Llevaba varias semanas investigando sobre la renacentista
Florencia y La Toscana, mi siguiente viaje, con la ayuda de mi hermano -con
quien iba a coincidir un par de días por tierras italianas-. Sin embargo, días
antes de viajar me informó que había pospuesto el viaje debido a una enfermedad
que le tiene bajo de defensas. Ya teníamos seleccionados un par de restaurantes
para celebrar nuestro encuentro, una vinoteca donde catar el Chianti, el vino regional toscano más
conocido, y los hoteles. Él había reservado en Degli Orafi, un cuatro estrellas con vistas al Ponte Vecchio, escenario de la película “Una habitación con vistas”
(Pensión Bertolini) y yo otro hotel
más económico, el Delle Nazione.
Estaba emocionado con el encuentro y, además, me daría alguna pista sobre la
ciudad ya que cuando llegara él habría pasado casi una semana en
Florencia. Pero, bueno, así son las
cosas y tendré que conformarme sin contar con su entrañable presencia.
Florencia ha sido marcada para siempre por Stendhal. Su famoso
síndrome, también denominado “de
Florencia” o “estrés del viajero”,
se ha convertido en un referente ante la acumulación de belleza, principalmente
artística. Stendhal, en su visita a la Santa Cruz en 1817, experimentó vértigo,
temblores, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones. “… Saliendo
de la Santa Cruz me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con
miedo a caerme”. En Florencia ha habido muchas personas que han sufrido
desvanecimientos en su visita a la ciudad, sobre todo en la Galleria degli Uffizi, pero no fue
descubierto como síndrome hasta 1979, por la psiquiatra Grazziella Magherini.
Observó más de cien casos similares de turistas y visitantes y escribió acerca
de él.
Varias cosas me han sorprendido indagando sobre la Toscana en
libros, artículos e Internet. Una de ellas es que los especialistas han
descubierto cierta similitud entre los rasgos genéticos y fisonómicos de los
toscanos con los etruscos. Muchos de los
rostros tallados en las urnas funerarias etruscas y las personas que te puedes
encontrar en las calles toscanas son muy parecidos. El brustico, que significa asado, es un plato de pescado tradicional
que deriva directamente de una receta etrusca. Una vez asado en una parrilla se
come con las manos, como siempre se ha hecho.
Dicen que el helado fue creación de un chef de Catalina de Medicis
que se llamaba Ruggeri (1519-1589), primer heladero del mundo y florentino de
nacimiento. Todos los años se reúnen en Florencia los miembros de la
prestigiosa escuela de gastronomía “Cordon
Bleu” para celebrar un curso de preparación de helados que se denomina “Gelati Fantasiosi”.
El David de Miguel Ángel, que se puede contemplar en la Galleria dell´Accademia, concretamente
en la alargada Sala del Colosso, ha
tenido una vida llena de incidentes. Un dedo gordo se rompió accidentalmente
con un martillo, perdió un brazo cuando unos gamberros le lanzaron una silla y,
también, en una ocasión, le alcanzó un rayo. La escultura está realizada en un
bloque de mármol de cuatro metros de largo que era de forma irregular, muy
delgado y agrietado. Fue rechazado por escultores de la talla de Jacopo
Sansovino y Leonardo Da Vinci. Miguel Ángel convirtió esos defectos del mármol
en sus mayores virtudes. La escultura se concibió para ser expuesta en una
plaza pública observable desde abajo. Fueron necesarios cuarenta hombres y
cuatro días para mover la escultura realizada hasta la Piazza della Signoria, donde se convirtió en un símbolo de
libertad.
Los florentinos lamentan que el turismo haya convertido a su
ciudad en una de las más caras de Italia y temen que sea, muy pronto, un parque
temático renacentista, con el David como mascota. Personalmente, al igual que pasa con Venecia,
creo que ya lo es.