Tal vez la llegada de tantos cables fue lo que les cortó el
vuelo. Yo creo que sí. Fue esa maraña la
que impidió, hasta en los pequeños barrios, remontar los colores y las formas
que la imaginación y la economía dictaban.
Pero hay que reconocer que no solo creció la ciudad, también
ellos han crecido. Llegaron otros niños y con ellos nuevos juegos.
Sin embargo, cada fin de semana, en la costanera de Asunción,
se abre una puerta al pasado. Juro que los he visto. Son niños que regresan de otras
décadas, mita’i churi de pantalón
cortito y rodillas peladas, que, disfrazados del adulto en el que se convirtieron
enseñan a sus hijos, a los niños de ahora, el mágico volar de las
pandorgas.-