Si parece que todos coincidimos en que esta ha sido la edición más floja de Masterchef, creo que tampoco hay muchas dudas en que su final también ha sido la peor de las cuatro ediciones. Todo ha sido tan previsible que el pódium final, que hace semanas muchos llevábamos pronosticando, se ha cumplido como un teorema. Y no es que seamos muy listos, es que pesa tanto el guión, que todo está teledirigido con una intención determinada (vender libros, hacer bolos, vender su merchandising,...), y ya los tenemos más que calados.

Afilad vuestros cuchillos, preparad vuerstros Cynares y vuestras Angosturas porque ya está aquí la final de Masterdhef. Ha sido una semana cargada de rumores y spoilers (verdaderos o falsos), por lo que, a fin de cuentas, llegamos al gran día con las espadas en todo lo alto.

Por fin se resolvieron todos los enigmas que manteníamos abiertos de cara a la final de la semana que viene. No será ni final de dos ni de tres, al más puro estilo de la Euroliga de baloncesto, será una final inicialmente a cuatro, que terminará con un cara a cara en la prueba final, que, salvo sorpresa mayúscula, protagonizarán Ángel y Virginia.

Ya lo veíamos venir desde la semana pasada, las horas de David, el cántabro de la eterna sonrisa, parecían estar contadas. Él se había metido en una dinámica negativa, sus platos eran, cada vez más, un batiburrillo de ideas sueltas, la mayoría disparatadas, que no casaban ni por casualidad, e incluso su sempiterna sonrisa se había esfumado.

Ayer, después de seis pruebas consecutivas a cual más desastrosa, se confirmó nuestra sospecha y su eliminación. Lo peor, para él, es la impresión de que la eliminación ha sido justa, e incluso tardía, si tenemos en cuenta lo que hizo la semana pasada. Al final, me queda la sensación de que este muchacho es una versión bonachona de Carlos Bacterio el de Top Chef, más simpático, pero con mucho menos fundamentos, por lo que le queda un largo camino que recorrer si realmente quiere abrirse hueco en el complicado mundo de la cocina profesional.

El de ayer fue uno de esos días que lo tienen todo para que cerremos el chiringuito, no volvamos a ver más este programa e incluso borremos la cadena de nuestra tele para que no volvamos a caer en la tentación. Lo primero, nuevo horario, el programa dio comienzo a las 22:40, me imagino que por la eurocopa; además, vuelta a la duración disparatada cercana a los 160 minutos, lo que nos llevó a la 1:20 del día siguiente.


Pero lo peor fue el contenido, una primera prueba, a priori interesante, en la que debían trabajar con verduras, se acabó convirtiendo en una telepromoción no disimulada de los hornos que patrocinan el programa y de los últimos discos de los flamencos y flamenquitos más en boga en el panorama musical patrio (para alegría de Eva, que en estos ambientes de farándula aflamencada e insustancial se mueve como pez en el agua).


La prueba de grupos fue una repetición de la chorrada (algo mejorada, eso si) de la estación de esquí del año pasado, y la prueba de eliminación planteó a los concursantes un reto casi imposible (reconocido así por los jueces) que sólo podía acabar en desastre.

En resumen, uno de los programas más aburridos de la temporada del que intentaremos sacar, al menos, unas cuantas sonrisas.

Empezando por el final, el programa número 10 de Masterchef nos trajo la inesperada (e inexplicable, viendo el "leon comegambas versión 5,2" que predentó David) eliminación de la "guapa" del programa, Natalia Bordinova,  protagonista desde el primer día de un fingido juego de coqueteo con Jordi Cruz.

No fue la única expulsión del día, ni tampoco el único acontecimiento difícil de explicar, porque en la prueba anterior, con una apatía impropia, ya había sido eliminado Pablo, lo que nos hace sospechar que, tras la eliminación de Reichel, el gallego había perdido su apoyo fundamental en el programa y estaba deseando volverse para casa.

Pues como no sabía por que receta de Martín Berasategui decidirme para el reto de Cooking the Chef, he optado por hacer dos. Os presento un plato que no esperaba en un cocinero como este, un delicioso ceviche de chipirón y bonito.


Como no os voy a contar otra vez el rollo de la vida y milagros de Martín Berasategui , me centraré un poco en explicar la receta. Los ceviches son muy típicos de varios países centroamericanos, aunque son uno de los emblemas de la cocina peruana. En su libro "Cocina con garrote", Berasategui combina esta peculiar elaboración con dos ingredientes muy típicos de su tierra, como son el chipirón y el bonito, obteniendo así lo que podriamos calificar como un ceviche a la vasca.

Tras dos meses de ausencia, en esta ocasión no me pierdo el reto de Abril y Aisha en Cooking the Chef. que tiene como protagonista nada menos que a Martín Berasategui. He estado dudando mucho porque había montones de recetas interesantes y atractivas y al final, como primera opción, me decidí por este bacalao al horno con patatas y cebollas (después lo repetí con merluza), que aparece en el libro "Cocina con garrote", 



Martín Berasategui nació en San Sebastián en 1960. Su contacto con la cocina fue muy temprano, porque desee los 13 años empezó a hacer sus pinitos en la casa de comidas que regentaba su familia, el Bodegón Alejandro, del que se hizo plenamente responsable con tan solo 21 años mientras que completaba sus estudios de hostelería.Tras completar sus estudios, realizo estancias profesionales con chefs de primer nivel, entre los que destacaremos a Alain Ducasse.

Su primera estrella michelín data de 1986, en el restaurante familiar, pero el negocio que le ha dado fama y prestigio internacional es el restaurante martín Berasategui de Lasarte, abierto en 1993 en el que, en tan solo ocho años, obtuvo tres estrellas Michelín.

Hoy en día, su grupo empresarial es propietario de restaurantes en Bilbao, san Sebastián, Barcelona, Tenerife y Shangai, pero en los últimos años su imagen se ha popularizado mucho por sus apariciones en diversos programas de televisión como robin Food o Top Chef, en los que su palabra emblemática, "garrote", se ha convertido en toda una leyenda.

Descubrir la cocina de Martín Berasategui ha sido para mi toda una sorpresa porque, lejos de ser un cocinero posturero, sus platos buscan ante todo el sabor y son de una sorprendente sencillez..