Ya casi ninguno lleva el nombre en guaraní. Milton, Janina, Omar, así se llaman los niños de la escuela Indígena de la comunidad Santa Carolina de Kiray* una zona acorralada por la deforestación, las grandes estancias ganaderas y los sojales.
Los niños desayunan en la escuela, con lo que en la escuela producen, lechugas, tomates, melones _es una forma de lograr que asistan_ cuenta en guaraní una de las madres encargadas de la cocina.
No tienen suficientes útiles, ni aulas, ni maestros, ni alumnos, es que tampoco tienen suficientes bancos _algunos dejaron de venir cansados de tener que sentarse en el suelo_ relata preocupado un profesor.
No todo es carencia, lo que sí tienen, es algo que cuesta describir: un brillo raro en los ojos, una chispa de tristeza y de esperanza, una luz que desborda las letras.