miércoles, 30 de marzo de 2011

Esposo de una viuda

Antes de que ella la vea, recojo la carta que se acaba de deslizar por debajo de la puerta. La abro y la leo detenidamente. El mensaje es preocupante: la guerra está por terminar y pronto volverá. Saco mi encendedor del bolsillo y quemo la carta, tal cual como lo he hecho con las que llegan sin falta desde hace quince años.

viernes, 25 de marzo de 2011

Cancerbero

Aún cuando saben que merecen el rigor de su castigo, almas en pena buscan escapar de los círculos del Hades. Con la firme intención de alcanzar la expiación definitiva, pecadores se mueven entre las llamas que los consumen y llegan hasta las puertas del infierno. Justo ahí, cuando creen que no hay lugar para mayor abominación, se topan con un can de tres cabezas que ruge furioso mostrando la extensión de unos colmillos babeantes de rabia, como advirtiéndoles que su destino está limitado a volver a los sufrimientos del averno o servirle de cena como mascota de Satanás. Lo que muchos dejaron de pensar es que, como todos los perros, él tan solo quería divertirse. Al menos yo, cuando escapé, le lancé una ramita para que me la trajera de vuelta.

miércoles, 23 de marzo de 2011

105

Mi vecina del 105 tiene un trastorno mental. Desconozco cómo se llama o a qué se debe, pero con frecuencia, llega a mi apartamento, toca a la puerta y pregunta por ella misma. “¿Está Cecilita?”, dice hurgando con la mirada en la sala. Las primeras veces sencillamente optaba por decirle que estaba equivocada, pero con las repeticiones, hace poco decidí una respuesta contundente: “Señora, Cecilita murió hace años. Un vecino que no la soportaba la mató”. Desde ese momento, en lugar de ahuyentarla, ahora vuelve cada día a preguntarme cómo ocurrió el asesinato. Cada vez que viene, le adelanto un detalle de su futuro.

lunes, 21 de marzo de 2011

Amar hasta el final

Quitó la última prenda de su amada y, aún besándola, prosiguió a desmembrar apasionadamente cada centímetro de su piel.

viernes, 18 de marzo de 2011

Kraken

En la isla de Frägen, anualmente, las temperaturas de invierno alcanzan los veinte grados bajo cero, nada comparado con las heladas a las que nos vemos sometidos cada diez años, donde el frío ha llegado a menos cuarenta y tres. A pesar de las precauciones que tomamos durante una década entera, nuestros cultivos quedan prácticamente destruidos, algunas de las casas no soportan los fuertes vientos y el índice de mortalidad por congelamiento aumenta de manera escandalosa. Lo más grave es que nadie se atreve a abandonar la isla y de ninguna parte llegan embarcaciones al puerto que nos pueda brindar asistencia, porque a unos cuantos kilómetros de Frägen, un terrible monstruo marino descansa en las profundidades. El kraken, como lo llaman, es un enorme calamar con tentáculos que superan los cien metros de largo cada uno. Con sus temibles extremidades, ha sido capaz de hundir las flotas navales mejor armadas del continente. Durante diez años, un grupo de marinos se preparan para zarpar y pescar, única alternativa posible para alimentar a los habitantes de la isla y sobrevivir al peor invierno del mundo. Hace diez años partió la embarcación del capitán Henrik Vönger, el hombre más valiente que conocí en mi vida. Este año, verdaderos héroes se enlistaron de nuevo para salvar a sus familias en una misión kamikaze. Al mando se encuentra el único sobreviviente de los ciento cincuenta y nueve hombres que partieron diez años atrás con el capitán Vönger: yo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Derecho y revés

A Martín Gardella

—Bien lo dice mi testigo, señor juez. Es imposible que mi cliente se haya encontrado en el lugar del crimen. Ese día y a esa hora, el señor Saturnino Plata se encontraba en una tarde típica de descanso, cabalgando unicornios.
—¡Abogado! —gritó el juez—. Estamos hablando de un asesinato y, ¿usted se osa a traer un testigo, ¡qué digo testigo!, a un payaso que dice semejantes barbaridades? ¿Acaso espera que esta honorable corte tenga en cuenta este testimonio como prueba? ¿Es que se volvió loco? ¿Dónde cree que está usted?
—En un micorrelato mío, señor juez —dijo el abogado—. Y aquí, puede pasar cualquier cosa.

martes, 15 de marzo de 2011

3 años

Crear un blog es de las cosas más sencillas que existen. Mantenerlo, de las más difíciles.

Con orgullo y alegría, Los cuentitos de Esteban Dublín hoy cumplen tres años. En este tiempo, este blog ha dejado a su paso El libro Preludios, Interludios y Minificciones, el corto Perfect, más de una decena de reconocimientos en concursos de microrrelatos, publicaciones en revistas impresas como El Malpensante, La Gaceta del País y Plesiosaurio y digitales como El Portal Voz, La Comunidad Inconfesable, Ficción Mínima y Letras de Chile, selecciones en las antologías Los comprimidos memorables del siglo XXI y Grageas 2 y, lo más valioso de todo, más de doscientos amigos que se han inscrito como seguidores. 

Gracias a ustedes, a sus comentarios, a sus aportes, a sus críticas y a sus visitas ha sido posible. Muchas gracias por compartir conmigo estos tres años de cuentitos.

viernes, 11 de marzo de 2011

Centauro

Mi historia es triste. Hace años, muchos años, caí perdida por el amor de un centauro. Su torso marcado como el del atleta y su cuerpo viril como el del equino. ¿Qué más puede pedir una mujer? Lo encontré en un bosque, imponente, vagando entre los pastizales al rayo del sol. Con solo vernos, ambos sabíamos qué buscábamos. Nos amamos sin medida entre los matorrales, entregados a la pasión desenfrenada que trae consigo la prohibición y la conciencia del pecado. No se fue hasta recorrer el último milímetro de mi piel, pero cuando partió, se llevó con su mito la mejor noche de mi vida. Pasaron muchos años y ya soy una anciana, decrépita, acabada y al borde de la muerte. Jamás lo volví a ver, pero movida por esa experiencia de leyenda y, claro, por el recuerdo de ese amor fugaz, decidí comprarle una caballada a un poderoso hacendado. Ya han pasado varios años desde que adquirí los caballos, pero todavía, cuando suelo acercarme a ellos —como si fuera una extraña— empiezan a temblar.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Portería

La seguridad de mi edificio depende de dos porteros que se turnan entre día y noche las labores de vigilancia. El del día se llama Vicente, un viejito petulante y olvidadizo que aún, después de tanto tiempo viviendo en este conjunto, me sigue preguntando a dónde me dirijo. El de la noche es Gerardo, un gordo bonachón, tierno y torpe que una vez llega a su puesto, toma una cobija de lana y se duerme en cuestión de segundos. El cuadro es patético: si llego en el día, tengo que anunciarme conmigo mismo para poder entrar a mi propio apartamento y si llego de noche, tengo que esperar afuera golpeando la ventana de portería como un loco para despertar al celador. Todos los años, sin falta, expongo mis razones para despedir al par de vigilantes, pero el tema que siempre sale a relucir es el de su liquidación, que es muy alta y que se requeriría de un aporte extraordinario de los propietarios para cumplir legalmente con el despido. Como suele suceder cuando se habla de dinero, todos los vecinos esconden la mano. Primero me voy yo de este edificio antes que ese par de incompetentes. ¡Malditos tacaños!

miércoles, 2 de marzo de 2011

Futuro

Un profeta vaticinará mi muerte esta noche. Iré hasta su casa y me notificará de la fatalidad. Desesperado por la anunciación, tomaré un revólver y me dispararé en la sien. Ante la evidencia de los hechos futuros, llego hasta la casa del profeta y, antes de que me sentencie, lo mato.