Sonia Budassi se sumerge en los abismos de la obra de Mario Bellatin a raíz de la publicación de Biografía ilustrada de Mishima y se despacha con un artículo para Bazar Americano, que dice, entre muchas otras cosas, lo siguiente:
«A esta altura, en que han circulado algunas reseñas contundentes es probable que el lector conozca la historia de Biografía ilustrada de Mishima. (Digresión: hay novelas en las que Bellatin juega deliberadamente a la estructura errática; otras, como ésta, en que avanza en una dirección). Resumamos: Mishima, un personaje con puntos de contacto con el escritor japonés, y con Mario Bellatin (desde las alusiones al síndrome talidomínico, a los títulos de sus novelas, la poesía sufí, etc) muere decapitado. Que “muere” es una forma de decir: “En esos momentos no existía la tensión nerviosa que solía experimentar, la que se instauró en su vida especialmente después de su muerte”, se lee. En Biografía... el autor vuelve a recrear un clima onírico; el poder premonitorio del sueño –y la escritura, para Bellatin, comparte la misma cualidad– y un universo ubicuo, herencia de misticismo católico –la figura del limbo–, de la filosofía espiritista, y del surrealismo, que hace posible la convivencia de espectros con seres “vivos”. Mishima decapitado concurre a una conferencia que un profesor da sobre él y, como los asistentes, somos testigos del racconto de su vida.»
«Ya se ha señalado, a veces con claridad, otras de modo implícito, que éste también es un libro sobre “el vacío” como condición de posibilidad de la literatura. La cuestión se reafirma en el texto con imágenes pesadas que van desde la carencia de cabeza del personaje a la contemplación de unos zapatos al borde de un precipicio o la mención a un bungalow en lo alto de una montaña que permite tener una mirada inaudita de la ciudad. Si el exquisito Los fantasmas del masajista empezaba –una y otra vez– recapitulando información, Biografía ilustrada de Mishima vuelve de una nueva manera –una y otra vez– sobre los mismos problemas, al punto de alcanzar la densidad esquiva y potente de la que es capaz la pregunta más honda; el relato más extremo, la retórica filosófica más áspera.»
«La lectura podría volverse un tedio si el texto se entregara a la especulación lógica y a las disquisiciones filosóficas. Por suerte, Mishima tiene dimensiones atrayentes que el narrador cuenta con pericia, diversificando anécdotas y escenas, como la que refiere a la felicidad que le pudo provocar una circunstancia doméstica, con un pájaro enjaulado. O cuando intenta y fracasa ante condiciones materiales –quiere cobrar un subsidio mintiendo– u otras formas de enfrentarse al otro. En este sentido, Bellatin da un paso más, no sólo conjurando el estigma y la discriminación social ante quien no tiene lo que el resto, sino trasladando ese problema a los demás. Ya resignado a no insistir en ocultar su falta de cabeza (como exigen las cirugías reparadoras y las prácticas ortopédicas), el personaje convocará a un artista plástico para que cree sobre ese espacio vacío un ornamento mediante el cual no sólo él, sino todos, pudieran hacerse cargo de la monstruosidad. Así llega un momento en que el espectro se suspende, por un rato, por la alteridad. Y cierta desviación trasciende el culto a la conciencia individual y queda inscripta, también, cuando se expone el problema de las convenciones sociales.»
La reseña completa, acá.
jueves, abril 15, 2010
Autonomía, histeria y continuidad
jueves, agosto 27, 2009
Budassi, la docta
Budassi parte hacia Córdoba para enfrentar desafíos que se nos ocurren impensables desde nuestra centralidad unitaria.
Por lo pronto, este viernes será presentada por David Voloj en El Baúl (Ayacucho 319, Córdoba Capital), hasta donde llegará munida de sus ejemplares de Los domingos son para dormir.
No conforme con ello, durante el sábado compartirá el estrado con el escritor Pablo Natale, en un encuentro pactado en Galileo (Gauss 5700, Córdoba Capital), donde la tertulia versará sobre ese Golem prolífico llamado Nueva Narrativa.
Extenuada, suponemos, regresará luego a la capital de nuestra bienamada república para retomar sus labores periodísticas, o quizás se refugie en su Bahía Blanca natal para presenciar entre eruditos lo que reste del Premundial de Básquet Puerto Rico 2009.
lunes, agosto 10, 2009
El martes, orquídeas
Tal como se informa acá, este martes, desde las 19 y hasta el amanecer, nuestra Sonia Budassi estará departiendo sobre literatura con Samanta Schweblin y Mariana Enriquez, en Eterna Cadencia (Honduras 5582).
De más está decir, recomendamos enfáticamente la asistencia.
jueves, julio 02, 2009
Precisión y virtuosismo
[A propósito de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi. Por Joaquín Linne, para Hacia el Bicentenario]
Con los cuentos de Budassi aprendí más sobre el mundo femenino, ese eterno misterio de la otredad. ¿Cómo piensan, qué sienten? ¿Cómo narran y ven las relaciones afectivas contemporáneas?
En Los domingos para dormir (Entropía, 2008,164 páginas), los diez cuentos del libro sorprenden por su contundencia, por la potente prosa que nos envuelve, entre la musicalidad y las máximas de una narradora mezcla de femme fatale y chica de provincia tercermundista.
En el primer cuento, "Acto de fe", la narradora, una latina más que estudia en Estados Unidos y busca sobrevivir, despliega todo un mundo de referencias culturales, mezclando por momentos el castellano y el inglés en una suerte de posmoderno spanglish, que ironiza, entre otras cosas, sobre la crisis de adaptación de una latina en Estados unidos, donde está en muchos casos traduciendo al español todo lo que escucha en inglés. “Para ellos soy la latin girl, repito mi nombre una vez más aunque ya lo hice varias veces para que ellos insistan (dear latin girl) con que la reunión continuará sólo si llega la ucraniana (¿cuándo mierda llega la ucraniana?)” (p. 16).
A partir de un pop minimalista y lúdico, Budassi parece renombrar el mundo a través de su prosa poética con ecos de Lispector y Puig. Por ejemplo, el inicio de Sucede más allá de mí: “El juego de la oferta y la demanda no tiene nada de lúdico, el color azul es un invento del mar del Caribe, de los vikingos y de una canción pop que ya no está de moda, en todo caso hay cuestiones que no se negocian (los Palitos de la Selva y la precisa categorización de los animales es una muestra de que la perfección sólo existe en planos inútiles).”
El interesante libro de Budassi –tal vez el mejor primer libro del año: una especie de Biblia narrativa-poética para jóvenes que sufren de agnosticismo e incertidumbre afectiva- es un viaje interior por los pensamientos y sentimientos de diversas chicas que dudan entre distintos mandatos, ser Carrie Bradshaw o ser Susanita. Esa ambivalencia que nunca entendiste en las chicas (¿le gusto o no le gusto? ¿qué quiere de mí? ¿qué objetivos tiene para nuestra relación?), el libro de Budassi te la muestra por dentro, con una precisión, una fuerza y una cadencia que, como los buenos libros, destila un sensual efecto hipnótico.
miércoles, mayo 20, 2009
Deconstruyendo a Budassi
El Gordo Gostanian indaga las significaciones de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi, en una de sus abstrusas columnas de Hablando del asunto. Entre otras cosas, dice:
- "La insatisfacción no es una hermana insignificante de la histeria. Y que la histeria, a pesar del abuso incondicional de la doxa de origen cosmopolitano -gentilicio que usted no debería confundir, nunca, estimado Sucesor, con cosmopolita- no es tampoco un simple modus vivendi. En todo caso, es más bien una categoría de pensamiento compleja. En principio, estimado Sucesor, una categoría con la que hasta el triste Roland Barthes estaba familiarizado. Tal vez, por su magnetismo poderosamente capitalista."
- "El trance incómodo entre una expectativa real y una expectativa deseada -y en tanto expectativa proyectada, estimado Sucesor, si la publicidad tuviera su Historia, debería llamársela Histeria- funciona también como el mapa de una lógica fémina de la educación sentimental. Sólo es en ese mapa intercalado con las fantasías de Mercado, estimado Sucesor, donde incluso se insertan también ciertas versiones veladas del horizonte pop."
- "Tratar la oposición cultural entre el campo y la ciudad, estimado Sucesor, implica la tarea honesta de esquivar referencias agotadas. Las injertan en sus reseñas de publicación gratuita cualquier pelele. Establezcamos, estimado Sucesor, que en los cuentos de Los domingos son para dormir, la gran mayoría de los personajes, sencillamente, migran. Insistir en ese tópico -el de la condición palurda, estimado Sucesor-, a meses del Bicentenario, habla más de cierta pobreza sociológica que de las posibilidades de alguna nueva lectura crítica. Las migraciones espaciales ocurren. Y Dios, estimado Sucesor, ha atendido siempre en la metrópoli. Y nunca en la periferia. Suficiente. Me interesa en cambio, estimado Sucesor, una dinámica distinta entre el aquí y el allá. La de su mutuo colonialismo."
El tractatus completo, acá.
martes, abril 28, 2009
Bailando en la Sociedad Rural
martes, marzo 17, 2009
jueves, marzo 12, 2009
Los saberes de la infancia
A propósito de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi, por Alejandro Caravario para Llegás a Buenos Aires.
Uno, varón al fin, podría caer en la tentación de leer Los domingos son para dormir, el muy bello libro de relatos de Sonia Budassi, como fisgón.
Quiero decir, adentrarse sigilosamente en territorio femenino y auscultar la intimidad (meditaciones, anhelos, preferencias sexuales, soliloquios inconfesables) de esas heroínas sencillas, como las que alguna vez invitamos al cine o les propusimos un porvenir sereno y colmado de niños.
Sería una lectura instrumental, de servicio, acaso valiosa en el arduo mercado de la seducción y la conquista, pero condenada al desconcierto. Porque las mujeres que animan los cuentos de Sonia son incompletas, vacilantes, inestables. Habitantes de un mundo de transiciones, un limbo en el que se superponen (no se suceden, ahí está el problema de esta gente) la inocencia infantil y el rigor de la adultez, el legado familiar (aquella información segura y anticuada) y el protocolo de la chicas modernas con aspiraciones profesionales, la periferia (el pago chico) y el centro.
Escenario clave, la casa. Allí se juegan los pormenores del coto femenino. Sólo que el lugar que antes protegía es ahora la exposición de un tablero que nunca se acomoda, donde todo es desorden. El relieve caótico de la soledad. Como en “Todo lo de anoche”, un cuento sobre la resaca del domingo (un día para dormir), en que una joven junta sus pedacitos y los de un departamento estragado.
Aun así, sobrevive en ella (y creo que en todos los personajes de Sonia) un resto poderoso de voluntad erótica (sus chicas son chicas guerreras, atentas al delineador y a los efectos de las medias de red) que su compañero desaira. Pero no es el desamor sino la eventualidad pura lo que resalta el encuentro fallido, el sexo insípido. Por lo demás, los hombres de Los domingos son para dormir -borrosos, fuera de foco- suelen ser insuficientes.
Sigue acá.
viernes, marzo 06, 2009
Dormir, soñar, huir
[Guido Carelli Lynch reseña, en Ñ, Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi.]
“Compulsión a la repetición” es el título de uno de los nueve relatos de Los domingos son para dormir, el primer libro de cuentos de Sonia Budassi y, también sin querer (queriendo) una declaración estética de la autora sobre su propia antología.
No se trata de reiteraciones sintácticas y mucho menos de una falencia de una escritora que ha dado sobradas cuentas de su manejo del idioma. Es, más bien, la reconfirmación de una voz, de un tono unificador en cada cuento, que terminan por sellar una unidad narrativa bien palpable.
La primera persona como voz narradora y protagonista en todos los relatos sirven para plasmar eso cometido monocorde. La omnipresencia de la pérdida de los padres, lugares, amantes, infancia o juventud, amores de una y otra forma, se reflejan y multiplican de un cuento a otro y refractan una emoción acabada de nostalgia. “La nostalgia es un espectro con armas de guerreros, pero se mezcla y se gasta”, se lee en el cuento citado.
Cada relato parece un segmento distinto en la vida del mismo personaje, esa mujer entre los veinte y los treinta, varada entre la ciudad (Buenos Aires), el pueblo (Bahía Blanca o Pehuancó) y dudoso primer mundo (Nueva York), que ama y odia al mismo tiempo sus rutinas y ritos compulsivos. La acción es mucho más estática que dinámica, más reflexiva que prosaica. El título que da nombre a la antología, hilvana los relatos en un tiempo muerto que es metáfora de las tardes de domingo. Si la autora acierta en la combinación de factores para plasmar una emoción, menos efectiva parece, por momentos, la cadencia interrumpida por el tiempo presente, aclaraciones, paréntesis reiterados y excesivos guiños autorreferenciales, que acaban por minar la paciencia del lector de igual manera que el clima opresivo de la depresión dominical.
Más allá de los juicios estéticos, subjetivos, circunstanciales y arbitrarios, es para festejar la audacia de Budassi – y de Entropía- independiente de la lógica comercial que determina la imposibilidad de un futuro más promisorio para un género siempre amenazado. Lógica a la que Budassi le lleva la contra desde la pequeña utopía que ella misma creó en la editorial Tamarisco y desde su propio ímpetu narrativo.
jueves, enero 29, 2009
Los domingos no son cartesianos
A propósito de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi
Por Patricio Erb, vía Malón Literiario 2.0
“¿Qué cuento te gustó más?” Sin lugar a dudas esta era una del 99% de las preguntas periodísticas que conocen de antemano su respuesta. “No sé”, me dijo la autora de “Los domingos son para dormir” (Editorial Entropía), que de inmediato amplió su contestación contándome los cuentos preferidos de otros. “Los domingos son para dormir”, de Sonia Budassi, invita, del primero al último de sus relatos, a mirar una pantalla de 1000 pulgadas de ideas que buscan desesperadamente un pedazo de carne. “Acto de Fe”, “Seis menos dos”, “Fuera de temporada”, estuvieron entre los mencionados por Budassi (que otros le dijeron), como las narraciones que más gustaron. Tal vez estos tres cuentos pueden pensarse como el paso de la racionalización cartesiana más brutal a la materialidad del dolor (sea de felicidad o de tristeza).
“Acto de Fe”, con mirada femenina, hace recordar a "Memorias del Subsuelo", de Dostoievski. La protagonista, sola en el extranjero edifica sus relaciones (lo maravilloso, lo más o menos, lo terrible) de forma imaginaria. Incapacitada de gritar... de decir, la actriz principal del cuento mantiene vínculos ficcionales con los que la rodean. Pese a todo, allí deviene lo concreto: la muerte, como una irrupción en la vida intelectual, inmóvil, de ella, que sabe pero no puede. Imaginando una línea progresiva hacia la tangibilidad, el cuento “Seis menos dos” podría funcionar como un puente entre lo intelectivo y lo material: la vida de una niña de campo que, dentro de su mundo enfant, vive junto a sus tres hermanos, en casi una misma escena, el nacimiento (fallido) de un ternero y la muerte de sus padres.
Con respecto al primer cuento aquí mencionado, en “Seis menos dos” se observa un giro: la niña protagonista del cuento, dentro de su inocencia, es parte del barro del mundo; mira como sus hermanos (sin éxito) ayudan a parir a un ternero, siente dolor al clavarse una astilla y asume con naturalidad que no verá nunca más a papá y mamá. Finalmente “Fuera de temporada” es el punto de llegada de esta falsa progresión que elimina por completo al mundo de las ideas platónicas. Llegar a Pehuancó en diciembre significa abandonar el racionalismo cartesiano y entrar definitivamente al “conocimiento de sí” foucaultiano. No se trata de empezar a leer libros de autoayuda, sino de enfrentar físicamente los problemas que nos atormentan. Tres amigas en un balneario (nada chic) del sur de la provincia de Buenos Aires fuera de temporada, es la entrada concreta de “Los domingos son para dormir” a lo bello y a lo desagradable de la vida.
lunes, enero 19, 2009
Desde los márgenes
A propósito de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi.
Por Mauro Libertella, para Los Inrockuptibles.
Los domingos son para dormir podría ser una cifra de todo aquello a lo que el mercado editorial contemporáneo le tiene miedo: un primer libro, y encima de cuentos. Como si en esa fórmula se resumiera no sólo un lugar en las librerías, sino también una idea del espacio literario: la escritura que viene de los márgenes y hace temblar a un centro masculino, novelístico, de prosa dura. Ése es el efecto más inmediato de estos diez cuentos: relámpagos de sentido que desestabilizan, que apuestan al exceso como una forma de poner en evidencia algunos clichés de la literatura y de las formas expresivas más fosilizadas.
Podríamos jugar un juego infinito que consistiría en armar series secretas entre los cuentos, como si acercando "Todo lo de anoche" a "Tu vida sin mí", por ejemplo, pudiéramos rearmar el arco completo de un ciclo biológico en sólo diez páginas. El juego es inútil, por supuesto. Cada relato estalla en metástasis y contamina todo el libro, pero también cada cuento es autónomo y sólo se puede leer como un universo cerrado y de límites precisos. "Acto de fe", que abre el libro, no tiene nada que ver con el largo relato final, "Fuera de temporada", pero también se puede leer como su reverso alucinado, su lado B –lo universal frente a lo local, lo solitario frente a lo grupal. En "Acto de fe", tal vez, se resume todo: el viaje, la prosodia beatnik para tiempos modernos, la confianza en los efectos de un estribillo, la escritura que puede ser todo estilo y que sin embargo toca bien de cerca lo real.
Probablemente sea muy pronto para proyectar una filiación y sentenciar que Sonia Budassi pertenece a tal o cual tradición de la literatura argentina. Llegarán además nuevos libros, que se encargarán prolijamente de desdecir estas líneas y que quizás profundicen en esa idea de la literatura como un juego y un ejercicio de auto transformación, como un lugar para decirlo todo sin solemnidad y muy lejos de la afectación.
martes, enero 13, 2009
La serie perro-gato-peluche
Texto leído por Hernán Vanoli en la presentación de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi
Todavía estoy tocado por el libro de Sonia. El desafío es que uno no puede alejarse de esos textos, y por eso cuesta tanto ponerlos en perspectiva, ordenarlos en la serie literaria, establecer sus filiaciones. Decir, por ejemplo, que Sonia es la cruza perversa entre algunas zonas de la obra de Manuel Puig y las herederas contemporáneas del realismo norteamericano, entre las que cuento a Lorrie Moore y en especial a A.M. Homes, herederas a su vez de la McCullers, de Dorothy Parker y de Flannery O’Connor. Los cuentos que conforman Los domingos son para dormir pueden ser ubicados en ese mapa. Pero se sabe que leerlos desde esos códigos, inscribirlos en las series imaginadas por los lectores cultos, series posibles entre tantas otras, es, también, domesticarlos. Como así también es domesticarlos exponer, al estilo Marianito Grondona, el diagrama de ejes y oposiciones que iba anotando en los márgenes del libro. Igual lo voy a hacer.
La serie perro–gato–peluche, por ejemplo. Todos los cuentos tienen perros, gatos y peluches, peluches o juguetes, y este triple juego, esa línea, emerge en paralelo con otra línea que brilla y se oculta en los cuentos, un relampagueo envolvente, y se corresponde con el sistema de pérdidas y parentescos que se establecen entre lo que sería la naturaleza, la infancia y lo social. Son dos ejes que se potencian por acumulación: lo que se suma es ideología, la ideología que habita al lenguaje. El tercer eslabón de ambas líneas, el que se corresponde por un lado con los peluches y por otro con lo social, está arrebatado de ideología, y el libro es el despliegue de ese crescendo, y de los cruces rizomáticos que pueden llegar a producirse entre ambas líneas. Podría pensarse en un cuadro de doble entrada: el perro en correspondencia con la naturaleza en su fase mítica (lo natural en fraternidad, interrumpida por lo brutal); el gato como refracción de la infancia constituida por la cisma de los roles de género; y, finalmente, el peluche, o el pequeño pony, el pin y pon, como lo social atravesado por la imposible sutura de lo político (particularmente, la hipocresía, el código, o, como dice la contratapa del libro, el prejuicio como mecanismo semioculto del movimiento de las cosas). Ya está, lo tenemos ahí, el cuadrito de doble entrada para una clase de filosofía política, si se quiere. Oposiciones y relaciones que el libro desmonta y rearticula, complejizando, a través de una experiencia de lenguaje que muestra un virtuosismo poco usual. En algún momento, Walsh dijo que los buenos libros sirven para hacernos menos estúpidos, y en ese sentido, Los domingos son para dormir es un precioso instrumento de saber.
Completo, acá.
miércoles, enero 07, 2009
Literatura de arborícolas
El siguiente texto fue leído por Félix Bruzzone en la presentación de Los domingos son para dormir, de Sonia Budassi
Este año a Sonia le regalé dos plantas. Una chiquita, en preciosa maceta, y otra más grande, un árbol en realidad, un Paraíso, en un horrible balde agujereado a golpes de destornillador, para que el agua drene.
Ahora leo su libro, y resulta que en la lectura también encuentro una especie de árbol. O una figura arborescente, si se quiere. Y no es paranoia ni conspirativismo ni ánimo de ver en todas partes árboles: es la realidad de cada uno de los párrafos: frases ramificadas, personajes y situaciones y detalles, miles de detalles, que viven ahí como arborícolas. No sé si alguien de los acá presentes alguna vez leyó ese libro de Graciela Montes que se llama “Y el árbol siguió creciendo…” Es una novela para niños, muy imaginativa, en la que un árbol empieza a crecer en medio de la Nueve de Julio, y que con el correr del tiempo no sólo se convierte en una atracción para periodistas y comunidad toda sino que empieza a ser vivienda de muchos. El conflicto surge cuando alguien pide la remoción del árbol y todos sus habitantes. La resolución no viene al caso, pero la imagen a mí me quedó, una de las primeras grandes imágenes que me dejó el haber leído algo. Después, árbol y lector crecieron, y los árboles, en general, todos los árboles, se volvieron para mí las formas más raras y expresivas. Este libro de Sonia, claramente, participa de esa arborescencia compleja, inclasificable, llena de flores hermosas, frutos verdes, maduros, podridos, pestes, animales de todo el orden zoológico, zonas húmedas y secas, luz directa, reflejada en el verde del follaje, refractada por las gotas de la lluvia o la humedad matinal, cantidad de olores, rugosidades, músicas.
Con la música hago un aparte.
A los cuentos de Sonia, antes que nada, los escuché. Los escuché leídos por alguien, quiero decir, en voz alta. El ritmo era raro, como ondulante o deshilachado. Música aleatoria en hilachas que en conjunto armaban como un plano ondulado. Así que para mí estos cuentos fueron, antes que nada, una sonoridad. Por eso me interesa el sonido de los cuentos de Sonia. No el ritmo, o la melodía, o la entonación, que serían las partes de ese sonido y que quedan para los expertos, sino todo el sonido, completo, dando una idea de algo, como por ejemplo la composición de una histeria. Lean la quíntuple negación de la segunda oración de “Fuera de temporada” y van a saber de qué hablo. Quíntuple negación, qué abuso, que falta de “menos es más”. Pero no, es sonido, y el sonido significa mucho, y es interesante, porque en todo el libro las referencias a la música, lo que podría entenderse por “banda sonora del libro”, son pocas, y yo creo que eso es porque los relatos suenan por sí mismos.
Volviendo al árbol, el libro también es el árbol de las genealogías, que no son siempre las de una o dos chicas que vienen del interior a estudiar en la capital, como en “Roomates”, o que están de viaje por el gran país, como en “Fuera de temporada”, dos de los cuentos del libro. Hay genealogías rotas por el destino, como en “Seis menos dos”, y por la voluntad, como en “La verdad del Lena”. Y cruces que dan cuenta de las capas o niveles posibles del gran árbol. En “Seis menos dos”, por ejemplo, a la vez que espera la noticia de la muerte de sus padres, la niña que quedará huérfana ve cómo sus hermanos ayudan, sin mucho éxito, a parir a una vaca. En “La verdad del Lena” la oportunidad de comenzar una vida nueva en la Patagonia es dada por el hundimiento de un submarino. Y una imagen, hacia el final de “Roomates”, nos sugiere que no hace falta vivir en ningún árbol para sentir la inestabilidad de cualquier superficie: “En el suelo, las cucarachas y sus patitas peludas, inquieto círculo agitado que arrastra telarañas, hilos débiles que se enredan debajo de mí.”
Con los árboles se podría seguir. A mí, por ejemplo, me sirvieron para entender esos puntos que Sonia pone en la mitad de la oración, después de un “de” o después de un “que”. Ramas rotas, pienso yo, desvíos. En todos los árboles hay de eso, y eso habla también de capas de tiempo, recuerdos marcados. Igual que en los cuentos, donde una misma frase puede contener lo actual, el recuerdo y algún recuerdo dentro de ese recuerdo, como en capas. Y cuando las frases son así es porque en algún lugar hay o hubo viento, inclemencia climática, vida real, en definitiva.
Cuando a Sonia le regalé la planta fue para su cumpleaños. Un regalo delicado, precioso, para una chica. Cuando le regalé el árbol no, era para una estratagema de ella con su vecina, que le impedía el uso de la terraza y entonces a Sonia se le ocurrió lo de meter la excusa de necesito la terraza para mi árbol, que no tenía y que entonces le dí.
Así que las cosas, ahora, con relación al libro de cuentos para mí serían así: primero viene la planta, pequeña, débil, tallo y pocas hojas que hay que cuidar muy bien porque enseguida pueden morir. Eso es la niñez evocada, la nostalgia de la niñez; y luego, el árbol, el impulso barroco de la vida en la ciudad. Ese es el tránsito. Y la vida en los árboles, que son también la intemperie, la sofocación de lo múltiple, de las dispersiones acumulativas, o más que acumulativas, superpuestas, entrelazadas, y en el centro la melancolía, o el deseo del abandono de todo, mito de eterno retorno en cada círculo de cada tronco, cada año, cada mes, cada semana, y en la idea de semana, el domingo, que es el inicio y el final, según el lente, pero en todo caso el descanso, el sueño. ¿Con qué sueñan los personajes de este libro? Aparentan, se cargan de cosas. “no sólo hay que ser buena, también hay que parecerlo” dice la narradora de “Las cosas que brillan a mi alrededor” repitiendo a su padre. Pero qué sueñan, eh, qué. No se sabe. O no sueñan. Porque los domingos, lo dice el título, son para dormir.
viernes, diciembre 19, 2008
martes, diciembre 09, 2008
Budassi por Sagasti
En la presentación bahiense de Los domingos son para dormir, Luis Sagasti expone una extraordinaria vivisección de la literatura de Sonia Budassi:
"Los incómodos cuentos de Sonia Budassi, cuyo sistema nervioso se funda en un formidable sentido del ritmo, niegan esa tríada constituyente de un modo de ser, de una identidad, de un lugar de pertenencia. Acaso sea en el domingo donde mejor se ve un país, una cultura. El resto de los días el trabajo globaliza, la búsqueda de la renta nos hace ciudadanos del mundo.
Los cuentos, como dije antes, dan testimonio de que estos tres pilares se han hecho añicos o se encuentran en vías de. A diferencia de la narrativa norteamericana que lo que muestra es apenas el indicio de un drama que se soslaya, la famosa teoría de la punta del iceberg que John Cheever y Raymond Carver elevaron a cotas casi insuperables, Sonia se interna por ese lugar en donde el iceberg se ha quebrado. No le interesa tanto qué es lo que subyace tras la eterna sonrisa Kolynos de la familia frente al televisor, sino los perfiles agrietados que el témpano ha dejado al desprenderse de la barrera de hielos.
Del mismo modo rehuye del costumbrismo o, si leemos bien, inaugura acaso un costumbrismo de las grietas. Veamos. No hay un andar por el borde, pese a que hay desplazamientos, deslizamientos sobre lo estipulado, lo socialmente convenido, los domingos; digamos que sus cuentos no bordean el filo sino que sencillamente se instalan en las grietas de una sociedad cuyos valores instituidos, el núcleo que fundamenta identidades, señala pertenencias, exige reconocimientos, se ha deshilachado. Sexo, familia, resguardo, intimidades, constituyen tópicos que uno a uno la autora deconstruye mediante un proceso de revisión acrítica, indolente, como al descuido, sabiendo antes que muchos, cuáles son los colores de los nuevos paisajes".
El texto completo acá.
viernes, noviembre 07, 2008
Los domingos son para dormir, y los viernes para ir a la encuadernadora
El libro de cuentos de Sonia Budassi ya es real.
lunes, octubre 27, 2008
lunes, agosto 11, 2008
lunes, junio 23, 2008
Confesionario
Leen: Sonia Budassi, Manuel Esnoz.
Música: Rosario Bléfari.
Confesora: Cecilia Szperling.
Martes 24 | 20.30 hs.
sala Abuelas de Plaza de Mayo.
Entrada gratuita
miércoles, diciembre 12, 2007
Get in the ring
Esta tarde, a las 19:00, en el Malba (auditorio "Kite Surf"), la señorita Sonia Budassi dialogará amenamente con Rodolfo Fogwill. Es gratis.