importante papel jugó su
antecesor el Presidente Obama- y los Objetivos de Desarrollo Sostenible
aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2015
“para transformar el mundo”.
Las cinco prioridades de las Naciones Unidas para asegurar
una vida digna –alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación- y que
deberían ser el fundamento de la ayuda al desarrollo a los países más
necesitados no cuentan para los grupos plutocráticos (G7, G8, G20), a los que
el Presidente Reagan y la Primer Ministro Margaret Thatcher confiaron en la
década de los ochenta las riendas del destino común al tiempo que marginaban al
Sistema de las Naciones Unidas.
Lo más grave de cuanto acontece actualmente es que se
trivializa la irreversibilidad de procesos que pueden afectar sin remedio
la habitabilidad de la Tierra. Desde 1947 en que la UNESCO creó la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICM) y luego puso en
marcha los Planes Geológico, Hidrológico, Oceanográfico… el gran programa “El
Hombre y la Biosfera”… ; y en 1972 Aurelio Peccei, fundador del Club de Roma,
advirtió de los “límites del crecimiento”; y en 1979, la Academia de Ciencias
de los Estados Unidos indicó de que no sólo se estaban incrementando
peligrosamente las emisiones de anhídrido carbónico y otros gases con efecto
invernadero sino que, lo que es todavía peor, la capacidad de recaptura de los
océanos está disminuiría sensiblemente...
Al gran público le han llegado siempre muchas más falsedades
que verdades ya que –es otro gran tema que debe abordarse sin demora- son
mayoría los medios de comunicación “la voz de su amo”, a sueldo de los más
pujantes consorcios que han ido eliminando la capacidad de réplica de una
civilización a la deriva, debido a que, como sucede en la Unión Europea, se han situado monedas donde
deberían hallarse, inexpugnables, los valores y “principios democráticos”, que
establece la Constitución de la UNESCO.
Frente al triple reto del cambio climático y degradación de
la biosfera, la pobreza extrema y la
amenaza nuclear, que exige la rápida puesta en práctica de un nuevo concepto
de seguridad y de trabajo, de estilo de vida, estamos viviendo sin brújula
y camino ya que, en lugar de favorecer la invención de alternativas ponderadas,
en lugar de incrementarse cada día el número de ciudadanos responsables que sean
actores de su destino y no espectadores impasibles de lo que sucede… en lugar
de elevar, ahora que ya los pueblos pueden expresarse libremente, la voz en
grandes clamores populares… nos dejamos amilanar, ofuscar, caminar sin rumbo.
Está claro, para el buen entendedor, que el gran problema que nos
acosa no es de diferencia sino de indiferencia, no del reconocimiento de la
igual dignidad sino del supremacismo y el racismo.
Seremos ahora, por fin, “Nosotros, los pueblos”, como tan
lúcida como prematuramente se inicia la Carta de las Naciones Unidas, los que
tomen el relevo. Por fin, la mujer en el estrado, en pie de igualdad
plena…; por fin los jóvenes
conscientes de su responsabilidad para asegurar la calidad del legado
intergeneracional, actuando con gran firmeza en favor de la adopción de
medidas que eviten el descalabro social de la humanidad y el empeoramiento de
las condiciones de vida.
Esta movilización popular debe ser liderada por las
comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual en suma,
conscientes de que mañana puede ser tarde.
Cada ser humano único y capaz de crear, nuestra esperanza: el
futuro hay que inventarlo, superando la inercia y el uso de fórmulas ya
periclitadas.
Para enderezar en un momento crucial tantas trayectorias
erróneas, es imprescindible la transformación de la gobernanza mundial. En
escritos anteriores he resumido las propuestas actuales para refundar las
Naciones Unidas así como la perentoria necesidad de una Declaración Universal
de la Democracia[i] –ética,
social, política, económica, cultural e
internacional- que favoreciera el pleno ejercicio por todos los ciudadanos de
los derechos que les son inherentes. Es de destacar a este respecto la
interesantísima y oportuna propuesta de la San
Francisco Promise hecha pública el 6 de noviembre de 2018, en la que se
sientan las bases para transformar la Carta en una Constitución de las Naciones
Unidas, con las reformas funcionales y estructurales que son esenciales.
“Hay que cambiar de rumbo y nave”, advirtió José Luis
Sampedro a los jóvenes. Sigamos, diligentemente, su consejo.
Publicado en eldiario.es: www.eldiario.es/tribunaabierta/Unica-apremiante-solucion-multilateralismo-democratico_6_897370274.html