Una de mis abuelas era chipera, barrereña para más datos, y no tengo mejor recuerdo de ella que sus manos ofreciéndome "el chipá" recién salido del tatakua. Mi otra abuela en cambio, poco sabía de secretos y recetas, pero su picardía daba al chipá las más impensables formas y con eso, nos hacía felices.
Este es un homenaje para ellas, ya que por fortuna, la tradición de hacerla así, en familia, y con el cariño como mejor ingrediente, es algo que se renueva cada Miércoles Santo. Muchas nietas y nietos guardarán como el más preciado tesoro aromas, sabores y texturas de este "pan sagrado" de la Semana Santa paraguaya.