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26 de noviembre de 2013

La curvatura de Micaela

Micaela jamás quiso utilizar bastón. Y no sería por falta de ellos. Su casa parecía un museo con todos los que le habían regalado hijos, nietos y sobrinos empeñados en que le vendría bien apoyarse en uno, ignorando las razones que ella esgrimía para caminar sin su ayuda.
Si uno se molestaba en escuchar a Micaela en vez de llamarla vieja testaruda, enseguida entendía por qué no quería utilizar bastón y que prefería que le regalaran caramelos de violeta, su verdadero vicio.
Micaela defendía que cada grado de curvatura de su espalda era fruto del peso de la vida, que cada día agrega un gramo a la mochila. Y explicaba que era lógico acabar mirando al suelo, ya que su experiencia le había demostrado que la respuesta a casi todo está cerquita de nuestros pies, donde pisamos. Añadía que andar despacio era un regalo, no un castigo. Los días son tan largos, decía Micaela, que llegar demasiado pronto a los sitios me agobia, porque tengo que buscar más objetivos y, yo ya, con uno al día, tengo más que suficiente.
Micaela desapareció hace un par de días.  El vecino del cuarto dice que la vio salir rodando calle abajo, pero nadie le cree porque se levanta más borracho de lo que se acuesta. Nadie le cree como casi nadie se paraba a escuchar a Micaela.

24 de mayo de 2013

Embolia

Cruza la arteria principal de la ciudad tan despacio como puede, exagerando su ya extremada vejez.
Cruza sin mirar, consciente de que se ha abierto a escasos metros el semáforo para los coches.
Y lo hace con la esperanza de que esta vez no se forme otro atasco apellidado con exabruptos y pitidos, sino que por fin aparezca un conductor que odie a los viejos tanto como él odia haber llegado tan lejos para nada.

11 de abril de 2013

Lo trascendente

El peral de la linde, abandonado a su suerte por casi yermo, comenzó a dar manzanas el día que se enteró de que Newton había descubierto la ley de la gravedad bajo un manzano. Espero unas semanas y, visto que el cambio no le reportó la atención deseada, decidió dar higos convencido de que los ladronzuelos del pueblo no le defraudarían.

(Proverbio chino o micro zurdo o viceversa).

10 de abril de 2013

Cada vez quedan menos semáforos libres

Lugar: un semáforo cercano a mi casa.

Momento: el semáforo se pone en rojo.

Personajes: dos malabaristas.

Acción: hacen malabares con bolos y monociclos.

Razón: ganar dinero.

Fundamento: para ganarse la vida es lo que mejor saben hacer y/o es con lo que más se divierten y/o les sirve para practicar su profesión.

Reflexión: no se pierde nada por intentarlo y/o no tengo nada mejor que hacer.

Reacción: rescato una silla de tijera del trastero, compro una libreta y un bolígrafo, busco un semáforo libre de malabaristas y espero a que se ponga en rojo. Cuando lo hace me siento en la silla de tijera rescatada del desván en mitad del paso de cebra y con mi bolígrafo nuevo escribo en mi libreta nueva pasajes de mi próxima novela.

Objeción: es improbable que algún conductor me dé una moneda por verme escribir pasajes de mi próxima novela en mi libreta nueva con mi bolígrafo nuevo sentado en mitad del paso de cebra en la silla de tijera rescatada del desván, así que será difícil que me gane la vida en este semáforo libre de malabaristas.

Réplica: pues como ahora, que difícilmente me gano la vida, pero al menos escribiré con regularidad, aunque sea la que me permita la luz roja.

Ruego: si alguna vez os paráis en un semáforo y veis a un escritor escribiendo en medio de un paso de cebra, sentado en una desvencijada silla de tijera, con una libreta y un bolígrafo reluciente, dadle algo, aunque sea ánimos.

27 de marzo de 2013

Desmanes

Se me cae todo de las manos. Desde hace unos meses. No debería de sorprenderme porque aunque me hiciera el despistado lo estaba esperando. Ya lo vi en mi padre y me cuentan que también lo vi en mi abuelo. De él los recuerdos se reducen a lo que puedo entresacar de las fotos en las que aparezco de muy niño a su lado.

            Debería de estar preparado, lo sé, pero no tengo edad para que las cosas se me caigan de las manos. Y al médico sólo le falta pedir la prueba del carbono 14 porque el resto me las ha hecho todas y ha descartado cualquier tipo de anomalía en mi sistema nervioso. Ni rastro de deficiencia mecánica alguna. Lo mismo que le dijeron a mi padre. Lo mismo que me cuentan que le dijeron a mi abuelo. El número de pruebas diagnósticas ha aumentado de generación en generación pero el resultado es el mismo. Las cosas se nos caen de las manos porque sí.

            A pesar de la falta de evidencias científicas todo el mundo me cree. Excepto mi mujer. No puede evitar mirarme con recelo. Está embarazada de ocho meses y es incapaz de olvidar que yo no quería tener hijos.

19 de febrero de 2013

Sobres

Convencido de que la vida se sustenta sobre creencias de todo tipo, falsas o ciertas, el cartero decidió contribuir al equilibrio de las cosas. Así, para no defraudar a nadie de los que estaban convencidos de que el servicio de Correos era una auténtico desastre, el cartero extraviaba todos los días una carta al azar.
     Es sabido que ya apenas se escriben cartas entre familiares y amigos, por lo que gran parte de los extravíos correspondían a facturas y publicidad encubierta. Si bien esto le tranquilizaba, la verdad es que no le quitaba el sueño el contenido de la carta seleccionada. Lo fundamental era el propósito. Un día, una cata. Una vez que tenía el carrito lleno y ordenado, metía la mano en él y extraía una, imitando a la mano inocente imprescindible para cualquier espectáculo de magia que se precie. Rompía el sobre elegido e iba tirando cada pedazo en las papeleras que se encontraba en su ruta.
     Ignorante absoluto de las posibles consecuencias de su acción diaria, más allá de contribuir mínimamente al equilibrio de las cosas, fue incapaz de ver conexión alguna entre el homicidio del que todos los medios hablaban y una de las cartas que él había destruido la semana pasada, concretamente, la del jueves.

12 de noviembre de 2012

Según con el cristal con que se mire

Dos ojos contra uno. Dos bien abiertos frente a uno parapetado tras la mirilla. Ambos se han elegido mutuamente. Había más pares de ojos a un lado y varias mirillas al otro, pero se han buscado, se han encontrado y han decidido acomapañarse en la experiencia.
Los metros de distancia se acortan. Para uno por la mirilla telescópica. Para otro porque sus dos ojos ya no tienen otra cosa que mirar. No tiene ganas de repasar todo su pasado en un solo instante y el futuro no existirá en breve. Únicamente le queda mirar el presente y el presente le espera tras esa mirilla.
Ambos dos, sendos tres ojos, esperan la orden.
Tres ojos, una mirilla, un dedo, un gatillo y una bala esperando la nueva orden tras el ¡carguen! y ¡apunten!
Pero tras el ¡carguen!, ¡apunten! no llega el consabido ¡disparen!, sino un ¡corten!
El director monta en cólera porque no encuentra pánico en los dos ojos ni violencia tras la mirilla. Pide, él sí colérico, más vísceras. Cinco minutos de descanso. A la vuelta espera un cambio de actitud o llamará al productor para parar definitivamente el rodaje.
El escritor repasa la novela, el guionista la adaptación y los actores releen la escena buscando afinar la interpretación. Iluminación, cámaras, maquillaje, sonido se reúnen para buscar una solución.
A punto de reiniciar el rodaje, a mil kilómetros, suena ¡disparen! y una mirilla ejecuta y dos ojos mueren sin pasión pero sin remedio.

9 de noviembre de 2012

Cuestión de clases

Entre nosotros nos llamamos comerciales coyunturales. En la organización está el éxito, a cada uno se le asigna una boca de metro para trabajar y estamos agremiados para echarnos una mano siempre que haga falta. Que llueve a cascoporro, vendemos paraguas, que hace un calor desértico, pues botellas de agua heladas. Que se prevé una bajada de la potencia eléctrica, vendemos linternitas y velas. No nos queda otra que ser eficaces y nos adaptamos a las circunstancias con una velocidad impresionante. Si no, ese día no comemos. El único fallo gordo lo tuvimos cuando anunciaron las plaga de langostas. En pocas horas todos estábamos abastecidos de toallitas húmedas, de esas con olor a limón que se usan para limpiarse las manos después de comer marisco. Hasta ahí, sin problemas. Lástima que nadie nos advirtiese de que las langostas que iban a caer del cielo eran insectos ortópteros y no crustáceos marinos.

30 de octubre de 2012

El espejo, los ojos del alma

Ese espejo que siempre le sirvió para vestirse ahora le sirve para despedirse. Desnuda, recorre despacio su cuerpo. Con las manos a este lado. Con los ojos en el reflejo. Se para con sus manos en su vientre. Se para con los ojos en los ojos provocando una mirada de ida y vuelta que acaba en lluvia. Las lágrimas llegan calmas al vientre y a las manos.
Las manos abandonan el vientre y los ojos el espejo. Las manos agarran el pequeño revólver y los ojos se cierran.
Dispara.
Las manos caen de nuevo sobre el vientre.
Y los ojos, desde el espejo, miran el cuerpo desplomado sobre la cama. Manos sobre vientre. Melena en la almohada. Y la dulzura de un rojo cálido resbalando por su sien, de un rojo tan parecido al vestido que aquel día se puso frente al espejo.

29 de octubre de 2012

La coyuntura y la lluvia

Siempre me gustó la lluvia. Caminar despacio debajo de esa alcachofa móvil que te hace renacer como si de un nuevo bautizo se tratara. Llegar a casa, quitarte la ropa empapada y calentarte al lado del radiador, o bajo otra ducha, esta vez caliente.
Siempre me gustó la lluvia. Pero qué molesta cuando uno ha recibido un disparo en el estómago y yace desangrándose a la espera de que acuda el Samur. O el juez.

10 de octubre de 2012

Parejas de baile

Una viuda baila el paso doble agarrada a su difunto con cara de felicidad.
 
Al lado un matrimonio baila con técnica depurada tras muchos años de Benidorm. La mujer le susurra al marido sin perder el paso que le da pena la viuda, fíjate, agarrada al aire y con esa sonrisa de loca… Él no la escucha porque está pensando que por fin mañana regresarán a Madrid y volverá a ver a la nueva profesora de informática en el hogar de los jubilados.

25 de septiembre de 2012

Cuestión de modas


Decidí suicidarme de la manera más fantástica posible para convertirme en protagonista del mejor microrrelato de la historia, pero llegó un desaprensivo y me utilizó como personaje secundario para comenzar la trama de su próxima novela negra.

17 de septiembre de 2012

Fusilánimes

El exiguo pelotón de fusilamiento está listo frente a un paredón demasiado grande para tan pocos condenados.
¡Apunten!, ordena el sargento.
Antes del ¡disparen!, un soldado, el más inexperto, y varios condenados caen al suelo muertos de miedo.
El soldado más avezado, al ver al panoli de su compañero, cae al suelo muerto de risa.
El sargento no soporta la falta de profesionalidad de sus subordinados y cae al suelo muerto de vergüenza.
Cuatro condenados, tras horas de dura espera, caen al suelo muertos de cansancio.
Sin sargento cunde la desorganización y ante la inacción un cuarto soldado cae al suelo muerto de aburrimiento.
Un par de muertos de frío y tres de hambre caen al suelo entre la fila de condenados.
No sé sabe qué pasó con los supervivientes, porque esta insignificante historia de la guerra murió en el olvido.

22 de mayo de 2012

Cuestión de sutileza

Nunca he sido muy sutil, y no era precisamente el momento de cambiar de hábitos, así que me despedí con un portazo que convirtió la alacena del recibidor en un cristalino xilófono. Mis venganzas siempre se desenvuelven en la baja intensidad, jamás me he cargado a un alto mandatario, así que me conformé con la rotura de esa cristalería que se compró como mero elemento decorativo.
Ignoré el ascensor y bajé los ocho pisos por la escalera a ritmo de bombero huyendo de derrumbe. Y aunque yo disto de los bomberos en cuerpo y valentía, sí que huía de un derrumbamiento, el de mi matrimonio sin papeles.
Salí a la calle como si lo hiciera por fin del presidio, acaparando todo el aire posible de una sola bocanada, innecesaria acción que me hizo tragar todos los humos del 177, que intentaba con dificultad abandonar la parada.
Miré hacia arriba en un gesto automático. No la esperaba asomada al balcón tirándome besos. No la esperaba asomada en el balcón porque no teníamos, pero su cabeza asomó por la ventana de nuestra habitación y vi cómo lanzaba un pequeño objeto que se fue haciendo lentamente grande, llegando y posándose en mi cabeza tras caer con vaivenes de hoja caduca.
Me quité la boina improvisada y descubrí que era un calzoncillo de marca, deportivo, dos tallas más grandes que los gayumbos de mercadillo que suelo utilizar.
Una vez más me demostró que sus venganzas son más contundentes. Y que la sutileza tampoco es su fuerte.

15 de abril de 2012

La soga


No es casualidad que la cuerda elegida para fabricar las sogas tenga unos pelillos que resultan muy molestos al contacto con la piel. Se trata de que el ahorcado agradezca que alguien por fin le libere del picor del cuello.

12 de abril de 2012

Hierba seca


-Huele a hierba mojada, dice el más novato de los tres, y lo hace con una respiración profunda y una amplia sonrisa con la que parece que quiere invitar a sus compañeros a compartir esa sensación.
Los otros dos se miran con gesto burlón, rayando el desprecio; o la conmiseración.      
Pero uno de ellos, cuando el otro se despista para terminar de liar un cigarro, cierra los ojos e intenta percibir ese olor.
Una vez liado, el más veterano lo enciende, se levanta y con tono de reproche les dice:
-Dejad de perder el tiempo y vamos para dentro, que en cinco minutos tenemos que estar en las celdas y yo ya no estoy para carreras.

4 de abril de 2012

No soy un cobarde


Aquella hoja parda caía a ritmo de estalactita, en consonancia con el otoño que no terminaba de asentarse.
            Cuando llegue al suelo dispararé, me dije convencido de que no me faltaría el valor.
            A punto de posarse empezó a caer otra y decidí postergar el disparo a la llegada a tierra de esa segunda hoja.
            Acaricié el gatillo pero una tercera empezó a descender tras la segunda. Y una cuarta. Y una decena. En poco tiempo cien hojas formaron una cascada parda que prometía desnudar el árbol antes de lo esperado.
            Con el cañón apoyado en mi sien esperé pacientemente a que cayera la última hoja, pero tan pronto abandonó la rama más baja, se vio acompañada en el descenso por el primer copo del invierno.
            Me disparé en el pie, en un acto tan incompleto como necesario.

2 de abril de 2012

La lluvia miró con desprecio al cadáver que le impedía caer sobre el charco


La lluvia miró con desprecio al cadáver que le impedía caer sobre el charco.

28 de marzo de 2012

Tañidos

-Suenan campanas de boda.
-En realidad están llamando a muertos, replica él.
-Hiciste la misma broma el día que nos casamos, contesta ella fingiendo estar malhumorada.
Él se levanta y la abraza con ternura.
-Ya sabes cómo soy, se excusa con un mohín cómico.
Le da un beso en la frente y le acaricia su pelo cano en un gesto de despedida que ella es incapaz de interpretar.

18 de enero de 2012

Estigma

Desoyendo los consejos de los amigos y desobedeciendo las órdenes paternas, me tatué el nombre de mi primera novia en el antebrazo. En letras gordas. Siempre he hecho más caso a mi vocecilla interna que a los gritos externos. Algunos piensan que con la edad la balanza de la cordura se decanta por la vocecilla. Yo no estoy tan seguro, pero soy algo sordo y los gritos me suelen llegar amortiguados.
El caso es que, como era previsible, nuestro noviazgo duró año y medio y me vi soltero, sin muchas ganas de seguir siéndolo perpetuamente y con doce letras marcándome como ganado sin dueña. Sin dueña y sin cerca, lo que me permitía conocer más chicas pero con el estigma del antebrazo.
Después de varias relaciones abortadas antes del primer beso por desconfianza de la potencial novia al ver el nombre de la primera, tomé una decisión. Solo buscaría relaciones con mujeres que se llamaran igual que ella, para aprovechar el tatuaje en vez de que se convirtiera en un cinturón de castidad.
La decisión no tendría que haber tenido más trascendencia, ya que soy un tipo atractivo, inteligente y divertido que no tiene mayores problemas para ligar. Si no fuera por un pequeño detalle: que mi primera novia se llamaba Hermenegilda.