Queremos llegar a Santiago a la Misa del peregrino que es a las 12. Solo nos quedan 16 kilómetros para acabar, pero vamos con 4 niños. ¡16 kms! ¡Qué lejos queda el Bierzo!
Decidimos empezar a caminar un poquito antes de que claree el día. Será la primera jornada que lo hagamos. Hemos dormido maravillosamente en nuestro hotel y JA ha vuelto a desayunar como si el mañana no existiese.
Comienza el día lluvioso. Nada más salir, la subida más exigente del día, hasta Cimadevilla. Al llegar arriba se comienza a ver. Parece mentira lo oscuro que está y son más de las 8,30 de la mañana, la misma hora a la que comenzábamos hace una semana. Se nota la semana y los 200 kms más al oeste.
Los niños comienzan animosos. Pronto encontramos el monolito que indica el Límite territorial de Santiago, bordeando el Aeropuerto.
Se nos escapa de las manos el Camino, pero no tengo tiempo de pensar en ello, eso vendrá luego.. No nos queda mucho tiempo, el Monte del Gozo nos espera. (Se llama Monte del Gozo porque, en días sin niebla, era el primer sitio desde donde se veían las agujas de la Catedral de Santiago). La subida es fácil aunque prolongada...
Cruzamos el Río Sionlla, allí donde los peregrinos se lavaban antes de entrar en Santiago. No me quiero imaginar, en pleno invierno, meterte en este regato sin anestesia...
El paso es rápido, no queda tanto para las 12. Los niños comienzan a cansarse del esfuerzo, pero no hay tiempo que perder (Será el primer día que andemos con la presión de ese compañero del que nos hemos olvidado durante toda la semana, el reloj). Continuamente les tenemos que animar. Ellos bastante hacen con hacer que pensemos que les animamos...
Pasamos delante de la Televisión Gallega y del Centro territorial de la Española...El Monte del Gozo está allí mismo...un poquito más adelante.
Entonces llegamos. La niebla nos impide ver la Catedral, pero sabemos que ya es todo cuesta abajo, y no nos deben de quedar más de 5 kilómetros.
Volvemos a encontrarnos con Alex (Espero que ya, a estas alturas, hayas firmado algún autógrafo que otro por la calle). Alex es el prototipo de peregrino. Se encuentra con dos canarios. Haciendo amigos allá por donde pasa. La última fotografía antes de llegar a Santiago. Un abrazo...nos tenemos que ir.
La entrada a la ciudad es larga. No es bonita porque se entra al casco Histórico casi al llegar a la Catedral. Sin embargo estamos muy emocionados. Gente tomando un café, al vernos con los niños nos animan. "¡No os queda nada!, ¡Bienvenidos!", nos dicen. Esto hace el efecto de la glucosa más pura en nuestro organismo. A mí se me pone la carne de gallina.
De repente, allí se ven las agujas. El pecho parece que me va a estallar de la emoción. No, no soy religioso y sin embargo tengo unas sensaciones dificilísimas de explicar en mi interior.
No paro de animar al niño que ya no sabe lo que le duele, si no lo es todo. Si los pies de andar, o los oidos de escucharme. Le comprendo. El paso que llevamos es como el de la Legión en los desfiles.
Estamos en San Martín Pinario, nos quedan 200 metros para la Plaza del Obradoiro. Un gaitero nos saluda bajo la arcada del Palacio de Gelmirez. Es un momento terriblemente especial, lo disfruto en soledad, porque una vez pasada la arcada, ya estamos en el Obradoiro.
Cuando llevaba clientes extranjeros a Santiago, siempre les decía, al entrar en la Plaza, que no mirasen a la fachada de la Catedral hasta que se encontrasen en el centro. Es, sin duda, la vista más impresionante y maravillosa de un monumento, que yo haya divisado nunca.
¡Hemos llegado! ¡Lo hemos conseguido! Me abrazo a JA, me abrazo a los hijos de Yogui. Este me da la mano. He decidido que, por una vez, no está mal una mariconada. Rechazo su mano y me fundo con él en un abrazo, con lágrimas en los ojos.
Entramos a la Catedral por la Puerta Principal. Son justo las 12 del mediodía. Comienzo a sentir mucho frío. Estoy empapado de sudor. Salgo fuera a cambiarme la sudadera (No me parece bien enseñar mi torso desnudo al cura en mitad del sermón...)
Eugenio, el valenciano con el que coincidimos en Cebreiro y Calvor, lee las escrituras. LLegaron un día antes que nosotros. Le saludamos al terminar. Esto es el Camino, una pequeña familia de gente que coincidimos y nos separamos.
Acaba la Misa. Hemos de cumplir. La peregrinación todavía no ha terminado. Hay que llegar hasta la tumba del Apostol en la cripta y abrazar su imagen en el altar.
Una vez que lo hacemos, nos dirigimos a las oficinas del Peregrino, a enseñar nuestra credencial. Me preguntan los motivos por los que realicé el Camino. No miento si digo que espirituales entre otros. Me entregan mi Compostela. No solo me siento Peregrino. ¡Tengo un documento que lo acredita!
Yogui y familia han de comer con sus padres. Decido que, despues de estos sacrificios, me merezco un homenaje...de verdad. Sin embargo siento escalofríos. Tomamos el coche y vamos al hotel a darnos una ducha caliente. Tendría narices que enfermásemos al llegar a la Catedral...y así será para JA.
Una vez duchados nos vamos a "El Pasaje". Nos esperan unas ostras, unas almejas estupendas, unas vieiras, un bacalao a la gallega (JA, por supuesto, pulpo). Barato no es, pero merece la pena.
Me siento pletórico. Lo hemos conseguido.
Se ha acabado esta experiencia, pero estoy deseando comenzarla de nuevo, quizás antes de lo que pienso.
Nos queda una tarde en Santiago que aprovecharemos de un modo realmente muy especial, pero eso, eso lo contaré otro día.
Decidimos empezar a caminar un poquito antes de que claree el día. Será la primera jornada que lo hagamos. Hemos dormido maravillosamente en nuestro hotel y JA ha vuelto a desayunar como si el mañana no existiese.
Comienza el día lluvioso. Nada más salir, la subida más exigente del día, hasta Cimadevilla. Al llegar arriba se comienza a ver. Parece mentira lo oscuro que está y son más de las 8,30 de la mañana, la misma hora a la que comenzábamos hace una semana. Se nota la semana y los 200 kms más al oeste.
Los niños comienzan animosos. Pronto encontramos el monolito que indica el Límite territorial de Santiago, bordeando el Aeropuerto.
Se nos escapa de las manos el Camino, pero no tengo tiempo de pensar en ello, eso vendrá luego.. No nos queda mucho tiempo, el Monte del Gozo nos espera. (Se llama Monte del Gozo porque, en días sin niebla, era el primer sitio desde donde se veían las agujas de la Catedral de Santiago). La subida es fácil aunque prolongada...
Cruzamos el Río Sionlla, allí donde los peregrinos se lavaban antes de entrar en Santiago. No me quiero imaginar, en pleno invierno, meterte en este regato sin anestesia...
El paso es rápido, no queda tanto para las 12. Los niños comienzan a cansarse del esfuerzo, pero no hay tiempo que perder (Será el primer día que andemos con la presión de ese compañero del que nos hemos olvidado durante toda la semana, el reloj). Continuamente les tenemos que animar. Ellos bastante hacen con hacer que pensemos que les animamos...
Pasamos delante de la Televisión Gallega y del Centro territorial de la Española...El Monte del Gozo está allí mismo...un poquito más adelante.
Entonces llegamos. La niebla nos impide ver la Catedral, pero sabemos que ya es todo cuesta abajo, y no nos deben de quedar más de 5 kilómetros.
Volvemos a encontrarnos con Alex (Espero que ya, a estas alturas, hayas firmado algún autógrafo que otro por la calle). Alex es el prototipo de peregrino. Se encuentra con dos canarios. Haciendo amigos allá por donde pasa. La última fotografía antes de llegar a Santiago. Un abrazo...nos tenemos que ir.
La entrada a la ciudad es larga. No es bonita porque se entra al casco Histórico casi al llegar a la Catedral. Sin embargo estamos muy emocionados. Gente tomando un café, al vernos con los niños nos animan. "¡No os queda nada!, ¡Bienvenidos!", nos dicen. Esto hace el efecto de la glucosa más pura en nuestro organismo. A mí se me pone la carne de gallina.
De repente, allí se ven las agujas. El pecho parece que me va a estallar de la emoción. No, no soy religioso y sin embargo tengo unas sensaciones dificilísimas de explicar en mi interior.
No paro de animar al niño que ya no sabe lo que le duele, si no lo es todo. Si los pies de andar, o los oidos de escucharme. Le comprendo. El paso que llevamos es como el de la Legión en los desfiles.
Estamos en San Martín Pinario, nos quedan 200 metros para la Plaza del Obradoiro. Un gaitero nos saluda bajo la arcada del Palacio de Gelmirez. Es un momento terriblemente especial, lo disfruto en soledad, porque una vez pasada la arcada, ya estamos en el Obradoiro.
Cuando llevaba clientes extranjeros a Santiago, siempre les decía, al entrar en la Plaza, que no mirasen a la fachada de la Catedral hasta que se encontrasen en el centro. Es, sin duda, la vista más impresionante y maravillosa de un monumento, que yo haya divisado nunca.
¡Hemos llegado! ¡Lo hemos conseguido! Me abrazo a JA, me abrazo a los hijos de Yogui. Este me da la mano. He decidido que, por una vez, no está mal una mariconada. Rechazo su mano y me fundo con él en un abrazo, con lágrimas en los ojos.
Entramos a la Catedral por la Puerta Principal. Son justo las 12 del mediodía. Comienzo a sentir mucho frío. Estoy empapado de sudor. Salgo fuera a cambiarme la sudadera (No me parece bien enseñar mi torso desnudo al cura en mitad del sermón...)
Eugenio, el valenciano con el que coincidimos en Cebreiro y Calvor, lee las escrituras. LLegaron un día antes que nosotros. Le saludamos al terminar. Esto es el Camino, una pequeña familia de gente que coincidimos y nos separamos.
Acaba la Misa. Hemos de cumplir. La peregrinación todavía no ha terminado. Hay que llegar hasta la tumba del Apostol en la cripta y abrazar su imagen en el altar.
Una vez que lo hacemos, nos dirigimos a las oficinas del Peregrino, a enseñar nuestra credencial. Me preguntan los motivos por los que realicé el Camino. No miento si digo que espirituales entre otros. Me entregan mi Compostela. No solo me siento Peregrino. ¡Tengo un documento que lo acredita!
Yogui y familia han de comer con sus padres. Decido que, despues de estos sacrificios, me merezco un homenaje...de verdad. Sin embargo siento escalofríos. Tomamos el coche y vamos al hotel a darnos una ducha caliente. Tendría narices que enfermásemos al llegar a la Catedral...y así será para JA.
Una vez duchados nos vamos a "El Pasaje". Nos esperan unas ostras, unas almejas estupendas, unas vieiras, un bacalao a la gallega (JA, por supuesto, pulpo). Barato no es, pero merece la pena.
Me siento pletórico. Lo hemos conseguido.
Se ha acabado esta experiencia, pero estoy deseando comenzarla de nuevo, quizás antes de lo que pienso.
Nos queda una tarde en Santiago que aprovecharemos de un modo realmente muy especial, pero eso, eso lo contaré otro día.