Hacer versiones o adaptar en
cine es algo tan habitual como hacer paellas en la comunidad Valenciana. En
muchas ocasiones se adaptan novelas de éxito con el propósito de aprovechar el
filón comercial, aunque la película sea inferior en calidad a la obra escrita
original. Con una novela aceptable se puede hacer cualquier cosa interesante;
tienes que meter bastante la pata para estropear la producción. También se
hacen versiones de cómics, costumbre que en la actualidad arrasa, de
videojuegos, idem que con los cómics, de series de televisión, de otras
películas, normalmente clásicos o éxitos de público de hace tantos años que
pueden volverse a actualizar sin el riesgo a que te digan constantemente que no
hacía falta hacer tal versión estando aún la original tan fresca. También hay adaptaciones
de cuentos infantiles, o de películas de animación, muchas de ellas de Disney,
como sería el caso de Hook, de Steven Spielberg, versión del Peter Pan de la conocida productora de
animación norteamericana.
Reese Whitterspoon hizo una
versión muy psicodélica de Caperucita
Roja en Freeway,
donde el lobo era interpretado por un Kiefer
Sutherland en apariencia amable y sensible, pero que escondía un aterrador
interior. En esta película la pesadilla que sufre la nueva Caperucita deriva en
una atroz venganza por parte de la anterior víctima del desalmado licántropo,
aquí con la envoltura de un hombre normal y corriente; se podría decir que
Caperucita se revela a lo Punk y de forma muy violenta contra su agresor.
¿Y qué ocurre con la película
que nos ocupa, con la romántica Pretty
Woman? Pues que es una versión del cuento de Disney de La cenicienta, algo que
seguramente casi todos sabréis. Julia
Roberts sería Cenicienta y Richard Gere un príncipe que se enamora de ella aunque pertenezca a una
posición social muy distinta; lo que ocurre es que aquí La
Roberts, con sus largas piernas y gran sonrisa
contagiosa, es una prostituta con buenos sentimientos que necesita la calidez
de una persona que la quiera por lo que es
y no por su apariencia, algo que va en contradicción con lo que se
supone que buscan los hombres que reclaman las atenciones de tales mujeres. Esa
calidez se la da en parte la compañera de profesión y gran amiga, interpretada
con desenvoltura por la actriz Laura San Giacomo; pero para Julia Roberts no parece serle suficiente ese apoyo; hay veces que
se siente sola y desprotegida, y más en un oficio tan duro en el que gana
dinero, pero en el que no se siente a gusto… ella espera a su príncipe para que
la rescate de esa penuria, más que económica, emocional, y su príncipe
aparecerá por la calle en la que trabaja con un coche de lujo que no es de él y
al que terminará rompiendo su cambio de marchas si alguien no le ayuda a
manejarlo, y esa palanca que cambia las marchas (veo aquí una pequeña metáfora
sexual y del control de la vida) será manejada con más soltura por el hombre
cuando la chica le diga cómo tiene que hacer; es entonces cuando Gere se sorprenderá de la naturalidad de
la mujer y de su belleza; por un momento
no se creerá muy bien lo que le está pasando. La chica le atrae, por lo que no
la puede dejar escapar; quiere conocerla para estar con ella algún tiempo. Por
falta de dinero no será…
Pretty Woman es una película que entretiene y que la gente no deja
de ver siempre que la ponen una y otra vez (al parecer las audiencias de esta
peli cuando la dan por TV es de las más altas, por lo menos hasta hace bien
poco; y ya pueden dar fútbol o lo que sea que siempre ganará a la competencia
esta alegoría en la que hay poco de realidad y mucho de cuento de hadas
adaptado a los nuevos tiempos). Muchos dicen que es un clásico comercial
moderno, seguramente sea así y las pruebas de las audiencias no hacen sino
corroborar que es muy comercial y fácil de ver, sin demasiadas pretensiones
artísticas; yo diría que es un clásico por su popularidad y no por su calidad
cinematográfica. Después de todo su factura no deja de ser la de una película
con un cierto estilo de telefilm de sobremesa bien facturado y elegante (sobre
todo por su recreación artística, en la que el lujo tiene un lugar destacable),
pero carente de auténticas emociones y sin detenerse demasiado en analizar las
personalidades de los protagonistas; casi todo es superficial, pero esta
característica en el presente caso no le resta valor: hace de la
superficialidad un elemento que distrae y entretiene, y eso es meritorio. La
dulcificación que se hace de la prostitución no le deja de molestar a muchos,
aunque esto es lo que es: un cuento, y al ser un cuento todo es un cuento,
valga la redundancia.
Aquí ya se sabe a los pocos
minutos como va a terminar todo, hay cierto maniqueísmo en el tratamientos de
los personajes: el hombre de negocios triunfador que no vive la vida plenamente
y que planifica todo, que le cuesta demostrar los sentimientos; ese hecho hará
que mucha gente no lo quiera como a él en el fondo le gustaría ya que su vida,
en la que el trabajo lo es casi todo, impide que salga a la luz otra persona
más cálida y humana, alguien que sólo vive para ganar dinero, aunque sea a
costa de arruinar el trabajo de gente que dedicó toda su vida a un proyecto de
vida que lo incluía a él y a su familia. Y la mujer, por otro lado, que vive el
momento y a la que le importan por encima de todo los sentimientos, sobre todo
el amor, un amor romántico protector y apasionado, como el que ofrecen los
príncipes de los cuentos.