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martes, 10 de noviembre de 2009

Poesía: Oliverio Girondo. Escorial


ESCORIAL

A D. José Ortega y Gasset


A medida que nos aproximamos

las piedras se van dando mejor.


Desnudo, anacorético,

las ventanas idénticas entre sí,

como la vida de sus monjes,

el Escorial levanta sus muros de granito

por los que no treparán nunca los mandingas,

pues ni aún dentro de novecientos años.

hallarán una arruga donde hincar

sus pezuñas de azufre y pedernal.


Paradas en lo alto de las chimeneas,

las cigüeñas meditan la responsabilidad

de ser la única ornamentación del monasterio,

mientras el viento que reza en las rendijas

ahuyenta las tentaciones que amenazan

entrar por el tejado.


Cencerro de las piedras que pastan

en los alrededores,

las campanas de la iglesia

espantan a los ángeles

que viven en su torre

y suelen tomarlos de improviso,

haciéndoles perder alguna pluma

sobre el adoquinado de los patios.


¡Corredores donde el silencio tonifica

la robustez de las columnas!

¡Salas donde la austeridad es tan grande,

que basta una sonrisa de mujer

para que nos asedien los pecados de Bosch

y sólo se desbanden en retirada

al advertir que nuestro guía

es nuestro propio arcángel,

que se ha disfrazado de guardián!


Los visitantes,

la cabeza hundida entre los hombros

(así la Muerte no los podrá agarrar

como se agarra a un gato),

descienden a las tumbas y al pudridero,

y al salir,

perciben el esqueleto de la gente

con la misma facilidad

con que antes les distinguían la nariz.


Cuando una luna fantasmal

nieva su luz en las techumbres,

los ruidos de las inmediaciones

adquieren psicologías criminales,

y el silencio

alcanza tal intensidad,

que se camina

como si se entrara en un concierto,

y se contienen las ganas de toser

por temor a que el eco repita nuestra tos

hasta convencernos de que estamos tuberculosos.


¡Horas en que los perros se enloquecen de soledad

y en las que el miedo

hace girar las cabezas de las lechuzas y de los hombres,

quienes, al enfrentarnos,

se persignan bajo el embozo

por si nosotros fuéramos Satán!


Escorial, abril, 1923.